La crisis exige un frente unido, pero la
UE está desunida
Cuando la soberanía choca con la
integración
Por Paul Taylor
Agencia Reuters, 26/09/11
París.– Cuando el presidente de la
Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, empezó ayer
su discurso sobre el Estado de la Unión declarando que Europa
estaba "enfrentando el mayor desafío en la
historia" del bloque, se trataba de una descripción muy
discreta y no de una hipérbole.
La crisis de deuda soberana que azota a
la eurozona pone en riesgo la supervivencia de la moneda única
y en última instancia a la Unión Europea (UE), conformada
por 27 naciones con un mercado único, fronteras abiertas y
libre movimiento de capitales, productos y personas.
La confianza en los gobiernos europeos
está en caída. El caos financiero en el caso de que Grecia
incurra en default es improbable que deje al mercado indemne.
El nacionalismo resurgente y el populismo podrían desgarrar a
Europa, advirtió Barroso. La crisis exige un frente unido,
pero la UE está desunida.
La opinión pública de Alemania,
Finlandia y Holanda se muestra cada vez más hostil a la
posibilidad de una mayor integración, justo cuando las
principales propuestas para preservar la eurozona implican
compartir la soberanía y los riesgos.
Por otra parte, la resistencia a una
mayor austeridad también crece en Grecia, epicentro de la
crisis, donde una interminable recesión y una arraigada evasión
impositiva dificultan cumplir con los objetivos de reducción
del déficit impuestos por la UE y el FMI.
En Alemania, la locomotora de la
eurozona, Angela Merkel intenta convencer a su coalición de
centroderecha de apoyar los rescates.
"El 80% de los votantes alemanes está
en contra de una ampliación del mecanismo de rescate de la
eurozona, mientras que el 80% de los políticos está a
favor", dijo Josef Schlarmann, de un sector moderado de
la coalición oficialista. "El establishment político y
el electorado van directamente a una colisión", añadió.
Todas las propuestas importantes
destinadas a superar la crisis incluyen una mayor integración
fiscal, emisión o garantías conjuntas de deuda, y una
supervisión más intrusiva de los presupuestos nacionales,
además de políticas económicas que socavarán la soberanía
nacional.
Barroso dijo que los gobiernos de la
eurozona tendrían que abandonar la regla de unanimidad en
ciertas decisiones clave para no actuar a la velocidad del
miembro más lento, mientras los mercados financieros se
adelantan a toda velocidad. Por ejemplo, los últimos
esfuerzos para rescatar a Grecia fueron postergados por las
exigencias finlandesas de garantías colaterales sobre los préstamos
y por discusiones dentro de la coalición que gobierna a
Eslovaquia.
En Alemania ponen límites
Cuando respaldó el mecanismo de rescate
provisorio para países en problemas, la Corte Constitucional
alemana estableció límites claros sobre una mayor integración,
al emitir un fallo que impide que el Parlamento transfiera
soberanía fiscal a Europa de manera permanente. En esencia,
el tribunal dijo que la integración europea había chocado
contra los cimientos del gobierno nacional.
El sistema ad hoc que se ha desarrollado
durante la crisis de deuda podría ser denominado una doctrina
de relativa soberanía fiscal: cuanto más sanas son sus
cuentas nacionales, tanto mayor será su autonomía.
Países que pidieron rescates, como
Grecia, Irlanda y Portugal, tuvieron que negociar recortes de
gastos y reformas estructurales cada tres meses con
inspectores de la UE y del FMI. Pero los grandes Estados de la
UE están decididos a evitar que esa vigilancia les sea
impuesta por ley.
Francia encabezó la resistencia contra
cualquier multa automática a los países que violen las
reglas presupuestarias, y Merkel dice que Alemania no aceptará
sanciones a los excesivos superávits comerciales, la
principal contribución de Berlín al desequilibrio económico.
Los holandeses, fiscalmente
conservadores, proponen la creación de un zar del presupuesto
con poder para aplicar las reglas fiscales, castigar a los
"pecadores" y recomendar que los Estados abandonen
el euro.
Esas ideas revelan el abismo que existe
entre aquellos que consideran que la solución es imponer una
disciplina más dura a los transgresores y los que creen que
un mayor federalismo fiscal es la única respuesta.
El enfoque tradicional sería negociar un
resultado intermedio –primero entre Alemania y Francia y
después entre los demás– con un mayor cumplimiento de la
ley compensado por haber dado un paso adelante en la integración
económica.
El riesgo es que Europa tal vez no tenga
el tiempo ni la voluntad para forjar ese acuerdo. Los líderes
europeos, según palabras del politólogo norteamericano
Charles Lindblom, "todavía están confundidos".
La crisis
europea divide al partido de
gobierno
en Alemania
Por
Vanessa Fuhrmans
Desde
Bergisch Gladbach, Alemania
Wall
Street Journal, 29/09/11
Mientras Angela Merkel se apresura a
convencer a los alemanes de que su prosperidad depende de la
preservación del euro, la canciller se topa con la tenaz
resistencia de un flanco inesperado: el ala proeuropea de su
propio partido.
Cuando los legisladores alemanes se
pronuncien hoy sobre la ampliación del fondo de rescate de
Europa –una medida que muchos inversionistas consideran
esencial para impedir el pánico del mercado– se espera que
varios diputados como Wolfgang Bosbach, un prominente adalid
de la integración europea, voten no. Bosbach, un alto
dirigente de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, se ha
vuelto un abierto crítico de su manejo de la crisis.
"La primera medicina no funcionó, y
ahora simplemente estamos duplicando la dosis. Es una lógica
que simplemente no comprendo", dijo Bosbach respecto de
los intentos de rescate de Grecia, golpeando el escritorio de
su modesta oficina parlamentaria en Berlín. "Mi temor es
que cuando ocurra el big bang, no sólo nosotros tendremos que
pagar, sino las generaciones futuras".
El principal partido opositor de Alemania
acordó apoyar las leyes de rescate, garantizando su aprobación.
No obstante, la reacción adversa en la base conservadora de
Merkel sugiere que su coalición encarará serios obstáculos
internos en los meses venideros si, tal y como se espera, se
le pide a Alemania que comprometa más recursos para contener
la crisis de la deuda europea.
La rebelión de los legisladores deja de
manifiesto un cambio más amplio acerca de cómo los alemanes
contemplan su papel en Europa a partir de la crisis griega.
Aunque la mayoría mantiene un firme compromiso histórico con
Europa y la moneda única como su ancla, abundan las dudas
sobre si el creciente costo de salvar la zona euro vale la
pena.
Pocos alemanes temen un regreso del
conflicto armado en Europa Occidental, la idea que proveyó el
ímpetu inicial de lo que los alemanes a menudo siguen
llamando "el proyecto de paz europeo". En su lugar,
la prosperidad y la estabilidad económica han pasado a ser
las principales razones detrás de la unión monetaria, un
argumento que ahora muchos alemanes cuestionan después de una
serie de fallidos paquetes de ayuda.
Si Merkel es incapaz de persuadir a los
electores de apoyar nuevas medidas de rescate, corre el riesgo
de sumir a Alemania en un creciente aislamiento y de presidir
la disolución del euro, el mayor logro del impulso de
posguerra de Europa hacia la integración.
Merkel, una física de 57 años y una política
famosa por su cautela, está haciendo un intento tardío por
reanimar el fervor alemán por la unidad europea.
Pero después de seis décadas de
financiar una Europa integrada, el corazón proeuropeo de la
clase dirigente del país está dividido. "No quiero ser
forzado a entrar en un movimiento antieuropeo. La UE es un
proyecto político importante", argumenta Bosbach, un católico
de Renania de 59 años cuyo estilo directo y lucha pública
contra un cáncer de próstata avanzado le han granjeado el
apoyo y la simpatía sin distinciones partidarias. "Pero
a la gente le prometimos una unión de estabilidad, no una unión
de deuda".
Una encuesta encargada por la estación
de televisión ZDF a comienzos de este mes muestra que tres
cuartas partes de los alemanes están en contra de la ampliación
del fondo de rescate europeo que será sometida hoy a votación.
"Ya dejó de ser un debate remoto; tiene que ver con
nuestras vidas cotidianas y lo que ocurrirá con nuestros
ahorros, nuestra posición económica", señala Ria
Borgmann, una administradora del gobierno local retirada
mientras estaba de compras en Bergisch Gladbach, en el corazón
del distrito electoral de Bosbach. "Soy totalmente
partidaria de Europa, pero en determinado momento tiene que
haber un límite para los paquetes de rescate".
Las medidas sobre las que se pronunciará
hoy el Parlamento alemán casi duplican la capacidad de préstamo
del principal fondo de rescate de la eurozona a 440.000
millones de euros (US$595.000 millones) y permitirían que el
fondo, de ser necesario, compre bonos soberanos en el mercado
abierto. Merkel está tratando de revivir el sentido de deber
histórico de los alemanes de apoyar una Europa unificada,
tanto por el bien del país como por el del continente. Y las
encuestas muestran que la mayoría de los alemanes siguen
considerando a una Europa unida como la clave para alcanzar
una prosperidad y paz duradera en un continente con un legado
de conflictos.
De todos modos, muchos temen que se verán
obligados a optar entre ver el colapso del euro o sacrificar
su rigor fiscal a un estado supranacional europeo que financie
a los países más propensos al endeudamiento, como Italia o
Grecia.
El aporte de Alemania al expandido fondo
de rescate asciende a los 211.000 millones de euros
(US$286.000 millones), menos de la mitad de los 500.000
millones de euros que prometió para rescatar sus bancos en
2008. Pero muchos consideran la decisión del Banco Central
Europeo de comprar miles de millones de euros en bonos
soberanos de países del sur de Europa como otra señal de que
las instituciones europeas se les están yendo de las manos.
Aún más difícil de digerir es la
perspectiva de hacer que la eurozona se haga colectivamente
responsable de las deudas de sus miembros, como han sugerido
un creciente coro de voces europeas en los últimos meses.
Muchos sostienen que los llamados eurobonos, una idea a la
cual Merkel se ha opuesto tajantemente, son el bastión
necesario para aliviar la presión financiera sobre los
miembros abrumados por deudas y apuntalar la unión fiscal de
la zona euro.
Para los alemanes, sin embargo, los
eurobonos equivaldrían a renunciar a sus bajas tasas de interés
para financiar los gastos de los países con una menor
disciplina fiscal. "En última instancia, el tema del
eurobono tendrá que ser resuelto y Merkel estará ante un
dilema imposible", indica un legislador alemán de su
propia coalición. "Si vuelve a los electores alemanes
con los eurobonos, hasta ahí llega su carrera política. Si
no lo hace, será una figura muy solitaria en Europa".
Al igual que muchos alemanes comunes y
corrientes, Bosbach objeta la idea de que la zona euro sólo
puede sobrevivir si se mantiene a Grecia en su seno. Argumenta
que el bloque monetario necesita reglas claras que permitan la
salida de un país insolvente, y sólo puede lograr
estabilidad si éstas se aplican. "La cuestión no es si
Grecia quiere recuperarse, es si tiene la capacidad de
hacerlo", advierte.
La élite política y económica de
Alemania se opone por abrumadora mayoría a la línea dura de
Bosbach, argumentando que suspender la ayuda ahora podría
causar el desmembramiento de la eurozona. "No hay ninguna
solución realmente buena y rápida", escribieron los
jefes de las principales federaciones industriales del país
en una carta abierta a los parlamentarios. "Pero sin la
expansión del fondo de rescate europeo, consecuencias
incalculables amenazan a la Unión Europea y a su moneda común".
Inédito régimen de sanciones
por la
crisis de la deuda
La Eurozona
castigará a los países que
violen la disciplina fiscal
Agencia ANSA, 29/09/11
Bruselas.– La Unión Europea endureció
ayer su posición contra los países miembros incumplidores de
la disciplina fiscal y fijó un inédito régimen de
penalizaciones para evitar que se reproduzcan crisis como la
que amenaza con llevar a Grecia a la quiebra.
Las medidas aprobadas por el Parlamento
Europeo en pleno persiguen el control del déficit fiscal a
ultranza y prevén multas de hasta el 0,2 por ciento de su PIB
a los socios que incumplan las normas de control de sus
cuentas públicas .
El riguroso paquete llega en momentos
delicados para la superviviencia de una eurozona acorralada
por la crisis de deuda soberana en Grecia. Tras más de doce
meses de negociaciones, fue votado a pesar de la oposición de
los grupos de centroizquierda en la Eurocámara, que
consideran que las medidas plantean exigencias excesivamente
duras de austeridad, en detrimento de las políticas de estímulo
del crecimiento en tiempos de crisis. A favor votaron
conservadores y liberales, primera y tercera fuerzas en
Estrasburgo. Pero socialistas y socialdemócratas –segunda
fuerza parlamentaria– lo rechazaron con argumentos sólidos.
“No hay gasto inteligente para salir de la crisis”, lamentó
un portavoz.
El mecanismo, integrado por seis medidas,
revoluciona el sistema de control sobre el estado de la salud
pública y de las cuentas nacionales, en particular respecto
de los parámetros fijados en el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento.
Ahora el Consejo Europeo tendrá poder
para recomendar imponer sanciones de hasta el 0,2% del PIB a
los países que superen el 3% de déficit o cuya deuda pública
exceda el 60% de la riqueza nacional, como exige el Tratado de
Maastricht. La multa puede quedar suspendida si el propio país
si consigue el apoyo de 9 de los 16 socios del euro, en un
sistema de premios y castigos inédito en la región.
La lupa de Bruselas no solo estará sobre
los países con alto déficit sino también en los que, como
Alemania, exportan mucho más de lo que importan, mostrando así
un desequilibrio en su cuenta corriente y una escasez de la
demanda interna en comparación con otros socios.
Se intenta evitar que se repitan
episodios de falsear datos y estadísticas económicas, por lo
que los miembros de la Eurozona que falsifiquen estadísticas
sobre déficit y deuda –como hizo en su momento Grecia–
tendrán que afrontar una multa del 0,2% del PIB. El mismo
castigo que si hubiesen excedido el déficit.
El presidente de la Comunidad Europea,
José Manuel Durao Barroso, dijo que “el paquete de
gobernanza es crucial para salir de la crisis”.
El programa de seis medidas –llamado
“six pack”– será aprobado seguramente por el Ecofin (la
reunión de ministros de Economía de la UE) del 4 octubre próximo
y entrará en vigor a lo sumo en los primeros días de 2012.
In
European Crisis, Experts See Little Hope
for a Quick Fix
By
Graham Bowley and Liz Alderman (*)
New
York Times, September 29, 2011
It
has happened time and again in recent months as Europe’s
debt crisis has played out. Stocks stage a strong comeback on
expectations that a solution has been found. Then they quickly
resume their decline as hopes dissipate, leaving investors
puzzled and frazzled.
What
is going on?
The
problem, say close watchers of both the subprime financial
crisis in 2008 and the European government debt crisis today,
is that many investors think there is a quick and easy fix, if
only government officials can agree and act decisively.
In
reality, one might not exist. A best case in Europe is a
bailout of troubled governments and their banks that keeps the
financial system from experiencing a major shock and sending
economies worldwide into recession.
The
latest rescue package for Europe gained approval from Germany
on Thursday, after Chancellor Angela Merkel won a vote in
Parliament, throwing the financial weight of the Continent’s
biggest economy behind a new deal.
But
a bailout doesn’t wipe out the huge debts that have taken
years to accumulate — just as bailing out American banks in
2008 didn’t wipe out the huge amount of subprime debt that
homeowners had borrowed but couldn’t repay.
The
problem — too much debt and not enough growth to ease the
burden — could take many years to resolve.
“Everybody
has been living beyond their means for nearly the last decade,
so it is an adjustment that will be painful and long, and it
will test the resilience of societies socially and
politically,” said Nicolas Véron, a fellow at Bruegel, a
Brussels research group.
This
is not to say that the discussions in Europe are moot. If
governments can’t agree on how to rescue Greece from its
debilitating government debt, some fear the worst could happen
— a collapse of the financial system akin to 2008 that would
ricochet around the world, dooming Europe but also the United
States and emerging countries to a prolonged downturn, or
worse.
Just
like the United States, Europe built up trillions in debts in
past decades. What is different is that more of the United
States borrowing was done by consumers and businesses, while
in Europe it was mainly governments that piled on the debt,
facilitated by banks that lent them money by buying up
sovereign bonds.
Now,
just as the United States economy is held back by households
whose mortgages are still underwater and who won’t begin to
spend again until they have run down their debts, Europe
can’t begin to grow again until its countries learn to live
within their means.
In
short, it means years of painful adjustment.
“We
have to adjust to lower growth,” said Thomas Mirow,
president of the European Bank for Reconstruction and
Development, referring to both Europe and America. “It is of
course going to be very painful. But leaders have to speak
frankly to their populations.”
The
uncertainty about Europe’s future has been driving the
gyrations of financial markets since the summer. Earlier this
week, stocks rallied on euphoria that a new, more powerful
bailout was near, but the rally fizzled Wednesday when cracks
began to appear among European nations over the terms of money
being given to Greece.
On
Thursday, markets were mostly up again after the German
approval of the 440 billion euro ($600 billion) bailout fund,
intended to keep the crisis from spreading beyond Greece and
Portugal to other European countries. Several other nations
still have to ratify the agreement, but it now looks likely to
be in place by the end of October.
Even
this fund, however, is already seen as inadequate. Some worry
that it still fails to fully address one of Europe’s most
pressing needs: fully recapitalizing its banks.
Now
there is talk of enhancing the fund’s firepower by allowing
the European Central Bank to leverage its assets to buy up
troubled government debt from the financial system. That would
serve mostly to shift the debt from European banks to
taxpayers.
“Clearly
something is cooking, but the markets will eventually choke on
the taste,” said George Magnus, an economist at UBS in
London. “It is about getting banks off the hook, but the
darker side is it’s not doing anything real.”
Not
everybody shares this view. Some argue that Europe is actually
in better shape than the United States. Debt levels are
painfully high in European countries like Italy, Ireland and
Greece, but overall euro zone debt as a percentage of gross
domestic product is 85 percent, less than the 93 percent level
in the United States.
Also,
European consumers did not go on the same borrowing binge, so
their retrenchment need not be so severe.
“We
need to do a lot to get over the crisis,” said Holger
Schmieding, an economist at Berenberg Bank in London. “But
once we are over it, it will be the U.S. facing years of
fiscal retrenchment, not Europe.”
A
resolution of the crisis could bolster confidence in these
battered economies, and lead to a return to positive growth.
But the danger is that the strict austerity measures being
adopted will only worsen economic downturns that some think
could drag on for at least a decade in Greece, Portugal and
Spain. Stagnant economies only make it harder for governments
to pay down their debts.
Germany
pulled itself around after years as the “sick man of
Europe,” with high unemployment and sluggish growth. In the
early 2000s, while the countries of Southern Europe spent
beyond their means, the German government initiated a series
of structural reforms, deregulation and wage adjustments that
helped it become an economic powerhouse.
But
it is unclear how other European nations like Portugal and
Spain are to achieve a similar makeover.
The
440 billion euro bailout, even if enhanced, amounts to
“Band–Aid city,” said Carmen Reinhart, senior fellow at
the Peterson Institute for International Economics.
“For
a few weeks it buys tranquillity,” she said, “but it does
not get at two critical issues: it does not reduce the massive
debt overhang and it does not restore growth.”
Longer
term, some political leaders and economists are pushing for a
more integrated economic, fiscal and political union in Europe
— what they see as the only real solution.
“I
don’t think little steps are credible here,” said Kenneth
Rogoff, a Harvard economist who co–wrote a book about debt
crises with Ms. Reinhardt. “There needs to be a United
States of Europe at the end of this, and it may well not
include everyone in the euro zone.”
“They
were thinking they had 20 years to get there,” he said,
“and instead they have 20 weeks.”
(*)
Joshua Brustein contributed reporting.
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