Francia
y Alemania discuten plan de ruptura de la zona euro
Berlín
lo niega pero París confirma el plan
del “núcleo duro del euro”
Por
Juan Gómez, Miguel Mora y Andreu Missé
Desde Berlin, París y Bruselas
El País, 10/11/11
París y Berlín
negocian una nueva Unión Europea – Merkel reafirma su
compromiso con el euro mientras París reconoce un plan para
diseñar una Europa de dos velocidades – Berlín rechaza la
división de la eurozona
Las diversas
informaciones sobre una negociación entre Francia y Alemania
para reestructurar la Unión Europea causaron ayer revuelo en
las capitales. La canciller alemana Angela Merkel se lanzó al
desmentido diciendo en Berlín que su Gobierno “persigue
desde hace meses el fin único de estabilizar la eurozona en
su composición actual”. La alarmante situación de la deuda
italiana y el caos griego alentaban ayer el debate sobre una
posible Europa de dos velocidades. Según un modelo, se
compondría de una eurozona reducida y conformada por los países
más competitivos, que emitirían bonos conjuntos y coordinarían
sus políticas fiscales, mientras los demás miembros de la
Unión Europea seguirían asociados en un mercado común. Otro
modelo propone que los Diecisiete se desmarquen hacia una
mayor integración fiscal y política, dejando atrás a los
otros 10 miembros de la Unión.
Merkel negó la
mayor, lo mismo que el jefe del Eurogrupo Jean–Claude
Juncker, quien insistió en que “la Eurozona conforma un
grupo estable.” Pero mientras que en Alemania dementían
“cualquier plan” en este sentido, un asesor de Nicolas
Sarkozy dijo ayer a este diario que “el proyecto está sobre
la mesa”. Francia y Alemania, apuntó, “tendrán que
discutirlo, pero probablemente adopten esa dirección”. Añadió
que la crisis “ha impedido hablar de ello y no se ha
avanzado nada”.
La Unión Demócrata
Cristiana (CDU) de la canciller Merkel comienza este domingo
un Congreso Federal en Leipzig. Los democristianos votarán
sobre la inclusión de una cláusula en los Tratados que
permita la expulsión del euro de los países incapaces de
resolver sus problemas de deuda. Según publica hoy el diario
económico Handelsblatt, la propuesta no incluye la palabra
“voluntariamente”. La CDU se plantea que un país “pueda
salir de la Eurozona sin que esto suponga abandonar la Unión
europea”. Sin “voluntariamente”, la propuesta significaría
legalizar las expulsiones. Los Tratados actuales no contemplan
la posibilidad de que un socio abandone el euro.
En Bruselas se
percibe que la Comisión y otras instancias supranacionales
como el Parlamento Europeo están quedando relegados por la
deriva intergubernamental de la UE, pilotada por Merkel y
Sarkozy. Es el riesgo de una Europa de varias velocidades. Por
una parte, amenaza una división entre los 17 del euro y los
10 países de la Unión que no pertenecen a la moneda única.
Reino Unido actúa con creciente nerviosismo en los foros
europeos, a medida que comprueba que está quedando fuera de
juego ante el avance de los 17. También Polonia y República
Checa, aspirantes al euro, expresaron su malestar por no poder
participar de las decisiones que toma el club.
A pesar de los
desmentidos, diversas fuentes señalan que Francia y Alemania
están trabajando en otra direccióin: la creación de un núcleo
de vanguardia dentro del euro formado por los países que han
logrado una mayor estabilidad de sus cuentas públicas y
cuentan con la máxima solvencia de su deuda, que las agencias
califican como triple A y otros países que hicieran los
esfuerzos necesarios. Los países de este grupo crearían una
Agencia Europea de deuda y podrían disfrutar de las ventajas
de los eurobonos. Este grupo podría estar formado por nueve
países, incluido España.
Angela Merkel
dijo ayer que Alemania quiere preservar “el mercado único y
el Tratado de Lisboa, en base a los cuales seguiremos
colaborando en el futuro”. Berlín recuerda los
“esfuerzos” realizados para la preservación del euro y
para que Grecia se mantenga en la Unión Monetaria. El
Gobierno alemán insiste en que las declaraciones de Merkel en
Cannes, donde dijo que la Unión “está preparada” ante
una eventual salida de Grecia, fueron una respuesta a la
convocatoria del referendo griego sobre el rescate. Anulado éste,
Alemania rechaza oficialmente cualquier plan de reducción o
reestructuración de la eurozona hacia las dos velocidades.
El presidente de
la Comisión Europea, José Manuel Barroso, expresó su
preocupación por esta doble división en su conferencia de
Berlín, el pasado miércoles. Señaló que “defenderemos la
integridad del mercado único y la integridad de la moneda única”.
Lo que parece
cada vez más evidente es que el único objetivo de Francia en
medio de la tempestad es ser resultar un aliado fiable de
Alemania. En París vislumbran una federación formada por los
países de la zona euro y una unión confederal para el resto
de miembros de la UE.
El martes,
Nicolas Sarkozy dijo en Estrasburgo: “Nadie piensa que el
federalismo, la integración total, es posible con 33, 34 o 35
países”, enfatizó. Para añadir: “No habrá moneda única
sin una mayor integración fiscal y hacia eso es hacia lo que
vamos”. Agregó: “Claramente, habrá dos velocidades
europeas; una velocidad hacia una mayor integración de la
zona euro, y una velocidad más confederal en la UE”. Además,
volvió a calificar como un error la entrada de Grecia en el
euro, en 2001, y reiteró que su idea es mantener a Francia en
el “pelotón de cabeza” de las grandes economías del
planeta. Entre loas al modelo de rigor y austeridad con
crecimiento, Sarkozy defendió la “convergencia” de
Francia con Alemania.
El semanario Le
Canard enchaîné ha revelado lo que Sarkozy les contó a sus
ministros tras la cumbre del G20 de Cannes: “Papandreu es un
gilipollas, un verdadero capullo. Nos ha reventado el G20. En
Bruselas nos dice que acepta el plan de salvamento y luego
anuncia un referéndum sin avisarnos, fue una puñalada por la
espalda. Un escándalo absoluto. Y encima luego hay que darle
las gracias”.
Dos
velocidades, dos Europas
Por
José Ignacio Torreblanca
El País, 10/11/11
El temor es
que vayamos hacia dos Europas: un núcleo duro que se aísle
del resto frente a otros países considerados de segunda
clase.
Al calor de la
implosión política de Grecia y la desestabilización de
Italia se han hecho más probables dos fenómenos que hasta
ahora solo existían como posibilidades teóricas: una, que un
país abandone o sea forzado a abandonar el euro; dos, que un
grupo de países decida avanzar en la integración dejando a
los demás atrás. Así pues, lo que antes era posible pero
sumamente improbable ahora comienza a ser probable, eso sí,
con unas consecuencias casi imposibles de imaginar: estamos
hablando de la combinación de un efecto centrífugo, que
amenaza con desgajar la Unión Europea por fuera, con un
efecto centrípeto, que amenaza con romper la Unión Europea
por dentro.
Dejando a un
lado el primer problema, hay que decir que la posibilidad de
ir a una integración a varios ritmos no es nueva: de hecho,
con 17 miembros en el euro y diez fuera, ya tenemos una Europa
a varias velocidades, máxime si consideramos que hay miembros
(entre los que sobresalen los británicos, los suecos y los
daneses) que no solo no participan en el euro sino que tampoco
participan en algunas políticas, como la defensa, la
inmigración o la política social. Por tanto, el problema no
es que dentro del mismo edificio, con las mismas normas y bajo
el mismo Tratado, coexistan varias velocidades, que los más
rezagados puedan ir sumándose al grupo de cabeza o que
algunos Estados soliciten, por razones internas, no participar
en algunas políticas. Todo eso ya lo tenemos. Como también
tenemos en los Tratados europeos unos procedimientos que
regulan las llamadas “cooperaciones reforzadas”, que
permiten a un grupo de Estados pioneros avanzar más rápidamente
que otros garantizando que el proceso reforzará el proyecto
europeo, no que lo debilitará. De hecho, en el pasado, la
posibilidad de quedarse descolgado del pelotón de cabeza tuvo
un efecto dinamizador, ya que sirvió para estimular a muchos
países, entre ellos el nuestro, a hacer las reformas
necesarias para sumarse al euro. E incluso cuando la integración
procedió por fuera de los Tratados (como en el caso del
acuerdo de Schengen que daría lugar a la supresión de los
controles fronterizos), los países pioneros lograron que sus
éxitos fueran finalmente reabsorbidos en los Tratados,
extendidos a todos los miembros y puestos bajo gestión y
supervisión de las instituciones europeas (Comisión,
Consejo, Parlamento y Tribunal).
Pero ahora los
escenarios no son tan benignos. Más bien de lo que hablamos
es del temor a que en lugar de una Europa a dos velocidades,
vayamos hacia dos Europas, es decir, hacia un núcleo duro que
se aísle deliberadamente del resto y erija barreras de difícil
o imposible salvación frente a otros que son considerados países
de segunda clase no aptos para estar el núcleo duro. Si la
crisis desencadena el rescate de Italia, los seis países de
la eurozona cuya deuda sigue calificada como triple A
(Alemania, Francia, Países Bajos, Austria, Finlandia y
Luxemburgo) pueden tener la tentación de marcharse hacia
dentro y constituir una Unión de austeridad a la que sólo
pudieran acceder los que tuvieran la máxima calificación
crediticia. No se trataría pues de utilizar la crisis para,
por fin, avanzar hacia una unión política en la que cupiéramos
todos, sino de forzar, a costa de la crisis, que estos países
pudieran deshacerse de lo que consideran tres lastres que
frenan su avance y progreso: Reino Unido, con su constante
obstruccionismo político; los deudores del sur de Europa, que
se considera que tardarán una década en volver a estar en
pie; y los países de la ampliación al Este, culpabilizados
de la debilitación del proyecto político europeo.
Huelga decir que
las consecuencias de esta ruptura serían demoledoras, y no
solo en el ámbito económico, donde los mercados penalizarían
aún más a los países de la periferia que quedaran
excluidos, empujándolos a la recesión y retrasando su
recuperación económica. En el plano político, una ruptura
de este calado haría aflorar todas las tensiones subyacentes
hoy entre Norte y Sur, Este y Oeste, daría alas al populismo
antieuropeo en muchos países y alimentaría los sentimientos
contra Francia y, especialmente, contra Alemania. Vistas las
consecuencias, y los precedentes, es muy posible que estemos
ante un farol con el que Alemania y Francia pretenden asustar
a todo el mundo, especialmente en el sur de Europa, con el
objetivo de que entiendan la gravedad de la crisis y cumplan
sus promesas de ajuste. No obstante, aunque sea farol, es
mejor tomárnoslo como lo que es, una amenaza real y creíble.
La alternativa es que se trate de una promesa, lo que sería
mucho peor.
Europa
ante la perspectiva del colapso del euro
BBC
World, 10/11/11
La noticia de
que el interés de los bonos de deuda pública italiana a diez
años superó este miércoles la barrera psicológica del 7%
volvió a revivir una de las preguntas que se han hecho
analistas de diferentes corrientes desde cuando comenzó la
crisis de la eurozona: ¿Sobrevivirá la moneda común?
Pero en
comparación con cuando el centro de atención era Grecia,
esta vez hay una diferencia de peso: Italia es la octava
economía del planeta, la tercera de la eurozona, miembro del
G–8 y, además, el tercer mercado de bonos más grande del
mundo.
En otras
palabras, si la situación italiana llega al extremo de tener
que recurrir a un rescate europeo, no es seguro que la Unión
Europea pueda hacerlo a través del fondo de rescate actual ni
a través del Banco Central Europeo.
Italia es
sencillamente demasiado grande. Y, además, está demasiado
endeudada: unos 1,9 billones de euros (US$2,7 billones). En
Grecia, en comparación, la deuda es de 340.000 millones de
euros o unos US$459.000 millones.
Ya hay voces que
dicen que, en el peor de los casos, Italia podría dejar la
moneda común, con todos los efectos que generaría en una
zona económica interdependiente.
"He estado
examinando y reexaminando la situación, buscando un posible
final feliz. No lo hay. La eurozona está en un espiral de la
muerte", dijo el miércoles el autor del blog económico
de The Economist.
Si eso llega a
pasar, ¿cómo se vería una Europa sin el euro? BBC Mundo
consultó a cuatro analistas de diferentes países y
tendencias.
Colapso
total y parcial
La directora del
centro de investigación de la Unión Europea en la
Universidad George Washington, Scheherazade Rehman, explica
que antes de analizar las posibles consecuencias de un fracaso
del euro hay que definir los escenarios en que se daría ese
colapso.
Rehman argumenta
que hay que diferenciar entre un colapso total de la moneda,
que significaría que el euro simplemente dejaría de existir,
y un colapso parcial, en el que la eurozona se reduciría y
algunos países endeudados serían retirados del sistema.
"Si
desaparece como moneda, Europa se encontraría en el epicentro
del mayor terremoto económico político que haya visto el
mundo", asegura Rehman.
En cambio, si la
eurozona se reduce, esos cuatro o cinco países expulsados
estarían "condenados", pero el resto del mundo
"estaría mucho más estable y se recuperaría más rápido".
Andrew Lilico,
analista de la consultora Europe Economics, está de acuerdo
con estos dos escenarios y dice que su opinión cambió esta
semana con la crisis italiana.
"Hasta
anteayer habría dicho que (lo más probable) era un colapso
parcial. Hoy digo que el escenario más probable es un colapso
total", dijo durante la entrevista.
Entonces,
¿caerá el euro?
Para Lilico, una
de las consecuencias inevitables si colapsa la eurozona es que
la Unión Europea también dejará de existir.
En su blog económico
para The Daily Telegraph explica cómo los cuatro pilares del
mercado común europeo –el libre movimiento de capital, de
bienes, de servicios y de mano de obra– se verían
seriamente afectados si los países no cuentan con la moneda
común.
Pero no todos
los expertos consultados por BBC Mundo piensan igual. Uno de
ellos es Jeffrey Miron, del departamento de economía de la
Universidad de Harvard.
Miron, para
empezar, dice que el euro y la UE pueden existir
independientemente. "Después de todo, la UE existió
antes que el euro".
Además,
argumenta que es poco probable que el euro colapse en el corto
plazo gracias a la persistencia política de los líderes
europeos, pero agrega que no es descabellado pensar que esto
pasará en unos dos años.
Eso sí: en su
opinión no tendrá impacto negativo alguno y, por el
contrario, solucionaría "un montón de problemas políticos".
"Nunca pensé
que la moneda común fuera una buena idea. Como mucho, tenía
el beneficio de que no tocaba cambiar de moneda cuando
viajaba, pero también era inevitable que llevaría a
situaciones como las actuales", señala.
"Ya hay
muchos países que interactúan económicamente de manera muy
exitosa y lo hacen sin una moneda común".
Los
posibles efectos
Thomas Klau,
director de la oficina en París del European Council on
Foreign Relations, un centro de estudio sobre la Unión
Europea, también cree que es poco probable una pronta caída
del euro.
"No creo
que colapse porque las consecuencias serían tan desastrosas
que se pagará cualquier precio para evitar una situación
como esa", dice.
Pero, al mismo
tiempo, señala los que en su opinión podrían ser los
efectos si el euro deja de existir.
"Habría
una cadena de bancarrotas, tendríamos un desempleo por los
cielos, países europeos entrarían en cesación de pago y los
sistemas de bienestar tendrían tanta presión que el dinero
para el desempleo, la salud o las pensiones no podría
mantenerse".
Añade que
"no deja de ser importante recordar que la guerra en
Yugoslavia empezó con la disolución de una unión monetaria.
No digo que el colapso del euro llevaría a una guerra, pero sí
que el nivel de tensiones sería mayor que cualquier cosa que
hayamos visto desde la Guerra Fría, exceptuando
Yugoslavia", dice.
Andrew Lilico,
por su parte, resalta cómo la crisis desbordaría la eurozona
y afectaría a países como el Reino Unido o Estados Unidos y
agrega que el fin de la eurozona (que en su opinión llevaría
a la caída de la UE) sería "un poco menos importante
que la caída del imperio romano".
Miron, en
cambio, no cree que los efectos generen una situación como la
que describen sus colegas y concluye que "al abandonar el
euro, no creo que el resto del mundo se vea afectado de
ninguna manera significativa".
Cameron
pide a los dirigentes europeos que actúen
para evitar el peor escenario económico
Londres
se prepara para la ruptura de la zona euro
Por
Walter Oppenheimer
Corresponsal en Londres
El País, 10/11/11
Londres se
prepara para el peor de los escenarios: la ruptura del euro.
No es que el Gobierno británico desee que ocurra eso, ni
siquiera lo pronostica, pero el primer ministro, el
conservador David Cameron, ha declarado que el país ha de
estar preparado ante la posibilidad de que eso ocurra. Y el
responsable de Negocios, el liberal–demócrata y europeísta
Vince Cable, ha afirmado también que el Tesoro contempla ese
escenario, aunque a su juicio el actual pesimismo es exagerado
y hay que tener en cuenta la fortaleza de la economía
italiana, país al que no hay que equiparar a Grecia, opina.
Reino Unido
observa la crisis del euro consentimientos encontrados.
Incluso lo más europeístas respiran aliviados por no estar
en la zona euro y muchos parecen haber olvidado que el mundo
de los negocios y la mayoría de la City defendían la moneda
única.
Mientras el líder
de la oposición, Ed Miliband, ha pedido al Consejo Europeo
que se reúna con urgencia y no se levante de la mesa hasta
dar con una solución a la crisis, Cameron ha pedido también
“acción” a sus colegas europeos.
Quizás Cameron
represente mejor que nadie el sentimiento de contradicción
que embarga al país. Él sí puede proclamar que se oponía
al euro, pero él sabe muy bien que el no estar en el euro no
deja al país a salvo de nada y que una ruptura de la moneda
única puede provocar una crisis que afecte de lleno a la
economía británica porque vende en la zona euro el 40% de
sus exportaciones.
“No es de
nuestro interés que la zona euro se rompa, que haya países
que lo abandonen”, insistió ayer, convirtiendo sus palabras
de supuesto ánimo en una declaración alarmista. Si dice eso
es que realmente teme que pueda ocurrir. “Tenemos que
mantener a la economía británica a salvo, sacar a la economía
británica de esta tormenta. Eso significa prepararnos para
todas las eventualidades. Y eso es exactamente lo que
haremos”, ha añadido, agorero.
La libra no
tiene problemas de encarecimiento de las emisiones de deuda,
pero el estar fuera del euro no le ha dejado en mejor posición
que a otros países: sus cuentas públicas son peores que la
de la mayoría, sus bancos han necesitado más ayudas que en
ningún otro país y la gran ventaja de mantener la
independencia monetaria, la depreciación de su divisa, no se
ha traducido en un tirón de las exportaciones.
Ayer
mismo, la Comisión Europea predijo un horizonte bastante gris
para la economía británica, con un crecimiento del 0,7%este
año y del 0,6% y el 1,5% en 2012 y 2013. En marzo pasado, la
Oficina de Responsabilidad Presupuestaria británica, en cuyas
cifras se basa el Tesoro para elaborar los Presupuestos del
Estado, predijo para esos mismos años crecimientos del 1,7%,
el 2,5% y el 2,9%. Es decir, la libra no está en el euro,
pero Reino Unido sí está en esta crisis.
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