El
corrupto y corruptor imperio mediático de Murdoch
se tambalea, pero el problema de fondo subsiste
Por
Tariq Alí
CounterPunch, 20/07/11
Sin Permiso, 24/07/11
Traducción de Ramona Sedeño
La corrupción
de la cultura política en Gran Bretaña, un país en el que
las vidas de tantos han sido durante tanto tiempo subyugadas
por mentiras, ha saltado a la vista pública en las últimas
semanas. El barón mediático más poderoso de la nación se
ha visto obligado por la fuerza de los acontecimientos a
cerrar su rentable dominical News of the World, especializado
en historias de sexo de las celebridades y abonado, gracias a
sus privilegiadas relaciones con la policía, a la revelación
sensacionalista de investigaciones sobre asesinatos,
desapariciones, etc. Se llegó a tanto, como pinchar el teléfono
móvil de una víctima de asesinato para robar los mensajes de
voz, dando así la impresión de que la chica podría seguir
con vida.
Fue eso lo que
desencadenó una verdadera repulsión nacional, lo que puso el
foco en los políticos y en las autoridades policiales del país.
¿Por qué había contratado David Cameron a un veterano
periodista de Murdoch como jefe de prensa? ¿Por qué
Scottland Yard había contratado a otro veterano periodista
del mismo establo? Huelga decir que sabemos muy bien por qué,
pero el hecho de que ahora resulte un ultraje lo hace
inaceptable.
Es un escándalo
muy británico, de esos que irrumpen subitáneamente y se
convierten en el acto en una preocupación nacional. Uno acaso
tiene la sensación de que la psicopolítica subyacente a eso
en la mayoría de las gentes –las que viven fuera del
mundillo de la burbuja del poder, el dinero y la celebridad—
es parcialmente escapista, una suerte de substituto de la cólera
que genuinamente suscita en las gentes del común el corrupto
y corruptor establishment político del país: banqueros,
barones mediáticos, políticos, jueces y la policía. La
economía va a la deriva, las medidas de austeridad se
acumulan, Scottland Yard sufre un grave descrédito; pero al
menos los miembros del Parlamento pueden todavía interrogar a
Rupert Murdoch y a su hijo y verles disculparse y avergonzarse
en público.
Murdoch vino a
la vida dos veces. Primero, cuando aplaudió al Daily
Telegraph por haber denunciado los chanchullos con la dietas y
los gastos de los parlamentarios y urgió a un modelo de
transparencia como el de Singapur. Segundo, cuando un intruso
protestó tratando de rociarle con espuma de afeitar y fue
abofeteado por Wendi Murdoch. Por lo demás, los Murdoch se
desplegaron en dos actos. El joven James, hablando como un
ejecutivo de Enron tras el colapso, y un ojeroso Rupert
explicando cómo había aprendido periodismo de su brillante
padre, quien habría denunciado el desastre de Gallipoli. ¿Y
tras la representación teatral? Aun si Murdoch no se hace con
la propiedad BskyB, ¿cambiará algo?
El Imperio
Murdoch ha venido dominando la política británica desde los
tiempos de Margaret Thatcher. Fue ella quien le otorgó la
televisión por satélite. Y él destruyó los sindicatos de
tipógrafos, y sus diarios y revistas contribuyeron a destruir
a los mineros. Murdoch sirvió para crear una cultura
glorificadora de las privatizaciones, de los dogmas del libre
mercado, de las guerras –los cerca de 300 periódicos que
Murdoch posee en distintas partes del mundo, todos, sin
excepción, apoyaron la Guerra de Irak—, etc. etc. El
populismo derechista vomitado por la amalgama
Murdoch–Thatcher neutralizó el éthos público creado tras
la II Guerra Mundial. Su influencia llegó a ser tan fuerte,
que otros periódicos y otra cadenas televisivas (como Channel
Four o la BBC) terminaron por perder la confianza en sí
mismos y se convirtieron en pálidas imitaciones en busca de
circulación y de cuota de audiencia. La música clásica,
dilecta de tantos con independencia de clase, credo o raza, se
llegó a considerar elitista, y pasó a emitirse en el segundo
canal de la BBC.
Los equivalente
laboristas de Thatcher, el "nuevo laborismo azul" de
Tony Blair y Gordon Brown, continuaron con el culto al dinero
y a Murdoch. Blair se humillaba de continuo ante el barón
mediático. Brown hizo lo propio. Los directores de los periódicos
de Murdoch se convirtieron en huéspedes habituales de las
residencias oficiales; y las fiestas privadas de esos
directores contaron con la asistencia habitual de los primeros
ministros y su entorno. No se privó Murdoch ayer de que se
reunía con Gordon Brown con mucha frecuencia. Sus familias,
se hicieron amigas. David Cameron siguió la senda, dejando
claro que, a despecho de su origen de clase, él también podía
comportarse como Blair abrazarse con todos y todo lo que se
relacionara con el gran dinero y la alta política.
Fue Peter
Osborne, un periodista que escribe para el archiconservador
Daily Telegraph, quien dibujó un fulgurante retrato de David
Cameron, sugiriendo que había descendido a las sentinas al
sumarse a las horteradas del vecindario residencial de
Chipping Norton:
"Nunca debió
de haber contratado a Andy Coulson, el editor de News of the
World, como director de su propio gabinete de comunicaciones.
Nunca debió de haber cultivado las relaciones con Rupert
Murdoch. Y –el peor de todos los errores— jamás debió de
permitirse ser amigo íntimo de Rebekah Brooks, la ejecutiva
en jefe del complejo mediático News International, que no ha
de tardar en caer vergonzosamente en desgracia y ser
despedida. De lo que estamos hablando es de una pauta de
comportamiento. O mejor, de un curso de acción. El señor
Cameron se ha permitido bajar hasta un círculo social con el
que ninguna persona respetable, y no digamos un Primer
Ministro, debería dejarse ver ni muerto."
Cameron se ha
revelado tan autoritario y tan oportunista como Blair en el
manejo del propio partido. Pero si la lava política de este
escándalo volcánico sigue fluyendo, el Primer Ministro británico,
zaherido por las revelaciones, puede perder toda opción que
no sea la de caer bajo los mandobles de su propia espada. Aún
no hemos llegado a ese punto.
Mas el consenso
trilateral instalado en el Parlamento británico no romperá
con el neoliberalismo y sus dogmas, desbaratadores de la
Europa de nuestros días. Ese problema, a diferencia del
maltrecho imperio mediático de Murdoch, seguirá en pie.
(*)
Tariq Ali, nacido en Lahore (Pakistán) en 1943 y radicado en
el Reino Unido, es escritor, director de cine, historiador y
activista político. Escribe
habitualmente para The Guardian, Counterpunch, London Review
of Books, Monthly Review, Z Magazine y New Left Review. Su
libro más reciente “The Duel: Pakistan on the Flight Path
of American Power” [hay traducción castellana en Alianza
Editorial].
¿Y
en Estados Unidos., Mr. Murdoch?
Por
Juan Gelman
Bitácora, 25/07/11
El viceemperador
del mundo mediático mundial la está pasando mal en Londres,
el primer ministro británico no la pasa mejor y le tomó
distancia aunque practican el mismo deporte: no asumen la
responsabilidad de los hechos. Han convertido el mea culpa en
culpa alter, un ejercicio habitual en ciertos círculos y en
ciertas personas. Sólo que al aducir que no sabían qué
estaba sucediendo bajo sus narices, David Gordon y Rupert
Murdoch manifiestan un grado de ignorancia inexplicable dado
el calibre de sus ocupaciones. En fin, enigmas de la historia.
Parece que
tampoco pinta bien el futuro del magnate en EE.UU., provincia
de sus dominios a la que prestaba una atención preferente
cuando estalló el escándalo en Londres. Un trascendido sobre
la intercepción de las conversaciones telefónicas y los
correos de voz de sobrevivientes del atentado del 11–S, víctimas
y familiares, es otro elemento de la investigación que el FBI
lleva a cabo en News American Inc., la megafilial
estadounidense de la megaempresa News Corp.
Tres senadores
demócratas y uno republicano han solicitado que esto se
indague a fondo. No deja de ser paradójico en un país cuyo
organismo de seguridad nacional (NSA, por sus siglas en inglés)
controla diariamente millones de correos electrónicos y chats
de medio planeta en una operación de megaespionaje sin
antecedente conocido.
El muy inglés
Daily Mirror despertó esas preocupaciones: citó a una fuente
anónima que mencionó a un ex oficial de policía y hoy
detective privado: “Muchos periodistas de EE.UU. buscan sus
servicios –declaró– y hace poco me dijo que le pidieron
que hackeara los teléfonos privados de las víctimas del
11–S” (www.mirror.co.uk, 11–7–11). Agregó que el
encargo provino de News of the World, el diario que Murdoch se
vio obligado a cerrar, y que “los periodistas le pidieron
que registrara quién y a quién llamaban por celular las víctimas
del 11–S y sus familiares, especialmente los de nacionalidad
británica”. Se procuraba un fisgoneo algo más que local.
Los hombres de
Murdoch en EE.UU. no son inquilinos de la inactividad. Según
expedientes de la Oficina de Registros Públicos del Senado,
la News American Inc. contrató a siete cabilderos y a seis
compañías del mismo rubro cuyo empeño consiste en suavizar
o impedir la sanción de leyes que protegen la privacidad,
como el proyecto de la llamada ley de prácticas mejores
(www.hou se.gov, 19–7–10) o el de la que impediría las
escuchas telefónicas de organismos oficiales
(//speier.house.gov, 2011).
El propio
Murdoch donó el año pasado un millón de dólares a la Cámara
de Comercio estadounidense (www.iwatchnews.org, 18–7–11).
En octubre, la Cámara lanzó con gran despliegue propagandístico
un programa de seis puntos destinado a reformar la ley de prácticas
corruptas en el extranjero (FCPA, por sus siglas en inglés),
promulgada en 1977, que califica de ilegal el hecho de que una
persona o una empresa basada en EE.UU. pague a funcionarios de
un país extranjero para conseguir o conservar un negocio. Que
soborne, en suma. “Esta coincidencia despierta ciertamente
preguntas acerca de quién financia la campaña de la Cámara.
Si no es la News Corporation, ¿quién sería?”, declaró
Joshua Dorner, dirigente del Centre for American Progress
(www.guardian.co.uk, 14–7–11). Buena pregunta.
Crece el coro de
voces que exigen un prolijo escrutinio de las actividades de
la New Corporation en EE.UU. en el marco de la FCPA. Eliot
Spitzer, ex gobernador de Nueva York, conminó a iniciarlo
inmediatamente por violación de la ley antisoborno
(www.slate.com , 12–7–11). La FCPA pune con prisión y
multa a individuos y empresas, pero hay un detallito: “Una y
otra vez hemos presenciado cómo la News Corporation usa su
enorme poder y su influencia para cambiar las leyes que no le
convienen”, señala Ilyse Hogue, líder del grupo Media
Matters, organismo sin fines de lucro que analiza la
desinformación en los medios estadounidenses
(//mediamatters,org). De manera que las demandas de investigar
a la empresa no evitan escepticismos.
Los demócratas,
Obama incluido, que critican a News Corp por su apoyo
irrestricto a los republicanos, que la empresa afirma diaria y
activamente en los medios, alzan poco la cabeza: Fox News, la
cadena de noticias más vista en EE.UU. y el Wall Street
Journal, el periódico de mayor circulación en el país,
pertenecen finalmente a Murdoch. Y a nadie escapa el
ascendiente que su aliado David H. Koch tiene sobre el
Congreso, muchos de cuyos miembros ocupan sus bancas gracias a
los generosos donativos del multimillonario, a veces directos,
a veces por intermedio de Americans for Prosperity, el grupo
de élite que fundara en el 2004 y que apoya al Tea Party. Es
posible que Murdoch salga en EE.UU. mejor librado que en Gran
Bretaña de todo aquello por lo que pide perdón con
argumentaciones lastimosas.
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