Para el euro, llegó la hora de la verdad
Por Nicholas Kulish y Steven Erlanger
New
York Times, 12/11/11
La Nación, 14/11/11
Berlín.– La ventana de oportunidad
para salvar el euro se está cerrando rápidamente, mientras
la crisis de la deuda amenaza la solvencia de los bancos
europeos y hace subir las tasas de interés que deben pagar
para endeudarse incluso países que antes eran sólidos como
una roca, como Francia.
Anteayer, la crisis se cargó a otro
mandatario, cuando el ahora ex primer ministro Silvio
Berlusconi renunció después de 17 años de dominio sobre la
política italiana. Tanto en Italia como en Grecia, los
convulsionados parlamentos se reunieron con urgencia para
instalar gobiernos más tecnócratas, que deberán aplicar
duras reformas.
A pesar de esos pasos drásticos y
concretos, subsiste sin embargo una montaña de problemas que
podrían desbordar de un momento a otro cualquier avance que
haga Europa.
Por encima de todas las discusiones
sobrevuela como una amenaza la ralentización de la ya anémica
tasa de crecimiento del continente, que en 2012 será del
0,5%, y hasta la posibilidad de que se produzca una nueva
recesión.
Eso pone en duda la eficacia del último
intento de la eurozona por aplacar los mercados, ese esfuerzo
rezagado de elevar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera
de 605.000 millones a 1,4 billones, o de encontrar otras vías
de financiamiento. Esa tarea se volverá más difícil en el
contexto de una recesión, en especial si Francia empieza a
perder credibilidad.
"Pienso que estamos en terreno muy
peligroso, y que la eurozona debe actuar de inmediato",
dijo Simon Tilford, economista en jefe del Centro para la
Reforma Europea. "Ya no hay margen para soluciones
improvisadas. Y los que creen que es posible que Italia y los
países del Sur caigan en default o devalúen para ganar
competitividad, o son ilusos o están negando la evidencia que
está frente a sus ojos."
En el centro de todo y a la cabeza de los
países de Europa del Norte se encuentra Alemania, que con férrea
insistencia sostiene que la austeridad y la rectitud fiscal de
los deudores, sin importar lo dolorosas que sean, representan
el único camino para salir de la crisis. Cualquier propuesta
que implique compartir la carga con los países fuertemente
endeudados mediante una colectivización de la deuda europea
–aunque hayan contribuido a la prosperidad del Norte
consumiendo sus exportaciones– es rechazada de plano, por
temor al costo político interno.
Cuando el consejo de asesores económicos
independientes de Alemania le propuso la semana pasada a
Angela Merkel una manera de compartir la deuda europea para
proteger a Italia y España, ella rechazó la idea aduciendo
que era inviable sin modificar los tratados de la Unión
vigentes.
También se ha opuesto a que el Banco
Central Europeo aumente su participación en la compra de
bonos de países endeudados, lo que podría disminuir las
tasas de interés de sus deudas, y ni hablar de permitir que
el banco salga como garante de la deuda italiana.
Pero los críticos aseguran que no hay
tiempo de modificar ningún tratado, y que esos cambios de los
que habla Merkel podrían llevar años. "La crisis hay
que resolverla ya mismo; no puede esperar a que estén listos
los instrumentos para arreglarla", dijo Bernhard Rapkay,
presidente de los socialdemócratas en el Parlamento Europeo.
La vulnerabilidad de Italia hizo llegar
la crisis al corazón de la eurozona, porque más allá de
todas las especulaciones sobre la posibilidad de que los países
más débiles elijan finalmente salirse del euro, sin Italia
no hay euro, o al menos no el euro entendido como moneda común
de Europa.
Y si se le encarece tanto endeudarse, a
tal punto de quedar fuera de los mercados de crédito, no habrá
muralla de dinero lo suficientemente alta como para
salvaguardar los 2,6 billones de dólares de su deuda
soberana.
"Todo o nada"
"Hemos llegado al momento del todo o
nada", dijo Thomas Klau, un alemán que dirige las
oficinas parisienses del Consejo Europeo de Relaciones
Exteriores. "La actual situación de Italia es manejable
durante unos días, tal vez semanas, pero no meses. O este
nuevo capítulo marca el final de la eurozona, o es la
antesala de un gran salto hacia adelante en la integración
política y económica."
Con cada muestra de incertidumbre,
arreciaron los ataques especulativos contra el corazón de la
UE. Grecia se tambalea, Italia zozobra y Francia empieza a
temblar. Y todo puede empeorar, con una recesión en ciernes.
A menos, por supuesto, que la crisis haya logrado concitar la
suficiente preocupación, especialmente en Berlín.
O el Banco Central Europeo deberá
cumplir un papel más activo en el sostenimiento de las
naciones más fuertemente endeudadas de la eurozona, o los países
tendrán que comprometerse a adoptar un sistema más federal,
algo así como un Departamento del Tesoro o un banco central
de verdad. De lo contrario, la ruptura de la eurozona, con
algunos países abandonando o viéndose obligados a abandonar
la moneda común, podría ser inevitable.
Las opciones son políticamente difíciles,
"pero la alternativa es potencialmente tan devastadora
que el precio de actuar, por elevado que sea, es mucho menor
que el precio de la inacción, porque la inacción puede
desencadenar una serie de eventos que escapará al control de
los líderes de Europa", dijo Klau, del Consejo Europeo
de Relaciones Exteriores.
Merkel: Europa,
en su peor crisis desde
1945
Deutsche
Presse–Agentur (DPA), 15/11/11
Leipzig, Alemania.– La crisis de deuda
ha dejado a Europa en su "hora más difícil desde la
Segunda Guerra Mundial", dijo ayer la canciller alemana,
Angela Merkel, durante la apertura del congreso de su partido,
la Unión Demócrata Cristiana (CDU), en Leipzig, este de
Alemania.
"Europa está en una de sus horas más
difíciles. Quizá sea la hora más difícil desde la Segunda
Guerra Mundial", dijo. La situación actual representa
"una prueba histórica" para el continente, señaló
la canciller, y añadió: "Es tiempo de un punto de
inflexión hacia una nueva Europa".
Como en otras ocasiones, insistió también
en su defensa del euro: "Si fracasa el euro, fracasa
Europa. Queremos y vamos a evitar eso".
"La zona euro es mucho más que una
moneda, es el símbolo de medio siglo de paz, libertad y
bienestar social", subrayó.
Merkel apostó por
"perfeccionar" la unión económica y monetaria en
Europa y crear "sanciones automáticas" para los
socios del euro que violen el pacto de estabilidad.
"Necesitamos a Europa para que
Alemania vaya bien", insistió la canciller alemana, en
una referencia a la importancia de la Unión Europea para el
comercio exterior de su país. Actualmente, el 60% de las
exportaciones alemanas se quedan en los 27 países del bloque.
Una
austeridad que los europeos habían
olvidado
Por
Alan Cowell
New
York Times, 14/11/11
Londres.– Antes de morir de la
enfermedad de Lou Gehrig en 2010, el historiador Tony Judt
recordó sus días de infancia justo después de la Segunda
Guerra Mundial en una Inglaterra debilitada, que lentamente
renunciaba a su imperio y a su preeminencia.
"La ropa estuvo racionada hasta
1949; los muebles, baratos y simples, hasta 1952; los
alimentos, hasta 1954", escribió, y concluyó que la
austeridad en esa época "despojada y esquelética"
no era tan sólo una condición económica: aspiraba a ser una
ética pública. Y no ocurría sólo en Inglaterra. Un
continente entero se tambaleaba, con sus ciudades y sus
industrias en ruinas.
Mientras el comunismo soviético
amenazaba con una invasión y se aproximaba la Guerra Fría,
Europa occidental esperaba la salvación del Plan Marshall
implementado por Estados Unidos. Los autos eran escasos y
pequeños, las vacaciones eran modestas y los cinturones
estaban bien ajustados.
Sin embargo, mientras enfrenta su enorme
problema de deuda y una nueva austeridad amenaza con
convertirse en escenario del default, Europa parece haber
perdido de vista el hecho de que ya ha pasado por eso antes.
Que la generación del baby boom echó raíz en las penurias
de la posguerra y que, tal como Judt sugirió, la enorme
prosperidad de los años más recientes era prácticamente
inimaginable cuando la gente se debatía por librarse de la tétrica
negrura de la guerra.
La diferencia ahora es que el gusto por
la riqueza, la aspiración al progreso automático y la
presunción de un horizonte en perpetua expansión se han
convertido en universales, cimentados por el crecimiento de la
Unión Europea y la adopción de una moneda única –el
euro– que ha propagado un fermento de prosperidad en los 17
países de la UE que comparten esa moneda.
En la infancia de Judt, después de la
demoledora privación provocada por una guerra mundial, la
austeridad triunfó sobre el conflicto global. Ahora, el punto
de partida es la prosperidad, ese mundo de ilusiones en el que
los europeos llegaron a considerar la prosperidad como un
estado del ser, un derecho de nacimiento.
Mientras los políticos enfrentan lenta y
reticentemente la realidad de que los días de bonanza han
terminado, lo que vuelve tan explosivo este desafío es que no
es simplemente una cuestión de economía, sino una cuestión
de expectativas y de divisiones culturales.
En las tierras del sur de Europa,
habituadas a salir adelante con tretas y con mañas, la
perspectiva de una época de penurias resulta mucho más
amarga, ya que ilumina lo que los extranjeros consideran un
fracaso nacional –totalmente previsible– para estar a la
altura de las reglas del euroclub, que fueron ideadas y
vigiladas por los inflexibles alemanes.
La austeridad moderna nunca podría ser
descripta como una ética; para las naciones del sur de
Europa, que se retuercen bajo la presión de las más ricas
tierras del norte del continente, es una afrenta hacerse cargo
del legado de la indisciplina económica. Y en el Norte, es un
precio muy alto pagar por el rescate del sur despilfarrador.
La austeridad es una bomba de tiempo que hace oír su tictac
cada vez más alto.
"Ahora el efecto dominó se
desplazará hacia el Oeste", escribió en The Guardian
Costas Douzinas, un profesor de leyes en Londres, tras la caída
del premier griego, Giorgios Papandreu. "El miedo al
contagio de las elites no debe limitarse al euro; también
deberían temer que la resistencia de los griegos pudiera
propagarse por toda Europa", dijo. En cierto sentido,
posiblemente esto ya esté ocurriendo. Acorralado, Silvio
Berlusconi terminó renunciando el sábado.
Los recientes disturbios y
manifestaciones en Londres y otras ciudades parecieron
demostrar que el profundo abismo entre los que tienen y los
que no tienen se ha magnificado por las desigualdades y
envidias de una sociedad que ha construido sus novísimos
altares al consumo y a la codicia.
Si ahora cunde el descontento ante la
perspectiva de una austeridad moderna mucho menos onerosa que
las penurias evocadas por Judt, también cunde la sensación
de una compensación desigual durante los años de prosperidad
en los que, en Inglaterra, el bienestar explotó hasta niveles
de crédito y de consumo que ahora resultan inconcebibles.
Sin embargo, la lección para las elites
europeas no consiste tanto en verse amenazadas por el
descontento popular. Tanto Papandreu como Berlusconi
sobrevivieron a la furia y a las denuncias. Lo que los hizo
caer fue el mercado de la deuda global, que llevó el costo de
los préstamos a niveles que excedían con mucho lo asequible.
En la época de Judt, la austeridad
garantizaba un mínimo nivel de acceso a los artículos básicos,
como un presagio de épocas mejores. Ahora, la austeridad
implica la ausencia o la disminución del empleo, de las
pensiones, de las comodidades y los beneficios que se han
acumulado desde los días de la infancia de Judt. Un augurio,
por tanto, de épocas mucho más oscuras.
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