Francia
se coloca en segunda posición tras una Alemania
cada día más poderosa
La
UE marca el declive de “la grandeur”
Por
Claudi Pérez
Desde Bruselas
El País, 07/04/2012
Francia, por
primera vez en la historia de la UE, es claramente su número
dos. El modelo de éxito está al otro lado del Rin: Alemania,
que disfruta hasta el momento de una crisis europea estupenda
para sus intereses, está a los mandos del proyecto europeo y
ha relegado a París al asiento del copiloto (con Reino Unido
desplazado a los asientos de atrás). Francia vota en apenas
dos semanas en unos comicios fundamentales más allá de sus
fronteras: la Unión no es el debate central de la campaña y,
sin embargo, los franceses deben decidir si desean volver a
ser el contrapunto de Alemania en la construcción del
edificio europeo o si prefieren lavarse las manos ante las
dudas que albergan sobre sí mismos, su economía y su lugar
en la Unión.
La UE está
dominada por la hegemonía de Berlín; el guion lo escribe la
canciller Angela Merkel y, como mucho, lo explica el
presidente francés, Nicolas Sarkozy, convertido en una
especie de portavoz del dueto. En las cuestiones relacionadas
con la crisis del euro (el tratado de austeridad, el fondo de
rescate, el debate sobre la solidaridad, los eurobonos y el
papel del Banco Central Europeo) manda Alemania. “Francia se
ha limitado a tratar de influir en detalles y a mantener una
apariencia de igualdad ante las cámaras”, asegura una alta
fuente comunitaria. El declive de la grandeurse constata con
una imagen impactante. “Los jefes de Estado hacen cola para
que Merkel les reciba antes de las cumbres; no hay nadie
esperando a la puerta de Sarkozy”, remata la misma fuente.
España anunció ayer la reforma sanitaria y de la educación
en un periódico alemán: ese es un buen ejemplo del estado de
la Unión.
Ese es el sentir
de la decena de fuentes consultadas, aunque en todo análisis
hay que buscar un quizá: “Merkel se negaba a rescatar países,
a que el BCE comprara bonos, a crear un cortafuegos para la
deuda. Esa Merkel del no, no y no acabó diciendo sí: los tabúes
alemanes han ido cayendo y para eso quizás haya que rescatar
el papel de Francia. Además, Alemania no está cómoda con
ese papel de líder y busca la foto con Francia. Siempre ha
sido así, siempre lo será”, apunta un diplomático.
Berlín y Fráncfort,
con la ayuda de París, han inventado una buena docena de acrónimos
indescifrables —entre los que sobresale el Fondo Europeo de
Facilidad Financiera para los rescates— para tratar de
conjurar los demonios del euro. La solución a la crisis está
inmersa en un magma de tecnicismos, pero el quid de la cuestión
no es técnico, ni siquiera económico: es político. Qué UE
quieren los europeos, esa es la piedra filosofal. A falta de
una respuesta inequívoca en medio de esta crisis mutante, la
respuesta llega por la vía de los hechos: por esa especie de
ley de la gravedad que da hoy, en pleno reinado de los
mercados, el potencial económico alemán, la narrativa que se
extrae del modelo más exitoso de Europa. Los números cantan:
por primera vez en 60 años, Alemania es el líder
indiscutible porque roza el pleno empleo, sus exportaciones
son la envidia del continente, sus finanzas públicas gozan de
una salud estimable y paga menos intereses que nadie por su
deuda.
Superioridad
económica
Para los que
gustan de mirar la historia como un correlato de las fuerzas
de unas y otras potencias, en la competición económica
europea, Alemania ha salido claramente vencedora. Ya ganó
hace 20 años la batalla monetaria: el marco se impuso, como
lo hizo después su banco central. Ahora su modelo económico
domina incluso intelectualmente: Berlín aprovecha esta crisis
para imponer la clonación de su estructura político–económica
a todo el continente, basándose en una superioridad económica
clamorosa. Ha cometido varios errores graves y tiene el
estigma de su historia, y por eso esa dominación se ve con
recelo. Pero no hay mucho que hacer: el contrapunto de Francia
al consenso de Berlín apenas existe. “Sería naíf negar
eso”, explica Jean Pisani–Ferry, director de Bruegel.
“Francia no tiene nada que proponer porque no tiene nada que
enseñar. No hay modelo económico francés. No hay un
proyecto europeo desde Francia más allá de pequeños
momentos de gloria, de propuestas difusas de más gobernanza o
de vigilar, además de las cuentas públicas, el desequilibrio
exterior: la letra pequeña de los acuerdos”, describe
Pisani–Ferry en un informe.
La pretensión
de París fue siempre una Europa definida como una federación
de Estados–nación (según decía Jacques Delors), a la que
se podía llegar más fácilmente con un rodeo: el euro. Puede
que la moneda se impusiera a Alemania a cambio de la unificación,
pero ahora el euro se ha convertido en un camino tortuoso;
paradójicamente ha otorgado a Berlín las riendas del
proyecto por la flojera francesa. “El diktat alemán nunca
fue tan evidente. Si gana Sarkozy, simplemente continuará con
esa política seguidista; si gana [el socialista François]
Hollande es posible que haya algún cambio con relación a
Europa, pero hasta los diplomáticos franceses aseguran en
privado que Francia ya no aspira a liderar”, critica Charles
Grant, del Centro para la Reforma Europea.
Piotr M.
Kaczynski, del Centro de Estudios de Política Europea de
Bruselas, añade que el declive francés “ha dejado a París
como segundón”. La perspectiva gaullista (Europa como
extensión del poderío francés) ya no vale ni en Francia. De
ahí la parálisis del proyecto europeo si Francia se
automargina”.
Cifras
indispensables: el gasto público en Francia asciende al 56%
del PIB (seis puntos más que Alemania, 10 más que España).
París no tiene superávit fiscal desde 1974 y ha perdido la máxima
calificación crediticia, la triple A. El paro es del 10%,
casi duplica el alemán por la decadencia industrial.
“Este
contraste ha permitido que Berlín y su dogmatismo impongan
sus criterios sin la más mínima divergencia de opiniones, a
base de disciplina de mercado: lo que viene es una Europa
obsesionada con la austeridad y orientada, si se puede, a la
exportación, a semejanza de Alemania: es un error fatal
tratar de que en Europa haya 17 Alemanias”, avisa el
expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell.
Alemania
interpreta que los hechos decretan disciplina de mercado por
la vía de la prima de riesgo (la diferencia entre los
intereses que paga un país y los que paga Alemania —menos
de un 2% desde hace meses—, considerado el país más
seguro).
Hollande
prometió al inicio de la campaña reabrir el tratado europeo
que consagra la austeridad y poner el acento en el
crecimiento, apuntando incluso a un cambio de sesgo del BCE.
Pero estos días ha corregido el tiro: “Es consciente de que
no le queda más remedio que tragar con la píldora alemana
por la debilidad de la economía francesa”, concluyen
fuentes europeas.
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