De
Grecia a España pasando por Egipto y el mundo árabe
El
despertar del “mundo mediterráneo”
Por
Roberto Sáenz
Desde
París, para Socialismo Barbarie, 06/06/11
A
continuación van unas someras líneas de análisis de un
diario de viaje que ha llevado al autor al recorrer Grecia,
Serbia, Alemania y Francia y tomar impresiones a partir de
esta experiencia. Las iremos presentando en varias entregas.
Una
crisis histórica que no termina
El
contexto material de los nuevos desarrollos en curso en los países
del sur de Europa y el mundo árabe está dado por la nueva
ronda de crisis de la economía mundial, sobre todo en el
norte del mundo.
Los
temores se anudan alrededor de dos elementos fundamentales. El
primero, el miedo creciente a que Grecia finalmente caiga en
un default que termine detonando una crisis de deuda
generalizada en la UE y haciéndola salir del euro. Realmente
han vuelto las discusiones sobre el futuro de la moneda
europea y los problemas “estructurales” a la hora de su
puesta en píe. Es por eso que para los analistas, por ejemplo
del Financial Times, un no pago de la deuda griega significaría
un liso y llano “nightmare” en el que no quieren
siquiera pensar, presionando porque no se hable de
“reestructuración” de la deuda griega y por un nuevo
paquete de asistencia del FMI y el BCE, aunque esté atado
obviamente a nuevas condiciones, como la privatización hasta
de los puertos.
Simultáneamente,
están creciendo las preocupaciones acerca de las
posibilidades de recaída económica: una nueva recesión
internacional. Es que los datos que están viniendo de la
economía de los EEUU no son alentadores: si el mercado
inmobiliario está en una crisis de doble caída, tampoco los
datos del producto y el empleo han sido buenos en las últimas
semanas. Son estos números lo que están replanteando la
discusión acerca de las posibilidades reales de que el norte
del mundo pueda entrar nuevamente en recesión cuando desde
hace meses y meses todos los corifeos venían afirmando que
este horizonte estaba completamente fuera de todos los
escenarios…
A
estos dos elementos se le debe agregar la continuada crisis de
los precios de las materias primas. Este proceso continúa más
allá de los altibajos del último período. Lo que está en
foco acá es las perspectivas económicas de China, India y,
en menor medida, Brasil; economías que en la coyuntura se están
desarrollando con un índice de crecimiento algo menor. Y,
sobre todo, el temor a las crecientes presiones inflacionarias
en el conjunto de los países “emergentes”, las que están
detonando una ronda de luchas obreras desde la mismísima
China hasta, créase o no, Bielorrusia, pasando por algunos
puertos en Italia y un importante etcétera.
En
síntesis, el trazo grueso más general de la coyuntura económica
es la confirmación del hecho que la economía del norte del
mundo parece acercarse nuevamente a un escenario de posible
recaída. La crisis económica mundial abierta cuatro años
atrás no ha terminado. Por el contrario, sigue gozando de
buena salud. Y esto por una razón en definitiva muy simple:
se trata de una crisis histórica, que ha puesto sobre la mesa
un conjunto de problemas estructurales (insuficiencia de
ganancias, problemas de realización, crisis hegemónica) que
están llamados a perdurar y que no tienen fácil solución.
“Revoluciones
post–islamicas”
Bien,
el tema que nos convoca ahora es el de la lucha de
clases: el hecho cierto es que parece estar extendiéndose
por varios países europeos un evidente salto en el proceso de
la lucha. Los rasgos de rebelión popular parecen estar haciéndose
presentes realmente, de manera redoblada, en Grecia, España,
y, claro está, en el mundo árabe como un todo, donde una
rebelión que sigue profundizándose, evoluciona hacia la
revolución lisa y llanamente por así decirlo.
Insistimos.
El proceso en algunos de los países “mediterráneos” de
la UE está ocurriendo en “paralelo” con el proceso de
rebelión–revolución que sigue extendiéndose a ojos vista
en el mundo árabe. Luego de un cierto “impasse”, con la
intervención imperialista en Libia que marcó como una
segunda etapa del proceso de la lucha, ahora se está abriendo
claramente una tercera fase con la prácticamente caída del
gobierno en Yemen y la revuelta que se extiende en Siria, dónde
a pesar de la tremenda represión gubernamental, la lucha
abraza nuevas ciudades y cada vez más analistas se preguntan
si el gobierno de Assad resistirá.
Así
las cosas, la mecánica de la rebelión en el “mundo
mediterráneo” que comenzó en Grecia a finales del 2008, se
expresó a comienzos del año con el salto en calidad del
estallido en el mundo árabe, y en él último mes termina
impactando en España. Esto está teniendo sus "réplicas"
a escala de vanguardia en Francia, Alemania y en otros países
dónde se ponen en pié experiencias similares a las de las
asambleas populares españolas, aunque hay que insistir que en
estos casos, esto ocurre solamente en “miniatura”, de
manera totalmente incipiente, y sin cambiar por ahora su
situación de conjunto.
Si
se le presta atención a las cosas, es como que se están
“reproduciendo” –en el mundo árabe a escala ampliada–
ciertos rasgos característicos del proceso de rebelión
popular que conocemos en Latinoamérica. Claro que
decimos esto sin dejar de insistir en la escala ampliada
para el caso del mundo árabe, dónde quizás el concepto de
rebelión haya quedado ya lisa y llanamente superado; de ahí
que haya que hablar de “rebelión–revolución”, porque
no solamente los enfrentamientos son más duros. No en Egipto,
pero sí en Libia y habrá que ver la dinámica en Siria, el
ejército se quebró y, además, característicamente en Túnez
y el propio Egipto (en Libia el proceso es más complejo y no
podemos detenernos acá en él), vienen desarrollándose y
creciendo nuevas experiencias autodeterminadas de enorme
importancia: desde la Plaza Tahrir (experiencia que tiene
impacto directo en España) hasta la puesta en pié de
experiencias, organismos y/o sindicatos más o menos
independientes.
Así
las cosas, en total, el proceso está yendo más lejos en el
terreno de los enfrentamientos con el aparato de Estado
(fuerzas armadas y represivas) que lo que ocurrió en la
generalidad de los casos en Latinoamérica. Y hay que destacar
el extraordinario elemento laico de la experiencia de la
lucha, lo que expresa que de alguna manera se está cerrando
el ciclo oscuro de la hegemonía islámica. En total, el nivel
de conciencia quizás es todavía inferior al que impera en América
Latina, tanto en lo que hace a los elementos
antiimperialistas, como a rozar cuestiones anticapitalistas.
Pero las cosas se mueven rápidamente: digamos que la
conciencia promedio es más o menos laica y democrática
radical lo que no es poco, asumiendo también de manera
creciente motivos económico–sociales.
En
lucha por la “democracia real”
En
Francia se está teniendo como una réplica en miniatura del
impacto de la egipcia Plaza Tahrir y España: la corriente SoB
ha estado asistiendo a las comisiones y asambleas de los
"Indignados" de París. Se trata de un movimiento básicamente
juvenil –pero no de estructura estudiantil, aunque la mayoría
lo sean– dónde muchos de los compañeros y compañeras de
vanguardia que organizan el movimiento son españoles,
estudiando o trabajando en Francia, y que tiene muchos de los
rasgos de autoconvocatoria, temas y problemas de las asambleas
populares argentinas del 2001: por ejemplo, a la hora del
programa, uno de los debates fue el del trabajo genuino.
Pero
no se trata solamente de esto. Está el problema de que la
policía les está haciendo “marca personal”: no los dejan
acampar, hasta para hacer reuniones públicas hay que pedir
autorización en la intendencia, les imponen hora de comienzo
y finalización, en cuanto se juntan sin la misma, verdaderos
“robocops” los cercan y dispersan, y solamente se trata de
anodinas reuniones, círculos de debate, o incluso de llevar a
cabo un mero “acampe” en alguna plaza pública: ¡así
funciona la autoproclamada “democracia” imperialista
francesa que no respeta siquiera el derecho de reunión!
Está
clarísimo que, en Francia, el movimiento simplemente es,
hasta ahora, a escala de una vanguardia de cientos. Pero eso
no quiere decir que no sea de enorme importancia sintomática.
Es cierto que en Francia se viene de un enorme movimiento de
lucha de los trabajadores en septiembre–octubre del año
pasado derrotado por culpa de la burocracia y la falta de una
política alternativa de, entre otros, el NPA. Pero eso no
quiere decir que el “revival” de la lucha que pueda
significar este movimiento juvenil no sea de enorme
importancia: todo lo contrario.
Por
lo que hemos podido ver, la "réplica" parisina
expresa –insistimos que en miniatura– varios de los
rasgos, características y problemas que conocimos en
Argentina: el problema de la masificación del proceso de la
lucha, el problema de sus reivindicaciones, la necesidad de la
confluencia con la clase obrera, la desconfianza inicial en
los partidos políticos en general, su “inorganicidad”,
etcétera.
Sin
embargo, su punto de partido no deja de ser enormemente
progresivo: la divisa del movimiento, con ser limitada, no
deja de pegar en un aspecto central: la aspiración es a la
“democracia real”. Se trata de un marco general
reivindicativo que viene del ángulo del movimiento en España,
similar al “¡Que se vayan todos!” argentino del 2001 y
que cuestiona los límites de la “democracia” capitalista:
su carácter no democrático, así como también las promesas
no realizadas de la misma: la falta de trabajo y de
oportunidades laborales para la juventud (ampliándose a la
clase obrera como un todo), el tema de los desempleados, el
tema salario y jornada laboral, etcétera.
Es
decir, la divisa general por la “democracia real” no deja
de ser enormemente progresiva cualesquiera que sean sus
limitaciones, teniendo en cuenta, además, que se trata de un
movimiento recién inicial y que, claro está, hay que hacer
avanzar –sin ningún condicionamiento previo o sectarismo–
hacia el cuestionamiento al sistema como tal y hacia la
confluencia con la clase obrera.
Negro
es el mundo para el mandelismo
En
ese marco, la cosa es que, en general, las corrientes
“trotskistas” no parecen acercarse mucho al proceso…
Increíble pero cierto: en el NPA (“Nuevo Partido
Anticapitalista”), da la impresión que domina un
“mirada” sectario–oportunista hacia el proceso, por el
hecho que el movimiento cuestiona toda la política
establecida. Muchas de las tendencias del NPA se sienten
digamos “tocadas” por este cuestionamiento general a la
política “representativa”, por el hecho evidente de que
han reducido toda la política revolucionaria solamente a las
elecciones, mientras el movimiento destaca la democracia
directa y desde abajo.
No
tenemos del todo claro, pero la impresión es que, por ejemplo
Lutte Ouvrière, directamente no ha tenido intervención
alguna en el movimiento. Las corrientes del NPA al menos
parecen tener alguna intervención, pero esporádica y
fragmentaria (cada una va con su política, no hay ninguna
centralización, algo similar a lo que ya conocemos del
proceso del P–SOL en Brasil). Y los grupos más chicos del
trotskismo que se están volcando, lo hacen tomando algún
aspecto parcial sin atinar a formular una orientación para el
conjunto del movimiento…
Pero
está claro que los problemas más graves los encontramos en
la composición de lugar del “tronco histórico” de la
corriente mandelista. Su ubicación general impacta por su derrotismo
total. Hay que restregarse los ojos una y otra vez cuando
se los escucha diciendo que no sería la rebelión en el mundo
árabe lo que estaría dando, de alguna manera, la tónica
general (ya se sabe que siempre con todo tipo de
desigualdades), sino el ascenso de las formaciones de
extrema derecha fascista en Europa…
En
este sentido, intercambiamos unas breves pero jugosas
opiniones con el compañero responsable del trabajo
internacional de la “IV Internacional”, Jean Malewsky. El
compañero Malewsky nos trató de convencer que los
desarrollos actuales en Europa "en muchos aspectos son peores
que los de los años '80" dada la contraofensiva económica
del capitalismo por la crisis. Nosotros replicamos que si esa
contraofensiva de terrible ajuste, de desmonte de las
conquistas restantes del Estado benefactor era un hecho, el
marco político no tenía nada que ver con los años 80.
Es
que los ‘80 y ‘90 estuvieron marcados por enormes derrotas
sociales, ideológicas y políticas de la clase obrera
mundial, con “muerte del socialismo” mediante.[1] Eso fue
un hecho. Pero la realidad es que en el mundo de la segunda década
de los años 2000, lo que está dominando es la crisis del
capitalismo y la progresión de una acumulación de
experiencias de la clase obrera mundialmente hablando –más
allá, insistimos, de todo tipo de desarrollos desiguales y
combinados y de la todavía evidente herencia de la derrota
anterior, crisis de alternativas mediante–. Es decir, no se
trata ya el actual ciclo de un período de grandes derrotas
–aunque también haya, evidentemente derrotas–, sino lo
contrario: de acumulación de fuerzas y experiencias.
¿Qué
nos contestó el compañero? Que en los ’80 también “había
crisis del capitalismo” y que ahora también hay “enormes
derrotas” como la de la FIAT de Italia donde en una planta
los obreros votaron a la baja sus condiciones de trabajo.
Sin
negar que hoy también hay derrotas, y sin conocer al
“dedillo” la situación europea (y, sobre todo, lo que
resta como “agujero negro” del continente, los países del
Este europeo y Rusia), le señalamos que en su análisis se
perdía totalmente de vista el proceso de ascenso en el mundo
árabe, a lo que se nos replicó que, en realidad, “había
todavía que ver qué va a pasar allí”… Con esta última
afirmación terminó nuestra conversación.
Y
sin embargo, de sorpresa en sorpresa, con los materiales
adquiridos en La Breche (librería del NPA) descubrimos
que los textos escritos de los compañeros hacen un análisis
aún más unilateral que los señalados oralmente…
“[…]
En esta etapa, al contrario, al nivel político, lo que
aparece más netamente, es el reforzamiento en toda Europa, de
las derechas autoritarias, y de partidos populistas o
fascistas. Lo que tenemos es una polarización de fuerzas
ligada a la profundización de la crisis de civilización
[concepto que puede dar para cualquier cosa, R.S.] que conoce
el mundo capitalista, que refuerza en esta etapa la derecha y
la extrema derecha, y que pone a la defensiva el movimiento
obrero en sentido amplio. Nos encontramos, desde un cierto
punto de vista, en una situación política que recuerda
‘los años treinta’ pero en ritmo lento. Años 30, con la
crisis y el fortalecimiento (poussée) de las derechas,
populistas y fascistas. Se trata de un ritmo lento (ralenti)
porque no es la explosividad del enfrentamiento revolución–contrarevolución
fascista, como en los años 30.” (“Por un debate estratégico
en el NPA”, León Cremieux, Francoise Sabado, 5 de abril
2011).
En
fin, acá se dice sin pelos en la lengua que la situación
europea actual sería una suerte de “años 30 en cámara
lenta” y que el principal fenómeno político en Europa sería
“el ascenso de las corrientes de extrema derecha”; o sea,
lo característico del momento sería el ascenso de corrientes
fascistas de baja intensidad!
Se
trata de un análisis increíble por lo unilateral del mismo
pero que no deja de tener su funcionalidad política: un marco
derrotista que abre las puertas a una orientación en la cual
puede caber casi cualquier cosa.
Nota:
1.-
Extremando
quizás demasiado las cosas, el mandelismo caracteriza a este
proceso de los 80–90 como “derrota histórica de la clase
obrera internacional”, derrota que extiende hasta los días
de hoy… Habría que ver los alcances de tal derrota histórica.
En un sentido fue así, aunque su desarrollo incluso fue
anterior, hundiendo sus raíces en la imposición del
estalinismo en la ex URSS a partir de los años 30 del siglo
pasado. Pero ya extender el posible carácter histórico de
esa derrota hasta los días de hoy, es un despropósito
completo cuando el signo actual es la acumulación de
experiencias de una nueva clase obrera que se va poniendo de
pié y haciendo sus primeras armas y experiencias.
Francia:
Nuevo Partido Anticapitalista
¿Crisis
terminal en el NPA?
Por
Roberto Sáenz
Desde
París, para Socialismo Barbarie, 06/06/11
Es
en este contexto en el cual se está desarrollando una
tremenda crisis en el proyecto del NPA (Nuevo Partido
Anticapitalista). Luego del hundimiento de experiencias
similares como la de Respect en Inglaterra años atrás, o
mismo la crisis aguda que vive el P–SOL en el Brasil, ahora
le ha tocado al NPA. Lo que ha desatado la misma es la
renuncia a ser candidato presidencial de su principal figura pública
(“portparole”) Olivier Besancenot.
Todas
las crisis señaladas han estado marcadas por la “misma
tijera”: se trata de proyectos que atan su suerte a una
figura electoral: sea Heloisa Helena en Brasil, sea Galloway
en Respect, sea ahora Besancenot en Francia. La cosa es que
cuando sus figuras –marcadas la más de las veces por todo
tipo de “veleidades”– renuncian a ser candidatos o
entran en crisis, todo el proyecto amenaza con venirse abajo.
Es
que, por su carácter electoralista, además, se trata de
proyectos atados pura y exclusivamente… a resultados
electorales. Hoy, con la crisis de Besancenot, el NPA no
alcanza en las expectativas de voto ni el 1%…
Así
las cosas, en el NPA, la falta de candidatura, y el derrumbe
de las expectativas electorales, ha fortalecido a la derecha
del “partido”, la que se caracteriza por tener una política
de “unidad de la izquierda”. Es decir, la unidad de la
supuesta “izquierda” en general (criterio ideológico y no
de clase), lo que va desde el NPA hasta, eventualmente, apoyar
en segunda vuelta al Partido Socialista (cuyo candidato hasta
ayer no más iba a ser Dominique Strauss Kahn), pasando por un
acuerdo electoral explícito con una figura de la centro
izquierda burguesa (Melenchon).
Es
decir, lo que se rifa en pos de la “unidad de las
izquierdas” es todo criterio de independencia de clase.
¡Esta corriente o “sensibilidad” alcanza, hoy por hoy,
casi el 50% del NPA!
Es
en ese contexto que se está dando un cierto reagrupamiento
del centro hacia la izquierda para defender, al menos, una
candidatura independiente del NPA, movimiento obviamente
progresivo, al que se podría eventualmente dar algún tipo de
apoyo crítico, al tiempo que hay que extremar los esfuerzos
por construir una corriente revolucionaria al interior del NPA,
que plantee su refundación como organización
revolucionaria cuyo centro sea la lucha de clases, y no
las elecciones.
Pero
más allá de los pasos tácticos a dar en lo inmediato (y en
los que no podemos detenernos aquí), lo iportante es dar
cuenta –de manera crítica– de algunos de los supuestos
“teóricos” sobre los que se montó este proyecto, hoy en
aguda crisis.
La
cosa tiene su “irracionalidad”: es que mientras que
se hacen análisis donde todas son dificultades,
imposibilidades, “derrotas históricas”, y cero recuperación
de la clase obrera, al mismo tiempo, sin decir “agua va,
agua viene”, se plantea la construcción de “partidos
amplios anticapitalistas de masas”… A primera vista
ya, en la sola definición, la cosa suena como desproporcionada:
la orientación política no se corresponde en nada con los análisis.
Se
trata, en realidad, de un proyecto con rasgos voluntaristas-oportunistas
evidentes. No es que no parta de un elemento real: la crisis
de la socialdemocracia y los partidos comunistas que abre
–de manera todavía indeterminada– un “espacio” hacia
la izquierda.
Pero
el problema es que el curso de esta evolución no puede
dejar de depender de los procesos reales en el terreno de
la lucha de clases, y de todas sus mediaciones reales;
así como de la evolución de un proceso orgánico de
recomposición de la clase obrera. Si no es así, la cosa
queda puramente “gaseosa”.
Claro
que puede haber, y hay, inevitablemente, todo tipo de
desarrollos desiguales. Pero la experiencia histórica siempre
ha indicado que los fenómenos electorales son los más “lábiles”:
los votos van y vienen, así de simple es la cosa. Siempre las
conquistas más importantes en el terreno de la recomposición
son las “orgánicas”, es decir, en el terreno de la
organización de la clase obrera, sea sindical o de sus
partidos (partidos con P mayúscula) y no de los votos.
¿Cómo
se podrían construir partidos –como se propuso–
“anticapitalistas de masas”, si aún no se da un proceso
de radicalización revolucionaria de las masas populares hacia
la izquierda? En ausencia de esto, lo que se ha hecho es
elegir el camino de diluir hasta el hartazgo los límites
programáticos del partido y su estructura organizativa. La
organización se transforma en un “rejunte” izquierdista
general que, además, no tiene ninguna unidad política,
ninguna centralización en la intervención en la lucha de
clases. Digámoslo claramente: ¡son organizaciones “flan”
que no sirven para intervenir y orientar las luchas en ningún
sentido real del término!
Pero,
incluso, está la contradicción del proyecto formulado en sus
propios términos (es decir, con las propias definiciones de
sus autores). La realidad es que el proceso apenas está en
sus inicios y no aún hay condiciones objetivas para
partidos “anticapitalistas de masas”. Detrás de esa
quimera, lo que se termina disolviendo, es la construcción de
lo que sí es posible en la etapa actual: la construcción
de fuertes organizaciones revolucionarias de vanguardia, que
podrán aspirar a la influencia de masas cuando las cosas se
radicalicen realmente.
En
ausencia de esta estrategia, lo que tenemos, es la crisis del
proyecto electoralista del NPA: una organización que agoniza,
aunque no bajo el peso de “millones de votos”, sino que
muere “de muerte natural” porque no hay proyecto
electoralista que aguante votaciones de vanguardia.
Relanzar
la lucha por el socialismo
A
lo anterior deberíamos agregarle un capítulo que aquí no
entra: el NPA no supo ni pudo dar una alternativa a la traición
de la burocracia cuando el inmenso proceso de
septiembre–octubre del año pasado.
Es
que el NPA respeta a pie juntillas a las organizaciones
sindicales tal cual son, con la burocracia sindical a la
cabeza de las mismas. Y esto bajo el amparo de una enorme
negativa y tradición de “autonomía sindical” del
movimiento obrero francés (tradición que viene de un famoso
congreso sindical de 1906), por la cual los partidos políticos
no pueden intervenir en los sindicatos... Los sindicatos son
así el reino de los “sindicalistas”, sean estos de
derecha o “izquierda”.
Los
elementos en obra no dejan de ser una confirmación que, al
menos en Francia, hace falta una refundación del
movimiento trotskista. El hecho cierto es que las inercias
acumuladas son sencillamente demasiado grandes.
Es
todo caso, lo que queremos señalar, es que el trotskismo
francés ha llegado a una verdadera encrucijada. Es que la
crisis del NPA no es solamente la crisis de un proyecto
electoralista: se trata de que una de las principales
formaciones del trotskismo que acumula tremendos elementos de
inercia: electoralismo, perdida de parámetros elementales de
independencia de clase, capitulación sistemática, una y otra
y otra vez, a las burocracias sindicales, y fundamentalmente pérdida
completa de reflejos de intervención en la lucha de clases
como centro de la actividad de los socialistas
revolucionarios. Un elemento, este último, vinculado a la pérdida
de perspectivas estratégicas revolucionarias:
“Desde
el principio queremos responder una primera cuestión (…) la
opción por construir un partido como el NPA es una idea que
viene de lejos. Ella corresponde a las nuevas coordenadas
creadas por el período histórico abierto por ‘la caída
del Muro de Berlín’ y la globalización capitalista. Dentro
de la ex LCR y más ampliamente dentro de la IV Internacional,
hicimos referencia a un tríptico: ‘nuevo período, nuevo
programa, nuevo partido’. Los últimos desarrollos políticos
mundiales confirman este nuevo período histórico: crisis
económica y social de una amplitud como la de los años 30;
crisis de civilización, verificada lamentablemente con la
explosión nuclear de Fukushima; nuevas revoluciones en el
mundo árabe; evolución de amplios sectores del movimiento
obrero hacia el social–liberalismo; emergencia de nuevas
generaciones de resistencia. Estos desarrollos exigen una
renovación programática, en particular frente a la crisis
económica mundial, y sobre todo la climática. Ella exige
asimismo nuevas formas de organización que respondan a estas
nuevas experiencias de radicalización.” (Cremieux,
Sabado, idem).
Como
se ve, se trata de una verdadera “diarrea mental”, que
pierde de vista todos los parámetros por una lectura
impresionista de los cambios históricos vivido en el mundo, y
que, increíblemente, no llega a destacar el verdadero
problema teórico-programático que sí se ha puesto a la
orden del día en las últimas décadas: la “critica” a
las revoluciones anticapitalistas de posguerra, que llevadas
adelante sin la centralidad y el poder de la clase obrera, no
se transformaron en socialistas y llevaron a un callejón sin
salida. Es ese aspecto fundamental el que debe volver a ser
colocado en el centro de la estrategia revolucionaria.
En
todo caso, está claro que la valoración que estamos haciendo
es sumaria (no hay espacio aquí para otra cosa) y que el NPA
están lleno de compañeros y compañeras muy valiosos que son
una acumulación histórica de enorme importancia.
Pero
no nos estamos refiriendo a esto; ni pretendemos desprender de
esto una orientación sectaria. Todo lo contrario: de lo que
se trata es de intervenir en los procesos reales, y en las
luchas políticas al interior del NPA con una orientación
lucha de clases, revolucionaria.
Es
decir, hacer girar a la mayor cantidad de compañeros y compañeras
hacia la puesta en pie de una amplia tendencia o corriente
cuyas coordenadas sean realmente revolucionarias, de vuelco a
la lucha de clases, de independencia de clase, de recuperación
de lo mejor de la tradición del marxismo revolucionario y el
trotskismo.
Es
decir, de abandonar la “diarrea mental” que caracteriza a
muchos de los intelectuales del mandelismo, que se han atado a
la errónea definición de que la caída del Muro de Berlín
habría significado “el cuestionamiento a toda la estrategia
histórica del marxismo revolucionario”: ¡ya no se trataría
de que la clase obrera tome revolucionariamente el poder para
acabar con el capitalismo y abrir paso a un auténtico proceso
de transición socialista!
Esta
perspectiva, así como en la imprescindible construcción de
corrientes y partidos revolucionarios, no se podrá llevar
adelante –menos que menos en Europa– bajo el ropaje de un
“atajo doctrinario”: no debe haber región en el mundo
donde sea más importante poner sobre la mesa, el balance de
la experiencia del stalinismo para relanzar la pelea por el
socialismo.
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