Como crear una depresión
Por Martin Feldstein (*)
Crisis-economica.blogspot,
16/01/2012
Cambridge.– Es posible que los líderes
políticos europeos estén a punto de acordar un plan fiscal
que, de implementarse, podría empujar a Europa hacia una
seria depresión. Para entender el por qué, es útil comparar
cómo respondieron los países europeos a las caídas en la
demanda antes y después de adoptar el euro.
Veamos como Francia, por ejemplo, hubiese
respondido en la década de 1990 a una reducción sustancial
en la demanda de sus exportaciones. Sin una respuesta
gubernamental, la producción y el empleo hubiesen caído.
Para evitar esto, la Banque de France hubiera reducido las
tasas de interés. Además, la caída en los ingresos hubiese
automáticamente disminuido la recaudación fiscal y aumentado
diversos pagos de transferencias. El gobierno podría haber
complementado estos «estabilizadores automáticos» con
nuevos gastos o una disminución de los impuestos, aumentando
aún más su déficit fiscal.
Además, la caída en la demanda de las
exportaciones hubiera causado automáticamente una disminución
del valor relativo del franco respecto de otras monedas,
potenciada por las menores tasas de interés. Esta combinación
de cambios monetarios, fiscales y del tipo de cambio hubieran
estimulado la producción y el empleo, evitando un aumento
significativo del desempleo.
Pero cuando Francia adoptó el euro, dos
de esos canales de respuesta se cerraron. El franco ya no podía
bajar respecto de otras monedas de la zona del euro. La tasa
de interés en Francia –y en todos los demás países de la
zona del euro– ahora está determinada por el Banco Central
Europeo, según las condiciones de demanda para la unión
monetaria en su conjunto. Por lo tanto, la única política
anticíclica disponible para Francia es fiscal: disminuir la
recaudación tributaria y aumentar el gasto.
Si bien esa respuesta implica un mayor déficit
presupuestario, los estabilizadores fiscales automáticos son
especialmente importantes ahora que los países de la eurozona
no pueden usar políticas económicas para estabilizar la
demanda. Su carencia de instrumentos monetarios, junto con la
ausencia de ajustes en el tipo de cambio, puede también
justificar algunos recortes impositivos y aumentos en el gasto
cíclicos discrecionales.
Desafortunadamente, varios países de la
eurozona permitieron que los déficits fiscales crecieran
durante épocas de bonanza, no solo cuando la demanda era débil.
En otras palabras, la deuda nacional de esos países creció
debido a déficits presupuestarios «estructurales» además
de los «cíclicos».
Los déficits presupuestarios
estructurales se hicieron más fáciles durante la última década
por la sorprendente falta de respuesta de las tasas de interés
en la zona del euro a las diferencias nacionales en política
fiscal y niveles de deuda. Debido a que los mercados
financieros no reconocieron diferencias en los riesgos entre
los países de la zona del euro, las tasas de interés sobre
los bonos soberanos no reflejaron los excesos de
endeudamiento. La moneda única también implicó que la tasa
de cambio no podía indicar diferencias en el despilfarro
fiscal.
La confesión griega en 2010 de su
significativa subdeclaración del déficit fiscal fue una
llamada de alerta para los mercados financieros, que causó
que las tasas de interés sobre la deuda soberana aumentaran
sustancialmente en varios países de la eurozona.
La cumbre de la Unión Europea en
Bruselas a principios de diciembre buscó evitar esa acumulación
de deuda en el futuro. Los jefes de gobierno de los países
miembro acordaron en principio limitar los déficits fiscales
futuros a través de cambios constitucionales en sus países
que garanticen presupuestos equilibrados. Específicamente,
acordaron poner un tope del 0,5% del PBI a los déficits
presupuestarios anuales «estructurales», e imponer sanciones
a los países cuyo déficit fiscal total excediese el 3% del
PBI –un límite que incluiría tanto los déficits
estructurales como los cíclicos, limitando así, de hecho,
los déficits cíclicos al 3% del PBI.
Los negociadores están ahora ocupándose
de los detalles para otra reunión de los líderes
gubernamentales de la UE a fines de enero, que debería
producir las referencias y reglas específicas para la adopción
por parte de los estados miembro. Una parte importante del
acuerdo sobre el déficit de diciembre es que los países
miembro pueden tener déficits cíclicos por encima del 0,5%
del PBI –una herramienta importante para contrarrestar las
disminuciones en la demanda. Y no queda claro si las sanciones
por los déficits totales que excedan el 3% del PBI serían lo
suficientemente dolorosas como para que los países
sacrifiquen mayores estímulos fiscales anticíclicos.
El desarrollo reciente más alarmante es
una queja formal del Banco Central Europeo sobre la
insuficiente dureza de las reglas propuestas. Jorg Asmussen,
un miembro clave del Comité ejecutivo del BCE, escribió a
los negociadores que los países solo deben poder superar el límite
para los déficits del 0,5% del PBI en casos de «catástrofes
naturales y graves situaciones de emergencia» fuera del
control de los gobiernos.
Si esta formulación fuese adoptada,
eliminaría los ajustes fiscales cíclicos automáticos, algo
que podría fácilmente desembocar en una espiral descendente
de la demanda, y en una grave depresión. Si, por ejemplo, la
situación en el resto del mundo causara una disminución de
la demanda para las exportaciones de Francia, la producción y
el empleo franceses caerían. Esto reduciría la recaudación
fiscal y aumentaría los pagos de transferencia, impulsando fácilmente
el déficit fiscal por encima del 0,5% del PBI.
Si Francia debiera eliminar ese déficit
cíclico, tendría que aumentar los impuestos y recortar el
gasto. Esto reduciría la demanda aún más, causando una
mayor caída en la recaudación y un mayor aumento de las
transferencias –y, por lo tanto, un mayor déficit fiscal y
la necesidad de un mayor ajuste fiscal. No queda claro qué
interrumpiría esta espiral descendente de ajuste fiscal y caída
en la actividad.
Si fuese implementada, esta propuesta
podría producir tasas de desempleo muy elevadas y ningún
camino hacia la recuperación –en resumidas cuentas, una
depresión. En la práctica, la política podría ser
infringida, así como el antiguo Pacto de Estabilidad y
Crecimiento fue abandonado cuando Francia y Alemania
desafiaron sus reglas y no fueron sancionadas.
Sería mucho más inteligente enfocarse
en la diferencia entre los déficits cíclicos y
estructurales, y permitir déficits que resulten de
estabilizadores automáticos. El BCE debiera ser el árbitro
de esa distinción, publicando estimaciones de los déficits cíclicos
y estructurales. Ese análisis también debería reconocer la
diferencia entre los déficits reales (ajustado por inflación)
y los aumentos nominales en los déficits que resultarían si
una mayor inflación causara aumentos en el costo del
endeudamiento soberano.
Tanto Italia como España y Francia
tienen déficits que superan el 3% de sus PBI. Pero estos no
son déficits estructurales, y los mercados financieros estarían
mejor informados y más tranquilos si el BCE indicara el tamaño
de los déficits estructurales reales y mostrarse que
actualmente están disminuyendo. Para los inversores, esa es
la característica esencial de la solvencia fiscal.
(*) Martin Feldstein, profesor de
Economía en Harvard, fue presidente del Consejo de Asesores
Económicos del presidente Ronald Reagan, y presidente de la
Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de EEUU.
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