Irlanda
como ejemplo
Por
Juan Torres López (*)
Ganas de Escribir, 18/11/10
Durante muchos años el
"ejemplo" irlandés estuvo de moda y se ponía constantemente a los
demás países: la política de bajos impuestos sobre el capital (casi la
mitad de la media europea), la amplia liberalización de la actividad económica
y las privatizaciones, la moderación salarial y las grandes facilidades a los
capitales para que pudieran actuar a su antojo se consideraban la clave de su
éxito y lo que debería hacer cualquier otra economía que quisiera ser tan
próspera y dinámica como el "Tigre Celta" de entonces.
Claro que se estaba hablando de
un éxito que solo se medía por el incremento vertiginoso del PIB pero no en
la disminución de las desigualdades o de la brecha de los estándares de
bienestar del país respecto a la media europea.
Los gobiernos conservadores
facilitaban la actividad de los bancos que se dispusieron a crear deuda y a
financiar la actividad especulativa sin freno sin que a ni uno ni otro
preocupara la generación de burbujas inmobiliarias o la escasa base real del
crecimiento que se generaba.
En realidad, lo que estaba
haciendo Irlanda no era otra cosa que aplicar como un alumno aventajado las
políticas de ajuste estructural que el Fondo Monetario Internacional venía
proponiendo desde hacía años para favorecer el incremento de las rentas del
capital. Y por eso el Fondo aplaudía lo que se estaba haciendo allí
afirmando que sus políticas económicas ofrecían lecciones útiles a otros
países (FMI. IMF Concludes 2004 Article IV Consultation with Ireland. En
http://bit.ly/aiaxUw).
Como venimos diciendo muchos
economistas críticos estas políticas neoliberales fueron la causa real de la
última crisis y por eso no fue ni mucho menos una casualidad que el alumno
europeo que las aplicó más fielmente fuese precisamente el primero que entró
en recesión en 2008 cuando se desencadenó la crisis de las hipotecas basura.
Como tampoco es casual que la
economía que primero aplicó los planes de austeridad como respuesta frente a
la crisis sufra ahora un nuevo latigazo.
En realidad, Irlanda es en estos
días una especie de laboratorio que permite comprobar el efecto de las políticas
neoliberales de austeridad que impone el fundamentalismo dominante desde hace
años en Europa.
Aunque ahora muy pocos lo
recuerdan, Irlanda aprobó antes que nadie un gran programa de austeridad y
recortes: hasta el 20% redujo los sueldos de los funcionarios y un 10% las
prestaciones sociales, además de hacer lo mismo en un buen número de
programas de gasto público y social. Aunque, eso sí, poniendo al mismo
tiempo a disposición de bancos quebrados docenas de miles de millones de
euros que pusieron por las nubes el déficit y la deuda del Estado.
Cuando tomó estas medidas, de
nuevo el caso irlandés se puso como un ejemplo a seguir por los demás. Los
medios de comunicación neoliberales, la Comisión Europea y por supuesto una
vez más el Fondo Monetario Internacional alabaron su política de austeridad
y recortes frente a la crisis.
Este último organismo, haciendo
otra vez gala de su desvergonzada forma de hacer pronósticos económicos,
afirmó, para poder aplaudirlas así con aparente fundamento, que gracias a la
aplicación de estas medidas la economía irlandesa crecería un 1% en 2009.
Sin embargo, su efecto real fue
otro, como los economistas críticos habían pronosticado que iba a ocurrir
allí o en otros países en donde se aplicaran: en 2009 el PIB de la economía
irlandesa, lejos de aumentar, bajó un 11%.
Con esa caída estrepitosa, con
una reducción de la inversión del 30% y de más del 7% del consumo, la
economía no pudo generar recursos suficientes, fue más difícil recaudar
ingresos para hacer frente a la deuda y ésta siguió subiendo, lo que hacía,
para colmo, que los mercados la castigaran subiendo los tipos a los que puede
colocarse.
A eso se añade que al haber
dejado sin llevar a cabo una verdadera reforma financiera la situación
patrimonial de los bancos siguió agravándose y ahora les hace falta una
nueva dosis de generosa inyección de liquidez para sacarlos a flote: unos
50.000 millones de euros más sólo para ellos.
Cuando todo esto ha ocurrido, de
la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional no ha salido ni la más
mínima expresión de autocrítica: después de haber afirmado que lo que hacía
Irlanda era ejemplar, no tienen nada que decir cuando su "modelo"
salta por los aires, como era inevitable que ocurriera como evidente
consecuencia de esas políticas. Al revés, se limitan a dar prisa para que se
ponga a su pies y a advertir de antemano quién va a hacerse cargo de la
factura: "La UE exigirá a Irlanda subidas de impuestos para devolver el
rescate", titulan hoy los medios de comunicación europeos.
Irlanda, efectivamente, es un
buen ejemplo. Pero de adónde han llevado las políticas neoliberales antes de
la crisis y adónde llevan ahora, cuando vuelven a imponerse en forma de
austeridad presupuestaria, por un lado, y, por otro, de plena libertad y apoyo
a los bancos para que sigan actuando a su antojo.
(*) El
autor es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.
Dublín
negocia las condiciones del rescate del FMI, la Unión
Europea y el BCE
El
descontento crece y el gobierno se enfrenta a
una crisis social y política
Por
Claudi Pérez
Enviado especial a Dublín
El País, 21/11/10
En Dublín hay un cementerio católico,
Glasnevin, un camposanto gótico junto al que asoma un pub del siglo XIX, Los
Enterradores, al que iban los sepultureros al acabar su jornada. En la capital
irlandesa hay docenas de lugares así de literarios. El escenario perfecto
para entender la crisis de Irlanda –que tiene su propia trama novelesca–
está a orillas del Liffey, el río que atraviesa la ciudad: el esqueleto de
un edificio de ocho plantas se pudre desde hace dos años entre calles a medio
terminar, inmuebles vacíos y solares listos para construir en los que ya no
hay nada que levantar.
Esa construcción fantasma tenía
que ser un banco: todo ese cemento iba a convertirse en la rutilante sede del
Anglo, la máxima expresión de la locura inmobiliaria irlandesa de los últimos
años. La zona que hay a su alrededor es un área zombi. Cortesías de la
crisis: en realidad prácticamente toda la banca irlandesa es medio zombi,
sobrevive por las inyecciones públicas de capital, apenas concede préstamos,
sigue perdiendo dinero por el reventón de la burbuja inmobiliaria y amenaza
con llevarse por delante al resto del país.
Esta historia empieza a finales
de los ochenta, con Irlanda metida en una crisis galopante. Y de repente, en
apenas una década larga, uno de los países más pobres de Europa pasa a ser
uno de los más ricos: el Tigre Celta crece una media del 6,5% entre 1990 y
2007. Durante los primeros años de esa etapa Irlanda es un modelo de
flexibilidad, capaz de atraer multinacionales y ganar competitividad: es el
estilete del mejor capitalismo anglosajón, una fórmula que implica la
liberalización de los mercados, la desregulación de la economía –sobre
todo de la banca–, las privatizaciones, los bajos impuestos.
"Todo iba bien hasta que
llegó el delirio", explica Philip Lane, economista del prestigioso
Trinity College. A partir de 2002 los precios de la vivienda crecen sin
control por la combinación de los bajísimos tipos de interés y la marea de
dinero fresco que provoca el nacimiento del euro. Y la renta per cápita
supera a la de Alemania.
Desde entonces, los irlandeses
han tenido la peor combinación posible en el clima actual, una burbuja
inmobiliaria y otra crediticia sobre la espalda de casi dos décadas de boom.¿Suena
familiar? Irlanda comparte cosas con España: edificios de pisos que se
levantaban en medio de la nada, "la misma sensación de que la ley de la
gravitación de la economía (todo lo que sube baja) había quedado sin
efecto, la misma misteriosa aparición de los mismos BMW", escribe John
Lanchester en su libro ¡Huy!
Con una diferencia: la versión
irlandesa de la crisis es fruto de "una feroz desregulación financiera,
con supervisores complacientes cuando los bancos se endeudaron demasiado para
financiar una concentración de riesgo excesiva en la construcción",
afirma Lane. El nuevo banquero central, Patrick Honohan, admite la
"excesiva deferencia" del regulador hacia los bancos. La cólera de
los irlandeses es comprensible. "Un centenar de personas nos han metido
en el agujero. Literalmente, media docena de bancos, una docena de promotores
y un puñado de políticos son los responsables", explica el escritor
Colm Toibin en un café del centro de Dublín. ¿Capitalismo de amiguetes?
"Irlanda es una pequeña isla. El primer ministro, el jefe de la oposición
y el ministro de Finanzas llegaron a la política heredando el escaño cuando
murieron sus padres: capitalismo de clan", ataca Toibin.
Así llega Irlanda a esta
encrucijada. Con enormes lastres en el contexto de una crisis global y una
crisis fiscal europea que complican las cosas. Los mercados han puesto su
deuda en la picota: el Gobierno garantizó el 100% del dinero de los
depositantes y de los bonistas, y la crisis financiera derivó en crisis
fiscal. El agujero bancario ha costado ya 50.000 millones al Estado. El déficit
se ha disparado. Irlanda necesita unos 100.000 millones más para tapar el
agujero. Y el problema de los bancos –total o parcialmente nacionalizados–
es el del Estado: los costes de la deuda están por las nubes. Tan arriba que
a Dublín han llegado esta semana representantes del Fondo Monetario
Internacional, de Bruselas y del Banco Central Europeo para negociar un
rescate.
No será fácil. Irlanda es un
pueblo orgulloso. Una democracia con menos de un siglo de historia que presume
de haber salido del yugo británico y ahora ve el rescate como una posible pérdida
de soberanía. Al fin y al cabo, Londres se ha involucrado en las ayudas –y
eso despierta recelos– porque sus bancos pueden verse castigados. E Irlanda
presume de tener dinero suficiente para pasar sin apuros hasta mediados de
2011. ¿Por qué aceptar las duras condiciones a las que obliga un rescate?
"Jugaremos al póquer un par de días para ver qué cartas quiere jugar
esta gente. Pero primero nos gustaría ver el color de su dinero", dijo
el jueves el ministro Batt O'Keefe.
Pero la realidad es otra: la
banca está tiesa, no da créditos, es incapaz de financiarse, la fuga de depósitos
lo agrava todo, y la crisis y el pinchazo del ladrillo –los precios han
bajado un 36%– generan cada vez más problemas para pagar las hipotecas.
Para el economista Kevin O'Rourke, tras la resistencia de Dublín a que el
rescate vaya más allá de los bancos "solo hay razones políticas".
"El Gobierno ha elegido la solvencia bancaria, que implica la insolvencia
del Estado. Es imprescindible que el FMI y Europa nos fuercen a una
reestructuración. Puede que los políticos nacionalistas vean eso como una pérdida
de soberanía, pero la gente es consciente de la gravedad de la situación y
está cada vez más airada".
Lo paradójico es que Irlanda ha
sido el país que mejor ha hecho los deberes que suelen pedirse en estos
casos. Reconoció enormes pérdidas en su banca cuando nadie lo hacía. Adoptó
un duro plan de austeridad, con recortes de sueldos públicos del 15%
–aunque los funcionarios irlandeses siguen siendo los mejor pagados de
Europa–, y ahora prepara otro más drástico. "El país está a punto
de ser humillado", clamaban ayer los periódicos: se teme que el rescate
exija aún más austeridad y que la UE amenace la joya de la corona, un
impuesto de sociedades de apenas el 12,5% (la media europea ronda el 23%, ver
gráfico) que ha atraído a las multinacionales –de Google a Facebook– y
explica parte del milagro irlandés. "Ese 12,5% es innegociable",
repite a diario el primer ministro, Brian Cowen. "Aumentar ese impuesto
sería la medicina equivocada: provocaría aún más incertidumbre, más
desconfianza", sostiene Austin Hughes, economista jefe del banco KBC.
No todo está perdido. Expertos
como Constantin Gurdgiev, del Trinity College, destacan que el país sigue
atrayendo inversiones. La exportación crece y la subida del paro se ha
detenido. Es un país de población joven y bien formada. Pero el capitalismo
sin crisis es como el cristianismo sin infierno: "A Irlanda le toca penar
un tiempo, quizá una década perdida, pero una vez eliminada la grasa volverá
a ser un país vibrante", cree Gurdgiev. "Eso sí: nada de eso es
posible con esa montaña de deuda inmanejable", avisa.
Philip Legrain, de la London
School of Economics, alerta de que Irlanda "no puede (y no debería)
pagar la factura de sus bancos". "De lo contrario, hay un claro
riesgo de crisis social (por los recortes y por el hecho de que muchas
hipotecas superan ya el valor de los pisos) y de crisis política, por el pésimo
manejo de la crisis, con el Gobierno a los pies de la banca". Desde el
bullicioso centro de Dublín donde tiene lugar esa última conversación hasta
la fantasmagórica sede del Anglo hay un agradable paseo de 15 minutos. También
en Reikiavik, la capital de Islandia, hay una zona zombi cerca del centro.
Islandia, la sociedad más desarrollada del mundo, e Irlanda, milagro económico
de Occidente, destruidas por el comportamiento del sector bancario. Tal vez
sea una mera coincidencia. Pero solo tal vez.
Dublín
adelanta la aprobación del recorte
Por
Claudi Pérez
Enviado especial a Dublín
El País, 21/11/10
Medio Dublín rugía ayer. Pero
no contra sus bancos, o contra el nuevo tijeretazo que prepara el Gobierno.
Irlanda se enfrentaba anoche a Nueva Zelanda en rugby. Pan y circo: esto no es
Francia. Apenas hay señales de protesta en las calles, más allá del
malestar cuando se pregunta por la banca y el mercado de bonos, del que se
habla incluso en los pubs. En Irlanda nunca ha habido una huelga general. Y
por ahora no hay nada parecido en el horizonte: los sindicatos han convocado
una manifestación para el próximo sábado. El ambiente, eso sí, se va
caldeando: el líder sindical Eamon Devoy advirtió ayer de "graves
disturbios sociales" y reclamó una "campaña de desobediencia
civil" si el Gobierno –al que acusó de "negligencia
criminal" en la gestión de la crisis– se resiste a convocar
elecciones.
De momento, el partido que
gobierna –el liberal Fianna Fail, la formación históricamente dominante en
Irlanda, con extrañas conexiones con alguno de los bancos con más
problemas– ha rechazado las peticiones de dimisión. En los últimos días
se ha dedicado a admitir que el rescate es inevitable, y que incluso puede ir
más allá de un salvavidas para sus bancos y alcanzar al propio Estado. Pero
Irlanda sigue jugando sus bazas: el Consejo de Ministros aprobará hoy el
segundo y draconiano plan de recortes –6.000 millones en 2011, y 15.000
millones en cuatro años– para evitar que sea percibido como una imposición
europea.
El objetivo último es
salvaguardar el impuesto de sociedades del 12,5%, una rareza en Europa, que ha
permitido a Irlanda atraer a un millar de multinacionales en la última década
y cosechar innumerables acusaciones de competencia fiscal desleal por parte de
sus socios. Los mismos socios que ahora van a rescatar a sus bancos, y puede
que al propio Estado.
El Ejecutivo del primer ministro
Brian Cowen –cada vez más impopular y con una exigua mayoría
parlamentaria– avanzó que el plan, detallado en un documento de 160 páginas,
se presentará el martes, e incluirá el compromiso de mantener intacto el
Impuesto de Sociedades, según fuentes oficiales. El objetivo es que sea
considerado un paquete de austeridad propio, sin imposiciones –"aunque
con aportaciones del FMI", reconoció al Irish Times un alto
funcionario– y que permita calmar las aguas en los mercados de bonos.
"Irlanda acorta los plazos previstos para ganar tiempo. Tendrá que
anunciar severos recortes en las inversiones y en el gasto corriente, y
posiblemente subidas de impuestos. Pero su objetivo es mantener intacto el
impuesto de sociedades, una pieza fundamental de su economía: una subida
abocaría al país a una recesión profunda casi con toda seguridad",
aseguró Antonio García Pascual, de Barclays.
El ministro de Finanzas, Brian
Lenihan, ha asegurado que ese 12,5% es una "línea roja" que Dublín
no va a cruzar bajo ningún concepto.
Y, sin embargo, las presiones
arrecian. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseguró en la cumbre de la
OTAN, en Lisboa, que Francia espera una subida del Impuesto de Sociedades (en
la línea de las peticiones de otros países como Finlandia y Austria, o de la
propia Comisión Europea), aunque dejó claro que esa no será una condición
a la hora de aprobar el rescate. Alemania aún no ha dejado clara su posición
al respecto. La canciller Angela Merkel aseguró también en Lisboa que todos
los miembros de la eurozona pueden tener acceso "al paraguas de protección"
que ofrece Europa, pero se limitó a decir que "todo lo demás son
cuestiones para cada país" con relación al debate sobre la fiscalidad
empresarial. Suecia, además, se sumó a Reino Unido y ofreció un préstamo
bilateral si Irlanda lo pide, tal y como ya ha sucedido en crisis parecidas,
como en Letonia e Islandia.
Tanto los funcionarios del FMI
como los de la Unión Europea seguían ayer analizando la magnitud del agujero
bancario, que condicionará todo el rescate y que oscila entre los 45.000 y
los 90.000 millones de euros, según distintas fuentes, en función de si
afecta solo a los bancos o de si también el Estado tiene acceso a esos
fondos. Hay estimaciones aún superiores, pero el Gobierno ha asegurado que en
ningún caso se alcanzarán los 110.000 millones de euros que pidió Grecia el
pasado mayo.
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