Para Grecia la suspensión de pagos es la
única opción
Por Costas Lapavitsas (*)
The
Guardian, 23/01/2012
Tlaxcala,
08/02/2012
Traducido por Marta Lobato
Se han suspendido las negociaciones para
reducir la deuda griega después de que no se pudiera llegar a
ningún acuerdo la semana pasada. En algún momento del futuro
cercano Grecia debe partir de cero, no pagar la deuda a la que
está obligada. Pero el drama que envuelve los debates en
Atenas, Berlín y París muestra que no habrá nada
cooperativo en esta suspensión de pagos griega. Es un
concurso sin escrúpulos dominado por la llamada troika: la
Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional.
A cada paso, los intereses y derechos de
personas de toda Europa se han obviado. Las negociaciones se
han llevado a cabo en secreto. Grecia, cuyo gobierno está en
manos de un banquero central que no ha sido escogido, está
representada por un equipo de políticos y tecnócratas que
han actuado de forma lamentable durante la crisis. Han
contratado a los banqueros Lazard Freres y a los abogados
Cleary Gottlieb, renombrados especialistas en el reino del
default, aunque los beneficios todavía están por verse.
Aquellos a los que se les debe dinero por parte de Grecia han
sido representados por el Instituto Internacional de Finanzas,
un altavoz diseñado por los mismos banqueros para ellos.
Otros prestamistas, incluyendo los Fondos de Cobertura (Hedge
Funds o Fondos de alto riesgo) no tienen un representante
colectivo.
La troika ha aceptado que la deuda griega
debe reducirse a niveles considerables; pero también quiere
que la reducción parezca voluntaria, porque si los
prestamistas fueran coaccionados, Grecia sería declarada
formalmente en suspensión de pagos, y los bancos y mercados
financieros se verían abocados a una crisis. A la troika
también le gustaría que la reducción se hiciera en términos
que permitiesen nuevos préstamos a Grecia –un paso urgente
si el país no quiere detener totalmente los reembolsos– y
querría también que la deuda griega sostenida por los
organismos oficiales, incluyendo el BCE, permanezca intacta.
No es ninguna sorpresa que el círculo resulte difícil de
encajar en el cuadrado.
La deuda asciende a 200.000 millones €.
Aproximadamente la mitad pertenece a griegos –bancos, fondos
de la seguridad social y otros– que están situados en
primera línea para cargar con los costes de la reducción (el
“corte de pelo”). Menos de un cuarto pertenecen a bancos
internacionales y una buena parte del resto a Fondos de
Cobertura (Hedge Funds).
El trato propuesto por la troika está
impulsado por los intereses de los prestamistas, especialmente
los bancos internacionales. El valor nominal de la deuda se
reduciría al 50%, y el resto de la deuda se reemplazaría por
nuevos bonos a largo plazo y a bajo interés, quizás menos
del 4%. Los nuevos bonos estarían sujetos a la ley británica,
lo que favorece a los prestamistas.
Las pérdidas de los bancos
internacionales serían modestas. Incluso así, están
buscando la orientación que les ofrezca la tasa de interés más
alta, aunque su poder de regatear se ha debilitado debido a la
credibilidad del Estado en lo que refiere a liquidez y
capital. El golpe real caería sobre los bancos griegos, los
cuales irían de una manera efectiva a la bancarrota. El
estado griego está pues desesperadamente buscando nuevos créditos
para llenar el capital de los bancos. Mucha de la esperada
reducción de su deuda se vaciaría así inmediatamente. Un
golpe cruel también sacudiría los fondos de públicos de la
seguridad social y a los pequeños inversores, con pérdidas
que probablemente alcanzarán las pensiones y los ahorros.
Mientras tanto, los fondos de cobertura
han estado comprando deuda griega a bajo precio esperando que
se les paguen por el total o casi de su valor completo. Como
Grecia tiene que hacer devoluciones de esta deuda de
aproximadamente €15bn en marzo, cantidades enormes del
dinero de los impuestos de los ciudadanos europeos podrían
llegar a ser transferidas a esos futuros fondos. Los
especuladores podrían ser coaccionados a este acuerdo de
aplicarse la ley griega, pero si la reducción no fuese
voluntaria, podría crearse una reacción en cadena en los
mercados financieros.
El peor aspecto del acuerdo es que es muy
poco probable que beneficie a Grecia a largo plazo. El plan
original era reducir la deuda a un 120% del GDP para el 2020,
pero los programas de “rescate” de los pasados dos años
han forzado al país a la depresión real. El FMI ahora
considera que la deuda griega crecerá a un nivel mucho mayor
cuando se llegue al 2020 –claramente insostenible. Se están
buscando mayores reducciones, pero el precio sería recortes más
duros en salarios, pensiones y gasto público. Las
repercusiones sociales de un país que ya está de por sí
debilitado serían espantosas, aparte de las dificultades políticas
de introducir una austeridad todavía más severa.
Está claro que Grecia tiene muy poco que
esperar del proceso de reducción de la deuda liderado por la
troika. Debería tomar las riendas de su mala situación
abandonar la charada de voluntarios cortes de pelo. Para ello,
necesita una suspensión de forma soberana y democrática
declarando inmediatamente el cese de los pagos.
Grecia debería entonces hacer una
auditoría pública de sus deudas para decidir qué debería
pagarse y cómo. El objetivo debería ser reiniciar el
crecimiento económico y evitar la interrupción de los
servicios sociales básicos. La deuda debería ser
inevitablemente cancelada, incluyendo la deuda oficial que está
en manos de la troika, y deberían iniciarse negociaciones con
los prestamistas bajo un total escrutinio público. Sólo
entonces se podría terminar con esta terrible saga,
permitiendo a la sociedad griega realizar los primeros pasos
en el largo camino de la recuperación.
(*) Costas Lapavitsas es profesor
de Economía en la School of Oriental and African Studies
(SOAS) de la Universidad de Londres, y el principal de los
especialistas que, a modo de narradores, aparecen en el
reciente documental griego “Debtocracy”.
Grécia:
"Não é gente que goste de combater"
Por
Mário Maestri, de Milão, Itália, 02/02/2012
Por
motivos sobretudo de prestígio, Benito Mussolini empreendeu a
invasão da Grécia, em 28 de outubro de 1940, após ver
rejeitada sua exigência de ocupação de territórios helênicos
pelos italianos durante o período de guerra. Paradoxalmente,
na chefia da Grécia encontrava-se ditador fascista que
impusera aos gregos a saudação romana. Ao discutir a invasão,
o futuro comandante da operação malograda respondeu à
pergunta de Mussolini sobre o moral do soldado grego: “Non
è gente che sia contenta di battersi”.
Mal
preparadas e sem motivação, as tropas italianas
enfrentaram-se com a enorme galhardia
helênica na defesa de sua nação, sendo escorraçadas
até o interior da Albânia, de onde haviam chegado. A Grécia
seria submetida apenas com a intervenção maciça da
Wehrmacht, em janeiro de 1941. Até a Libertação, os
nazifascistas foram duramente combatidos por guerrilha grega,
sobretudo comunista. A aventura italiana na Grécia permitiu a
primeira vitória aos Aliados na II Guerra e pesou sobre a
invasão da URRS pelas tropas hitleristas.
Sete
décadas mais tarde, desta vez é o governo alemão que
apresentou, na segunda-feira, 30 de janeiro, quase
oficialmente, a proposta de uma Segunda Campanha da Grécia,
na reunião dos chefes de governos da União Européia,
convocada sob o pretexto de discutir o relançamento da
economia e do emprego, mas voltada nos fatos para a administração
das dívidas soberanas que assombram, em diversos graus,
praticamente todas as nações européias, com destaque para
Grécia, Portugal, Espanha e Itália.
O
documento alemão propunha literalmente a submissão do
governo grego, “preferencialmente através de uma mudança
constitucional”, a um “comissário” europeu (leia-se
alemão), com a autoridade plena sobre a administração
grega, no relativo aos gastos públicos, a fim de que se dê
“absoluta prioridade” ao pagamento da dívida externa. Ou
seja, exigia-se o abandono literal da independência nacional
do país, em favor de comissário estrangeiro.
Inicialmente
através do governo de centro-esquerda e a seguir sob a direção
de governo técnico pluri-partidário (socialista, direita,
extrema-direita), a Grécia vem sendo submetida a exigências
arrasadoras quanto à privatização dos bens estatais; cortes
dos gastos e do emprego públicos; redução dos direitos
trabalhistas; diminuição dos salários públicos e privados;
extensão da jornada de trabalho e da idade de aposentadoria;
aumento dos impostos, etc.
Como
resultado dessas medidas, meio milhão de gregos perderam o
trabalho e difundiu-se a população sem-teto e incapaz –
sobretudo velhos – de financiar a própria alimentação,
antes fenômenos praticamente inexistentes no país. O
alcoolismo, as drogas, a violência, o suicídio, a prostituição,
etc. alcançam agora níveis antes impensáveis para a Grécia.
Exigida pela Troika - Comissão Européia, Banco
Central Europeu, FMI, essas medidas são condições para que
o país receba novos empréstimos para pagar os empréstimos
vencidos, devidos sobretudo aos bancos alemães e,
secundariamente, franceses.
A
crise da dívida soberana grega estourou quando as “agências
de classificação de risco”, sob o controle do grande
capital anglo-estadunidense, desclassificaram a capacidade do
país de pagar sua dívida, motivando aumentos insustentáveis
nas taxas de juro dos empréstimos de curto, médio e longo
prazo do país. A aplicação das exigências da Troika
ensejou que o país mergulhasse em brutal recessão –
superior a 5,5% −, expandindo relativamente o déficit público,
com a queda dos impostos e taxas.
Em
2011, os ingressos públicos estatais retrocederam e quase
novecentos milhões de euros, enquanto as despesas aumentaram
neste período, devido à explosão do custo da vida no país!
As medidas draconianas impostas à população grega procuram
apenas ampliar a recuperação dos capitais emprestados pelo
capital financeiro, antes que o país se encontre em
impossibilidade de pagamento – default −, programada
ou não.
A
proposta alemã foi rejeitada peremptoriamente pela enorme
maioria dos representantes dos estados presentes à reunião
de 30 de janeiro, certamente pela sua pletórica inabilidade.
O próprio presidente do Eurogrupo, o luxemburguês
Jean-Claude Juncker, denunciou como inaceitável tal projeto,
lembrando ser “fortemente contrário à idéia de impor um
comissionamento completo apenas à Grécia”. Em verdade, um dos objetivos da reunião é a
institucionalização de sanções automáticas para os
Estados que não respeitem o equilíbrio orçamentário
determinado pela governança européia, já instalada
informalmente no continente, sob a hegemonia do capital
financeiro alemão e internacional. Ou seja, a ocupação pelo
grande capital financeiro é prevista para todo o continente!
O que acontecerá muito logo, se o europeu se mostrar “Gente
que não Gosta de Combater”!
(*) Mário Maestri, 63, é
historiador e professor do curso e do Programa de Pós-Graduação
em História da UPF, RS, Brasil. E-mail: maestri@via-rs.net
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