De la desesperación a la resistencia
Por Panagiotis Sotiris (*)
Viento Sur 14/02/2012
El 12 de febrero de 2012, manifestándose
y luchando en la calle en todas las ciudades del país, el
pueblo griego expresó de una forma masiva y colectiva y
heroica su cólera contra los términos del acuerdo impuesto
por la Troika (UE, BCE y FMI) para conceder el nuevo préstamo.
Ese día, los trabajadores y trabajadoras, los jóvenes y los
estudiantes llenaron las calles con su rabia, desafiaron la
enorme represión policial y dieron un nuevo ejemplo de lucha
y solidaridad.
Grecia se está convirtiendo en una
verdadero banco de pruebas de las políticas neoliberales más
extremas. Los términos del nuevo paquete de rescate de la
Troika suponen bombardear lo que resta de derechos sociales y
representan un tentativa brutal de hacer retroceder los
salarios y las condiciones de trabajo a los años 60.
Los drásticos cambios que se van a
someter a voto para alcanzar el nuevo acuerdo son los
siguientes:
• El salario mínimo, que hasta ahora
se definía a través de la Negociación Colectiva Nacional
entre las Confederaciones Sindicales y la Asociación de
Empresarios, será recortado en un 22%. Recorte que para los
nuevos trabajadores menores de 25 años alcanzará hasta el
32%. Esta medida afecta de inmediato a alrededor del 25% del
total de los trabajadores y trabajadoras griegos. Además, la
antigüedad (que se incrementa en función de los años
trabajados) va a ser congelada.
• La reducción también va a afectar a
las plantillas del sector privado que cuentan con convenios
colectivos y acuerdos propios. A medida que estos convenios
vayan venciendo, se establecerá un nuevo sistema de negociación
colectiva y mediación que favorece abiertamente a los
empresarios. Los términos del nuevo acuerdos exigen, también,
que los contratos individuales de trabajo puedan ser
modificados, lo que en algunos sectores se puede traducir en
una reducción salarial del 50%. (hasta ahora cuando expiraban
los convenios colectivos, los contratos individuales firmados
bajo su cobertura no podían ser modificados). Estas
reducciones salariales van a ser devastadoras; sobre todo, si
tenemos en cuenta las drásticas reducciones salariales ya
impuestas en el sector público y que los costos laborales en
Grecia han caído en un 25% y que el desempleo que se sitúa a
niveles nunca antes conocidos (en noviembre, la tasa oficial
de desempleo excedía el 20%).
• Se van a reducir las pensiones en un
15%, una reducción que se añade a las impuestas no hace
mucho. Además, el acuerdo exige la actualización del sistema
de pensiones, lo que abre el camino a nuevas reducciones y al
incremento de la edad de jubilación. Estas modificaciones no
sólo afectan a las condiciones de vida de la gente más vieja
sino que también van a limitar la solidaridad
inter–generacional, un elemento básico de la cohesión
social en Grecia.
• Se van a reducir drásticamente los
gastos públicos, los fondos para hospitales, la cobertura
social y las ayudas sociales. Si los hospitales ya están en
una situación crítica por los recortes precedentes, esta
nueva ola de reducciones va a traer un dramático deterioro de
los servicios de salud en un país que ya se enfrente al
deterioro de los índices de salud.
• Se exigen nuevas privatizaciones de
empresas de servicios públicos; incluso la de
infraestructuras cruciales como los aeropuertos y puertos.
• Se va a dar una nueva ola de despidos
en el sector público, con cierre de instituciones públicas
como escuelas primarias y secundarias y la supresión de
determinados departamentos universitarios y agencias como la
responsable de la vivienda pública. Además se va a modificar
el contrato de trabajo en las empresas públicas (parcialmente
dependientes del Estado) y de los bancos, eliminando la garantía
del empleo, lo que conducirá a despidos masivos.
El costo social de estas medidas va a ser
inmenso. Por primera vez desde hace tiempo, amplios sectores
de la sociedad griega se van a ver confrontados al riesgo de
una pauperización extrema. Los primeros signos ya están
presentes: incremento de los sin techo, comedores de
beneficencia e incremento de la emigración en búsqueda de
empleo. Y la situación va a ir a peor porque elementos
tradicionales de solidaridad como las relaciones familiares,
ya no pueden contrarrestar esta situación.
Es obvio que la mayoría de estas medidas
tiene poco o nada que ver con hacer frente al incremento de la
deuda. Más aún, las reducciones salariales y la reducción
de las prestaciones al fondo de pensiones en el sector privado
van a lleva a un aumento del déficit.
En realidad, lo que está en juego es el
intento de la Troika y de algunas fracciones dirigentes de la
burguesía griega de imponer un "cambio social"
traumático en Grecia.
De acuerdo con el discurso dominante, el
problema de Grecia reside la crónica ausencia de
competitividad de sus exportaciones, que exige un nuevo
enfoque basado en el abaratamiento de la mano de obra y acabar
con las restricciones medioambientales, las regulaciones urbanísticas
o la protección arquitectural que desanima a los posibles
inversores. Su objetivo es hacer de Grecia un Área Económica
Privilegiada para los inversores. Lo que no se menciona en
este discurso no son sólo los tremendos costes sociales, sino
que la reducción competitiva de los costes laborales conduce
a una espiral descendente sin límites. Siempre existirán países,
incluso próximos como Bulgaria, cuyos salarios sean más
bajos. Más aún, todo el mundo sabe que la competitividad no
está ligada sólo a los costes salariales sino que también
tiene que ver con la calidad de las infraestructuras, el
conocimiento, capacidad, experiencia colectiva, etc.; justo lo
que está siendo dramáticamente erosionado por la actual
situación económica y social de Grecia.
Sin embargo, lo que está ausente en este
discurso es la crisis de la eurozona y del proyecto de
integración europeo como tal. Es evidente que el problema es
el euro como moneda común en una región con enormes
divergencias en productividad y competitividad. El euro
funcionó en los años anteriores como un elemento de presión
para la reestructuración capitalista a través de la presión
competitiva, pero al mismo tiempo incrementó los
desequilibrios a favor, sobre todo, de los países más
fuertes, como Alemania. En un período de crisis capitalista,
el euro no hace sino agravar la situación incrementando los
desequilibrios y agravando la crisis de la deuda soberana. Es
por ello que la eurozona constituye un aspecto crucial de la
actual crisis capitalista y uno de los mayores fracasos del
neoliberalismo.
Al mismo tiempo, en la Unión Europea se
está produciendo una involución reaccionaria y autoritaria.
Es la lógica de la Gobernanza Económica Europa inscrita en
la propuesta por un nuevo euro tratado fiscal. Según el
mismo, los estados miembros incluirán en sus constituciones
las políticas de austeridad y los equilibrios presupuestarios
y la UE dispondrá de mecanismos para intervenir e imponer
fuertes sanciones y recorte de ayudas cuando considere que un
estado miembro no actúa de forma responsable. Para ello se
contará con los expertos del FMI en imponer políticas de
austeridad y privatizaciones. La lógica que prevalece es de
una soberanía limitada y en este camino, Grecia constituye un
campo de pruebas. Ahora mismo, el paquete de privatizaciones
de la Troika establece mecanismos de supervisión en todos los
ministerios del gobierno griego, lo que supone dictar políticas
de forma casi neo–coloniales. Y esta va a ser la norma en
Europa si se impone el nuevo tratado. Es la razón por la que
a pesar del servilismo que muestra el gobierno griego en
relación a la UE no deja de seguir recibiendo bofetadas
humillantes.
La UE se está convirtiendo, a pasos
agigantados, en la institución más reaccionaria y antidemocrática
desde la época del nazismo. No es suficiente hablar de
"deficit democrático". Estamos enfrentados a un
agresivo intento de imponer condiciones pos–democráticas
que restringen la soberanía y el control democrático. Y
dejan poco o ningún espacio para el debate y la confrontación
sobre las opciones políticas, ya que estas son dictadas por
los mercados a través de los mecanismos supervisores de la
UE. El que ex directivos del Banco Central Europeo como Monti
y Papademos lleguen a ser nombrados primeros ministros es más
que simbólico.
Ahora bien, no basta cargar la
responsabilidad sobre la agresividad neoliberal y la
configuración cuasi neocolonial de la UE. Los sectores más
agresivos del capital griego (Banca, construcción, turismo,
navieras, industria, energía) apoyan abiertamente esta
estrategia. Aunque algunos sectores capitalistas son víctimas
de esta recesión prolongada y a pesar de que esta crisis ha
menguado sus perspectivas para liderar los Balcanes, las
fracciones dominantes apuestan por la austeridad, el
despotismo en las empresas y quieren acabar con el menor
resquicio de los derechos laborales como vía para recuperar
los beneficios. Sin embargo, el problema de esta estrategia es
que, posiblemente, el incremento de las exportaciones no
logrará compensar el hundimiento de la demanda interna, que
afectará incluso a fracciones del capital dominante.
El gobierno de Papademos está intentando
hacer pasar los términos de este devastador paquete de
austeridad a través de un chantaje ideológico a la sociedad
griega: la amenaza de la quiebra y la salida de Eurozona. Pero
la cuestión no es que Grecia quiebre, sino cómo va a
quebrar. Las medidas adoptadas sólo están dirigidas a pagar
la deuda de los acreedores –que por su parte ya han decido
reestructurar y "reducir" la deuda previa– a costa
de la mayoría de la sociedad.
Es precisamente porque Grecia incumple
sus obligaciones soberanas por lo que la opción de cesar
inmediatamente el pago y anular la deuda es la única forma
viable para evitar una quiebra social. Al mismo tiempo es
preciso salir de la eurozona. El cese del pago de la deuda y
la recuperación de la soberanía monetaria permitirá
orientar el gasto público a las necesidades sociales y ayudará
a detener la erosión de la base productiva de las
importaciones. No es una opción nacionalista, como algunas
tendencias de la izquierda griega y europea dicen, sino la única
manera de combatir la violencia sistémica de las actuales políticas
de la UE. Es más, es una opción realmente internacionalista,
en el sentido de que constituye el primer paso hacia el
desmantelamiento de la agresiva configuración política y
monetaria neoliberal de la UE, algo que interesa a todas las
clases subalternas de todo Europa.
El cese del pago de la deuda y la salida
del euro no son simples opciones técnicas. Han de formar
parte de un conjunto de medidas radicales que incluyan la
nacionalización de los bancos y de las infraestructuras básicas,
el control de capitales y la redistribución de las rentas.
Pero incluso estas medidas no son suficientes. Lo que se
necesita es una alternativa radical al capitalismo, basada en
la propiedad pública, nuevas formas de planificación democráticas
con control de los trabajadores y trabajadoras, redes de
distribución alternativa y no comercial, y un esfuerzo
colectivo hacia la recuperación del control social de la
producción.
Repensar las posibilidades de tal
alternativa no es sólo un ejercicio intelectual; es una
exigencia política urgente. Contra la actual corriente
chantajista y los intentos del gobiernos, de las clases
dominantes y de la UE de presentar la austeridad extrema como
la única solución, lo que necesitamos no es sólo decir no a
la austeridad, sino recuperar la confianza sobre la
posibilidad de las alternativas. En última instancia, la
hegemonía se da en torno a quién tiene la capacidad para
articular un discurso coherente sobre cómo ha de producir el
país y la sociedad, cómo se han de atender las necesidades
sociales, organizarse y gobernar. La crisis de la hegemonía
neoliberal abre la posibilidad para la emergencia de un
espacio ideológico y político contra–hegemónico
alternativo, pero no por mucho tiempo. Además, en ausencia de
una visión positiva, las clases dominantes están llevando a
la gente a la desesperación individual y a un sentimiento de
derrota para mantener su dominación. Reconstruir la confianza
de la gente en la posibilidad de otras alternativas requiere
un trabajo colectivo en favor de un programa radical basado en
la experiencia que emerge de las luchas. Este es uno de los
mayores retos que tiene enfrente la izquierda griega.
Pese a que el gobierno de coalición de
"unidad nacional" de Papademos fue prácticamente
impuesto en noviembre, la crisis política no se ha resuelto.
El PASOK sufre una enorme crisis; la conservadora Nueva
Democracia se ve presionada por sus bases para no aceptar las
medidas impuestas por la troika y la extrema–derecha ha
abandonado el gobierno de coalición. 22 parlamentarios del
PASOK y 21 de la Nueva Democracia han votado contra el acuerdo
y en consecuencia han sido expulsados de sus respectivos
partidos, marcando una nueva fase en la crisis política.
La gran presión de la Troika, con
funcionarios del FMI, como Pool Thomsen actuando como un
gobernador colonial, no hacen sino empeorar las cosas. Incluso
si el acuerdo es aprobado por el Parlamento (el PASOK y la
Nueva Democracia tienen una mayoría holgada que compensa las
disidencias parlamentarias), el sistema político está
poniendo de relieve sus límites. Existen intentos para crear
un nuevo partido político, incluso hay un intento de crear un
partido "Papademos" que podría agrupar a todos que
apoyan el actual proceso de reformas, pero están lejos de
conseguirlo.
En semejante coyuntura, la izquierda gana
apoyos pero, al mismo tiempo, muestra los límites de su
estrategia y programa. Syriza (Coalición de la izquierda
radical) continúa insistiendo en la ilusión de una Europa
democrática y rechaza reivindicaciones como la salida del
euro. KKE, el partido comunista, a pesar de su oposición
radical a la UE y de su anticapitalismo, impulsa una política
sectaria y subestima la necesidad de un programa transitorio
inmediato. ANTARSYA, la izquierda anticapitalista, juega un
importante papel en las luchas y articula objetivos políticos
como la anulación de la deuda y la salida del euro, pero
tiene una implantación débil en las capas populares. Lo que
se precisa es una recomposición de la izquierda griega, tanto
en lo que respecta a la elaboración de una alternativa
radical como en lo que hace referencia a construir una
contra–hegemonía y un frente radical que de expresión a la
unidad que emerge de las luchas y las manifestaciones en forma
de auto–organización, redes de solidaridad, experiencias
colectivas de lucha, etc.
Grecia está entrando en una nueva fase
de la prolongada "guerra popular" contra las política
de la Troika. La enésima huelga general del 10–11 de
febrero y las manifestaciones masivas y enfrentamientos del día
12 han marcado un nuevo punto de inflexión en la lucha. La
"guerra popular" está lejos de haberse agotado.
Ante el reto de un enorme retroceso histórico, nos negamos a
la desesperación. Insistimos sobre las "ventanas de
oportunidad" que la situación actual abre para un cambio
social. Lucharemos hasta el final
(*) Panagiotis Sotiris es sociólogo.
Militante de Antarsya.
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