La banca central europea elevó
la tasa de interés por primera vez desde el estallido de la crisis
internacional. El ajuste fue motivado por presiones inflacionarias, con el
peligro de convocar a una nueva recesión.
Europa elevó esta semana su
tasa de interés de referencia al 1,25 por ciento anual. Es la primera vez
desde que se desató la crisis financiera internacional que el Banco Central
Europeo endurece su política monetaria. La Reserva Federal está estudiando
la posibilidad de tomar una decisión similar. La medida pretende ser un ancla
a la suba de precios pero se encuentra lejos de colaborar en el actual
contexto recesivo que se vive en varios países de la Eurozona. Desde el BCE
insisten en que mantendrán los estímulos fiscales. Sin embargo, los efectos
sobre el euro, a partir del ingreso de capitales que provocaría la suba de
tasas, complicará la situación de los países más frágiles.
Los mercados reflejaron el
entusiasmo de los inversores por esa decisión con alzas generalizadas en sus
principales indicadores. Para algunos analistas, la región se encuentra los
suficientemente sólida como para iniciar una política contractiva. Unos
pocos advierten el riesgo que implica para los países de la periferia de la
zona, donde se requiere de medidas anticíclicas.
La preocupación de la ortodoxia
por controlar la inflación vía ajuste en las tasas de interés conllevará a
una pérdida de la ya golpeada competitividad europea. Esta realidad es todavía
más dura si se toma en cuenta la rigidez cambiaria y monetaria que rige para
los países que adoptaron al euro como moneda. Existen pocos mecanismos que
disponen de transferencias fiscales para compensar la pérdida de producción
asociada con la menor competitividad en los países con costos más altos.
Desequilibrios
regionales
Los desequilibrios regionales en
la Unión Europea son muy claros. Con la excepción de Italia y Portugal
–que detentaba previamente un déficit en cuenta corriente de más de 6 por
ciento–, todos los demás países vieron deteriorarse significativamente su
situación externa con el estallido de la crisis. En cambio, la posición
externa de Alemania salió fortalecida, según el propio Bundesbank (banca
central alemán).
La mejora alemana se sustentó
en un fuerte incremento de las exportaciones y del consumo interno. “Parece
bastante razonable creer que los costos laborales impactaron en el desempeño
exterior de las economías europeas, y que la moneda común fue fundamental
para ese resultado”, explica Matías Vernengo, profesor de Economía de la
Universidad Federal de Río de Janeiro.
Entre los posibles candidatos a
profundizar la crisis por la suba de tasas se encuentra la economía española.
“Es demasiado grande para caer, y también lo es para ser rescatada”,
publicó el economista Nouriel Roubini en su página web. Los rescates para
evitar el contagio hacia esos países van acompañados de recetas de ajuste.
Las cartas de intención de Irlanda y Grecia que negociaron con autoridades de
la Unión Europea y el Fondo Monetario adoptan la idea de que el recorte
fiscal es esencial, incluso para enfrentar la actual recesión.
Esas instituciones pretenden
avanzar aún más y centralizar los controles supranacionales de las cuentas públicas
como un paso necesario para imponer la disciplina fiscal. “Esta alternativa
no es útil para reducir los problemas relacionados con la moneda común, como
la promoción de las transferencias fiscales a las economías en
dificultades”, asegura Vernengo.
La alternativa que plantea este
economista heterodoxo es una reforma de las instituciones europeas que
permitan cierta flexibilización de sus políticas económicas para adaptarlas
a sus necesidades de crecimiento. El anuncio de Trichet parece ir en esa
dirección apostando a que la deflación pueda hacer el trabajo de aumentar la
competitividad externa.
Cada cual a su
juego
Los bancos
centrales divergen en sus
estrategias monetarias
Los principales bancos centrales
del mundo están cada vez menos sincronizados conforme afrontan presiones
inflacionarias y una combinación de desafíos al crecimiento económico en
todo el mundo.
El Banco Central Europeo, que se
prepara para su reunión del jueves, podría ser el primer banco central de
las economías desarrolladas en elevar las tasas de interés desde que el
mundo cayó en una profunda recesión en 2008.
El Banco Popular de China, a su
vez, elevó su tasa de interés de referencia el martes en un cuarto de punto
porcentual, continuando un ciclo de ajuste en las economías emergentes que
comenzó antes, pero que muchos economistas tildan de demasiado tímido.
En la Reserva Federal de Estados
Unidos, entretanto, se ha desatado un intenso debate acerca de cuándo empezar
a subir las tasas. Un campo minoritario pero vociferante, plantea la
posibilidad de elevar las tasas este año para mitigar las presiones
inflacionarias. Pero la cúpula de la Fed no se muestra inclinada a entrar en
acción en el futuro cercano. Su presidente, Ben Bernanke, reiteró el lunes
su opinión de que los altos precios del petróleo, los granos y otras
materias primas son transitorios.
El Banco de Japón, sacudido por
desastres naturales y una crisis nuclear, se reunirá el miércoles y el
jueves para considerar nuevas medidas de estímulo que dirigirían préstamos
de bajas tasas de interés a través de bancos a las zonas afectadas por las
crisis. Se espera que el Banco de Inglaterra, que también se reúne el jueves
y enfrenta presiones inflacionarias y el riesgo de una nueva recesión, no
haga cambios.
Los bancos centrales de las
principales economías del mundo "están en una clínica de estrés
post–traumático", señala William Buiter, economista jefe de Citigroup
y ex miembro del consejo del Banco de Inglaterra. Las tasas de interés
"son ridículamente bajas", añade. "Este claramente no es el
mundo en que les gusta operar a los bancos centrales". No obstante,
escoger el momento adecuado para retirar el estímulo y empezar a subir las
tasas es más delicado que en ocasiones anteriores.
Las estrategias que se emprendan
en los próximos meses tendrán enormes implicancias para el crecimiento, la
inflación y los mercados financieros. Bruce Kasman, economista global jefe de
J.P. Morgan, dice que los bancos centrales de mercados emergentes como el
Banco Popular de China están rezagados en su lucha contra la inflación y
arriesgan mayores presiones inflacionarias. Si los bancos centrales de las
economías desarrolladas esperan demasiado para iniciar el ajuste, también
corren el riesgo de rezagarse. Pero si actúan demasiado pronto o demasiado enérgicamente,
podrían interrumpir la recuperación de sus respectivas economías.
En momentos en que el BCE se
apresta a subir las tasas y la Fed opta por dejarlas intactas, el dólar podría
seguir cayendo en los mercados conforme los inversionistas salen en busca de
activos con retornos más altos, señala Kasman.
La divergencia entre los bancos
centrales pone a prueba su credibilidad. El BCE apuesta a que un alza de las
tasas ahora demostrará su celo antiinflacionario y podría ayudarlo a evitar
aumentos más draconianos más adelante. Se espera que el organismo aumente su
tasa de referencia en un cuarto de punto porcentual en la reunión del jueves
para dejarla en 1,25%. El euro tocó máximos de cinco meses contra el dólar
de EE.UU. esta semana.
La Fed, por su parte, cree que
puede darse el lujo de dejar que la recuperación incipiente en EE.UU., que aún
enfrenta grandes obstáculos como la caída del mercado inmobiliario, el mayor
ahorro de las personas y el alto desempleo, siga adelante por un tiempo antes
de empezar a pisar el freno.
Si el presidente del BCE,
Jean–Claude Trichet, se equivoca, las mayores tasas de interés podrían
castigar innecesariamente a las economías más frágiles de Europa, como
Grecia, Irlanda, Portugal y España, mientras que el fortalecimiento del euro
podría encarecer las exportaciones alemanas en los mercados mundiales.
Si la Fed es la equivocada y
demora demasiado para subir las tasas, su credibilidad para combatir la
inflación se vería perjudicada. Bernanke indicó el lunes que si los precios
al consumidor suben de manera más generalizada de lo que espera, actuará
para erradicar la inflación.
Hay mucho en juego para Trichet,
el último presidente de un banco central de una economía desarrollada en
aumentar las tasas de interés, en julio de 2008, apenas semanas antes de que
la quiebra de Lehman Brothers desencadenara una crisis financiera global. El
BCE ha sido criticado por esa medida desde entonces, pese a que Trichet usa
ese ejemplo como confirmación de su firmeza contra la inflación.
El BCE encara una división cada
vez más honda entre un norte más próspero conformado por Alemania, Austria
y Holanda, donde la inflación comienza a echar raíces, y su frágil sur más
Irlanda, donde el desempleo es alto y el crecimiento débil.
Trichet
minimiza la brecha entre las economías de la región, diciendo que no son más
inusuales que los niveles de desempeño entre las regiones de EE.UU. Pero
muchos analistas creen que el BCE subestima los riesgos que presenta un
bloque, como la zona euro, que se mueve a múltiples velocidades.