La
obtusa “disciplina” alemana conduce, directamente, a la
desintegración europea
Un
1848 se anuncia en el horizonte
Por
Rafael Poch (*)
Diario de Berlín
blogs.lavanguardia.com, 19/11/11
Europa marcha
directa hacia la desintegración de su Unión. De la mano de
Alemania. De la obtusa política unilateral de austeridad y de
su obstinada y reiterada negativa a replantearse el papel del
Banco Central Europeo. ¿A qué obedece ese dogmático
empecinamiento monetarista? A una mezcla de mentalidad obtusa
e inercia de servicio al sector financiero. Nos llevan
a un segundo batacazo.
La “gran
receta” de Merkel para controlar la crisis europea a medio
plazo es algo aun más descabellado. Se trata de una reforma
de los tratados de la Unión, encaminada a blindar
institucionalmente la disciplina que está incrementando las
deudas y asfixiando las economías de varios países. Primero
caen los más débiles, pero luego los exportadores más
fuertes, que se verán perjudicados por la recesión que
asoma. El derecho de ingerencia de esta línea errada, es una
vía directa hacia una rápida desintegración europea.
En el contexto
de la previsible recesión en Europa y del enfriamiento de la
coyuntura global en 2012, todo esto va a estimular una rebelión
de los pueblos europeos, una nueva internacional que ya asoma.
Las decisiones erradas de instituciones foráneas y no
electas, que degradan la vida social, generarán una fuerte
reacción nacionalista y de defensa de la soberanía de los
pueblos. Un 1848.
En la Europa de
1848 la “primavera de los pueblos” tambaleó el orden de
la restauración absolutista. Quedó claro que el orden de
cosas del Congreso de Viena era insostenible. Ahora se trata
del capitalismo llamado “neoliberal” y quizá del
capitalismo sin adjetivos. Se desconoce lo que vendrá, pero
deberá ser algo diferente. El acelerado estrés con el que
este sistema somete a la gente y al planeta, se hace cada vez
más insoportable.
Un orden
absolutista en quiebra es aquel en el que una pequeña casta,
digamos del 1%, adopta decisiones que son vistas por el 99%
como injustas y erradas. La sensación de estar viviendo en un
orden absolutista, en el que una ínfima minoría acapara el
grueso del poder, la riqueza y los privilegios, y conduce al
resto al desastre, está en la calle. Se está haciendo cada
vez más viva en la Europa de hoy. Al mismo tiempo, se
constata la impotencia de los políticos nacionales y de sus
instituciones. Da igual votar: el poder y las decisiones están
en otra parte, no electa. Todo esto es una invitación a la
acción rebelde que puede acabar siendo vista como mera
necesidad.
Como en 1848 el
telégrafo y el ferrocarril, ahora las actuales tecnologías
de información, con su confuso exceso de información, su
alocada inmediatez y su activismo de ordenador, juegan cierto
papel, pero los contenidos e impulsos esenciales son los
mismos: el rechazo del absolutismo y la reclamación de la
ciudadanía.
El nuevo sujeto
republicano ha cambiado en Europa. Quien más quien menos
tiene algo que perder, en un continente mucho más rico y
demográficamente envejecido que el del siglo XIX. Eso sugiere
que la no violencia popular tiene un nuevo sentido y grandes
espacios a su favor. Al otro lado, el recurso a la violencia
por parte del sistema establecido puede volverse contra éste.
Mucho de todo
eso se vio en la quiebra de la Unión Soviética de hace
veinte años, cuando las recetas del antiguo régimen no
funcionaron, por una mezcla de falta de convicción y de avería
estructural, y podría verse pronto en el nuevo 1848 europeo:
una espiral incontrolable e incomprensible de desintegración.
En el escenario más optimista puede imaginarse una
reconstrucción del proyecto europeo a partir de bases
ciudadanas y no empresariales. Para los escenarios más
negativos, ahí está la historia europea, guerrera y
agresiva. ¿Aprenderá Europa de su experiencia?
¿Y España? El
regreso de los postfranquistas a un gobierno de Madrid que se
anuncia particularmente
sumiso con la peor política europea, acelerará la particular
espiral desintegradora nacional y excitará el descontento
activo ¿Sobrevivirán la actual unidad territorial y la
monarquía a este 1848 que se anuncia en el horizonte?
(*)
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) ha sido veinte años
corresponsal de “La Vanguardia” de Barcelona en Moscú y
Pekín. Antes estudió historia contemporánea en Barcelona y
Berlín Oeste, fue corresponsal en España de “Die
Tageszeitung”, redactor de la agencia alemana de prensa DPA
en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este (1983
a 1987). Actualmente es corresponsal de “La Vanguardia” en
Berlín.
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