Atentado
terrorista

Terror en Noruega

¿Un “loco suelto” o un signo de los tiempos?

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico Nº 206, 28/07/11

El viernes pasado, Europa y el mundo se conmovía por las matanzas perpetradas en Noruega, que hasta ahora aparecía como uno de los países más pacíficos y casi idílicos del continente. Una poderosa bomba explotaba ese día en el centro de Oslo, matando a siete personas y produciendo graves daños a los edificios.

Pero lo peor sucedería casi simultáneamente en la isla Utoya, cercana a la capital. Allí Anders Behring Breivik, el mismo terrorista que habría colocado previamente la bomba en la capital, masacró a unos 80 jóvenes que veraneaban en un camping del Partido Laborista. Armado con un moderno fusil con balas explosivas, fue asesinando cobardemente a esos jóvenes que no tenían modo ni oportunidad de escapar o defenderse.

No está claro aún si el asesino Anders Behring Breivik actuó solo o como parte de algún pequeño grupo de extrema derecha. Sin embargo, este es un detalle de menor importancia, ya que Breivik dejó muy claro quiénes son los responsables ideológicos, políticos y morales de este monstruoso crimen.

Efectivamente, en vísperas de la matanza, subió a la web un “libro” de más de 1.500 páginas en inglés, titulado “Declaración de independencia europea”, y firmado por él como “Comandante de los Caballeros Templarios de Europa” y uno de los líderes del “Movimiento de Resistencia Patriótica Pan–Europea”.

El texto –donde se mezclan las elucubraciones políticas e históricas con el minucioso relato de la preparación de los atentados– refleja evidentemente una personalidad desequilibrada y a ratos delirante. De esto se toman la derecha y la extrema derecha de Noruega y Europa para “lavarse las manos” y reducir todo al accionar de un “loco suelto”... al que, por supuesto, “repudian”.

Pero esto es sólo la forma. Lo esencial, es el contenido político–ideológico que asumió esa muy probable chifladura de Breivik. Fue ese contenido el que lo llevó a perpetrar la matanza, vestido de uniforme negro con una insignia que decía: “cazador de marxistas”.

A la caza de inmigrantes, musulmanes, marxistas, feministas y homosexuales: un libreto ya escrito desde la derecha

El libro de Breivik es una enciclopedia de todos los “temas de odio” desarrollados no sólo por pequeños grupos fascistas, sino también y esencialmente por corrientes de derecha mucho mayores, tanto de Europa como también de EEUU (por ejemplo, el Tea Party). El marco de esto son dos problemas críticos en que se debaten las burguesías imperialistas de Occidente: uno, la “guerra contra terrorismo islámico” iniciada por Bush en el 2001, que con ese pretexto intentaba una recolonización del “gran Medio Oriente”; el otro problema, hoy al rojo vivo, es la crisis económica mundial, que en Europa está haciendo estragos.

Brevemente: Los inmigrantes (que serían todos islamistas fanáticos) significan la “invasión del Islam” en Europa. Son ellos –y no la crisis capitalista– los responsables del desempleo. La “colonización musulmana de Europa” es posible por culpa del “marxismo cultural”, que ha impuesto el permisivo “multiculturalismo”. Así, Europa no tiene manera de defenderse de la invasión de inmigrantes islámicos, que en pocos años serán mayoría en las grandes ciudades. Parte de este horrendo “marxismo cultural” es también el feminismo y la tolerancia a la homosexualidad. Más en general, el gran problema es que el cristianismo se ha debilitado, sobre todo las iglesias protestantes. La cristiandad debe volver a ponerse de pie para combatir al Islam y a los marxistas.[1]

En Noruega y el resto de Europa –como decíamos–, la agitación de esa temática xenófoba y racista no es patrimonio exclusivo de grupúsculos abiertamente fachos. En Italia, ha sido caballito de batalla de la coalición que llevó al gobierno a Berlusconi. En Francia, tanto Sarkozy como el Frente Nacional de la familia Le Pen han puesto en el tapete el tema de la “identidad francesa”, que abomina de magrebíes, africanos y gitanos. En Alemania, no sólo los neonazis sino también la “democrática” Ángela Merkel rechaza hoy la “multiculturalidad”. ¡Basta de turcos!: ¡sólo alemanes 100%, descendientes de Siegfried y las Walkirias! Y en la misma Noruega, en las últimas elecciones del 2009, salió segundo el Partido del Progreso, al que había pertenecido Breivik, y que agita los mismos temas islamófobos antiimigrantes, en nombre de los cuales su ex afiliado y dirigente juvenil realizo la matanza del viernes 22.

Es que al compás de la crisis, promover la xenofobia antiinmigrante es una necesidad de primer orden para las burguesías europeas. No sólo el emigrante sirve de “chivo emisario” del desempleo y los bajos salarios, sino que también divide a la clase trabajadora y las masas populares.

Basta viajar en muchas ciudades de Europa occidental a las horas en que se va o viene del trabajo, para darse cuenta que hoy la clase trabajadora es “multicolor”: junto a los nativos franceses, alemanes o británicos, los africanos, magrebíes, turcos o pakistaníes llenan los metros y los trenes suburbanos. ¡Dividirlos por colores y hacerlos enfrentarse, es el gran negocio del capitalismo europeo! ¡Y con más razón en tiempos de crisis!

Esto marca al mismo tiempo una tarea fundamental para el movimiento obrero y las corrientes revolucionarias: combatir la xenofobia y el racismo que dividen a los trabajadores.


Nota:

1.– Es interesante tomar nota que Breivik es un fascista “aggiornado”, como la gran mayoría de sus colegas tanto del continente como de Gran Bretaña. Así es un fervoroso partidario de Israel, al que toma como ejemplo (y aliado) en el “combate al Islam”.


¿Se viene el fascismo en Europa?

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico Nº 206, 28/07/11

Lo ocurrido en Noruega, unido a avances electorales de partidos ultraconservadores que agitan la demagogia antiinmigrante para echarles el fardo de la crisis, han puesto en debate la situación política europea y el peligro de un “avance del fascismo”.

Por supuesto, como ya señalamos, es una tarea de primer orden combatir la xenofobia y el racismo que promueven no sólo los grupos fascistas sino también muchos partidos burgueses “democráticos”. Asimismo, hay que responder con la movilización y la acción directa a los ataques racistas que realizan grupos menores pero agresivos, como la English Defence League (EDL), a la cual el noruego Breivik habría estado momentáneamente ligado.

Pero la actual situación europea está muy lejos de parecerse a la de los años ’30. No hay (todavía) una polarización tal de la lucha de clases entre revolución y contrarrevolución, que haya generado movimientos fascistas de masas (o movimientos revolucionarios, en el otro polo) que hagan estallar los marcos de la democracia burguesa. Todavía el péndulo político oscila no muy lejos del centro.

Por supuesto, esta situación puede cambiar a medida que se profundice la crisis social, pero aún no es así.

De todos modos, el conjunto de la situación europea está marcado por las tendencias al agravamiento de la crisis, tanto de la economía como de las instituciones de la Unión Europea. El deterioro de las condiciones de vida va a tender a llevar las cosas a posiciones más extremas.

De todos modos, en ese contexto, creemos que hasta ahora lo más significativo a nivel político–social no es un presunto “avance del fascismo”, sino fenómenos como el de los “indignados” en España y otros países europeos, o la resistencia de las masas griegas a los planes de ajuste, o la gran lucha que dieron los trabajadores franceses el años pasado contra las reforma del sistema de retiro...

Dentro de las oscilaciones del péndulo político, la demagogia racista y antiinmigrante, así como los mecanismos de “voto castigo” (votar contra el que está en el gobierno), han facilitado en varios países ganancias electorales de partidos situados más a la derecha. Pero ninguno de ellos es un partido fascista en sentido estricto: no están basados en la movilización de sectores de masas pequeñoburguesas y lúmpenes que actúen con métodos de guerra civil. Son esencialmente formaciones electoralistas (aunque algunos arrastren un cortejo de grupos minoritarios de “acción directa”, sobre todo contra los inmigrantes).

Hay variados ejemplos de esta “adecuación” a las reglas de juego del electoralismo democrático–burgués, que es algo que viene de lejos. En Italia, fue la transformación del neofascista Movimiento Social Italiano en la Alianza Nacional “post–fascista”, que formó parte hasta hace poco de la coalición de Berlusconi. En Francia, el viejo Frente Nacional que dirigía Jean–Marie Le Pen –fascistoide, antisemita, antirrepublicano y nostálgico del Mariscal Petain y el régimen de Vichy bajo la ocupación nazi–, ha seguido la misma ruta de “reconversión” bajo la dirección de su hija, Marine. Se ha tornado no sólo “republicano”, sino además pro Israel (que sabe dar su merecido a esos malditos árabes!!).

Hay que tener esto bien en cuenta, no para subestimar el peligro de la extrema derecha europea sino para poder combatirlo tal como es hoy realmente. Así, en Francia, el Frente Nacional con Marine Le Pen ha dado un giro demagógico populista y hasta “obrerista” que compite con éxito frente a partidos de “izquierda”, como el PS neoliberal, que iba a llevar de candidato a presidente en el 2012 al violador Strauss–Kahn. ¡El director–gerente del FMI, iba a ser en el 2012 el gran candidato de la “izquierda” francesa para enfrentar al “fascismo” y la extrema derecha!

El Frente Nacional reciclado con Marine Le Pen, no envía squadristi ni tropas de asalto a atacar las organizaciones y barrios obreros. Por el contrario, practica un nacional–populismo que denuncia a la Unión Europea y también a los burócratas sindicales. Ha enviado una “carta abierta a los dirigentes de la CGT” donde los critica por su “actitud de aceptación y acompañamiento de la derivas ultraliberales” impuestas por el gobierno y los patronos.

¡Y mientras tanto, las dos principales direcciones de la extrema izquierda –el NPA y Lutte Ouvrière– se callan la boca y jamás critican ni menos combaten a Thibault y demás burócratas traidores... con el pretexto de “no dividir” al movimiento obrero y respetar su “autonomía”.

En el marco de la estrategia de la burguesías europeas de dividir y hacer enfrentar a la clase trabajadora por “colores”, el Frente Nacional francés trata de ganar el voto de la clase obrera “blanca” separándola de los trabajadores de origen africano o del Magreb. Es una operación parecida a la que ya ha tenido éxito en Italia: amplios sectores de la clase obrera de las ciudades industriales del Norte que hace décadas votaban al extinto Partido Comunista Italiano, hoy lo hacen por la Lega Nord, xenófoba y racista.

En todo caso, a la extrema derecha –tanto “fascista” como “democrática” reciclada, estilo Marine Le Pen– no la vamos a poder enfrentar yendo detrás del PS neoliberal y ni de su socio menor en un futuro ministerio de “izquierda”: el Front de Gauche de Mélenchon.

Sólo desde una posición independiente, clasista y de lucha en el movimiento obrero contra las burocracias sindicales, será posible ofrecer una alternativa desde izquierda revolucionaria.