Merkel
impone sus recetas de ajuste y Francia pierde cada vez más
peso
La
"germanización" de la UE despierta fantasmas
Por
Luisa Corradini
Corresponsal en Francia
La Nación, 06/02/2012
"Europa se suicidó durante los dos conflictos mundiales
del siglo XX... hoy es nuevamente Alemania quien
tiene en sus manos el arma del suicidio colectivo."
(Jacques Attali, ex consejero de François Mitterrand)
Paris.– Al
proponer la semana pasada colocar a Grecia bajo tutela
presupuestaria de la Unión Europea (UE), la canciller
alemana, Angela Merkel, no sólo provocó la ira de Atenas,
sino que también dio argumentos suplementarios a aquellos
que, en particular en Francia, denuncian una Europa cada vez más
"alemana".
"Vejante",
"antidemocrática", "innecesaria". Los
airados adjetivos que recibió la propuesta de Berlín
consiguió alimentar un perceptible retorno de la germanofobia
en ciertos países del bloque.
Grecia es el
primero, pero no el único. En Francia, ese sentimiento se
expresa cada vez con más claridad en los medios políticos y
académicos, y sobre todo en la oposición de izquierda, que
denuncia la gestión alemana de la crisis de la deuda centrada
únicamente en el rigor presupuestario.
A fines de
noviembre, el candidato socialista a la presidencia, François
Hollande, afirmó: "Merkel trata de imponer un modelo
europeo que no es necesariamente el nuestro".
Arnaud de
Montebourg –otro socialista, pero más a la izquierda–
acusó a Merkel de practicar una política "a la Bismarck",
sacando provecho de la ruina de otros países de la eurozona.
Por su parte, el candidato de ultra–izquierda a la
presidencia, Jean–Luc Melenchon, denunció el diktat de la
canciller.
En todo caso, la
cara contrita del presidente Nicolas Sarkozy en la reciente
cumbre de Bruselas traducía perfectamente el fracaso de la
posición francesa en las últimas semanas: "Desde que la
nota de Francia fue degradada [por Standard & Poor's], ha
desaparecido lo que antes podía considerarse como el motor
franco–alemán, lo que deja a Berlín a cargo de las
maniobras", señala el economista Zsolt Darvas, del think–tank
Bruegel.
Opinión
general: la posición alemana en el salvataje del euro ha sido
predominante. Desde ahora, la cura de estabilidad preconizada
por Merkel será la doctrina de todo el bloque. Es decir:
moneda fuerte, inflación bajo control, cuentas públicas
equilibradas y una economía competitiva orientada hacia la
exportación.
A esos
objetivos, todos productos del monetarismo económico, hay que
agregar la "especificidad" alemana: una economía
social de mercado, con su Estado protector y sus consecuentes
prestaciones sociales, descentralización y consenso sindical.
Ese es, en resumen, el modelo económico alemán.
Para muchos políticos
franceses, esta imposición parece inaceptable. Pero si
Francia rechazara esta "germanización europea", es
probable que Berlín se niegue a hacerse cargo de las deudas
de los otros. Mucho más si se le niega el poder de control
presupuestario a través de las instituciones europeas, en
particular de la Comisión, que exige desde hace meses (y que
acaba de obtener con la firma del reciente Tratado por parte
de 25 países del bloque).
El problema es
que la poción alemana despierta en Francia viejos demonios.
"Derecha prusiana", "orden alemán",
"Europa à la schlange" (todos en fila). Esas
expresiones, venidas de la extrema derecha, pero también de
la izquierda, buscan influenciar la opinión pública.
"Denunciar
la política ciega y egoísta de la derecha alemana"
representa "un deber nacional", afirmó el diputado
socialista Jean–Marie Le Guen.
Lo curioso es
que el francés de la calle no parece compartir las
aprehensiones de la clase política. Según el último sondeo
del instituto IFOP, el 82% de los franceses tiene una buena
imagen de Alemania.
La misma
cantidad reconoce que los alemanes han hecho enormes esfuerzos
estos últimos años tanto en el terreno salarial como social
para seguir siendo competitivos. Y, si bien el 81% piensa que
Alemania "se afirmó como nación dominante en
Europa", 62% cree que Francia debería inspirarse de ese
modelo. Quizás ésa sea la razón por la cual Sarkozy buscó
–y obtuvo– el apoyo de Merkel para su campaña
presidencial.
Para Hollande,
el margen de maniobra es exiguo: si bien intenta desmarcarse
de la política preconizada por la dupla franco–alemana de
derecha, tendrá que evitar por todos los medios lanzar
expresiones imperdonables sobre quien será su principal socia
en caso de victoria.
Cuando el
candidato favorito de los franceses a la presidencia se opone
a las recetas alemanas, calibra sus expresiones: "Es
necesario concluir un pacto europeo de responsabilidad,
gobernanza y crecimiento" en vez de un único plan de
"ortodoxia presupuestaria", advirtió. Y prometió
"una relación equilibrada con Berlín", si resulta
elegido.
De ninguna
manera, es aceptable "reanimar sentimientos antialemanes",
confirmó su director de campaña, Pierre Moscovici.
Pero la verdad
es que los franceses escrutan con angustia a la canciller. O más
precisamente a la nebulosa del poder en Alemania, constituida
de sutiles equilibrios entre el gobierno de Merkel, el
Bundestag (parlamento), los estados regionales, la Corte
Constitucional de Karlsruhe y la Bundesbank (banco central).
"Los
alemanes dominan todo. Nosotros esperamos sus decisiones sin
poder modificar nada", se aflige un peso pesado del
gobierno francés.
Y esto provoca pánico.
Jacques Attali, ex consejero de François Mitterrand, lanzó
hace poco la señal de alarma: Europa se suicidó durante los
dos conflictos mundiales del siglo XX, "hoy es nuevamente
Alemania quien tiene en sus manos el arma del suicidio
colectivo", advirtió, al criticar la obsesión de Berlín
por la ortodoxia rigorista.
También los
euroescépticos multiplican las críticas y a ellos se suman
los federalistas. "Lo que dicen los alemanes era verdad
hace diez años. Había que evitar los déficits. Ahora es
demasiado tarde. Exigen en forma neurótica cosas que no
pueden producir los resultados que pretenden", se aflige
Jean–Louis Bourlanges. El presidente de la Fundación
Centrista ve tres salidas posibles: "La muerte por
autarquía es la salida del euro. La muerte por asfixia es el
rigor propuesto por Alemania. O la reforma, con solidaridad y
pragmatismo".
Ese
estrecho camino agita cada vez más a Francia. El ex canciller
socialista Hubert Vedrine se inquieta ante una Alemania que
ubica sus peones en dos frentes, económico e institucional:
para controlar mejor las políticas presupuestarias, Berlín
exige un refuerzo del Parlamento Europeo y de la Comisión,
que emana del Parlamento.
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