Elecciones en el Estado español
21–N: adorando a un Dios oscuro
El capital financiero castiga a sus
devotos partidarios
Por
John Brown
iohannesmaurus.blogspot,
21/11/11
Hace falta sufrir de una considerable
miopía o de una grave obcecación ideológica para no
reconocer que el PP ganó clarísimamente las elecciones del
20 de noviembre de 2011. Sin embargo, no faltó quien afirmase
en una lamentable velada –afortunadamente
ultraminoritaria– de vudú electoral celebrada en la puerta
del Sol que "ganó la abstención".
Examinando los datos de participación y
los votos recibidos por el PP esa afirmación es matemáticamente
inexacta y políticamente insignificante. Ganó el PP. Ganó
el PP porque se hundió el PSOE y el PP quedó como el único
pilar –aún incólume– del régimen bipartidista surgido
de la transición.
El PP ha cosechado relativamente pocos
votos nuevos (630.000) y sólo ha superado al PSOE porque este
ha perdido un poco más de cuatro millones de votos. Todos
esto da al PP una holgada mayoría, tan holgada que, incluso
si no se hubiese aplicado la ley d'Hondt, el PP habría podido
gobernar fácilmente con el apoyo de CiU o de UPyD. Lo
importante, sin embargo, es que, de todas formas, el PP podrá
contar con el voto del PSOE en todos aquellos aspectos que se
consideren "de Estado" o relacionados con la
"gobernabilidad", esto es con el mantenimiento del
sistema neoliberal y de la unidad de los "hombres y
tierras de España".
El PP ha ganado un amplísimo espacio en
el ámbito de la representación, pero el consenso en torno al
neoliberalismo en el arco parlamentario es aún mayor. Cabe
destacar dos excepciones: el ascenso de IU y la irrupción de
Amaiur como primera fuerza política en Euskadi y tercera
fuerza política en Navarra. IU y Amaiur son los dos únicos
herederos de las fuerzas políticas que lucharon por una
ruptura de la continuidad política del régimen. Son
organizaciones capaces de un cierto antagonismo (un desafío
social y constitucional) que supera el marco político de la
constitución de 1978. Hoy,
más aún que ayer se ve confirmado el "no nos
representan" del 15M. La disociación entre un régimen
enrocado y una sociedad que genera cada vez mayores espacios
de disidencia recuerda otros fines de imperio.
Con todo, los resultados del PP han
quedado relativizados desde el primer día por los mercados, o
mejor dicho, por los distintos agentes del capital financiero.
Apenas despertados de la resaca electoral, los dirigentes y
los votantes del PP se han visto enfrentados a un aumento de
la prima de riesgo acompañado de una importante bajada de la
bolsa. A propósito de la prima de riesgo, el País afirma
que: "Al cierre, el diferencial entre la rentabilidad
exigida a los bonos españoles frente a los alemanes ha
aumentado en 22 puntos básicos frente al viernes hasta los
463 con los títulos que vencen en 2021 cotizando por encima
del 6,5%. " En cuanto a la bolsa, el Ibex cerró la
primera jornada tras la victoria de la derecha con una bajada
del 3,48%, una de las más importantes del año.
Este es tal vez el dato más importante para un balance
de estas elecciones: aunque haya ganado ampliamente Mariano
Rajoy, el capital financiero parece reaccionar como si
hubiesen ganado las izquierdas...
No es de extrañar esta reacción de la
bolsa y de los mercados. Ciertamente no es la que esperaban ni
la dirección del PP ni sus votantes. La dirección del PP venía
suplicando a los mercados una tregua, pensando que los
mercados son los aliados naturales de la derecha. No la han
obtenido y esto ha sido así porque el mecanismo de la deuda
no es un cálculo político táctico o estratégico, sino muy
precisamente un sistema automático, un automaton, ciego. Lo
que importa dentro de este sistema es que la deuda de un país
llegue a pagarse y lo haga al máximo tipo de interés
posible.
La creación de miedo e incertidumbre
determina en modo decisivo los resultados. Importa muy poco
que un gobierno sea de derechas o de izquierdas, lo decisivo
es que pague y haga pagar a su población. Para ello, los
mercados financieros tienen un arma infalible: el monopolio de
la calificación de la deuda. Basta con que, a partir de la
evolución de cualquier indicador, reduzcan la solvencia de un
país deudor para que la prima de riesgo se dispare y la
solvencia real de ese país disminuya como resultado del
aumento automático de los tipos de interés sobre su deuda.
Las profecías de los mercados se autorrealizan, no porque
tengan una base científica, sino porque la economía
financiera y la economía de la deuda son sistemas donde el cálculo
de expectativas y la anticipación de la actuación de los demás
actores priman sobre cualquier consideración de otro tipo y
los actores más potentes tienen los medios de provocar las
reacciones en cadena necesarias. En la economía financiera
hoy hegemónica, un fuerte subjetivismo en las apreciaciones
se une a un enorme automatismo en las reacciones.
El capitalismo financiero extrae renta a
partir de la actividad productiva de la población. De manera
tan parasitaria como lo hiciera un señor feudal. El
trabajador cognitivo, precario, afectivo, social, que el programa del PP ve como
autoempresario conforme al dogma neoliberal, está inmerso en
un sistema de producción basado en la cooperación en red y
en el acceso a unos comunes productivos que en parte se
confunden con las capacidades lingüísticas, intelectuales,
sociales y afectivas de la especie. El individuo aislado es un
individuo situado en una trama de relaciones sociales de
cooperación rica y compleja que el capital no puede controlar
desde dentro.
El capital no puede ya organizar la
cooperación como lo hacía en el marco de la fábrica: es
imposible someter al trabajador cognitivo en red a un régimen
disciplinario. Su
instrumento fundamental de explotación es la deuda. Hoy, el
beneficio que obtenía el capital industrial mediante la
producción de mercancías se ve sustituido por la renta del
capital financiero convertido en títulos de deuda libremente
negociables. La sumisión a la deuda financiera es además un
instrumento eficacísimo de sumisión tanto de los
particulares como de los gobiernos, al constituir, como señala
Maurizio Lazzarato un auténtico dispositivo de control del
futuro de personas y países. Si a esto se añade la
particular situación de indefensión frente a la especulación
financiera y sus profecías autorrealizadas de los países más
débiles de la zona euro, el comienzo de la nueva legislatura
con mayoría del PP no va a resultar menos difícil que el
calvario de los últimos meses del gobierno de Zapatero o del
políticamente también difunto Georgos Papandreu..
Es comprensible que mucha gente siga
apoyando al PP y que, incluso haya visto aumentar su apoyo en
las últimas elecciones. Ante una situación de crisis de un
sistema social, es frecuente que quienes viven en él regresen
a sus principios básicos como si fueran los artículos de un
credo religioso y culpen de la crisis a quienes no fueron
suficientemente ortodoxos. Como nos explicaba Walter Benjamin,
el capitalismo es una religión basada en la deuda hacia un
Dios implacable: el capital financiero. Intentamos por todos
los medios serle gratos, pero siempre descubrimos que nuestro
sacrificio es insuficiente.
Ante el pánico que produce la
intensificación de la deuda y la culpabilidad que la acompaña
sólo vemos una perspectiva de salvación en una cada vez más
estricta ortodoxia. Hoy los votantes del PP han buscado la
salvación en el fervor religioso y en el vituperio hacia los
supuestamente menos ortodoxos. Esto no ha saciado a su Dios:
serán necesarios mayores sacrificios. La evidencia de la
zozobra del capitalismo financiero –y del capitalismo en
general– produce reacciones defensivas desesperadas: los
viajeros del Titánic, viendo que el buque se hundía, se
agarraban a sus estructuras más sólidas, cuando lo racional
hubiera sido buscar botes salvavidas o incluso echarse al agua
en busca de una tabla de salvación. Hoy, una mayoría
importante de los votantes españoles ha hecho lo mismo.
El
triunfo de Rajoy no restaura la
confianza
Los inversionistas siguen huyendo de
la
deuda española y europea
Por
Matt Phillips y Jonathan House
The
Wall Street Journal, 22/11/11
Una venta generalizada de bonos de los países
de la zona euro prosiguió el lunes, cuando los inversionistas
minimizaron la elección de un gobierno conservador en materia
fiscal en España y continuaron implorando medidas más drásticas
por parte de las autoridades europeas.
Un día después de que el Partido
Popular de España consiguiera una aplastante victoria sobre
el gobernante Partido Socialista en las elecciones generales,
los costos de financiamiento del país se acercaron a sus
mayores niveles desde el inicio de la crisis. A su vez, el
retorno de los bonos soberanos de Italia a 10 años siguió
subiendo, al igual que los de Portugal, Irlanda y Grecia. Los
retornos de los bonos europeos de mayor calificación, como
los de Holanda, Austria, Finlandia y Francia también
aumentaron.
Ante la ausencia de señales de que el
Banco Central Europeo esté dispuesto a sacar la artillería
pesada para estabilizar el mercado, los inversionistas siguen
huyendo de la deuda de los países más atribulados de la zona
euro y optan por la seguridad que brindan los bonos del Tesoro
de Estados Unidos y de Alemania.
La receta de Europa para resolver la
crisis se ha centrado en obligar a los países vulnerables a
recortar el gasto público. Sin embargo, el curso promovido
por Alemania en particular, ha hecho muy poco para restaurar
la confianza de los inversionistas.
"Hay un creciente reconocimiento de
que la austeridad por sí sola no resolverá el
problema", indicó Stuart Thomson, economista jefe de
mercado de Ignis Asset Management. Pero de la misma forma,
sostuvo, "hay un reconocimiento creciente de que el BCE
no puede solucionar el problema. Quienes esperan un milagro
con (la emisión monetaria) ilimitada del BCE están
equivocados. Creer en eso es como creer en Papá Noel".
La presión sin tregua para vender en
Europa deja de manifiesto una verdad simple y difícil. Los
gobiernos de la zona euro –excluyendo Irlanda, Grecia y
Portugal, que ya perdieron el acceso a los mercados–
necesitan recaudar alrededor de 800.000 millones de euros
(US$1,08 billones) en 2012 para pagar las deudas que venden y
financiar sus operaciones, según las estimaciones de Barclays
Capital. Pero los inversionistas, quienes en épocas normales
estaban más que dispuestos a prestar, son cada vez más
renuentes a colocar sus fondos en cualquier país europeo que
represente algún riesgo de incumplimiento. "Los fondos
de cobertura ya no están allí. Los bancos se están
retirando. Hay administradores de fondos que ya no están
activos. Los bancos centrales están reduciendo el
riesgo", indicó Peter Schaffrik, director de estrategia
de tasas europeas para RBC Capital Markets en Londres.
El lunes se difundieron nuevos informes
de que algunos de los grandes fondos de inversión japoneses
están alejándose de la deuda soberana europea. Kokusai Asset
Management Co. informó que vendió todos los bonos
gubernamentales de España y Bélgica que poseía su fondo
Global Sovereign Open, el mayor fondo fiduciario de inversión
en Japón. Otros inversionistas japoneses han seguido el
ejemplo. Mizuho Trust & Banking Co. eliminó en septiembre
los bonos del gobierno italiano de su fondo soberano
internacional que apunta a inversionistas individuales.
En Europa, los grandes bancos franceses
BNP Paribas SA, Société Génerale SA y Crédit Agricole SA
han reportado en las últimas semanas una reducción de su
exposición a los bonos gubernamentales en países de la zona
euro en aprietos. Tales re–tiradas han vuelto cada vez más
difícil que los compradores y vendedores acuerden los precios
de las transacciones y ha generado llamados para que el BCE
pise el acelerador en sus compras de deuda soberana. "Hay
que estabilizar, a muy corto plazo, los precios y hay sólo un
organismo capaz de hacerlo: el banco central", señaló
Scott Thiel, director de renta fija europea y no europea de
BlackRock, en Londres.
El alza en el rendimiento de los bonos
españoles tras el triunfo de Rajoy y la debilidad persistente
de los bonos italianos y griegos sugiere que los mercados
piensan que la crisis se escapó del control de los gobiernos
nacionales y exige reformas difíciles y prolongadas en la
propia constitución de la zona euro. El retorno del bono español
a 10 años llegó a 6,6% el lunes, antes de cerrar en 6,55%.
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