Salen a la calle contra la privatización
del sistema de salud y otras
medidas neoliberales
Rumanos descubren protestas callejeras
Análisis de Claudia Ciobanu
Inter
Press Service (IPS), 24/01/2012
Los planes para privatizar la
salud han catapultado variopintas manifestaciones en las
calles de las grandes ciudades de Rumania desde hace más de
una semana.
Esta privatización propuesta por el
gobierno centroderechista es parte del programa de austeridad,
el más estricto de Europa, impuesto en 2009 como condición
para recibir un crédito de 20.000 millones de euros (27.300
millones de dólares) del Fondo Monetario Internacional. En
ese marco se redujeron 25 por ciento los salarios estatales y
se recortó la asistencia social.
Las protestas estallaron ahora en
respuesta a un proyecto de ley para privatizar el sistema de
salud que presentó el presidente de Rumania, Traian Basescu,
a comienzos de este mes, y que fue redactado por una comisión
sin debate público.
La iniciativa propone que todos los
paquetes de seguro médico, incluida la cobertura universal básica,
sea gestionada por fondos privados, al igual que los servicios
de emergencia.
Eso llevó al secretario de Estado, Raed
Arafat, (creador de un sistema de ambulancias (SMURD)
eficiente que funciona en muchas ciudades rumanas), a sostener
que la implementación de la nueva ley destruiría esa
iniciativa.
Para la desmoralizada población fue el
colmo. Cientos y miles de personas protestaron por las calles
de Bucarest y de otras ciudades.
"Los médicos de familia no quieren
una reforma del sistema de salud ni los empleados del sistema
de emergencia así como tampoco una porción de la población",
declaró Basescu el viernes 13 al retirar el proyecto de ley,
al parecer sin poder distinguir entre reforma y privatización.
En 13 ocasiones en los últimos cuatro años,
el Poder Ejecutivo sorteó al parlamento para leyes
importantes, bastante más que las cuatro veces que ocurrió
lo mismo durante el gobierno socialdemócrata de 2000 a 2004.
El gobierno Basescu sancionó en 2011 una
ley para prohibir las concentraciones públicas sin permiso
cerca de instituciones estatales, así como otra para que las
empresas privadas realizaran expropiaciones en nombre del
Estado.
Esa última fue considerada una
herramienta directa para ayudar a la sociedad canadiense Rosia
Montana Gold Corporation a ganar una batalla de larga data en
el ámbito local para explotar oro, utilizando cianuro, en esa
localidad del oeste de Rumania.
A fines del año pasado hubo algunas
movilizaciones públicas contra las tácticas del gobierno.
Usando los nombres de los indignados españoles o del
movimiento estadounidense Ocupa, jóvenes protestaron en las
grandes ciudades contra la ley de expropiación y de paso
reclamaron una mejor representación.
En los centros de las grandes ciudades se
pueden ver pancartas con consignas contra el gobierno, imágenes
que asocian a Basescu con el exgobernante Nicolae Ceausescu
(1918–1989), reclamos de democracia directa, críticas por
corrupción ("nos disculpamos por no producir tanto como
roban") y expresiones desesperadas ("tenemos
hambre").
Pero también se pueden ver otros
reclamos más específicos como detener el proyecto Rosia
Montana, atención médica gratuita, educación decente para
todos y derechos para los discapacitados.
"Hay mucha confianza entre la gente,
es fácil hablar de cualquier cosa, pese a que hay muchas
grupos sociales y posiciones políticas presentes, desde
jubilados que llegaron a la plaza a pasar la tarde y señoras
de clase media hasta activistas, punks, anarquistas, jóvenes
bohemios de clase alta y seguidores de clubes de fútbol",
dijo Mihai Likacs, uno de los participantes.
"Todo el mundo busca lo mismo,
participación y democracia directa. Los representantes políticos
que trataron de acercarse a la plaza fueron rechazados por la
gente. Lo mismo ocurrió con organizaciones fascistas como la
Nueva Derecha, que fue expulsada por los manifestantes",
añadió.
Las protestas se volvieron violentas un
par de noches, en especial el primer fin de semana, el 14 y 15
de este mes, cuando se rompieron cajeros automáticos y
vidrios de comercios, se incendiaron contenedores de basura y
varias personas fueron heridas por piedras voladoras.
Diferentes testimonios responsabilizan a
fanáticos de fútbol o a provocadores infiltrados por el
gobierno, la policía o a jóvenes enojados atentando contra
los símbolos del neoliberalismo.
Los medios cubrieron ampliamente los
episodios de violencia.
El sociólogo Mircea Kivu señaló que el
excesivo interés en la violencia socava la comprensión de la
protesta y su fuerza.
"Identificar a la ‘gente
violenta’ como enemigo común de la policía y de los
manifestantes crea un nuevo objeto de interés que reemplaza
lo central del mensaje de las protestas: la exasperación de
la gente que la llevó a tomar las calles", indicó.
"Al estar centrado el debate en la
violencia, el gobierno puede mostrarse preocupado en vez de
atender los reclamos y los manifestantes abogan por la no
violencia en vez de insistir en el aspecto central de la
protesta", explicó.
"La mayoría de la gente que salió
a protestar consideró a la violencia como algo sin relación
con ella ni con sus reclamos y se mantiene alejada",
indicó la politóloga Oana Popescu.
Una de las principales lecciones a
aprender de los últimos acontecimientos es cómo integrar las
manifestaciones a las prácticas democráticas en Rumania.
"Es bueno que ocurran estos
acontecimientos, pues es una oportunidad para aprender a
protestar y a expresarnos. Espero que sea una ocasión para
madurar políticamente y que no terminemos yéndonos a casa y
solo nos felicitemos por una hazaña", añadió.
|