El
gobierno británico anunció un recorte drástico del gasto:
se perderán 500.000 puestos de trabajo
Un
ajuste temerario
Por
Marcelo Justo
Gara,
24/10/10
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El
fantasma griego
La
estrategia del miedo para forzar la guadaña al gasto público
es una vieja táctica. En la Unión Europea todos han
invocado el fantasma griego: el gobierno británico también.
Tanto desde la izquierda como desde la derecha han criticado
este paralelo.
Según
William Keegan, editor económico del dominical de
centroizquierda The Observer, la comparación es exagerada.
"La deuda actual británica tiene un promedio de
vencimiento de 14 años, mucho mayor que la de países como
EE.UU. y Alemania, que es de nueve años. Existe muchísimo
tiempo para lidiar con el problema", señala. Grecia
estaba al borde de la bancarrota porque no tenía cómo
financiar vencimientos de deuda que comenzaban en mayo y
continuaban el resto del año.
Algo
similar expresó ayer el director de la financiera Fidelity,
Trevor Greetham. "Un país con su propia moneda puede
devaluar o emitir dinero para financiar su gasto público.
Es una ironía pensar que estos recortes pueden llevar a un
aumento del déficit público si conducen a una nueva recesión",
señaló Greetham. (M.J.)
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El
gobierno británico anunció el ajuste fiscal más drástico
de la Unión Europea (UE). El ministro de Finanzas, George
Osborne, indicó a la Cámara de los Comunes que habrá una
reducción del gasto público equivalente a unos 130.000
millones de dólares y una pérdida estimada de medio millón
de puestos de trabajo. "El objetivo es equilibrar las
cuentas fiscales en cinco años", explicó Osborne.
Como
muchos otros países de la Unión Europea, el Reino Unido
tiene una complicada situación fiscal a raíz de la crisis
financiera de 2008 y la subsiguiente recesión económica.
El déficit fiscal ronda el 11 por ciento, la deuda pública
es alrededor de un 70 por ciento del Producto Interno Bruto
y el pago de intereses es de unos 190 millones de dólares
diarios o unos 70.000 millones al año. La coalición
conservadora–liberaldemócrata busca reducir este déficit
de alrededor de un 11 a un 2 por ciento en 2015. Según la
coalición, la alternativa es Grecia, el fantasma más
invocado este año por gobiernos del bloque.
Salud
y Ayuda Internacional son los únicos ministerios que
quedaron excluidos del ajuste. Cancillería tendrá una
reducción del 24 por ciento, con la eliminación de empleos
en Londres y en las embajadas. En Defensa, el recorte es del
8 por ciento y contempla la desaparición de 40.000 puestos
entre personal civil y militar. En Interior será un 6 por
ciento, con una caída anual del gasto policial del 4 por
ciento. Ni la BBC ha quedado excluida del ajuste: su
presupuesto fue congelado, con una reducción real estimada
en un 16 por ciento. Pero el golpe más fuerte fue para el
sistema de seguridad social, que consume unos 300.000
millones de dólares anuales. La reducción del gasto en
este segmento será de unos 45.000 millones.
En
el Parlamento, el ministro de Finanzas en la sombra, el
laborista Alan Johnson, condenó el ajuste fiscal. "Están
jugando con los puestos de trabajo y poniendo en peligro la
incipiente recuperación económica. Es una apuesta
temeraria", dijo Johnson. Los laboristas coinciden con
el gobierno sobre la necesidad de recortar el gasto, pero
están a favor de una reducción más gradual y con un
equilibrio mayor entre reducción del gasto y aumento
impositivo. "Me parece que ni el primer ministro ni su
ministro de Finanzas se dan cuenta del impacto que esto
tendrá sobre la gente", señaló Johnson. En una
reciente investigación, el Financial Times identificó
ciudades en el norte y sur de Inglaterra en las que el
Estado constituye entre el 33 y el 43 por ciento de la
economía.
La
clave de esta "apuesta temeraria" de la coalición
será la economía misma. Los críticos señalan que esta
estrategia llevará a una nueva recesión que hará peligrar
el objetivo que se proponía alcanzar –la reducción del déficit–
por la inevitable caída de la recaudación impositiva y el
aumento del gasto por el desempleo. Por su parte, los
economistas ortodoxos estiman que no habrá una nueva recesión
y que el sector privado reemplazará al sector público en
la generación de empleo.
Políticamente
es una apuesta a todo o nada. Si el Reino Unido sobrevive a
estos recortes sin una nueva recesión, la coalición podrá
llegar a las elecciones en 2015 con un recorte impositivo
bajo el brazo para ofrecer al electorado por los sacrificios
prestados. Si no, el espejo no será Grecia, sino la República
de Irlanda. Hace dos años, Irlanda también decidió que la
prioridad era domar el déficit fiscal a toda costa. Hoy se
encuentra sumergida en una profunda recesión y anda por su
cuarto ajuste fiscal. En este caso la apuesta de la coalición
podría terminar con un final anticipado del gobierno.
Los
recortes en el gasto público
afectan sobre todo
a la mitad más pobre del país
Por
Walter Oppenheimer
Corresponsal en Londres
El País, 22/10/10
Reino Unido sigue conmocionado por la
amplitud del ajuste fiscal presentado el miércoles en los
Comunes por la coalición de conservadores y liberales–demócratas.
Los expertos siguen analizando el impacto de cada una de las
medidas, que suponen un recorte del gasto público de 81.000
millones de libras (más de 91.000 millones de euros), de
los que más de 20.000 millones de euros afectan a las políticas
de bienestar social.
El Gobierno lanzó ayer a sus pesos
pesados a defender los recortes, con el primer ministro
David Cameron, el viceprimer ministro Nick Clegg y el
responsable del Tesoro y canciller del Exchequer, George
Osborne, a la cabeza. Su objetivo es defender no solo la
necesidad del ajuste, sino la equidad de las medidas.
Pero chocaron de entrada con el
dictamen del prestigioso Instituto de Estudios Fiscales
(IFS, en sus siglas en inglés) de que la mitad más pobre
del país aporta más que la mitad más rica en el conjunto
de las medidas. Sin querer pronunciarse sobre si el paquete
de medidas es equitativo –"la equidad depende siempre
de los ojos del que mira", advirtió el director en
funciones del IFS, Carl Emmerson– el Instituto concluyó
que el paquete de ajuste es "regresivo". "En
conjunto, las familias con hijos parecen los grandes
perdedores", aseguró James Browne, analista del IFS.
Los pesos pesados del Gobierno
parecieron ayer a la defensiva, pero sin ninguna intención
de dar marcha atrás. En declaraciones a primera hora de la
mañana al programa Today de BBC Radio 4, Osborne aseguró
que el país necesita "un plan enérgico" y que no
dará marcha atrás aunque el crecimiento se vea afectado,
dejando claro que el Banco de Inglaterra tiene margen de
maniobra a través de la política monetaria. Osborne rechazó
los llamamientos del IFS para que el plan de ajuste sea
revisado dentro de dos años: "Cuando un país pierde
el control de sus finanzas públicas la gente que va a
sufrir más son los pobres", advirtió.
Cameron y Clegg se fueron juntos por el
centro y el norte del país para participar en debates no ya
en los medios sino con los votantes, y sufrieron en carne
propia el descontento que el ajuste fiscal está provocando
entre los afectados. En Nottingham, una mujer discapacitada
que les echó en cara que va a afectar sobre todo a los más
débiles no pareció convencida con los argumentos que le
dieron el primer ministro y su número dos.
La imagen de la coalición se puede ver
afectada no solo por las consecuencias directas de sus
decisiones, sino por el ambiente festivo que rodeó la
presentación del ajuste, con los diputados del Gobierno
jaleando al canciller del Exchequer a medida que iba
desgranando las medidas. En lugar de recibirlas con
gravedad, los diputados parecieron disfrutar con los
anuncios de un recorte de gasto aquí o un encarecimiento de
las prestaciones allá.
Su euforia dio a los laboristas valiosa
munición ante el futuro, porque les permite insistir en su
tesis de que el Gobierno se ha decantado por un ajuste de
tal dimensión y celeridad no porque sea realmente necesario
sino porque no hace más que seguir "sus pulsiones
ideológicas de recortar el Estado sea como sea".
El gobierno de conservadores y
liberales eliminará medio millón de empleos – El
presupuesto de los ministerios se reduce un 19% de media
Cameron mutila el Estado de bienestar
Por Walter Oppenheimer
Corresponsal en Londres
El País, 21/10/10
¿Política económica o simplemente
política, política en estado puro? O quizás solo una
apuesta, como denunciaron ayer los laboristas pero como
parecen pensar también algunos analistas no necesariamente
muy alejados de la ideología conservadora. Sea por lo que
sea, el Partido Conservador británico dio ayer cuerpo al
mayor recorte del gasto público que se recuerda en Reino
Unido desde la II Guerra Mundial, al mayor ajuste del Estado
del bienestar jamás acordado en un solo día por un
Gobierno británico. Y, aunque la motivación oficial es
económica, puede acabar marcando políticamente la
legislatura que acaba de empezar.
Lo que no se sabe aún es en qué
sentido la va a marcar. Lo que sí se sabe es que casi medio
millón de trabajadores del sector público van a perder su
empleo. Que el Estado de bienestar británico va a verse
reducido en más de 19.000 millones de libras al año
(21.600 millones de euros). Que las tasas universitarias se
van a multiplicar. Que los ejércitos británicos van a
perder efectivos humanos y materiales. Que conseguir una
vivienda social va a ser mucho más caro. Que hombres y
mujeres van a tener que trabajar hasta los 66 años antes de
poder cobrar una pensión pública.
Se sabe también que los departamentos
ministeriales van a ver reducido el gasto corriente en un
19% en los próximos cuatro años. Algunos, como el Foreign
Office, casi una cuarta parte. Otros, como Educación o
Sanidad, se van a ver afectados mucho menos porque los
conservadores se comprometieron a respetar esas partidas
para conseguir el apoyo de los británicos en las pasadas
elecciones.
El canciller del Exchequer y
responsable del Tesoro, George Osborne, adoptó ayer tonos
dramáticos al presentar el ajuste en la Cámara de los
Comunes. "Hoy es el día en que Gran Bretaña da un
paso atrás al borde del abismo", dijo. "Abordar
el déficit presupuestario es inevitable. Renunciar ahora a
eso y abandonar nuestros planes sería un camino a la ruina
económica", añadió. "Tenemos la peor herencia
económica de la historia", dramatizó. "Tenemos
que tomar decisiones duras para asegurarnos de que la catástrofe
económica de los anteriores Gobiernos no se repita",
insistió.
Argumentos, en realidad, más políticos
que económicos. Nadie en Reino Unido discute que hay que
reducir el déficit público. Ni siquiera los laboristas. El
debate, hace meses pero todavía ahora, es hasta dónde
tiene que llegar la tijera en un momento en que la
recuperación económica es todavía frágil. "El
canciller nos presenta una vez más su propuesta de recortar
los déficits fiscales y de reducir la presencia del gasto público
en el PIB como algo inevitable. En realidad, no es así. No
era necesario concentrarse tanto en el ajuste o el gasto.
Eso era una opción. Yo podría estar en general de acuerdo
con eso. Pero es tanto una decisión política como una
necesidad económica", escribía ayer mismo Martin
Wolf, legendario comentarista del Financial Times y nada
sospechoso de izquierdismo.
Wolf va aún más allá y enfatiza que,
aunque Osborne tenía razón al subrayar ayer que los tipos
de interés de las emisiones de deuda británica se han
reducido desde que los conservadores están en el poder, el
diferencial con la deuda de Estados Unidos a 10 años ha
crecido desde entonces "a pesar de que Estados Unidos
no tiene una política de consolidación fiscal y Reino
Unido sí".
El comentario de Martin Wolf tiene
interés no solo porque procede de un analista pro–mercado
sin especial simpatía por el Partido Laborista, sino porque
enfatiza el hecho crucial de que en realidad el empeño del
Gobierno británico por un ajuste tan brutal, que quiere
eliminar el déficit público estructural en cuatro años y
dejar en el 3% en ese periodo un déficit que ahora supera
el 11% del PIB es, sobre todo, una apuesta. Una apuesta económica,
pero también una apuesta política.
Si la economía británica crece con
rapidez a pesar de la retirada de los estímulos públicos,
el sector privado absorbe la pérdida de empleos en el
sector público y los ingresos de Hacienda mejoran hasta el
punto de permitir a la coalición suavizar el ajuste con
unas cuantas golosinas fiscales de cara a las próximas
elecciones, George Osborne habrá ganado esa apuesta y será
coronado como un genio de las finanzas y, sobre todo, de la
política.
Pero si ocurre lo contrario, si la
situación económica empeora, el paro aumenta, el
descontento social se extiende y el Gobierno se convierte en
chivo expiatorio de una crisis que la opinión pública
tiende a poner en el debe de los banqueros pero también del
Partido Laborista, Osborne habrá perdido su apuesta, el
primer ministro David Cameron verá peligrar su cada vez
menos revolucionaria revolución conservadora y los
liberales–demócratas se verán atrapados entre la espada
de un socio de Gobierno al que no aman y una pared que puede
acabar aplastando su futuro político.
El de ayer en los Comunes era
aparentemente un ejercicio económico, una batalla entre
quienes creen que de estas crisis se sale reduciendo el
gasto público y quienes piensan que ese fue el gran error
de los años treinta. En realidad, todo era pura política.
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