Las
reformas constitucionales pactadas obligarán a sacrificar los
derechos
de personas mayores, mujeres y trabajador@s de todo tipo
Constitución,
déficit y derechos sociales
Por
Observatori DESC
La Haine, 31/08/11
Ante las
manifestaciones ciudadanas y las críticas de diversas
organizaciones sociales y sindicales contra el acuerdo
alcanzado por el Gobierno y el Partido Popular para introducir
en la constitución española y en una ley orgánica límites
al déficit y al endeudamiento públicos, el Observatori DESC
cree conveniente realizar las siguientes consideraciones:
1. La imposición
de límites al déficit y al endeudamiento públicos no son
dogmas aplicables en cualquier circunstancia. Son instrumentos
de política económica que pueden servir a fines diversos.
Pueden contribuir al saneamiento económico si se acompañan,
por ejemplo, de políticas fiscales social y ambientalmente
progresivas o de un combate firme al endeudamiento
especulativo del sector privado. Pero en un contexto como el
actual, en el que ninguno de los grandes partidos impulsa
estas medidas, lo más probable es que acaben sirviendo a
objetivos menos nobles: la privatización de servicios públicos,
el recorte de derechos de los más vulnerables y una drástica
reducción de la autonomía política y financiera de las
comunidades autónomas y los municipios.
2. Esta última
hipótesis no es una mera especulación. La reforma
constitucional y legal acordada por los partidos mayoritarios
no es una propuesta nueva ni simplemente técnica. Es una
propuesta política que ha sido ensayada en distintos países
en las últimas décadas, con constatables consecuencias anti–sociales
y anti–democráticas.
3. Al consagrar
el principio del Estado social y democrático, buena parte de
las constituciones de posguerra aceptaron que los gobiernos
pudieran servirse de diferentes instrumentos para ajustarse a
él. El recurso al endeudamiento, combinado con una presión
fiscal progresiva era uno de ellos. Esta posibilidad no
prefiguraba un programa económico específico. Simplemente
establecía un marco constitucional amplio que los diferentes
gobiernos podrían concretar según su orientación ideológica.
4. La obsesión
anti–déficit y anti–deuda y el bloqueo de políticas
fiscales mínimamente progresivas fue la repuesta de las tesis
neoliberales a este modelo constitucional. Con ella, se
generaba una fuerte presión a favor de respuestas
privatizadoras y de ajustes sociales y una mayor restricción
de los márgenes de actuación de las asambleas legislativas.
5. A partir de
los años 80 el techo del gasto público fue inscrito en
numerosas constituciones locales y estatales del mundo. En
algunos casos, como en California, en Estados Unidos, se
llegaron a incluir límites a la potestad de aumentar
impuestos. Estas medidas tuvieron un papel decisivo en la
posterior crisis y bancarrota de las economías de estos
lugares.
6. En Europa, el
Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997 fue la expresión
por excelencia de esta tendencia. De manera dogmática,
convirtió la obcecación anti–déficit (no más del 3% del
PIB) y anti–deuda (no más del 60% del PIB) en un rígido
corsé que fue constriñendo el ámbito de decisión de los
Estados. La imposibilidad de ajustarse a directivas tan
estrictas sin provocar un caos social llevó a algunos de
ellos, incluidos Alemania y Francia, a incumplirlas de manera
selectiva, mientras imponían privatizaciones y recortes en
servicios específicos. En la periferia, los intentos de
adecuarse a esta tácita Constitución europea adquirieron
ribetes más dramáticos. Grecia optó por una política
fiscal fuertemente regresiva, pero aun así tuvo que falsear
sus cuentas públicas. España, por su parte, alentó una
irresponsable política de sobre–endeudamiento privado que
los grandes partidos siguen fomentando a pesar de estar en el
núcleo de sus problemas actuales.
7. En ausencia
de voluntad para controlar a los mercados y para imponer una
fiscalidad social y ambientalmente justa, la propuesta de Ángela
Merkel y Nicolás Sarkozy de reforzar los dogmas del Pacto,
grabarlos en las constituciones y leyes de la eurozona y
endurecer las sanciones para los incumplidores, no es una
medida neutra. Supondrá un espaldarazo a las salidas
privatizadoras a la crisis y un nuevo golpe al
constitucionalismo social y democrático con el que los
poderes públicos aspiran a dotarse de legitimidad.
8. Estas
medidas, en todo caso, no afectarán de la misma manera a
todos los países en los que se apliquen. Tendrán un impacto
especial en la periferia de la eurozona, cuya vulnerabilidad
social y productiva es especialmente grave. En el concreto
caso español, el gobierno y el Partido Popular han acordado
imponer al conjunto de las administraciones un techo de déficit
del 0,40%. Asimismo, pretenden que el pago de los créditos
para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública
de las administraciones goce de prioridad absoluta. La
concreción de estos objetivos de aquí a 2020 es, además de
irrealista, suicida social y económicamente.
9. Si bien es
grave pretender otorgar a estas reformas rigidez
constitucional, su consagración por ley orgánica no será
menos prejudicial. De llevarse adelante, de hecho, los
objetivos de reducción de déficit y de deuda pública serían
incompatibles, en cualquier caso, con la consecución de
principios y derechos básicos contemplados en la Constitución
de 1978, en los Estatutos de Autonomía y en numerosas
Declaraciones y Tratados internacionales en materia de
derechos ratificados por el Estado español. De entrada,
comportarían, sobre todo si se privilegia el pago a los
acreedores, como pretende la reforma, renunciar a objetivos
constitucionales como los del Estado social (art.1.1), la
igualdad real y efectiva (art. 9.2) o la autonomía política
y financiera de las Comunidades Autónomas y los municipios (arts.
2, 140, 142 y 156).
10. La pretensión
de incluir, junto a los objetivos de reducción del déficit,
excepciones en caso de "catástrofe natural, recesión
económica o situaciones de emergencia extraordinaria que
escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente
la situación financiera o la sostenibilidad económica o
social del Estado" resulta un contrasentido. En primer
lugar, porque dicho escenario de insostenibilidad social ya
existe en ámbitos como el de la vivienda, la salud, la
educación o en el laboral, y las reformas no harán sino
agravarlo.
11.
Las reformas pactadas, en realidad, obligarán, de llevarse a
cabo, a sacrificar no solo los derechos de personas mayores,
mujeres y trabajadores de todo tipo, sino los de unas
generaciones precarizadas que, además de no votar la actual
Constitución, están siendo víctimas privilegiadas de sus límites
e incumplimientos. En este contexto, el empeño en llevarlas
adelante o la negativa a discutirlas, al menos, en referéndum,
sólo agudizarán la impugnación que movimientos como los del
15–M han lanzado al actual régimen político y económico.
Y cargarán de razones a quienes, como en Islandia, exigen
procesos constituyentes capaces, no de "calmar" a
los mercados, sino de someterlos a lógicas genuinamente
democráticas que prioricen los derechos de todos sobre los
beneficios de pocos.
|