La
austeridad, un cuento de hadas que llega a su final
Por
Paul Krugman (*)
The New York Times, 25/04/2012
La Nación, 28/04/2012
Nueva York.–
Durante los últimos dos años, casi todos los dirigentes de
Europa y muchos políticos y expertos de América han estado
subyugados por una doctrina económica destructiva.
Según esa
doctrina, los gobiernos no deben responder a una economía
gravemente deprimida con las recomendaciones de los manuales
–mayor gasto para compensar la menor demanda privada– sino
con austeridad fiscal, recortando brutalmente los gastos para
equilibrar sus presupuestos.
Desde el
principio, los críticos advirtieron que la austeridad en una
depresión sólo agravaría esa depresión. Pero los "austeristas"
insistieron en que ocurriría lo contrario. ¿Por qué? ¡Confianza!
"Las políticas
que inspiran confianza alentarán en vez de obstaculizar la
recuperación", declaró Jean–Claude Trichet, ex
presidente del Banco Central Europeo. La idea era que el hada
de la confianza recompensaría a los políticos y legisladores
por su virtud fiscal.
La buena noticia
es que muchas personas influyentes han empezado a admitir
finalmente que el hada de la confianza era un mito. La mala
noticia es que, pese a ese reconocimiento, parece haber pocas
perspectivas de un cambio de rumbo a corto plazo, tanto en
Europa como aquí en Estados Unidos, donde nunca adoptamos
plenamente la doctrina, pero, no obstante, tuvimos una
austeridad de facto bajo la forma de enormes recortes de
gastos y de empleos.
Entonces, sobre
esa doctrina: la fe en el hada de la confianza funcionó más
o menos igual de bien para la Europa moderna como lo hizo para
los Estados Unidos de Herbert Hoover, que era presidente
cuando estalló la crisis financiera de 1929.
Hoy, en toda la
periferia de Europa, desde la España de Mariano Rajoy hasta
Letonia, las políticas de austeridad han producido recesiones
del nivel de la Gran Depresión (de comienzos de la década
del 30) y un desempleo similar también al de esa época, pero
el hada de la confianza no se ve por ninguna parte, ni
siquiera en Gran Bretaña, cuyo giro hacia la austeridad hace
dos años fue recibido con aplausos por las elites de ambos
lados del Atlántico.
Nada de todo
esto es una novedad, ya que el fracaso de las políticas de
austeridad es obvio desde hace tiempo. Sin embargo, los líderes
europeos invirtieron años en la negación, insistiendo en que
sus políticas empezarían a funcionar en cualquier momento y
celebrando supuestos triunfos basados en las evidencias
endebles.
Particularmente,
los siempre sufridos irlandeses fueron aclamados como una
historia de éxito no una sino dos veces, a principios de 2010
y en 2011. En esas ocasiones, el éxito resultó ser un
espejismo; tres años después de la aplicación de su
programa de austeridad, Irlanda aún no muestra indicios de
recuperación real de la recesión, que llevó el índice de
desempleo a casi el 15 por ciento.
Sin embargo,
algo ha cambiado en las últimas semanas. Varios
acontecimientos –el colapso del gobierno holandés por las
medidas de ajuste propuestas; la fuerte posición conseguida
por François Hollande, que se opone vagamente a la
austeridad, en la primera ronda de las elecciones
presidenciales de Francia, y un informe económico que revela
que a Inglaterra le va peor en la recesión actual que en la
de la década del 30– parecen haber derrumbado finalmente la
muralla de negación. De repente, todo el mundo empezó a
admitir que la austeridad no funciona. Ahora, la pregunta es
qué van a hacer al respecto. Y la respuesta, me temo, es que
no gran cosa.
Para empezar,
aunque los "austeristas" parecen haber perdido la
esperanza, no perdieron el miedo, es decir, siguen sosteniendo
que si no recortamos los gastos, incluso en una economía
deprimida, nos convertiremos en Grecia. Ahora, la afirmación
de que sólo la austeridad puede pacificar los mercados de
bonos demostró ser tan errónea como la afirmación de que el
hada de la confianza nos traería prosperidad.
Han pasado casi
tres años desde que The Wall Street Journal anunció, sin
aliento, que había empezado el ataque de los vigilantes de
bonos contra la deuda de Estados Unidos; no sólo los costos
de los préstamos decrecieron, sino que en realidad bajaron a
la mitad. Y algunos analistas serios ahora argumentan que la
austeridad fiscal en una economía deprimida es probablemente
autodestructiva: al reducir la economía y perjudicar los
ingresos a largo plazo, la austeridad prácticamente empeora
las perspectivas en vez de mejorarlas.
Pero aunque el
hada de la confianza parece estar sepultada, las pavorosas
historias sobre el déficit mantienen su popularidad. De
hecho, los defensores de las políticas británicas desestiman
cualquier pedido de repensar esas políticas, pese a su
evidente fracaso en los resultados, alegando que cualquier
relajación de la política de austeridad aumentaría mucho
los costos de los préstamos.
De manera que
ahora vivimos en un mundo de políticas económicas zombis...
políticas que deberían haber caído ante la evidencia de que
sus premisas están equivocadas, pero que siguen su avance
arrastrando los pies. Y nadie puede adivinar cuándo terminará
este reinado del error.
*
Premio Nóbel de economía del año 2008.
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