La
crisis de legitimidad de la monarquía española
Crónica
de tiros, estafas y elefantes
Por
Oscar Guisoni
Página 12, 20/04/2012
Transformado en
héroe de la democracia, el rey trató de hacer olvidar a sus
ciudadanos su oscuro pasado y se dedicó a hacer lobby por las
incipientes multinacionales que se gestaban al calor de la política
neoliberal.
Protesta
antimonárquica: los pueblos del Estado español comienzan a
hartarse
de los parásitos delincuentes del Palacio de la Zarzuela.
Madrid.– La
monarquía española está en problemas. Y serios. La
virulencia de la crisis económica junto a los errores gruesos
cometidos por un monarca que parece no haberse dado cuenta de
que afuera arrecia la tormenta han puesto a la casa real en un
apuro del que cada vez le resulta más difícil salir.
La crisis de
legitimidad, una marca en el orillo de los Borbones desde el
comienzo mismo del reinado de Juan Carlos I, amenaza con
llevarse puesto al heredero de la corona y puede arrastrar a
España a una crisis política de envergadura, ya que la mera
discusión en torno de la posibilidad de dotarse de una república
ha sido, y sigue siendo, un tema tabú.
A lo largo de su
historia España sólo contó con un régimen republicano en
dos oportunidades. La Primera República se proclamó el 11 de
febrero de 1873 y duró menos que un suspiro. Un golpe de
Estado enterró el experimento al año siguiente, el 29 de
diciembre de 1874, dando comienzo a la llamada “restauración
borbónica”. Durante esos escasos meses se sucedieron cuatro
presidentes y hubo tres guerras civiles.
La Segunda República
tuvo un poco más de fortuna: se proclamó el 14 de abril de
1931 y sobrevivió hasta el 1º de abril de 1939, cuando luego
de una cruenta guerra civil que costó más de un millón de
muertos, el general Francisco Franco derrotó al bando
republicano dando comienzo a una sanguinaria dictadura que
habría de durar hasta su muerte, en 1975.
Pero Franco no
quería nadie que le hiciera sombra y se llevaba muy mal con
la antigua familia real, por lo que hizo lo posible por
impedir la restauración borbónica que reclamaba desde el
exilio don Juan, el padre del actual soberano. El generalísimo
sabía que sólo los Borbones podían disputarle el poder, ya
que el surgimiento de una Tercera República era más que
improbable. Y don Juan de Borbón jugó todas las cartas para
lograrlo: desde coquetear con Hitler y Mussolini hasta ponerse
a los pies de Inglaterra luego de que los aliados vencieran en
la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente el
dictador y el pretendiente al trono pactaron: Franco se llevaría
a Juan Carlos –Juanito como le decía– a educar a España
y se atribuiría a sí mismo el poder de designar heredero al
trono, con la condición de que el futuro rey asumiría su
cargo sólo después de la muerte del tirano. El rey asumiría
entonces el rol de gobernante absolutista.
El
sanguinario dictador Francisco Franco, y su buen alumno, Juan
Carlos.
La crisis comienza a cuestionar la legitimidad del régimen
monárquico post-franquista.
Pero Juan Carlos
I entendió rápidamente que su posición era insostenible.
Presionado por Estados Unidos y por la propia sociedad española
harta de 36 años de dictadura, mantuvo el trono formal y se
transformó en una especie de padre y tutor de la transición
democrática que terminaría por plasmar la Constitución de
1977, que establece la monarquía parlamentaria como sistema
de gobierno.
El intento de
golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero en febrero
de 1981 le dio la oportunidad que esperaba para dotarse de una
legitimidad que hasta el momento era más que dudosa. Luego de
dudar durante horas, Juan Carlos finalmente llamó a detener
el golpe por televisión.
Transformado en
héroe de la democracia, el rey trató de hacer olvidar a sus
ciudadanos su oscuro pasado y se dedicó a hacer lobby por las
incipientes multinacionales que se gestaban al calor de la política
neoliberal del socialista Felipe González, primer ministro
desde 1982 hasta 1996. Y mientras la economía funcionó, la
realeza no se encontró con grandes piedras en su zapato.
El soberano como
jefe del Estado cumplía también con labores diplomáticas y
la familia real se permitía coquetear con la modernidad,
otorgando entrevistas a periodistas, enviando a sus hijas a
estudiar a la universidad pública o permitiendo a Felipe, el
heredero, casarse con una reconocida periodista de TV, aunque
no tuviera sangre azul en las venas.
Todo parecía ir
viento en popa hasta que en 2008 llegó la crisis económica y
los lujos reales comenzaron a ser vistos como excesos por el
ejército de desocupados que crecía en las calles. Y aunque
ya algunas voces se habían alzado para advertir que el
monarca se estaba acercando a la vejez sin que el príncipe
heredero gozara de la misma legitimidad que su padre, hubo que
esperar a que llegaran los escándalos para que la cuestión
tomara forma de conflicto de Estado.
Primero fue su
yerno, Iñaki Urdangarín, el que apareció vinculado en una
sonora estafa con conexiones políticas. La familia real
decidió quitarlo de la foto, pero no fue suficiente. Y
mientras la investigación judicial amenazaba con tocar al
mismísimo rey, cosa que finalmente se confirmó esta semana,
su nieto se disparó un tiro en el pie, accidente que fue
comunicado a la opinión pública sin explicar qué hacía un
niño de 13 años manipulando armas. Por si fuera poco, el
incidente hizo recordar aquel extraño tiro por error con el
que el propio rey mató a su hermano Alfonso en 1956 y que lo
colocó inmediatamente como heredero al trono.
Su accidente la
pasada semana mientras cazaba elefantes en Botswana fue la
gota que colmó el vaso. No sólo por lo caro del capricho,
sino por lo inmoral de matar una especie en peligro de extinción.
A partir de ahí los acontecimiento se aceleraron.
Mientras la
clase política hacía la vista gorda mirando para otro lado,
los cuestionamientos a la corona prendían en una sociedad
cada vez más agobiada por el ajuste permanente. Y aunque ningún
medio de comunicación se anima a hacer una encuesta al
respecto, muchos temen que la popularidad de la corona haya
quedado dañada seriamente. Y todos saben cómo acaba la
tormenta en España cuando comienzan a soplar vientos
republicanos.
Fin
de la “buena imagen” de la monarquía
La
crisis pone a España en una "tormenta perfecta"
El
independentismo aumenta en el País Vasco y Cataluña
Por
Anna Cuenca
Agence France–Press (AFP) /
Yahoo noticias, 19/04/2012
Madrid.– Una
España golpeada por la crisis se ve confrontada a varios
frentes que debilitan las certezas construidas desde el
retorno de la democracia y los años de vacas gordas: la buena
imagen de la monarquía, la relación entre Madrid y las
regiones y la prosperidad de sus empresas en América Latina.
"Las crisis
económicas lo que tienen sociopolíticamente es que arrasan
con todo", afirma Fermín Bouza, profesor de Sociología
de la Universidad Complutense de Madrid.
"Es un
campo abonado para muchas cosas que no todas son
tranquilizadoras", dice, y agrega: "Estamos en una
tormenta perfecta".
Las imágenes de
un rey envejecido y triste pidiendo públicamente perdón por
un polémico viaje de caza a África y de la presidenta
argentina Cristina Kirchner anunciando la expropiación de la
filial argentina de Repsol marcaron una semana en que no
faltaron nuevos recortes en competencias regionales.
La grave situación
financiera del país, de nuevo en recesión, con un desempleo
del 23% y una draconiana política de austeridad, catalizó la
polémica sobre la costosa afición del monarca por cazar
elefantes, considera el politólogo Ferran Requejo, de la
Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
"En un
momento en que el Estado está en peligro de ser intervenido,
una frivolidad de este tipo por parte de la máxima autoridad,
por una persona que es el símbolo del Estado, da una imagen
horrorosa que ha enojado a mucha gente", señala.
"Sin la
crisis esto también se habría criticado, pero mucho
menos", agrega.
Esta polémica
llega precedida de un escándalo por presunta corrupción que
implica al yerno del monarca, Iñaki Urgandarin, recuerda Antón
Losada, profesor de Ciencia Política en la Universidad de
Santiago de Compostela.
"Lo que ha
puesto en el punto de mira a la Casa Real ha sido el asunto de
Urdangarin" que "ha hecho un daño muy
profundo", sostiene, considerando que la crisis económica
crea una situación de fragilidad que exacerba todo tipo de
tensiones.
Una situación
que explica en parte, en su opinión, la expropiación del 51%
de la petrolera argentina YPF.
"La situación
que en este momento tiene España, con una posición
internacional delicada, no ha ayudado a que no pasara, y
probablemente también la política española tenía la cabeza
en otra cosa", afirma.
Requejo va más
lejos: "Estamos en una situación débil y Argentina ha
actuado aprovechando esta fragilidad".
La toma de
control sobre la petrolera reavivió los temores de ataques a
otras compañía españolas fuertemente instaladas en América
Latina, cuya boyante situación económica les ha permitido
hasta ahora sortear al menos en parte los efectos de la crisis
en Europa.
"La
expropiación de YPF puede ser solo el comienzo de una
pesadilla para las empresas españolas", alertaba esta
semana el diario El País.
"Cabe
dentro de lo posible que no sólo Argentina abra una agenda más
o menos ambiciosa de revisión de las condiciones de las
privatizaciones de los años 90, más en un escenario donde
las empresas que hace 20 años fueron compradoras ya no son lo
que eran", considera Losada.
Lo cierto es
que, dañando los intereses españoles en Latinoamérica, la
decisión de Argentina no ayuda a calmar los temores sobre la
economía española, que lucha a golpe de recortes para
reducir un déficit que el año pasado se disparó a 8,51%
pese a que debía haber sido de 6%.
El gobierno del
conservador Mariano Rajoy, que asumió en diciembre de 2011,
elaboró, para calmar a los mercados, los presupuestos "más
austeros" de la democracia española, con recortes
incluso en Salud y Educación, las dos grandes competencias
gestionadas por las comunidades autónomas.
"La crisis
es una buena coartada para hacer políticas desde el gobierno
central español que de otra manera no se podrían hacer, una
de ellas es proceder a una recentralización del Estado en
nombre de la eficiencia económica", afirma Requejo.
La centralización
"está en el programa de la derecha española y ahora
tiene la oportunidad perfecta", coincide Losada.
Esta política
sin embargo en regiones como "el País Vasco y Cataluña
tiene como consecuencia una radicalización de las
posiciones" nacionalistas, advierte el politólogo
barcelonés, señalando que las dificultades económicas
pueden contribuir también a agudizar los deseos
independentistas.
"El
independentismo en el País Vasco aumentará y en Cataluña
aumentará", augura, especialmente en un momento histórico
en que, tras el fin de la violencia de la organización armada
separatista vasca ETA, los proyectos secesionistas ganaron
presencia en el ámbito político.
"Se abren
panoramas, escenarios, claramente diferenciados de lo que se
ha vivido hasta ahora y la crisis está detrás de este
cambio", afirma.
Una España
golpeada por la crisis se ve confrontada a varios frentes que
debilitan las certezas construidas desde el retorno de la
democracia y los años de vacas gordas: la buena imagen de la
monarquía, la relación entre Madrid y las regiones y la
prosperidad de sus empresas en América Latina.
Las imágenes de
un rey Juan Carlos envejecido y triste pidiendo públicamente
perdón por un polémico viaje de caza a Africa y de la
presidenta argentina Cristina Kirchner anunciando la
expropiación de la filial argentina de Repsol marcaron una
semana en que no faltaron nuevos recortes en competencias
regionales.
Una
brecha se abre entre la monarquía y el país
Por
Sara Barderas
Deutsche Presse–Agentur (DPA), 19/04/2012
Madrid.– No
había precedente en sus algo más de 36 años de reinado.
Juan Carlos I, rey de España, pidió ayer perdón. Al
abandonar el hospital de Madrid, en el que cuatro días atrás
fue operado de la cadera, miró a la cámara de televisión y
dijo: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a
ocurrir."
En medio de la
grave crisis económica que atraviesa España, inmersa en un
proceso de duros recortes aprobados por el gobierno de Mariano
Rajoy, y con una nueva ofensiva de los mercados contra el país,
el viaje de caza del rey a Botswana desencadenó una tormenta
de críticas de una dimensión desconocida hasta ahora.
Fue una gota que
a punto estuvo de colmar un vaso que se fue llenando en los últimos
tiempos. Y con su petición de perdón, el monarca quiso parar
el agua antes de que se derramase.
El rey Juan
Carlos, de 74 años, ha sido hasta ahora ensalzado
mayoritariamente por los españoles. Si bien es cierto que
desde que, en 1975, se convirtió en jefe de Estado, tras la
muerte del dictador Francisco Franco, también recibió críticas
y ataques específicos de determinados sectores.
En los últimos
años, nacionalistas vascos y catalanes le han llamado casi de
todo y los medios lo han recogido. Independentistas han
quemado retratos del monarca en manifestaciones antisistema.
Los izquierdistas republicanos arremeten contra él y contra
la familia real española con frecuencia.
Pero hasta ahora
existía un statu quo que no se había quebrado. Se asumía
que el comportamiento del rey era ejemplar.
Que el monarca
se rompiera la cadera en Botswana destapó un desafortunado
viaje al país africano, al parecer pagado por un empresario
saudita residente en España, y del que no se sabe muy bien
hasta qué punto estaba informado el presidente del gobierno.
La publicación
de lo que cuestan cacerías como la que emprendió en Botswana
–al menos 20.000 euros por elefante muerto– y la publicación
de fotos del monarca de cacerías anteriores con animales
muertos a sus espaldas escandalizaron a muchos españoles.
En esta ocasión,
las críticas políticas llegaron de todos los partidos,
excepto del gobernante Partido Popular (PP) de Rajoy, que
junto al Ejecutivo trató de frenar la andanada contra el rey
recordando su papel facilitador de la transición democrática.
Hasta el Partido
Socialista (PSOE), que siempre ensalzó la figura del monarca
y su aporte a la democracia, cuestionó públicamente la
actuación del rey y lo instó a disculparse por su
comportamiento.
La familia real
ha estado bajo la lupa muchas veces en los últimos tiempos,
como consecuencia de la ruptura paulatina del tabú mediático
que regía sobre la casa real desde la transición democrática.
La ruptura de
ese tabú llevó incluso a que medios digitales hablaran sin
tapujos en la red de una presunta "amiga" del
monarca, la princesa alemana Corinna zu Sayn–Wittgenstein,
quien habría participado también en el polémico viaje a
Botswana. Los diarios nacionales no abordan abiertamente el
tema, pero alguno hizo elegantes insinuaciones aludiendo a las
desavenencias familiares.
Transparencia
En los últimos
tiempos, la Casa del Rey se vio obligada a dar pasos hacia la
transparencia. El escándalo en torno a Iñaki Urdangarín
–el marido de la infanta Cristina, hija de los reyes, ahora
imputado en un caso de corrupción y apartado de los actos de
la familia real– llevó al Palacio de la Zarzuela a tomar a
finales del año pasado una decisión que varios partidos
llevaban tiempo reclamando.
Por primera vez
en la historia de la monarquía española publicó cómo
reparte el monarca el dinero que recibe todos los años de los
Presupuestos Generales del Estado y que, según establece la
Constitución, distribuye libremente en su familia.
Era una forma de
apartarse de los presuntos negocios turbios de Urdangarín.
Hoy, el paso fue
mucho mayor. El rey pidió perdón para intentar reducir la
brecha que lo separa de una ciudadanía y de una clase política
que antaño fueron mayoritariamente firmes defensoras del
monarca.
Siempre se dijo
que España no es monárquica, sino "juancarlista".
Pero esta afirmación es cuestionada por primera vez.
En
la última década, la alta valoración de la monarquía entre
los españoles ha comenzado a bajar, según reflejan las
encuestas. Y en algunos medios incluso se abrió ya el debate
sobre la conveniencia de una posible abdicación.
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