Europa siente el vértigo del abismo
El euro no funciona
La cada vez más probable quiebra de
Grecia
hace temer un efecto dominó
Por Luis Doncel
El País, 11/09/11
Madrid.- El euro no funciona. No debería
existir tal y como fue concebido. Para algunos países habría
sido mejor no adoptarlo, pero ahora ya no hay marcha atrás
porque el abandono de la unión monetaria sería increíblemente
costoso para todos los miembros del club. Es la conclusión a
la que ha llegado esta semana el banco UBS. Pero no todos los
expertos están de acuerdo. Algunos creen que a Grecia no le
queda otra alternativa que suspender el pago de su deuda,
salir del euro y decretar una devaluación brutal de su
recobrada moneda nacional para salvarse de una larguísima
recesión. Una vez fuera del euro, solo quedaría un paso para
el corralito.
Mientras, en el resto de Europa cunde el
temor a un contagio de la enfermedad griega que en principio
afectaría a Irlanda y Portugal, pero que inmediatamente
apuntaría a dos piezas de caza mayor: España e Italia,
capaces de hacer temblar los cimientos de todo el proyecto
europeo. En Madrid, la preocupación es extrema. Tras alcanzar
en agosto un nivel de riesgo insoportable -418 puntos de
diferencial respecto a lo que paga Alemania por su deuda-,
España se salvó del desastre gracias a la intervención
urgente del BCE. Pero lo que hizo entonces Jean-Claude Trichet
fue tan solo ganar tiempo. Y las cosas desde entonces han ido
a peor.
La reestructuración de deuda griega
-expresión que los economistas suelen usar para evitar la
temida palabra quiebra- ya se da como una posibilidad prácticamente
segura. Esta semana circulaban rumores de que a Atenas le
quedan pocos días para rendirse y admitir lo inevitable.
Hasta tal punto, que el Gobierno alemán se apresuró a decir
el viernes que se está preparando para apoyar al sector
financiero de su país en caso de que Grecia entre en default
o suspensión de pagos. Un portavoz gubernamental avanzó que
el plan de emergencia incluye medidas para compensar a bancos
y aseguradoras, que se enfrentan a unas pérdidas del 50% de
sus activos en deuda helena. "Grecia está en el filo de
la navaja", había dicho un día antes el ministro de
Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, en una reunión con
diputados a puerta cerrada.
"Estamos al borde del desastre, sí.
Pero por lo menos los líderes europeos deberían tener las
ambulancias preparadas para lograr que la recesión que va a
llegar sea lo más corta posible", dice el catedrático
de la Universidad de Granada Santiago Carbó. Esas
"ambulancias" a las que se refiere Carbó se resumen
en un plan de capitalización de la banca europea. Lo mismo
que pidió la directora gerente del FMI, Christine Lagarde,
que cifró en 200.000 millones de euros la inyección que
requiere el sector financiero. Lagarde desmintió ayer esta
cantidad y dijo que solo se trata de "una cifra
provisional". No obstante, aquellas declaraciones le
valieron las críticas de, entre otros, el presidente de la
Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
Pero, a la vista de los acontecimientos,
ese plan es necesario. "Tiene que estar listo en el
preciso instante en el que Grecia anuncie el default. Una
espera de días podría ser fatal. Hay que evitar que pase
como en el Titanic, que el agua llegara a todo el barco. Ya no
estamos ante un problema de la banca española o italiana,
sino de Europa. Nos jugamos la quiebra del sistema
financiero", continúa Carbó, que considera
imprescindible la cesión de soberanía para intensificar la
coordinación de la política económica y la implicación del
G-20. "Esto trasciende las fronteras de Europa",
concluye.
Este verano ha sido el de la constatación
de que ahora ya sí va en serio. Hasta entonces, políticos y
analistas veían la intervención de España como una
posibilidad remota. Pero la situación ha cambiado. Tras los
problemas de julio para acordar el segundo plan de rescate a
Grecia; las turbulencias de agosto que dispararon la prima de
riesgo italiana y española y derrumbaron las Bolsas; y el
temor de estos días a una nueva recesión se palpa el vértigo.
La vicepresidenta Elena Salgado ha descartado por enésima vez
que España vaya a ser intervenida, pero el secretario general
de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, contó que el presidente
del Gobierno le había dicho en agosto que el país estaba al
borde del rescate. Un día más tarde, el sindicalista matizó
que la expresión de Zapatero no había sido
"rescate", sino "situación delicada".
A principios de semana se reunieron en el
Banco de España decenas de entidades -bancos, cajas, fondos
de inversión, aseguradoras- para estudiar las pérdidas que
les ocasionaría la quiebra griega. En realidad, esta
posibilidad abriría un boquete relativamente pequeño en las
entidades españolas, que solo tienen 800 millones en deuda
helena. Pero las réplicas del terremoto serían
imprevisibles. Después podría caer Portugal, donde España
concentra un tercio de la exposición de la banca, en torno a
75.000 millones. Y después, el abismo.
Si aquí las cosas están mal, en Italia
casi peor. Su deuda pública supera ya el 120% del PIB -frente
al 63% español- y los vencimientos a los que Roma tiene que
hacer frente en los próximos meses casi triplican los del
Tesoro español. Pero, ¿sería posible rescatar a economías
de tanto peso? ¿Supondría la ruptura de la unión monetaria?
A la primera pregunta, Emilio Ontiveros, presidente de
Analistas Financieros, responde que no es imaginable un
mecanismo de auxilio para España similar al de Grecia.
"En cambio, sí avanza un proceso que ya hemos visto: la
limitación de la capacidad de maniobra del Gobierno",
asegura. El cambio urgente de la Constitución para consagrar
la disciplina fiscal, en contra de la opinión que hasta
entonces mantenía el propio Gobierno, sirve como ejemplo de
esta reducida capacidad de maniobra política.
Respecto a la posibilidad de que el euro
se rompa, Ontiveros justifica su negativa con un argumento de
peso: "Uno de los principales beneficiados de la moneda
común es Alemania, que no va a permitir que eso ocurra. La
propia Merkel acaba de reconocer que el euro ha contribuido
mucho a la prosperidad de su país". Precisamente en ese
discurso, la canciller reiteró su negativa a los eurobonos,
que, según algunos analistas, son una de las pocas salidas
que le queda a la eurozona. Merkel, en cambio, dijo que su
implantación supondría la creación de la Unión del
Endeudamiento, en lugar de la Unión Europea.
Al margen de que Grecia acabe arrastrando
al resto del continente o no, parece claro que a España le
esperan años de decisiones muy duras. "No nos queda otro
remedio. Esto pende de un hilo", asegura Carbó.
"Seguramente Europa no sea un área monetaria óptima,
pero tiene que empezar a comportarse como si lo fuera. Esto va
a requerir sacrificios tanto por parte de los países periféricos
(flexibilizar su mercado laboral para aumentar su
competitividad sin posibilidad de devaluación) como de los
centrales (aceptar cierto nivel de solidaridad fiscal con sus
vecinos)", resume Ángel Cabrera, director de la escuela
de negocios estadounidense Thunderbird. Con este panorama y
con el empeoramiento de la coyuntura económica en los países
desarrollados, se esfuma la recuperación que hace meses parecía
al alcance de la mano. En el mejor de los casos y aunque no se
produjese el desastre, el futuro no es nada tranquilizador.
La crisis del euro
- 2 de mayo de 2010. Grecia anuncia un
acuerdo con la UE y el FMI para recibir una ayuda financiera
de 110.000 millones de euros. A cambio, Atenas promete
recortes por valor de 30.000 millones.
- 4-5 de mayo. Los funcionarios
participan en una huelga de 48 horas. Tres hombres resultan
muertos mientras se prende fuego a una sucursal bancaria.
- 18 de octubre. Merkel y Sarkozy
plantean en Deauville (Francia) por primera vez que los
inversores privados tengan que hacerse cargo de parte de los
rescates.
- 24 de noviembre. Irlanda se convierte
en la segunda víctima de la crisis del euro y pide a la UE y
al FMI 85.000 millones.
- 6 de abril de 2011. Portugal reconoce
que no puede asumir su deuda y pide un rescate de 78.000
millones.
- 23 de mayo. Grecia anuncia
privatizaciones para reunir 50.000 millones antes de 2015.
- 19 y 20 de junio. Tras negociar con la
UE, el FMI rechaza liberar el quinto tramo de plan de ayudas a
Grecia de 12.000 millones. Se desatan nuevas turbulencias.
- 21 de julio. La UE trata de salvar el
euro con un segundo plan de rescate a Grecia, esta vez de
109.000 millones.
- 5 de agosto. La prima de riesgo de
Italia y España se dispara por encima de los 415 puntos. El
BCE interviene de urgencia
- 3 de septiembre. La troika comunitaria
abandona Grecia, que admite que no va a cumplir su objetivo de
déficit. Aumentan los rumores de una inminente suspensión de
pagos.
La historia se
puede repetir
Una recesión dentro de la depresión
Por Joaquín Estefanía
El País, 11/09/11
En abril de 2009, medio año largo después
de la caída de Lehman Brothers, cuando todo parecía posible
que sucediese en el sistema financiero y en la economía real,
dos historiadores económicos, Barry Eichengreen y Kevin
O?Rourke, publicaron una comparación histórico-estadística
de la Gran Depresión con la crisis actual. Su análisis fue
de los más pesimistas que hasta entonces habían aparecido:
lo que está pasando tiene todas las dimensiones de una
depresión y el rótulo de Gran Recesión se puede quedar
corto. Incluso criticaron por blando, amablemente, a Krugman,
que había utilizado el concepto de "Gran Depresión a
medias" y luego usó el de "Gran Depresión
menor".
¿En qué se basaban? En que la mayor
parte de los trabajos sobre la Gran Depresión-Gran Recesión
cotejaban los EEUU de los años treinta con los de la primera
década del siglo XXI, pero la Gran Depresión ya fue un fenómeno
global (solo se salvó de la misma la Unión Soviética, que
tenía otro sistema político y económico), como lo es la
crisis actual. Si se estudiaba lo que estaba acaeciendo en el
conjunto del planeta, "globalmente estamos en situación
análoga, si no peor, que en la Gran Depresión, tanto si la métrica
es la producción industrial, como si son las exportaciones o
los valores de las acciones (...) Estamos ante un
acontecimiento que tiene todas las dimensiones de una depresión".
Eichengreen y O’Rourke ponían dos
cauciones a su análisis: que cuando lo publicaron apenas han
pasado dos años y medio desde el origen de los problemas de
las hipotecas locas, y la Gran Depresión duró más de una década;
por tanto, se necesitaba más perspectiva de tiempo. Y que las
respuestas políticas del siglo XXI (tipos de interés muy
bajos, ayudas a la gran banca para que no cayese y generase el
pánico entre sus clientes, planes de estímulo a la economía
real) parecían estar dando resultado y habían sido más
apropiadas y más rápidas que las implantadas por el
presidente Hoover y su secretario del Tesoro, Andrew Mellon,
entre 1929 y 1932, dominadas por el capitalismo de
laissez-faire. Se ha mejorado, como decía Galbraith (El crack
de 1929,Ariel) porque "los conocimientos de economía han
experimentado un modesto aumento (...) los economistas y todos
aquellos que ofrecían consejo económico durante los últimos
años veinte y primeros treinta eran fundamentalmente malos
economistas y perversos consejeros". ¿Qué pensaría hoy
Galbraith de las políticas públicas de austeridad que se están
aplicando para salir de esta endemoniada coyuntura? Sería
asimismo muy oportuno conocer si Eichengreen y O?Rourke aún
sostienen que las respuestas políticas de ahora son parte de
la solución a la crisis, o se han unido a las tesis de su
benevolentemente criticado Paul Krugman de que multiplican los
problemas que tratan de arreglar.
En la actualidad prosigue entre los
analistas el juego de semejanzas y diferencias entre las dos
contracciones mayores de la historia del capitalismo. Aunque
hay que cuidarse mucho del pensamiento analógico sin matices,
la última comparación que se ha puesto de moda es entre 1937
y 2011. En 1937 hacía siete años del crash de la Bolsa de
Nueva York y cuatro desde que el presidente Roosevelt empezó
a poner en práctica una política económica keynesiana a la
que denominó New Deal, basada en el incremento de la inversión
pública, las reformas financieras, un mayor equilibrio de
poder entre los empresarios y los sindicatos, y la generación
de puestos de trabajo y protección social a los más
desfavorecidos. La economista Cristina Rohmer, que fue jefa de
los asesores económicos del presidente Obama, cuenta lo que
sucedió: "La recuperación en los cuatro años después
de que Franklin Delano Roosevelt tomase posesión en 1933 fue
increíblemente rápida. El crecimiento real anual del PIB fue
de un 9% de media. El desempleo cayó del 25% al 14%. Aparte
de la II Guerra Mundial, EEUU nunca ha experimentado ese
crecimiento sostenido tan rápido. Sin embargo, ese
crecimiento se vio detenido por una segunda gran caída en
1937-1938, cuando el desempleo volvió a aumentar hasta el 19%
(...) La causa fundamental de esta segunda recesión fue un
desafortunado y, en buena medida involuntario, cambio a una
política fiscal y monetaria contractiva. [Los recortes del
gasto y las subidas de impuestos] redujeron el déficit a
aproximadamente un 2,5% del PIB, ejerciendo una presión
contractiva significativa". En 1937, la producción de
acero se redujo un 70%, la de automóviles un 50%, de los
productos manufacturados un 35%.
Escribe Kindleberger (La crisis económica
1929-1939. Capitán Swing) que cuando se produce esa
inesperada "recesión dentro de la depresión" en
1937, a causa del levantamiento de los estímulos públicos
antes de lo debido, cambia el clima intelectual desde la
consolidación fiscal hacia el keynesianismo, y Roosevelt no
tiene más remedio, contra sus expectativas previas, que
volver a las políticas de expansión pública de la demanda.
El pleno empleo no llegará hasta la entrada de EEUU en la
guerra mundial, en diciembre de 1941, tras el ataque de Pearl
Harbour. Roosevelt mantuvo el porcentaje de la deuda respecto
al PIB en el 40% como media durante todo el New Deal y solo lo
incrementó hasta el 128% durante la conflagración.
En 2011, el consenso de los organismos
multilaterales y servicios de estudios privados indica que la
coyuntura de amplias zonas del planeta se encamina nuevamente
hacia el estancamiento o, posiblemente, hacia una nueva recesión,
en la que confluyen varios tipos de problemas a la vez:
abundancia de recortes de la inversión y el gasto público
motivados por las políticas de austeridad y consolidación
fiscal puestas en marcha, lo que acentúa la marcha lenta de
la coyuntura; gigantesco endeudamiento privado y público, con
dificultades de algunos países para pagar su deuda soberana,
y por tanto con menores márgenes que en 2008 para activar
otra vez políticas de estímulo, so pena de que se les
escapen aun más los desequilibrios macroeconómicos (acabar
con la deuda con más deuda); y falta de liquidez y fuertes
necesidades de recapitalización de la banca, multiplicadas
por la crisis de la deuda anterior. Por ello, también ahora
se podría estar a las puertas de una "recesión dentro
de la depresión", aunque todavía no se ha generado con
nitidez, como antaño, un cambio de clima intelectual desde
una política de austeridad uniforme a políticas de
crecimiento selectivo.
La
amenaza de segunda recesión planea
sobre las grandes economías
Más dura será la recaída
Por Claudi Pérez
El País, 11/09/11
Madrid.- Un día quiebra Grecia, después
los grandes bancos "y en pocos días no hay leche en los
estantes del supermercado", según la inquietante profecía
de Too big to fail, un drama televisivo sobre la crisis
producido por la cadena HBO. Esa es una de las dos tesis
dominantes acerca del futuro inmediato de la economía global.
La otra -la más probable- es un poco menos tétrica: lo que
viene es un estancamiento plagado de sustos durante unos años,
tal vez una década más si los políticos siguen metiendo la
pata (y eso teniendo en cuenta que ya van más de cuatro años
de jaleo). Las opiniones de los economistas se mueven en esa
longitud de onda, con un pesimismo más o menos matizado, con
una paleta dominada por los tonos sombríos, aunque sin
precisar demasiado en sus análisis. Tienen buenas razones
tanto para el pesimismo como para la falta de concreción:
seguimos inmersos en una perturbación de gran calado; sabemos
cuándo prendió la mecha (agosto de 2007) "pero no
conocemos su duración, ni cuál va a ser su impacto socioeconómico,
ni mucho menos sus resultados finales", según Antonio
Torrero, de la Universidad de Alcalá.
Los caminos hacia la ruina son
sorprendentemente numerosos (aunque no habría que olvidar a
Keynes: cuando parece que va a pasar lo inevitable sucede lo
imprevisto). La deuda europea y las dudas sobre el liderazgo
político en el Viejo Continente son el principal foco de
problemas, siempre con Grecia (2,5% del PIB europeo; 0,5% del
PIB mundial) como epicentro de un eventual terremoto. Pero hay
más líos. La situación de estrés en la que se ha metido el
sistema financiero. La incertidumbre acerca de la respuesta
política a ambos lados del Atlántico. El miedo creciente en
los mercados, con peligrosos accesos de pánico a cada dato
que alimenta las dudas. Incluso la amenaza de un accidente en
las economías emergentes más pujantes, como China, no se
puede descartar.
Todo eso hace que una recaída -una
segunda recesión- sea cada vez más probable, a juicio de
economistas como Nouriel Roubini (Universidad de Nueva York),
de historiadores económicos como Barry Eichengreen (de
Berkeley) o de expertos europeos como Paul De Grauwe
(Universidad de Lovaina) y Charles Wyplosz (Graduate
Institute). Lo que sigue es una tentativa de resumen de lo que
puede suceder en adelante.
- ¿La historia rima? Pasados dos años
del crash de 1929, el ineludible Keynes decía que la economía
mundial estaba "descansando en un estanque tranquilo
entre dos saltos de agua": acertó, lo peor vino después.
Las comparaciones entre la Gran Recesión y la Gran Depresión
no han cesado desde el principio. Eichengreen asegura que en
realidad nunca salimos de la crisis: la economía empezó a
crecer en EEUU y Europa, pero ni el paro bajó ni se
disolvieron los excesos de endeudamiento o los agujeros
inmobiliarios que hacen pensar en una lenta recuperación.
"Nunca resolvimos los problemas que desataron la crisis
en 2007. Y eso hace que haya grandes probabilidades de recaída,
superiores al 50%", según el historiador norteamericano,
que ha pasado un par de semanas veraneando en España.
"Ni Europa ni España han resuelto sus problemas a pesar
de los ajustes: por eso, si la historia sirve como guía, es
difícil ser optimista", explicó en una entrevista a
este diario. Si en lugar de a la historia se apela al sentido
común, la conclusión es similar: "Un accidente es
posible: la ley de las probabilidades sugiere que una sorpresa
desagradable puede estar cerca si las dificultades persisten
durante mucho tiempo. Y Europa (por Grecia, pero también por
Italia o el sector inmobiliario español) se ha especializado
en hacer durar los problemas", apunta Daniel Gros, del
think tank de Bruselas CEPS.
- Europa es el enfermo. Ese análisis es
compartido por muchos economistas. Grecia está al filo de
suspender pagos y eso puede tener consecuencias devastadoras.
La banca europea está en el centro de la diana por ese cóctel
de riesgo soberano, posibilidad de recaída y en general por
el estigma que ha calado en los mercados para con todo lo que
proceda de Europa. Wyplosz asegura que la UE sería
tremendamente afortunada "si solo sufriera una pequeña y
dulce recesión". "Los mercados están cerca del pánico.
Una crisis bancaria es cada vez más posible. Italia va hacia
el abismo y Grecia está metido en él, y un incidente de ese
calibre podría arrastrar a España, incluso a Francia".
De Grauwe apunta al culpable: "La recaída está cerca, y
lo más duro es que puede que sea autoinfligida: Europa ha
sido demasiado obsesiva con la austeridad, tal vez porque el
miedo de los mercados ha empujado en esa dirección. Eso,
paradójicamente, puede hacer más difícil de resolver la
crisis fiscal: complica la vuelta al crecimiento".
- Corre, conejo. En los dibujos animados
es frecuente la escena de un gato o un conejo corriendo a toda
velocidad sin advertir el precipicio, que al llegar al abismo
siguen pataleando en el aire antes de desplomarse. Pero no hay
soluciones mágicas para seguir en tierra firme: los dos
grandes bloques económicos (EEUU y Europa) optan por las
recetas contrarias. Si Europa apuesta por la austeridad y su
banco central se muestra timorato a la hora de aplicar
remedios de política monetaria, EEUU acaba de anunciar un
nuevo plan de estímulo fiscal destinado a crear empleo y la
Reserva Federal prepara una tercera ronda de estímulo
monetario. "Se puede hacer más. Puede discutirse la
efectividad de los estímulos fiscales y monetarios, pero no
puede negarse que algo han ayudado", apuntaba Eichengreen
a Bloomberg hace unos días. "La vuelta a la recesión es
más probable en la UE por la ausencia de estímulos",
advierte De Grauwe. El problema es que los mercados están con
la pistola cargada: apuntan hacia los países con débiles
posiciones fiscales y exigen austeridad, para después
reclamar crecimiento con el argumento de que sin él no se
pueden pagar las deudas. Una cosa y su contraria.
- Más China, por favor. Puede que Europa
y EEUU tengan dificultades, pero el tirón de los emergentes
mantiene a la economía mundial a salvo. Y aun así incluso en
esos países crece la sensación de que se puede producir un
accidente: ningún país puede crecer a un ritmo del 10% para
siempre. China y Brasil pueden tener problemas si no logran
controlar la inflación y la llegada masiva de capitales, que
está hinchando burbujas, según Goldman Sachs. El banco más
influyente del mundo apuesta por "una desaceleración
global, una situación de peligrosa debilidad, pero no una
recaída en la Gran Recesión". Al cabo, puede que la
imagen de las estanterías vacías en el supermercado sea una
exageración. Pero nunca hay que descartar que la realidad
acabe superando a la ficción.
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