Quien
se beneficia del rescate es
Alemania, no Grecia
La terapia mortal de Bruselas
Por Ludwig Greven
PressEurop,15/02/2012
El Eurogrupo, que debía reunirse el
15 de febrero, ha aplazado su decisión sobre una nueva ayuda
a Grecia, a falta de “garantías políticas” sobre la
aplicación del plan de austeridad adoptado por Atenas. Pero
en lugar de los recortes brutales impuestos por Bruselas, el
país necesita una reestructuración. Y en lugar de la
estigmatización por parte de sus socios, lo que necesita es
su solidaridad.
Últimas noticias sobre la Europa
dividida: por primera vez, las exportaciones alemanas superan
el billón de euros. El país pasa por un buen momento,
aumentan los ingresos fiscales, el paro se reduce, [el
sindicato] IG Metall, ante los buenos resultados de las
empresas, reclama una subida del 6,5 % de los sueldos.
Alemania es la isla de los bienaventurados.
Pasemos ahora a Grecia, un país en plena
conmoción, que se precipita hacia el abismo. El Gobierno de
transición, presionado por la troika (UE, BCE, FMI), decide
imponer una nueva serie de medidas de ahorro draconianas. Los
sueldos deberán bajar entre un 20 y un 30 %. Se tendrá que
despedir a 150.000 personas de aquí a 2015 en el sector público.
La economía se hunde y este año debería retroceder al menos
un 8%. Y el país aún no está a salvo de la quiebra.
Sin embargo, el segundo plan de reflote
de la UE, cuya cantidad asciende a 130.000 millones de euros,
se ha congelado. Los ministros de Finanzas de la eurozona
dudan de que el Gobierno de Papademos logre aplicar las
medidas de austeridad anunciadas. Y con razón. Porque los
recortes ya decretados no funcionan y lo único que se
consigue es agravar los problemas. Y porque los griegos se
oponen con una resistencia salvaje al programa de
empobrecimiento y de decadencia de su país.
Grecia, un protectorado de
Bruselas
¿Es esta la perspectiva de una Europa
unida? La tierra del origen de la cultura y de la democracia
occidental, convertida en protectorado de Bruselas, sin
esperanzas de mejora. Un continente en el que crece cada vez más
la división entre el Norte rico y el Sur que sufre la
miseria, donde la gente ya no sabe realmente cómo ganarse el
pan de cada día. Y mientras, en Alemania, la coalición en el
poder se plantea seriamente reducir los impuestos.
Sin embargo, no podemos quedarnos
indiferentes ante lo que ocurre en el resto del continente. Y
no sólo porque aumenta el riesgo de una radicalización política
y del regreso del nacionalismo, algo que podremos constatar en
las próximas elecciones en Grecia.
También deberíamos preocuparnos porque
esta situación que trae graves consecuencias y que claramente
fomenta Berlín pone en peligro nuestro propio modelo de éxito.
La economía alemana únicamente prospera porque nuestras
empresas hacen negocios en detrimento de los países más débiles.
Pero ¿quién podrá seguir comprando
productos alemanes en el futuro? ¿Ya no necesitamos a los
Estados en crisis con el pretexto de que nos cuestan dinero?
Quien más se beneficia del
rescate es Alemania
Quien piense así se equivoca. Grecia no
es la que más se beneficia de los programas de rescate del
euro: es Alemania. Si Grecia quiebra, los bancos alemanes
(también) perderán miles de millones, a costa del
contribuyente alemán. Si se volviera al marco alemán, se
sobrevaloraría de forma dramática. El precio de los
productos alemanes aumentaría un 40%. Sería el fin del
modelo de crecimiento alemán basado en las exportaciones.
En el sur de Europa, y no sólo en
Grecia, reina un ambiente amenazador, que se vuelve en contra
sobre todo de Alemania. Casi setenta años después del fin de
la guerra, vuelve a percibirse como una potencia enemiga. Ya
se escuchan voces que hacen un llamamiento para adoptar
medidas radicales ante la hostilidad de Bruselas y de Berlín.
¡Quién podría culpar a la gente
arrastrada a la miseria! ¿Están obligados a quedarse de
brazos cruzados mientras pisotean su modesto modelo de
prosperidad y relegan a sus políticos a un segundo rango? Y
todo para que los bancos y los especuladores no tengan que
amortizar totalmente sus créditos, que se apresuraron a
conceder a los países débiles con jugosos tipos de interés.
No, así no puede ser la Europa en la que
deseamos vivir. Una Europa en la que los bancos y los fondos
especulativos deciden qué países pueden sobrevivir y cuáles
no.
La desintegración europea,
el precio por la austeridad
La política de austeridad impuesta
unilateralmente por los actores financieros y por Angela
Merkel tiene un precio: la desintegración de Europa. Además
de una larga depresión que, tarde o temprano, acabará
alcanzando a Alemania.
Grecia necesita nuestra solidaridad, que
se elimine su deuda y se le proponga un programa de desarrollo
en lugar de incesantes paquetes de medidas que alternan el
reflotamiento y la austeridad. Para que el país, de aquí a
diez o veinte años, tenga la oportunidad de levantarse por sí
mismo y vuelva a ser un miembro de pleno derecho de la Unión.
Y un proyecto de desarrollo europeo así
no costará más dinero, si se ofrecen nuevas perspectivas a
la gente de Grecia y de Europa. Este es uno de los motivos por
los que merece la pena luchar por ella. Y no por excluir a
Grecia de la eurozona ni por acabar con la ayuda mutua
europea. Necesitamos a Grecia, como prueba de que Europa
recuerda cuál es su identidad.
Debate: la crisis griega: ¿mercado de
ingenuos o diálogo de sordos?
En las páginas de Le Figaro, el
especialista en geopolítica de origen griego Yorgos
Prevelakis se plantea si las debilidades de la sociedad griega
(“el Estado sobredimensionado, el clientelismo, la corrupción,
la incompetencia de la administración y la falta de
competitividad”) son únicamente culpa de los propios
griegos:
“¿No se ha tolerado, incluso
promovido, el clientelismo y la distribución de la renta
europea para evitar decisiones políticas tomadas en solitario
que hubiesen podido amenazar el papel de Grecia en el
dispositivo militar occidental? ¿Quién puede creer que las
redes de corrupción al más alto nivel dentro del Estado
griego no han gozado de la complicidad de los europeos? ¿No
hay una relación entre la instigación periódica de un
consumo para ostentar y los grupos de presión de los países
exportadores de vehículos de lujo? ¿No ha contribuido al
aumento del déficit comercial el hecho de que grupos europeos
hayan adquirido industrias griegas, interesados únicamente en
recuperar la red de distribución de las mismas? […] Resulta
muy fácil pretender que sólo los griegos se han beneficiado
del laxismo que imperaba en su país.”
Las soluciones previstas por Europa
(“tutela, es decir, poner la democracia entre paréntesis”)
constituirían, según Prévélakis, “un paso más hacia la
deriva post–democrática de Europa. Sería olvidar que la
identidad griega se construye alrededor del tema de la
resistencia, considerar ingenuamente que las amenazas, las
humillaciones y las presiones podrán contener una ira popular
que hoy en día se manifiesta a través de un
anti–occidentalismo agudo. Las primaveras árabes no están
tan lejos”.
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