Superficialmente,
la política italiana, la que se ve en los medios, sigue
siendo
paupérrima y asqueante. Pero lo importante es lo que
crece desde abajo
Italia
después del referendo
Por
Guillermo Almeyra (*)
La
Jornada, 19/06/11
Silvio
Berlusconi recibió un doble golpe con los referendos del
12–13 de junio. Primeramente, 10 millones de votantes que
anteriormente apoyaban al gobierno, desoyeron la orden del
mismo de no votar para que las iniciativas no fuesen válidas
–ya que para serlo necesitaban conseguir el 50 por ciento
del padrón electoral– y el famoso quórum superó el 57.5
por ciento, en promedio, en las cuatro preguntas planteadas.
En
segundo lugar, el triunfo del SI fue aplastante, lo cual
indica que buena parte del viejo electorado berlusconiano no
quiere la privatización del agua, que es un bien común,
porque sabe que la pagará más cara; tampoco quiere una
Fukushima en Italia y por eso no permite la construcción de
centrales nucleares, y por último también desea que
Berlusconi pueda ser juzgado como cualquier otro ciudadano.
Estos
resultados, ya conocidos, merecen un análisis más detallado
porque esconden profundas transformaciones en la sociedad, una
separación creciente entre las direcciones de los partidos
institucionales y la sociedad italiana, así como también
grandes conflictos entre los diferentes sectores de las clases
dominantes y en el seno del bloque político gobernante.
Silvio
Berlusconi, líder del Partido de la Libertad (PDL), y Umberto
Bossi, jefe de la Liga Norte, por ejemplo, llamaron a no
votar, pero buena parte de la base plebeya u obrera de la Liga
votó por el SI e igual cosa hicieron varios ministros
liguistas que ven que la política de Berlusconi es contraria
a sus intereses y, además, que el magnate los hunde en el
desprestigio con las orgías pagadas por el contribuyente, que
son ajenas a las costumbres de los obreros católicos que los
votan.
Una
parte importante de los representantes del gran capital, también,
como el periódico de las finanzas de Lombardía, Corriere
della Sera, o el liberal de derecha La Repubblica, hizo
campaña por el SI y se opone a Berlusconi, y la Iglesia católica,
comenzando por el mismo Papa, se lanzó contra la privatización
del agua y contra la energía nuclear, y durante las misas
colgaron de los altares los carteles de la oposición que
llamaban a votar SI en los referendos.
La
presidenta de la Confindustria (órgano de los grandes
industriales) y la dirección del sector de la industria
pesada también atacan casi cotidianamente al Cavaliere de
los mil procesos judiciales.
A
esta crisis entre los diversos sectores capitalistas –los
productivos o financieros versus los capitanes de
aventura ligados a la mafia– se agrega la crisis de la
oposición.
El
Partido Demócrata (PD), ex comunistas de derecha, superó en
número de votos al PDL berlusconiano y dice ser el primer
partido de Italia, pero ni en Milán ni en Nápoles pudo
imponer sus candidatos (el milanés es un ex miembro de
Refundación Comunista, y el napolitano fue propuesto por la
misma agrupación y por el partido del ex juez de Manos
Limpias, Antonio di Pietro) ni originó los referendos mismos,
que surgieron de la iniciativa popular y que el PD sólo apoyó
a última hora.
Los
partidos institucionales sólo piensan en maniobras, alianzas
entre ellos y votos en un Parlamento que goza de grandes
sueldos y privilegios y en el que sesionan decenas de
diputados y senadores procesados o que compraron sus curules
por 200 mil dólares, como todo el país sabe.
La
sociedad, en cambio, recomienza a hacer política y comienza a
organizarse por su cuenta mientras ni un político del PD o de
otros partidos de la oposición institucional va a recibir,
por ejemplo, a los indocumentados inmigrantes desesperados que
llegan a Lampedusa ni están en ninguna lucha social.
Grupos
de jóvenes recurrieron al instrumento referendario y lo
llevaron al triunfo con sus manifestaciones y acciones en red
y fue la rebelión de los trabajadores condenados a ser
precarios eternos la que llenó las plazas y llevó a la
derrota de Berlusconi en las elecciones municipales y, después,
en los referendos, agravando de paso la crisis entre el PDL y
la Liga Norte, cuya base popular no quiere seguir atada a un
moribundo.
Ahora
esos jóvenes, que son semejantes a los griegos y a los
“indignados” españoles, aunque no tengan aún ni la
fuerza militante de los primeros ni el programa de los
segundos, comienzan a dejar atrás la fase defensiva de las
movilizaciones y a preparar iniciativas populares que
coincidirán con la campaña electoral que acaba de abrirse
para sustituir a Berlusconi.
El
PD, en cambio, deja que éste siga aplicando su política económica
nefasta hasta septiembre–octubre (fecha posible de las
elecciones anticipadas), porque cree que esa política
capitalista es necesaria y la única realista, pero prefiere
que sea el Cavaliere quien se queme al aplicarla.
Y
el ex comunista Nichi Vendola, presidente de la región
Puglia, trata de aliarse con los derechistas y racistas que
abandonan a Berlusconi para construir una mayoría electoral y
parlamentaria, o sea, un berlusconismo sin Berlusconi.
Tanto
el PD como el SEL (Sinistra e Libertá) de Vendola facilitan
la supervivencia del berlusconismo aunque traten de echar a
Berlusconi, que es el resultado de ese fenómeno social
degenerado.
Tanto
el PD como Vendola dan al mismo tiempo la espalda a lo nuevo
que comienza a aparecer en la juventud, sin partido ni dirección
pero con creciente conciencia política.
Eso
hace que la crisis del gobierno pueda durar, que la Liga Norte
pueda separarse del PDL para tratar de mantener su propia
unidad y que, superficialmente, la política italiana que los
italianos ven por los medios de información siga siendo
igualmente paupérrima y asqueante. Pero lo importante, al fin
de cuentas, es lo que crece abajo.
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