No es raza ni inmigración: los ricos se
han hecho más ricos, y los pobres más pobres
Disturbios e hipocresía
Por David Karvala
davidkarvala.blogspot.com,
10/08/11
El jueves, 4 de agosto, la policía británica
mató a tiros a Mark Duggan, un hombre negro de 29 años, a
punto de casarse con la madre de sus tres hijos. La policía
dijo que él les había disparado; después se demostró que
era mentira. No dieron información alguna a la familia acerca
del incidente. Familiares y amigos se manifestaron hasta la
comisaría de Tottenham el sábado 6 de agosto, exigiendo
explicaciones, pero sin obtener resultados.
Aquella noche, Tottenham explotó. Desde
entonces, se ha desatado una ola masiva de disturbios. Ha
habido muchos de ellos en Gran Bretaña a lo largo de las últimas
décadas, pero normalmente sólo en uno o dos sitios. La última
vez que pasó algo parecido a lo de ahora fue en el verano de
1981, cuando se quemaron barrios por todo el país.[1]
Sobran motivos
La muerte de Mark Duggan no es un caso
aislado; es más bien la gota que colmó el vaso. Entre 1998 y
finales del año pasado, 333 personas murieron bajo custodia
policial o poco después de ser liberadas, pero ningún
oficial ha sido condenado por ello. Las mil muertes sucedidas
entre 1967 y 2001 sólo dieron lugar a la condena de un policía.[2]
Muchos, pero no todos, de estos
incidentes tienen un componente racial. El racismo de la policía
está más que demostrado. Un caso clave fue el del joven
negro Stephen Lawrence, que murió a manos de un grupo
fascista en 1993, pero cuyos asesinos nunca fueron condenados
porque la policía nunca tomó el caso en serio. En 1999, una
investigación sobre el caso confirmó la existencia de
“racismo institucional” en la policía, e hizo
recomendaciones para cambiar la situación.[3]
El paro juvenil no es tan alto en Gran
Bretaña como en el Estado español, pero aún así es enorme.
El 20% de los jóvenes de 16 a 24 años está en paro. Entre
los jóvenes negros, esta cifra asciende a cerca del 50%. En
los barrios deprimidos, donde están ocurriendo muchos de los
disturbios, ambas cifras serán mucho más altas. Los jóvenes
negros en Gran Bretaña no son inmigrantes, muchos son los
nietos, o incluso bisnietos, de inmigrantes; nacieron y fueron
a la escuela en Gran Bretaña. No se puede atribuir la mayor
tasa de paro entre los jóvenes negros a problemas de papeles,
a tener titulación extranjera, a problemas con la lengua,
etc. Ésta refleja el racismo que sufren tanto dentro del
sistema educativo como cuando van a buscar un trabajo.
La desigualdad social ha ido en
aumento en Gran Bretaña;
los ricos se han hecho más ricos, y
los pobres más pobres
Con la crisis, la situación ha empeorado
mucho. El gobierno está recortando los servicios sociales y
las prestaciones de las que dependen muchas personas.
Recientes cambios en el sistema de prestaciones para vivienda
expulsarán a miles de personas de las grandes ciudades; los
alquileres son demasiado altos, incluso en los barrios pobres.
Estos recortes incluso han afectado a las pocas líneas de
comunicación que existían entre las autoridades y los jóvenes.
Muchos de los programas para la juventud —con sus educadores
sociales a los que los jóvenes conocían y de los que se
fiaban— han perdido sus subvenciones y han desaparecido.
Finalmente tenemos el cuadro político
global. Por todas partes la gente se queja de que los políticos
no nos representan. Un participante en los disturbios de
Manchester le dijo a un periodista: “hay mucha frustración
y tensión. Ésta es nuestra manera de hacernos oír de la
manera más directa posible. La gente ya no se fía del
gobierno desde la guerra de Irak.”[4] Una joven en los
disturbios, entrevistada por TV3, expresó de manera muy
coherente el enfado por la muerte de Mark Duggan, sumado al
hartazgo de la corrupción y de los políticos que no se
preocupan por la gente.
Se ha destapado un caso flagrante de
corrupción empresarial, política y policial en Gran Bretaña
en las últimas semanas, entorno al imperio mediático de
Rupert Murdoch, uno de los hombres más ricos del mundo.
Ahora, varios de sus altos directivos están siendo
procesados, pero hasta hace pocos meses, compartían cenas
privadas con Tony Blair, luego con David Cameron, y obtenían
tratos de favor de sus ministros. Sus conexiones con la policía
les permitieron pinchar teléfonos impunemente durante años.
Los dos máximos mandos de la policía de Londres han tenido
que dimitir.
Son estos políticos, esta policía y los
periódicos de Murdoch los que ahora exigen mano dura contra
los jóvenes. Por ejemplo, un comentarista en Financial Times,
el periódico del gran capital europeo, escribió que “Tim
Montgomerie de conservativehome.com, el líder no oficial de
las bases del partido conservador, llamó a la policía a
‘cargar con porras contra la chusma: sin el miedo de la
policía no puede haber orden’. Él tiene razón.”[5] No
consta que haya pedido cargas policiales contra los banqueros
o los políticos corruptos. La hipocresía es máxima.
Con el relato de los motivos de los
disturbios debe quedar claro que, a pesar de las grandes
diferencias entre lo que está ocurriendo en Gran Bretaña y
el movimiento 15M, los motivos son casi idénticos.
Esto es lo que explica por qué en los
disturbios —igual que en el 15M— no sólo participan jóvenes,
ni mucho menos sólo jóvenes negros.[6]
Son respuestas diferentes ante los mismos
problemas. Y en ambos casos, el Estado recurre a la represión,
la criminalización y, por supuesto, la hipocresía.
No es raza, ni inmigración
En las noticias, oí a una estudiante
catalana explicar desde Londres cómo “100 inmigrantes
atacaron la tienda en mi calle”. Referencias a la inmigración
no son infrecuentes en la cobertura mediática desde el Estado
español.
Como ya se ha mencionado, la gran mayoría
de jóvenes afrocaribeños en Gran Bretaña no son
inmigrantes, sino los descendientes de la inmigración caribeña
en las décadas de 1950 y 1960. La inmigración asiática se
dio principalmente durante los años 60 y 70; muy pocos
inmigrantes pakistaníes estarán en los disturbios, sus hijos
y nietos, sí. Pero a pesar de todo este tiempo, la población
negra (término que aquí abarca a todos los grupos,
incluyendo a gente afrocaribeña, asiática…) sigue
sufriendo el racismo. Y como hemos visto, el racismo policial
ha sido uno de los detonantes de los actuales disturbios.
Pero, con todo, estos no son
“disturbios raciales”. La primera noche en Tottenham, se
informó que “varios cientos de personas tomaron las calles,
reflejando a la población local, de todas las edades, tanto
negros como blancos y asiáticos, así como también muchos
judíos [ortodoxos].”[7] Informes de los disturbios en otras
ciudades revelan lo mismo.[8]
Algunos comentaristas hablarán del
fracaso del multiculturalismo, y exigirán un “modelo de
integración” centrado en la imposición de una cultura
nacional de talla única. Este febrero, David Cameron hizo un
discurso muy publicitado precisamente en este sentido. Pero
los disturbios no son producto del multiculturalismo, sino del
racismo y del capitalismo. Es todo un logro del
multiculturalismo que jóvenes de todos los colores estén
juntos en la calle, luchando contra la policía. Debemos
suponer que políticos como Cameron preferirían que se
peleasen entre sí, divididos por “razas”.
Existe el peligro de la racialización de
los disturbios. En Dalston, un barrio del distrito de Hackney
que tiene muchos restaurantes y tiendas turcos, hay informes
de que los dueños salieron con bates de béisbol para
proteger sus negocios; se podría desencadenar una dinámica
peligrosa de conflicto entre “grupos étnicos”, aunque es
poco probable; muchos jóvenes de origen turco también habrán
participado en los disturbios. La cuestión fundamental en
estos choques entre jóvenes y tenderos no es racial, sino de
clase; entre los que con suerte formarán parte de la clase
trabajadora, y los que temen caer desde el peldaño más bajo
de la pequeña burguesía.
Fascistas
Han aparecido noticias de que grupos de
hombres blancos de 30–40 años en Enfield, en el norte de
Londres, cazaban a jóvenes negros o “pakis” (término
racista utilizado para los pakistaníes). Efectivamente, los
fascistas —tanto del partido electoral, el Britich National
Party (BNP), como de la organización hooligan–fascista, la
English Defence League (“Liga de Defensa de Inglaterra”,
EDL)— intentan aprovecharse de la situación para fomentar
el racismo y ganar adeptos.
Les favorece la imagen de los disturbios
creada en los medios, que culpa de ellos a jóvenes
criminales, principalmente negros. El hecho de que el gobierno
recurra a la mano dura y más policía fortalece su argumento
de que la solución a los problemas es un Estado más fuerte,
que elimine los derechos democráticos.
Por otro lado, la realidad es que a nivel
de la población, Gran Bretaña ha avanzado bastante en la
integración racial durante las últimas décadas, gracias en
parte a importantes movimientos que han unido a personas de
diferentes orígenes, como el amplio movimiento antifascista y
el movimiento antiguerra. Existe racismo, por supuesto, pero
también es cierto que en las grandes ciudades, muchos jóvenes
negros tienen amigos blancos y viceversa. Y hay que repetir
las veces que haga falta que los disturbios no son sólo ni
principalmente de jóvenes negros.
De todas maneras, el peligro fascista es
real. La EDL está movilizándose para ir al este de Londres
el 3 de septiembre. Las “acciones” de la EDL siempre son
borracheras acompañadas de violencia racista. El movimiento
amplio y unitario Unity Against Fascism (www.uaf.org.uk) ha
convocado ese mismo día una manifestación para bloquear el
paso a los fascistas, con el apoyo de casi todas las fuerzas
progresistas de la zona.
Sin duda, muchos de los jóvenes que
estos días han participado en los disturbios formarán parte
de la movilización antifascista el 3 de septiembre. Incluso
es posible que algunos jóvenes blancos que habrían
participado en la acción de la EDL, tras pasar estos últimos
días luchando contra la policía y saqueando tiendas codo con
codo con jóvenes negros, se unan al bando antifascista el 3
de septiembre.
Los problemas con los disturbios
Huelga decir que, como método de lucha,
los disturbios dejan mucho que desear. En cualquier movilización
importante, la gente tiene una mezcla de motivos para
participar y casi nunca se trata de un compromiso
exclusivamente político: “van todos mis amigos”; “quizá
conozca a un chico o una chica”; “después hay un
concierto”; “estoy aburrido, quiero un poco de acción”.
Cuando se trata de un disturbio y de la
oportunidad de conseguir las nuevas Nike, o el televisor
plano, que se lleva meses deseando, es obvio que el balance
cambia, pero las otras motivaciones no desaparecen, ni todo el
mundo se vuelve loco y ciegamente codicioso.
Una persona en Hackney vio como
“Alguien levantó la persiana de una tienda de sándwiches…
Unas personas mayores sentadas delante de una casa vecina
dijeron ‘no, no, no’, y aplaudieron cuando los jóvenes
enmascarados volvieron a bajar la persiana.”[9] Por supuesto
que hay mucha destrucción, pero en general va dirigida contra
los negocios, muchos de ellos, no todos, de grandes cadenas;
de equipos de estéreo, de móviles, tiendas de apuesta.
También sufren muchos inocentes, a veces
de manera intencionada, más típicamente debido al caos. Pero
hasta cierto punto, esto pasa en cualquier lucha. Desde los
disturbios en los barrios negros de las ciudades de EEUU, que
fueron un elemento esencial del movimiento por los derechos
civiles en los años 60, pasando por Sudáfrica, hasta las
revoluciones árabes de hoy, las sublevaciones espontáneas
siempre conllevan un elemento de caos, de violencia
irracional.
Muchas voces gritan, “¿pero por qué
están destrozando sus propios barrios?”. La primera
respuesta es que es lo que siempre pasa con los disturbios
espontáneos; los ataques contra objetivos más estratégicos
suelen llegar con la movilización consciente y organizada; un
punto al que volveremos abajo.
La otra respuesta es que los barrios ya
estaban destrozados, incluso antes de la última crisis. Hace
años que en las principales calles de estos barrios se ven
locales cerrados y abandonados; ahora más. Se reducen las
ventas, porque la gente local no tiene dinero; ahora con los
recortes de pensiones y salarios, menos aún. Los miles de
millones de dinero público que reciben los bancos se lo
quedan ellos, y niegan créditos a las pequeñas empresas. Y
el comercio se pasa cada vez más a los centros comerciales y
las grandes empresas que pueden ofrecer los precios más
bajos.
Según un informe, se anticipaba el
cierre de diez mil comercios en 2011. En cambio, las cadenas
de supermercados crecen; Tesco anticipaba abrir 292 nuevas
tiendas en 2011.[10] Incluso se da la casualidad de que una de
las ciudades que ha vivido disturbios estos días, Bristol,
los vivió también durante el pasado abril. El detonante fue
la represión policial contra un movimiento vecinal que se
oponía a la apertura de una nueva tienda de Tescos,
precisamente por su efecto nocivo en el tejido social de los
barrios.[11]
De todas maneras, es evidente que los
disturbios no son la mejor forma de luchar. Desde mi punto de
vista, mejor sería una red de consejos obreros que se
organizasen para derribar el capitalismo e instaurar una nueva
sociedad justa y autogestionada desde abajo, pero hay que
trabajar con lo que hay.
Las acampadas tampoco son la forma idónea
para cambiar el sistema, y el movimiento 15M en general tiene
muchas limitaciones y confusiones. Algunos sectores de la
izquierda jurásica utilizan estas limitaciones y
contradicciones para condenar a todo el 15M como un complot
del sistema, “una distracción de la lucha revolucionaria de
verdad”.
Tanto los disturbios como las acampadas
pueden conseguir ciertos logros. Yo viví en Brixton durante 9
años, y el barrio tenía un centro deportivo municipal muy
bien equipado; su construcción fue una de las respuestas
oficiales a los disturbios de 1981.
En ambos casos, la limitación clave es
la de clase; que ni con la desobediencia civil ni con romper
escaparates se puede acabar con el sistema. Para ello, hace
falta el poder de la clase trabajadora organizada. Esto a su
vez, requiere de una izquierda combativa, anticapitalista,
mucho más fuerte de la que existe ahora mismo.
La irrupción de un movimiento como los
disturbios actuales —igual que ocurrió con las recientes
luchas en los banlieus franceses— señala las limitaciones
de los movimientos sociales y de la izquierda, que
evidentemente no han logrado arraigarse entre esta juventud
para que exprese su malestar de forma más productiva.
El fracaso es sobre todo de la izquierda
mayoritaria y de los grandes sindicatos. Los disturbios de
1981 llegaron tras dos años del brutal gobierno conservador
de Margaret Thatcher, sin una respuesta real de los laboristas
ni de la dirección sindical británica. Ahora, Gran Bretaña
tiene un gobierno conservador —en alianza con un partido
liberal que ha roto todas sus promesas electorales— que
impone duros recortes. Ha habido huelgas y manifestaciones,
algunas de ellas muy importantes, pero hasta ahora la
respuesta ha sido mucho menor y más lenta de lo que hace
falta.
Y la izquierda anticapitalista no puede
responder simplemente criticando los disturbios por no
obedecer la teoría marxista revolucionaria. Debe buscar
conectar con la gente joven (y no tan joven) que participa en
los disturbios, y como mínimo denunciar los problemas
sociales que han provocado el estallido así como oponerse a
la represión, que va en aumento (mientras escribo, el primer
ministro, David Cameron, acaba de anunciar que autorizará el
uso de balas de goma y cañones de agua por primera vez en
Gran Bretaña; hace tiempo que se utilizan en el norte de
Irlanda).
Más allá de esto, tiene la tarea
fundamental de fortalecer las luchas colectivas contra los
recortes, así como contra el racismo y el fascismo.
Conclusión: hay que crear una alternativa política
Desde hace tiempo es evidente que en
todos los países de Europa, igual que en el mundo árabe,
sobran motivos para una explosión social. Si ésta toma la
forma de racismo o fascismo, en Europa culpando a los
musulmanes (o en Egipto a la minoría oprimida cristiana), hay
que oponerse con todas nuestras fuerzas.
Pero si toma la forma de un rechazo y una
lucha contra el sistema, aunque sea de forma confusa, hay que
apoyarlo. Esto se aplica tanto a Bahrain y Siria, como a
Tottenham y los demás barrios de Gran Bretaña.
¿No es la solución idónea? Pues hay
que organizarse para presentar soluciones mejores, con más
posibilidades de conseguir el cambio que necesitamos, acabando
con los abusos que motivaron la sublevación.
Esto implica organizar movimientos
sociales, espacios de lucha contra los recortes, contra el
racismo, contra los abusos policiales, etc. Pero esto implica,
a su vez, organizarse políticamente.
Porque el mundo continuamente, y cada vez
más, nos plantea problemas, dilemas, que no tienen una
respuesta fácil. Ante los disturbios, dentro de la izquierda
y los movimientos sociales, hay quienes corren para
condenarlos como violentos, y otros que explican por qué han
surgido, y que la culpa la tiene el sistema. Hay un sinfín de
ejemplos de momentos en los que surgen debates dentro de
nuestros movimientos, básicamente entre la gente más
moderada que acepta una parte del discurso del sistema, y los
que insistimos en derribar al sistema por completo. Cualquier
movimiento sano y plural incluye a ambas sensibilidades. Las
ideas más moderadas reciben un refuerzo cada día, cada hora,
en cada informativo de la TV o la radio. La gente que queremos
un cambio más fundamental debemos organizarnos, tanto para
debatir cuál es la mejor estrategia como para reforzar e
impulsar las ideas más combativas dentro del conjunto del
movimiento.
Antes, la izquierda jurásica decía,
“la gente no luchará”. Pero lucha. Así que ahora dice
“no luchan de la manera correcta”. Pero aún así, lucha.
La cuestión es si partimos de nuestras diferencias con ellos,
o de nuestra rabia compartida contra el sistema. Si partimos
de esta rabia, contra el racismo, contra los abusos sociales,
contra la desigualdad y la desfachatez de los políticos,
encontraremos muchos puntos en común con la gente que lucha
“de manera equivocada”.
Brixton: palabras de dos vecinos
Será porque todavía llevo un trozo de
Brixton en mi corazón pero dejo las últimas palabras a dos
vecinos de mi antiguo barrio, recogidas por un corresponsal de
El País, de Madrid:
“Luther, de 60 años, y Leroy, de 50,
ven los disturbios con prisma revolucionario. ‘Esto es
Brixton; y Brixton tiene una larga historia de luchas por la
igualdad de oportunidades, contra la brutalidad de la policía.
Es como una olla a presión siempre está a punto de estallar.
Llevo aquí cuarenta años y siempre ha sido así, una olla a
punto de estallar’, arranca Leroy.
“Luther le interrumpe de inmediato.
‘Aquí se cultiva la semilla de la injusticia’, asegura, y
pone como prueba la sospechosa muerte de un hombre que vivía
muy cerca. La policía dice que se suicidó cuando le iban a
detener por un asunto de drogas. Él no se lo cree. ‘Todas
esas cosas crean frustración’, concluye.
“¿Están las cosas tan mal como hace
30 años, cuando los famosos disturbios de 1981? ‘Sí porque
el Gobierno está haciendo todos esos recortes y los jóvenes
no tienen oportunidades’, opina Leroy. ‘Los recortes
afectan a los centros comunitarios, a los centros en los que
los jóvenes pueden aprender algo útil. Los jóvenes de hoy
están frustrados, como dice mi amigo. Están hartos’, añade.
‘Todo el mundo está harto y frustrado’, tercia Luther.
‘La gente mayor como nosotros ya no esperamos nada. Pero, ¿qué
hacen los jóvenes? Si eres joven, vulnerable y no le importas
a nadie, no tienes nada que perder’, asegura. ‘Mi hermano
dice que así es el capitalismo. El capitalismo te hace
vulnerable, es opresivo’, concluye Leroy.” [12]
Notas:
[1] Ver Chris Harman (1981), ‘The
Summer of 1981: a post-riot análisis’, en International
Socialism Journal, otoño de 1981. Disponible en http://www.marxists.org/archive/harman/1981/xx/riots.html
[2]
The Guardian, 3/12/2010.
http://www.guardian.co.uk/uk/2010/dec/03/deaths-police-custody-officers-convicted
The
Guardian, 30/03/2001.
http://www.guardian.co.uk/celldeaths/article/0,,465301,00.html
Detalles 1990-2011: http://inquest.gn.apc.org/website/statistics/deaths-in-police-custody
[3]
BBC, “Q&A: Stephen Lawrence murder”, 5/05/2004.
[4]
The Guardian, 10/08/2011. http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/10/uk-riots-disorder-manchester-midlands
[5]
Ft.com, 9/08/2011. http://www.ft.com/intl/cms/s/0/fac0b38e-c1d1-11e0-bc71-00144feabdc0.html
[6]
Paul Lewis y James Harkin, ‘Who are the rioters? Young men
from poor areas ... but that's not the full story’. The
Guardian, 10/08/2011.
http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/09/london-riots-who-took-part
El artículo explica la gran variedad de
participantes. Uno de los autores twittea activamente desde la
calle, sigue www.twitter.com/PaulLewis .
[7] Judith Orr, ‘La rabia contra la
policía estalla en las calles del norte de Londres’,
7/08/2011. http://www.enlucha.org/site/?q=node/16286
[8]
Ver Lewis y Harkin, ‘Who are the rioters?…’.
[9]
http://www.lrb.co.uk/blog/2011/08/09/jon-day/in-hackney/
[10]
Local Data Company (2011), Terminal illness or gradual
decline? A review of GB shop vacancy in 2010, pág. 8.
[11] Socialist Worker, 30/04/2011.
[12] W. Oppenheimer, ‘Brixton, una olla
a punto de reventar’, El País, 09/08/2011. http://www.elpais.com/articulo/internacional/Brixton/olla/punto/reventar/elpepiint/20110809elpepiint_4/Tes
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