Crisis de la Unión Europea III
Vaciamiento neoliberal de
la “democracia” burguesa europea
Un régimen de programa único
Por
Claudio Testa, para Socialismo o Barbarie, 22/11/11
La Unión Europea se ha presentado
siempre como paradigma mundial de “democracia”. Así,
un estado donde gobierne una dictadura militar no podría
legalmente ser miembro de la UE. Además, sus regímenes de
gobierno son en general parlamentarios,[]
una herencia directa de las dos grandes revoluciones democráticas
europeas, la inglesa del siglo XVII y sobre todo la Revolución
Francesa de 1789–93, con su Asamblea Nacional constituyente
y después la radicalizada Convención.
En esos regímenes, el pueblo
“soberano” elige sus “representantes”, y éstos en los
parlamentos votan las leyes y el gabinete que habrá de
gobernar. ¿Qué más democracia se puede pedir?
Pero la UE es una democracia burguesa:
o sea, tiene un adjetivo fundamental que define sus esencia...
un adjetivo que olvidan también muchos que se dicen “de
izquierda”. Y aun en las más democráticas de las
democracias burguesas –como había advertido
Engels– los derechos del pueblo “soberano” se limitan a
elegir de tanto en tanto cuáles representantes políticos
de los explotadores lo van a gobernar.
El capitalismo se ha caracterizado por separar
las actividades económicas de las políticas. El no gobernar directamente
le ha permitido al capitalismo cambiar de regímenes y de
gobiernos como de camisas. Así, suben y bajan dictaduras,
democracias, reyes, presidentes, diputados y ministros... pero
el capitalismo queda. La democracia burguesa es el régimen más
“aceitado” para hacer esos cambios, porque son legitimados
por el voto del “soberano”.
Para ejercer el poder indirectamente,
la burguesía, en los regímenes “democráticos” recurre a
un personal especial, la mal llamada “clase política”,
que entrelazada con la burocracia de estado administra la
“cosa pública”; es decir, el estado burgués.
Dicho de otro modo, esto implica
necesarias e imprescindibles mediaciones; en primer
lugar, los partidos políticos del sistema, con sus
dirigentes, cuadros medios y bases, y con sus programas,
ideologías y trayectoria histórica (en algunos casos,
centenaria en Europa).
Para que esto funcione realmente y pueda
ponerse en el bolsillo al pueblo “soberano”, son
imprescindibles ciertos grados de autonomía en relación
a sus patronos, desarrollar programas de gobierno verdaderamente
distintos, etc., aunque todo sea –por supuesto– en el
marco general del capitalismo como sistema económico–social.
Eso es lo que sucedía en los años
dorados de la democracia burguesa europea, en la posguerra.
Dentro de esas naturales limitaciones de clase, en el
“supermercado electoral” se ofrecían productos realmente
diversos (aunque todos, como ya señalamos, en los marcos
del capitalismo). Sin embargo, no era exactamente lo mismo
en Gran Bretaña el programa de los conservadores que el de
los laboristas. O en Francia, el de la derecha gaullista, que
el de la “izquierda” (PS + PCF), o en Italia el de la
democracia cristiana y el del PCI (aunque los stalinistas
fuesen uno de los dos pilares fundamentales del orden social y
político de posguerra). El “reformismo” que expresaban
las “izquierdas” era limitado y totalmente encuadrado en
el capitalismo, pero existía, hacia reformas y
daba concesiones.
En la era neoliberal, especialmente desde
los ’90, las diferencias entre derecha e “izquierda”
(del régimen) se fueron esfumando. Todos fueron ubicándose
en los marcos de un programa único –el
programa neoliberal– que implicaba ir desmontando esas
concesiones y conquistas logradas en la posguerra por los
trabajadores y los sectores populares, y simultáneamente ir
“liberando” de molestos controles estatales a los
tiburones corporativos y financieros.
Entonces, la colosal “democracia” de
la Unión Europea no ha llegado a ser un régimen
dictatorial de partido único pero sí de programa único:
el neoliberal.
Dicho de otro modo: la democracia burguesa
europea viene en una involución que la hace cada vez
menos democrática y más vaciada de contenido. Es cada vez más
una expresión directa, casi sin mediaciones, de
las oligarquías corporativas y financieras de la UE.
La crisis está profundizando esta
involución, que puede tener, potencialmente,
consecuencias explosivas, en la medida que el “pueblo
soberano” (hoy condenado al desempleo masivo, la
precarización, la baja de salarios y la pérdida de lo que
restaba del “estado de bienestar social” en cuanto a
salud, educación, retiro, etc.), caiga en cuenta que en
verdad no tiene soberanía alguna... Que es un esclavo
moderno (o posmoderno). Y que los únicos y verdaderos
soberanos de la Unión Europea y la Eurozona son un puñado
de grandes bancos y corporaciones... que hoy no le otorgan la
menor concesión...
En ese marco, las elecciones y el régimen
político van cada vez más tomando aires de farsa:
votes por quien votes, el que suba va a seguir haciendo lo
mismo (pero peor, porque la crisis avanza). Esto llega al
colmo en los países donde la burguesía ha tenido éxito en
imponer en mayor o menor medida el bipartidismo.
Esto es lo que sucedió en las elecciones
del domingo pasado en España. Los electores enfurecidos por
la crisis usaron el “voto castigo” contra el
gobierno de “izquierda” (el PSOE), votando al partido de
derecha, el PP... que aplicará agravadas las mismas
medidas del PSOE. En Francia, en las cercanas elecciones
presidenciales, el “voto castigo” lo sufrirá la derecha
–Sarkozy– porque está en el gobierno, y favorecerá a la
“izquierda”, el Partido Socialista... que en una vez en el
poder seguirá haciendo lo mismo que Sarko!
Este régimen de programa único
está produciendo una peligrosa pérdida de legitimidad
de las democracias europeas.[]
No es casual que el movimiento de los “indignados” haya
surgido en el Estado español bajo la consigna de “¡Democracia
real, ya”!
Por supuesto, se trata de una ilusión (que
mediante reformas las actuales “democracias” pueden
mejorar y volverse “reales”), pero que expresa una legítima
protesta ante el vaciamiento de todo contenido y la burla
que implica hoy el circo electoral bipartidista.
.–
Aunque algunos tienen una mayor cuota de presidencialismo
bonapartista, como el caso de Francia, o de herencia y
continuidad dictatorial, como la monarquía
pos–franquista española.
.–
Desde ya, esto no es exclusivo de Europa. Mutatis
mutandis, sucede lo mismo en EEUU, Japón y otras
“democracias”.
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