Roma.– Igual que Pompeya, el
sitio arqueológico más importante de Italia, que se está cayendo a pedazos,
el gobierno de Silvio Berlusconi comienza a derrumbarse.
Tal como estaba previsto, los
"finianos", que responden a Gianfranco Fini, ex aliado del primer
ministro, se retiraron ayer del gobierno. Esto hizo que terminara de estallar
la crisis política ya en curso, que debería culminar con la caída del
Cavaliere dentro de un mes, cuando se someta a un voto de confianza en el
Parlamento después de la aprobación de la ley de presupuesto.
Entonces, habrá dos escenarios
posibles: elecciones anticipadas o un nuevo gobierno técnico o de emergencia.
Los "finianos" o
"futuristas" –miembros del flamante Futuro y Libertad (FyL), el
partido de Fini– se despidieron del gobierno en una carta de dos líneas al
acorralado primer ministro, en la que firmaron su "dimisión
irrevocable".
El ministro Andrea Ronchi, el
viceministro Adolfo Urso y los subsecretarios Antonio Buonfiglio y Roberto
Menia tomaron esta drástica decisión a una semana del ultimátum que le lanzó
Fini al Cavaliere, jaqueado por nuevos escándalos por festines con menores en
sus residencias.
Expulsado a fines de julio
pasado del Partido del Pueblo de la Libertad (PDL), que cofundó con
Berlusconi, Fini llamó al primer ministo, de 74 años, a cambiar radicalmente
su agenda política o a dimitir. Advirtió que de lo contrario, la delegación
de FyL se retiraría del gobierno, algo que se concretó ayer pasado el mediodía.
No bien se hizo oficial la
retirada de los "finianos" del gobierno, el presidente de Italia,
Giorgio Napolitano, convocó para hoy a los presidentes de la Cámara de
Diputados, Fini, y del Senado, Renato Schifani, para analizar la situación.
El jefe del Estado, de hecho, se
convertirá en el gran árbitro de lo que vendrá una vez que caiga el
gobierno de Berlusconi, que, sin los 37 diputados "finianos", ya no
cuenta con la mayoría necesaria para sobrevivir en la Cámara baja. Esto podría
ocurrir a mediados de diciembre, luego de la aprobación de una crucial ley de
presupuesto.
Según la "liturgia de la
crisis" que prevé la Constitución, cuando Berlusconi confirme que ya no
puede seguir gobernando tras perder una votación de confianza en el
Parlamento, se verá obligado a presentar su renuncia ante Napolitano. El
presidente, después de una ronda de consultas, deberá resolver entonces la
gran incógnita que carcome a todo el mundo: ¿habrá elecciones anticipadas o
un nuevo gobierno de transición o técnico?
"Nuestra preferencia es un
nuevo gobierno de centroderecha, y si se convocara a elecciones, iríamos con
otra coalición de centroderecha", dijo ayer Urso, uno de los "finianos"
que abandonaron el gobierno, que además confirmó la puesta a punto del
denominado "tercer polo". Se trata de una alianza entre los rebeldes
de FyL; los centristas de la Unión de Centro (UDC), de Pier Ferdinando Casini,
y del ex democrático Francesco Rutelli, de Alianza para Italia (API).
El Partido Democrático (PD), el
principal de la oposición de centroizquierda, que pese al descalabro
berlusconiano sigue sin levantar cabeza y ve con temor la posibilidad de
elecciones anticipadas, ya hizo saber que apoyaría al "tercer
polo".
"Los electores democráticos
comprenderían: una alianza con Fini y Casini sería en nombre de la
Constitución, para derrotar la degeneración política a la que nos condujo
Berlusconi", explicó Rosy Bindi, presidenta del PD, en una entrevista
con el diario La Repubblica.
¿Elecciones
anticipadas?
En este clima de gran tensión y
de virtual agonía del berlusconismo, la decisión de los
"futuristas" movió aún más las aguas. "Con el retiro de la
delegación de finianos del gobierno se está consumando la traición",
clamó, enfurecido, el ministro de Trabajo, Maurizio Sacconi, que también
advirtió que había dos soluciones: o un nuevo gobierno de Berlusconi o
elecciones anticipadas.
"La dimisión de los
finianos representa un grave error político", denunció, por su parte,
el jefe de la bancada de diputados del PDL, Fabrizio Cicchitto, que acusó a
este grupo de utilizar el chisme como un "devastador instrumento político".
El principio del fin de
Berlusconi, de hecho, comenzó hace un par de semanas cuando apareció en
escena "Ruby Robacorazones", una explosiva menor marroquí que le
contó a la justicia que participó de festines con otras chicas en la
residencia del Cavaliere, en los que hubo incluso bailes eróticos.
La diferencia con los escándalos
que estallaron a mediados de 2009 con la menor Noemi Letizia (la causa del
divorcio de su esposa, Veronica Lario) y la escort Patrizia D'Addario, fue que
esta vez se supo que Berlusconi había abusado de su poder para que Ruby,
detenida a fines de mayo por una denuncia de robo, saliera de la comisaría.
Tal como confirmó el ministro
del Interior, Roberto Maroni, en una interpelación parlamentaria la semana
pasada, si bien la policía al parecer actuó en forma correcta, el premier
llamó y, para acelerar su liberación, dijo que la chica era sobrina del
presidente egipcio, Hosni Mubarak.
El clamor por este nuevo escándalo,
que se profundizó con la aparición de otra escort, Nadia Macrí, que reveló
haber tenido sexo con el premier dos veces por 10.000 euros, alentó a Fini,
el eterno segundo del Cavaliere, a poner en marcha una revuelta que podría
terminar con la caída del líder máximo.
Berlusconi se mantuvo ayer
encerrado en su residencia de Arcore, en las afueras de Milán, donde se reunió
con los más fieles del PDL para analizar el campo de batalla y hacer números.
También estuvo el líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, en este momento su
único aliado.
Según versiones de prensa,
Berlusconi y Bossi habrían hecho un "pacto de hierro" por el cual,
más allá de las presiones, el gobierno seguirá adelante hasta la votación
de confianza en el Parlamento, probablemente a mediados de diciembre. Luego,
los dos exigirían elecciones anticipadas, una solución que les conviene a
ambos.
Fini, en cambio, tuvo ayer una
noche triunfal: pese a las polémicas, fue invitado por un programa de TV con
altísimo rating, conducido, entre otros, por Roberto Saviano, el autor de
Gomorra, durante el cual criticó, sin mencionarlo, a Berlusconi. ¿La reacción?
Una catarata de aplausos.