Europa
convulsa
Merkel
responde al resto de la UE que el
ajuste fiscal es innegociable
La
canciller replica en una entrevista a los movimientos
para virar la política hacia el crecimiento
No
cambiarán los principios básicos de la política financiera
alemana en la UE, afirma
Por
Juan Gómez
Desde Berlín
El País, 27/04/2012
La canciller
Angela Merkel ha endurecido hoy el tono en la discusión sobre
el Pacto Fiscal europeo rechazando de plano la posibilidad de
renegociar el texto. Su portavoz Steffen Seibert ha declarado
el viernes que “en la fase en la que se encuentra, es
imposible renegociar o cambiar” su contenido. La canciller,
por su parte, dice en una entrevista concedida al grupo de
diarios WAZ que “no se puede volver a negociar” un
documento que ya ha sido firmado por 25 socios de la Unión
europea. Seibert recordó, además, que Portugal y Grecia ya
han ratificado el pacto en sendas votaciones parlamentarias y
que Irlanda tiene convocado un referendo a finales de mayo
para que los ciudadanos se pronuncien sobre su contenido. Para
el Gobierno alemán, el Pacto ya es intocable. El candidato
socialista a las elecciones presidenciales francesas, Francois
Hollande, había advertido el jueves de que “Alemania no
puede decidir sola por todo el resto de Europa”.
El líder
parlamentario de los socialdemócratas alemanes, Frank–Walter
Steinmeier (SPD), ha acusado a la canciller de “provocar”
innecesariamente al candidato con mayores visos de ganar en
las presidenciales francesas el próximo día 6. La reacción
de la democristiana Merkel (CDU) a las propuestas de Hollande
ha sido, según el SPD, “políticamente poco inteligentes”
y han estado “fuera de lugar. En declaraciones al diario
muniqués Süddeutsche Zeitung, Steinmeier ha recordado a
Merkel que, gane quien gane las elecciones, Alemania tendrá
que colaborar estrechamente con el presidente de la segunda
economía de la Eurozona. Los socialdemócratas destacan que,
si bien es necesario observar la disciplina presupuestaria, ésta
no puede ser la única respuesta a la crisis. Según ha dicho
Steinmeier, el SPD defiende posiciones parecidas a las de
Hollande. Recuerda las propuestas socialdemócratas “para
promover el crecimiento” en Europa. Lo que propone Hollande
“no es en absoluto diferente”.
Los medios
conservadores alemanes, como el Frankfurter Allgemeine Zeitung,
recogen las “puyas”. No obstante, el debate sobre el
crecimiento y la creación de empleo en Europa ya se ha
instalado en la política y en la prensa del país. El
ministro de Exteriores del gobierno de centro–derecha de
Merkel, el liberal Guido Westerwelle (FDP), también ha
rechazado las peticiones de Hollande y ha defendido que “el
Pacto fiscal es firme”. Pero también Westerwelle ha añadido
que necesita completarse con “impulsos de crecimiento”. Lo
mismo que Merkel y Hollande, Westerwelle propone los fondos
estructurales europeos se inviertan en iniciativas que empujen
la economía. Preguntado por si prefiera a Hollande o al
candidato conservador y actual presidente Nicolas Sarkozy,
Westerwelle ha replicado que “bien sabe dios que el pueblo
francés sabrá elegir quién prefiere que lo dirija”.
Merkel ha
declarado repetidas veces su preferencia por Sarkozy, más por
cuestiones prácticas que por cercanía personal. La canciller
ha mantenido las distancias respecto a Hollande desde que
comenzó la campaña francesa. El presidente de los socialdemócratas
alemanes Sigmar Grabriel, por el contrario, ha interpretado el
éxito de Hollande en la primera vuelta como la “prueba de
que la política de Merkel y Sarkozy no carece de
alternativa”.
Hasta
Draghi es consciente de la miopía fundamentalista
y habla de introducir crecimiento
A
un clavo ardiendo
Por
Francisco G. Basterra
El País, 27/04/2012
El estado de
necesidad que impera en Europa, agudizado en España por la
hemorragia del paro y la desconfianza exterior en nuestros
bancos y en nuestras cuentas —“Vuelve la gripe española”,
pronostica el semanario Der Spiegel desde Berlín—, nos hace
agarrarnos a un clavo ardiendo. Enarbolado por un hombre
normal, difícil de detestar pero poco inclinado a hacer soñar;
con aspecto de director de sucursal bancaria. Hombre de
aparato, sin una gran biografía política, del que su mujer
llegó a decir que la inacción era su principal virtud
poniendo como ejemplo que ningún compatriota podría recordar
qué ha hecho en los últimos 30 años. François Hollande
tiene sin embargo una alta probabilidad de convertirse el 6 de
mayo en presidente de Francia. Probablemente más por defecto
del agitado Sarkozy que por sus méritos. Pero esta es una
constante fija en todas las elecciones. Casi un presidente por
accidente. El debate electoral en el país vecino se ha
enredado más en la crisis de identidad de Francia, en un
ejercicio de ombliguismo de campanario, la Francia fuerte de
Sarkozy y la derecha frente a la Francia tranquila y el cambio
sin riesgo de los socialistas, que en la suerte de Europa.
La idea de que
ninguno de los considerados poderosos, sean Alemania, Francia
o Reino Unido, son nada en el siglo XXI sin sumar en una
Europa grande no ha calado aún en los cerebros políticos.
Trabajan a contracorriente, favoreciendo lo intergubernamental
y renacionalizando las políticas, diluyendo la masa crítica
de una Europa de 500 millones de habitantes en un mundo que
sufre unos cambios revolucionarios. Hollande ha tenido la
habilidad, temeridad para algunos, de sugerir que el pacto
fiscal de rigor mortis que mantiene congelada a Europa, por
dictado de la poderosa Alemania, será renegociado si llega a
la presidencia para añadirle estímulos al crecimiento. Sin
aspavientos, abre la posibilidad de hacer saltar la ecuación
3/2013, el compromiso, inalcanzable sin destrozos sociales, de
llegar a un déficit presupuestario del 3% del PIB en los países
de la eurozona antes de la medianoche del 31 de diciembre del
año próximo. El mayor reto sufrido por frau Merkel, la
canciller de hierro, que ordenó la austeridad inflexible,
caiga quien caiga, a cambio de ayudar a los débiles sureños
incapaces de cuadrar sus cuentas. Ocurre sin embargo que la
crisis que se creía controlada ha metastizado en el mismo
corazón de la virtuosa Europa del norte, que no vive por
encima de sus posibilidades, haciendo sangre en la estable
Holanda, socio clave en el núcleo duro europeo, con la caída
del Gobierno de coalición del liberal Mark Rutte, incapaz de
hacer aceptar un presupuesto de recortes. Si los holandeses,
con nota de triple A, no aceptan la medicina del 3%, por qué
deben hacerlo los españoles, italianos, griegos o
portugueses.
Las cigarras
también lloran al igual que las perezosas hormigas
meridionales. Grecia podría seguir el rumbo de Holanda tras
las elecciones del 6 de mayo. Como dice el diario ateniense Ta
Nea, “la moneda no puede definir el destino de un país, es
el país el que define el destino de la moneda”. Al tiempo
conocemos la entrada en recesión de la isla británica, a
pesar de la dureza del ajuste aplicado por el Gobierno
conservador liberal. Los Gobiernos que han aplicado la
ortodoxia del traje único del sastre alemán van cayendo uno
tras otro, como los 10 negritos de Agatha Christie; desde
Grecia a Dinamarca pasando por Italia, ya van nueve; los
Gobiernos técnicos tienen sus días contados y el profesor
Monti se suma al bloque de los que piden políticas de
crecimiento.
La última
negrita resiste en Berlín insistiendo en la intangibilidad de
la austeridad y lo hará mientras no peligre su mayoría
electoral, que, de momento, también es social. Pero siete países
europeos ya en recesión amenazan la economía alemana, que
vive de sus exportaciones. Merkel se está quedando sin
socios, los ciudadanos rechazan el modelo alemán, el cinturón
europeo ha llegado al límite de estrechamiento; por encima de
la política, crece la percepción de la inmoralidad de la
situación por la falta de equidad en el reparto de las cargas
de la crisis; prende la irritación por la ausencia de
explicaciones y la obligación de creer en el pensamiento mágico
de la curación por el ajuste inflexible. Hasta Draghi, el
banquero europeo, es consciente de la miopía fundamentalista
y habla de la necesidad de introducir crecimiento. Aunque lo
haga con este extraordinario eufemismo: “La austeridad
comienza a enviarnos el eco de sus efectos contradictorios”.
Hasta los dominantes mercados se han dado cuenta y requieren
políticas que devuelvan el crecimiento, sin el cual no hay
negocio. Al final es una cuestión de sentido común: curémonos,
no nos suicidemos.
El
Gobierno alemán advierte de que es
imposible renegociar el pacto fiscal
Merkel
se enroca en los recortes en la UE
Hollande
afirma que Berlín no puede decidir en solitario
el futuro de Europa
Por
Claudi Pérez y Juan Gómez
Desde Bruselas y Berlín
El País, 27/04/2012
La canciller
alemana, Angela Merkel, endureció el tono en la discusión
sobre el pacto fiscal europeo: rechazó de plano la
posibilidad de renegociar el texto e incluir una agenda: un
pacto por el crecimiento por el que suspira media Europa. Su
portavoz, Steffen Seibert, declaró que, en la fase en la que
se encuentra, “es imposible renegociar o cambiar” el
contenido del tratado. Merkel se agarró al mantra de la
austeridad y aseguró que no se puede reabrir un documento que
ya ha sido firmado por 25 socios de la Unión. Su portavoz
recordó, además, que Portugal y Grecia ya han ratificado el
pacto en sendas votaciones parlamentarias y que Irlanda tiene
convocado un referéndum a finales de mayo para que los
ciudadanos se pronuncien sobre su contenido. Para el Gobierno
alemán, el pacto es intocable, lo que augura un choque de
trenes con Francia si el candidato socialista a las
presidenciales, François Hollande, repite victoria en la
segunda vuelta y cruza las puertas del Elíseo. Hollande ha
advertido de que Alemania “no puede decidir sola por todo el
resto de Europa”, y ha abierto un debate sobre la necesidad
de crecimiento al que se han apuntado, con más o menos alegría,
la mayoría de los miembros del club del euro, la Comisión y
el Consejo Europeo, e incluso el habitualmente inflexible
Banco Central Europeo (BCE).
Francia quiere
cambiar el paso e incluir al menos un apéndice sobre
crecimiento en el tratado. Ese anexo ya se está cocinando en
Bruselas, según ha asegurado una fuente del Gobierno alemán
a Reuters. Pero Hollande explicó que está abierto a negociar
con Alemania “nuevas fórmulas para impulsar el
crecimiento”, porque hasta el momento su interpretación de
esa nueva política económica (un nuevo papel para el BCE,
eurobonos, tasa de transacciones financieras y bonos europeos
para financiar infraestructuras) difiere de la que utiliza
Merkel, para quien solo caben reformas estructurales.
Bruselas lidió
en ese magma difuso que son aún las políticas de crecimiento
que la Unión debe activar a la vista de que la austeridad por
sí sola no va a sacar al continente de la crisis. El
presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y el
primer ministro italiano, Mario Monti, lanzaron un comunicado
conjunto que funciona como una especie de manifiesto de lo que
Europa, a día de hoy, entiende por crecimiento: “La
reactivación debe venir por la vía del incremento de
productividad, y no a través de elevar los niveles de
deuda”.
Eso no es
exactamente lo que piensa Hollande. Pero esa es la música que
gusta al Ejecutivo alemán, cuya obsesión por la austeridad
va perdiendo apoyos en Europa a medida que aumentan las
opciones del candidato socialista francés. La batalla ideológica
está servida a menos de dos semanas de las elecciones
francesas. El líder parlamentario de los socialdemócratas
alemanes, Frank–Walter Steinmeier, acusó a la canciller de
“provocar” innecesariamente al candidato con mayores visos
de ganar en las presidenciales francesas el próximo día 6.
La reacción de Merkel a las propuestas de Hollande ha sido,
según Steinmeier, “políticamente poco inteligente”. En
declaraciones al Süddeutsche Zeitung, Steinmeier recordó a
Merkel que, gane quien gane las elecciones, Alemania tendrá
que colaborar estrechamente con el presidente de la segunda
economía de la eurozona. Los socialdemócratas destacan que
la disciplina presupuestaria no puede ser la única respuesta
a la crisis.
El cruce de
declaraciones es incesante entre la izquierda y la derecha
alemanas y entre Hollande y Merkel, y a él se han sumado el
resto de líderes del continente, incluido el presidente del
BCE, Mario Draghi, que se ha mostrado partidario de un pacto
por el crecimiento a pesar de su tradicional ortodoxia pro
recortes y reformas. La cacofonía de voces se repite a
diario. El ministro de Exteriores alemán, el liberal Guido
Westerwelle, rechazó las peticiones de Hollande y defendió
que “el pacto fiscal es firme”, pero añadió que necesita
completarse con “impulsos de crecimiento”.
El debate no va
a detenerse hasta el 6 de mayo, y el Consejo Europeo ha
convocado una cumbre informal posterior a las elecciones
francesas para debatir acerca de esa nueva apetencia de los líderes
europeos por las políticas de crecimiento, previa a la cumbre
del G–20 de mediados de junio y a la reunión de jefes de
Estado y de Gobierno de la UE, a finales de ese mes. Para
entonces, Francia y Alemania deberían haber resuelto sus
diferencias acerca de qué significa crecimiento y acerca de
qué políticas necesita Europa para escapar de la crisis.
El primer asalto
de ese combate se dirime en Francia. Merkel ha declarado
repetidas veces su preferencia por Sarkozy, más por
cuestiones prácticas que por cercanía personal. El
presidente de los socialdemócratas alemanes, Sigmar Gabriel,
por el contrario, ha interpretado el éxito de Hollande en la
primera vuelta como la “prueba de que la política de Merkel
y Sarkozy no carece de alternativa”. Porque si las
elecciones francesas serán el primer toque de campana, es
posible que la pelea no termine hasta los comicios alemanes de
otoño de 2013.
|