Las elecciones
se convierten en un
referendum contra el ajuste
“Grexit”
Socialismo o
Barbarie, periódico, 10/05/2013
En los últimos días se realizaron elecciones en
varios de los países más importantes
de Europa. Su resultado: un verdadero referéndum contra las políticas de ajuste que impulsan las
instituciones de la Unión Europea, el FMI, Angela Merkel y la
totalidad de los gobiernos de la región.
La realidad es que las
elecciones
han abierto una suerte de crisis política. El triunfador en
Francia, Hollande, del Partido Socialista, una persona nada
radical, venía planteando sin embargo que algún tipo de
"reformulación" había que hacer en la política de
ajuste draconiano. Semanas atrás, el analista económico
Nouriel Roubini ya había planteado que los gobiernos europeos
se estaban acercando peligrosamente al límite de un verdadero
estallido social.
Ahora Hollande busca algún tipo de
"reformulación" y negociación con Angela
Merkel para evitar este escenario; de ahí que se esté
hablando de la
necesidad de combinar la agenda del ajuste con el crecimiento.
En todo caso, mientras esta "cuadratura del círculo"
sume a la UE en una crisis política, los desarrollos más
significativos ocurren en Grecia. Es que las elecciones del
domingo pasado mostraron el hundimiento del "centro político"
de los partidos burgueses tradicionales (el conservador Nueva
Democracia y los socialdemócratas del Pasok) y una marcada tendencia al crecimiento de los
"extremos políticos". Es que el conjunto de
formaciones a la izquierda de los socialistas obtuvieron el
30% de los votos, mientras que las formaciones de extrema
derecha lograron un 10%.
Si las corrientes realmente de izquierda
revolucionaria son todavía minoritarias en Grecia (el
batacazo lo dio el Syriza, partido similar
al centroizquierdista Mélenchon
en Francia) y si ya se está hablando de nuevas elecciones en
vez de convocar a movilizaciones de masas para derrotar las
recetas de la UE y salir del euro con un programa
anticapitalista, cualquier chispa, sin embargo, podría
encender la pradera.
En cualquier caso, ya es un hecho prácticamente
descartado que Grecia saldrá eyectada, de una u otra manera,
del euro ("Grexit" titulaba un artículo la revista
inglesa The Economist para graficar esto), siendo el gran
problema cómo
formular una política revolucionaria para Europa en general y
Grecia en particular, un
programa
socialista que haga crecer a la izquierda revolucionaria y les
cierre el paso a las formaciones derechistas.
Comienza una nueva fase
de
la crisis europea
Francia y Grecia cuestionan el ajuste
Por Marcelo
Yunes
Para
Socialismo o Barbarie, 10/05/2012
Tras las elecciones de Francia y Grecia (en este último caso, un
verdadero terremoto político), las perspectivas de la crisis
europea dieron un vuelco. Por un lado, el péndulo de la
burguesía europea parece moverse en dirección a un consenso
de “ajuste, pero con crecimiento”; por el otro, es muy
dudoso que esa contradictoria fórmula represente más que un
corto respiro en el desarrollo de una crisis muy profunda. Que
no se dirigirá a una resolución favorable a las masas por la
simple acumulación de votos de protesta, sino que muy
probablemente empuje a los trabajadores a la acción en las
calles. Para esa perspectiva, una responsabilidad esencial de
la izquierda marxista es delinear y proponer una clara salida
anticapitalista y socialista a la crisis que denuncie el rol
de la Unión Europea y la moneda única.
Como para recordar el contexto general del
continente, diremos que hay dos elementos que están en el
centro de la vida europea: el crecimiento del desempleo (que
las recetas de ajuste no hacen más que agravar) y la tremenda
inestabilidad política, que ha hecho perder elecciones
(en el mejor de los casos) o alejarse de manera anticipada o
semitraumática a ¡15 gobiernos! de todos los signos en
Europa. Por ahora, esa inestabilidad no se traduce en
rebeliones o estallidos sociales. Pero nadie duda de que en el
marco del deterioro europeo, y a pesar de que ahora hasta el
establishment, las Bolsas y el FMI no verían mal una agenda
con más equilibrio entre ajuste y promoción del crecimiento,
la respuesta de las masas todavía tiene muchas sorpresas en
reserva.
El
desempleo y el ajuste arrasan gobiernos
El panorama económico y social del continente no da
tregua. Europa entera ya entró en recesión y exhibe una tasa
de desempleo histórica, la más alta desde el inicio de
la unión monetaria, con el 10,9%, un total de 17,36
millones de personas. Las cifras publicadas por Eurostat
muestran como registro más alto a España, con un 24,1% de
desocupados, y Grecia, con un 21,7%. En Francia, el número de
desempleados es el más alto desde 1999: casi 3 millones de
personas. [1]
El caso de España es particularmente serio por el
tamaño de su economía, una de las que son “demasiado
grandes para ser rescatadas”. Hay 5,64 millones de personas
sin trabajo, el desempleo juvenil es del 52% (!), sólo en el
último año perdieron el empleo 730.000 personas y 1,7
millones de familias tienen a todos miembros sin empleo. La
agencia de calificación Standard&Poors volvió a rebajar
la nota crediticia de España hasta BBB-, a tres escalones del
bono basura. Pronostica que la reforma laboral aprobada por el
gobierno del Partido Popular no evitará un deterioro del
empleo a corto plazo y el año que viene se alcanzará una
tasa de desocupación neta del 25,5%. En España no se creará
empleo, sostiene S&P, hasta 2016. [2]
Aun la propia Alemania, con un desempleo de sólo el
5%, está lejos de dar el ejemplo en materia laboral: los
salarios están congelados hace años y 8 millones de personas
(sobre todo jóvenes) ganan 400 euros al mes con los “mini
jobs”. Para colmo, la economía da señales de
estancamiento, más allá de que si la crisis del euro se
profundiza las consecuencias se sentirán también en Alemania
de manera inmediata. Y el movimiento obrero, aun controlado
por la burocracia, puede empezar a tallar: el sindicato IG
Metall (el más poderoso de Alemania) amenazó con una oleada
de huelgas generales por un aumento del 6,5% (BAE,
2-5).
En los países con menos margen que Alemania, la
cosa no tiene ni trazas de mejorar. El primer ministro de
Portugal, Passos Coelho, advirtió que “tenemos que estar
preparados para vivir los próximos dos o tres años
con niveles de desempleo a los que no estamos habituados,
porque no va a bajar imediatamente”. El primer ministro británico,
David Cameron, días antes de que su Partido Conservador
perdiera categóricamente las elecciones municipales, no aportó
optimismo: “No creo que estemos cerca de la mitad del
camino”. Y el consejo de Christine Lagarde a los griegos
antes de la elección fue nada menos que éste: “Aún
queda medicina por tomar”.
Angela Merkel, la canciller alemana y la principal líder
de la UE, tampoco muestra mucha voluntad de conceder márgenes
más amplios, ya que insistió en que “la lucha contra el
desempleo juvenil pasa por una flexibilización de las reglas
para la ocupación de jóvenes” y en que el pacto fiscal
europeo es “innegociable” y no susceptible de
modificaciones. Para ella, lo que Europa necesita no son
“miles de millones de euros”, sino “coraje político y
creatividad”. Se ve que tales cualidades no abundan ni en
Grecia ni en su socio Sarkozy (cuya reelección Merkel apoyó
públicamente), ya que a quienes tuvieron el “coraje político”
de enfrentar a las masas no hubo “creatividad” que los
salvara de caer derrotados en las elecciones.
No es nada nuevo: desde mayo de 2010, sólo dos años,
nada menos que 15 gobiernos perdieron elecciones, debieron ir
a elecciones anticipadas que luego perdieron o directamente
cayeron. La lista abarca a más de la mitad de los
integrantes de la UE: Rumania, Holanda, Eslovaquia, Finlandia
y ahora Francia en 2012; España, Grecia, Italia, Dinamarca,
Portugal, Irlanda y Bélgica en 2011, y República Checa,
Hungría y el Reino Unido en 2010, aunque en este último caso
la cosa se puede repetir en cualquier momento. Hasta el
gobierno que aparece más sólido, el de Merkel, recibió
varios llamados de atención en los comicios estaduales de
este año en el Saar (oeste) y ahora en Schlesswig-Holstein
(norte). Sin ser una catástrofe, la votación de la coalición
de gobierno muestra un deterioro continuo.
Las
contradicciones de la UE y el giro al “ajuste con rostro
humano”
La cuestión de fondo que viene planteada desde el
inicio de la crisis es qué pasará con la Unión Europea,
una contsrucción política y económica de décadas (comenzó
con la segunda posguerra), y de la moneda común a 17 de los
27 países que la componen, el euro.
Se trata de un problema de amplísimos alcances, que
hemos tratado con más detalle en Socialismo o Barbarie
26 (“Europa en la encrucijada”). Aquí sólo señalaremos
una de sus conradicciones principales: la UE está mal
adaptada a las exigencias de la globalización capitalista, en
la medida en que implicaba la conservación de lastres
considerable para la productividad y para competir en los
mercados externos. Esos lastres son, en primer lugar, la práctica
de décadas de un relativo “estado de bienestar” que, aun
deteriorado, mantenía a Europa con el aura del continente de
mayor protección social y laboral y el menor nivel de
desigualdad del mundo (con todas las consecuencias en la
cabeza de las masas que ello implica). En segundo lugar, las
“soberanías” de la UE y de los estados nacionales
entraban en conflicto a cada momento, lo que obligaba a
largas, lentas y a veces inconducentes negociaciones, cuyo
resultado era en el mejor de los casos un compromiso que no
satisfacía mucho a nadie. Y en tercer lugar, la UE se proponía
como un bloque de moneda y reglas económicas en común entre
países de muy distinto tamaño, nivel de productividad e
inserción en el mercado mundial.
La primera contradicción (demasiado “estado de
bienestar”) es la que se busca resolver por la vía de lo
que los voceros del capitalismo más neoliberal llaman las
“reformas”. Esto es, esencialmente liquidar la
mayoría de los elementos que componían esa red de protección
social y laboral: fin de la estabilidad del empleo público,
despidos en el estado y en las empresas, flexibilización
laboral total (con evidente baja del salario real y aumento de
la productividad), reducción brutal del gasto público en
servicios sociales y todo lo que las masas europeas vienen
sufriendo en los últimos tres o cuatro años en particular.
La segunda contradicción, la de la toma de
decisiones, se está abordando de manera brutal. “Europa”,
o mejor dicho, quienes mandan en Europa, a saber, Alemania y
las instituciones más sensibles a “los mercados” (el
Banco Central Europeo y la Comisión Europea), avasalla sin
miramientos las soberanías nacionales de los estados más débiles
o en crisis. Así, a Italia y Grecia se les impusieron
temporariamente gobiernos “tecnocráticos” sin que medie
elección ni decisión alguna de los pueblos. Y en diciembre
pasado se aprobó un “pacto fiscal” (ratificado por 25 de
los 27 países de la UE en febrero) que obliga a todos los
firmantes a elevar a rango constitucional esa política de
ajuste sin fin con objeto de reducir el déficit estatal y la
deuda pública. Una entrega de soberanía al mejor estilo
semicolonial de Latinoamérica frenta al FMI en los 90.
La tercera contradicción no tiene vías de solución,
lo que empieza a generar tendencias centrífugas en los países
hartos del aceite de ricino del ajuste para “estar a la
altura de la pertenencia a la UE y la moneda única”. Y esto
está pasando no sólo en los países pequeños o periféricos
de la UE, sino que crecientes franjas de las masas de todos
los países europeos rechazan una “unión europea” que, a
diferencia del pasado reciente, sólo trae malas noticias y
decisiones angustiantes, para colmo tomadas por otros.
[3]
Cada vez está quedando más claro que, como señaló
entre otros el premier británico David Cameron, se abren dos
caminos: “Creo que [salir de la crisis] va a ser un
proceso muy largo y doloroso en la eurozona, hasta que salgan
con una moneda única y una política económica única,
con todo lo que ello conlleva, o tendrán que hacer algo
muy diferente. Es lo que tienen que decidir” (BAE,
2-5). Por supuesto, este “algo muy diferente” no es otra
cosa que renunciar a la moneda única, por lo pronto. Pero de
allí a la desintegración de la Unión Europea y del mercado
único común hay un solo paso. Las tensiones nacionales,
comerciales y políticas entre los ex integrantes de una
“institucionalidad europea” devastada pueden ser
imposibles de prever, y el escenario asusta a todos los
capitalistas sin excepción. Pero la posibilidad está sobre
la mesa.
Es esta aterradora perspectiva de estallido traumático
de la UE, de fortalecimiento político de los “extremos” y
de crisis irremediable de los partidos y políticos “europeístas
responsables” la que pusieron de manifiesto las elecciones
de Francia y sobre todo de Grecia. Allí, a pesar del alboroto
de la prensa por los diputados neonazis de Aurora Dorada (que
obtuvo el 6,9% de los votos), la noticia es que la izquierda
radical salió segunda, por el encima del histórico PASOK de
Papandreu que gobernaba hasta noviembre pasado, y que el
conjunto de la izquierda obtuvo más del 35% de los votos.
François Hollande, el presidente electo en Francia,
es cosa muy diferente. Pero ganó las elecciones agitando el
“impuesto a los ricos” y haciendo de la denuncia del
ajuste salvaje el centro de su campaña. Además, en laprimera
vuelta Marine Le Pen obtuvo el 18% con un discurso
abiertamente anti UE: justificó su voto en blanco en el
ballottage entre Sarkozy y Hollande con el argumento de que
“no se va a votar un nuevo presidente, sino un nuevo
empleado del Banco Central Europeo”.
Frente a todas estas señales, el propio
establishment empieza a dudar de la viabilidad política de
seguir con la política “100% Merkel”, a saber, ajuste
y más ajuste sin piedad y sin negociar nada. Como señalamos,
no hay gobierno que intente pasar el ajuste que no la pase
mal. El propio Cameron, que no firmó el pacto fiscal (en
defensa de la City financiera de Londres, por supuesto) y llegó
al poder en 2010 gracias al desgaste del gobierno del
laborista Gordon Brown, ahora está muy cuestionado. En las
elecciones municipales, su Partido Conservador no llegó al
29% en todo el país, contra el 38% de los laboristas. Ya
vimos que ni la Merkel está libre del castigo de los
votantes. ¿Llegó la hora, entonces, de un golpe de timón
hacia el “ajuste con crecimiento”?
Eso es lo que ahora se está instalando como agenda
inmediata. Pero esta “solución” sólo engendra nuevos y
mayores problemas. Por ejemplo, se habla ahora de aumentar la
asistencia estatal… pero no a los millones que son víctima
del desempleo y la precarización laboral sino a los bancos
en problemas. Por ejemplo, Rajoy se sintió autorizado a
proponer el rescate con fondos públicos del cuarto banco español,
Bankia, que estaba gerenciado por Rodrigo Rato. Sí, el ex
director del FMI. ¡En medio del mar de desocupados y de
ajustes salvajes, quieren gastar dineros públicos en salvar a
esos tránsfugas! Rajoy debería salir con Juan Carlos de gira
a matar ballenas…
Pero ésa es, por ahora, la tónica de la nueva
preocupación por el “crecimiento”. Lo primero que se puso
sobre la mesa no fue bajar la cuota de despidos en el estado o
dejar de beneficiar a las patronales con leyes contra los
trabajadores, sino… relanzar la idea de los eurobonos.
Si la crisis pega nueva vuelcos, ya no sólo
electorales, es posible que el “ajuste con rostro humano”
realmente muestre alguna concesión o aminoramiento del ataque
a las masas en toda la línea. Pero hasta el momento se trata
más de retórica y de mostrarse preocupados que de cambiar el
rumbo neoliberal puro y duro.
Notas:
1. El desempleo de larga
duración, especialmente entre los jóvenes, presenta serios
peligros a mediano plazo no sólo políticos, sino económicos
desde el punto de vista de la viabilidad capitalista de un país.
El tiempo promedio que tarda un desocupado para encontrar
trabajo se alargó de manera dramática en toda Europa. Y esto
puede empezar a repercutir negativamente en la
productividad de una mano de obra que en amplias franjas
queda fuera del tradicional circuito de formación profesional
europeo, y que en sus capas más castigadas perderá incluso
la posibilidad de entrenamiento laboral. Hasta sectores de la
patronal europea empiezan a ver esto con preocupación.
2. Para colmo, “la
información pública acerca de la relación entre la deuda
española y su PBI indica que asciende al 50%, pero la
realidad muestra que se acerca al 90%. ¿Por qué la
diferencia? Debido a que entre 2000 y 2006 las regiones
descentralizadas españolas aumentaron gastos. Y los débitos
generados por tal concepto se omiten en estadísticas
nacionales” (Gabriel Holland, “La crisis en España, lejos
de estabilizarse”, BAE, 2-5). El mismo columnista
cita estudios que calculan que la retribución al trabajo
debería bajar un 15% para alcanzar el promedio productivo
de las naciones europeas, y hasta un 30% para alcanzar a
Alemania.
3. “Francia es grande y
proteccionista por naturaleza; Holanda es pequeña y favorece
el comercio abierto. Los franceses han hecho desastres con las
finanzas públicas, los holandeses se ven como modelos de
disciplina fiscal. Francia tiene un sistema de
presidencialismo fuerte; Holanda, un caleidoscópico sistema
parlamentario. París ve mal las instituciones supranacionales
de la UE; en La Haya reverencian a la Comisión Europea como
protectora de los países pequeños. Sin embargo, son
precisamente estos contrastes los que son más preocupantes. Si
tanto unos como otros están desencantados con la UE, la
enfermedad es realmente grave” (“Kicking against
austerity”, The Economist, 28-4).
Controverse dans la gauche révolutionnaire
européenne
Quelle solution à la crise de
l'UE et de l'euro ?
Par Marcel Yunes
Socialisme ou Barbarie, un journal, 05/10/2012
La crise de l'UE a généré plusieurs réactions
dans le mouvement de masse. Il est clair que l'un d'eux est le nationalisme isolationniste dans l’économique et chauvine-xénophobe,
avec des forces de droite comme celle
de Marine Le Pen, appelant
à la ligne de moindre résistance. Même
un des architectes de l’actuelle forme de l’UE, Sarkozy, a
utilisé les mêmes propos pour tenter de mieux réussir sa réélection,
apparaissant à la fin de la campagne du
second tour presque comme anti-européen.
En
face, le
libéralisme pro-mondialisation soutient que pour
conserver le «rêve
européen» (c’est à dire-la qualité de vie et des
services sociales qui sont les plus élevés dans le monde) il
n'y a pas d'autre moyen que les "réformes"
pro-marché. Il s'agit notamment de que
les couts de production capitaliste européen soient plus semblable au
reste du monde : baisser les salaires réels,
flexibiliser l'emploi, relever l'âge de la retraite,
fragmenter la
classe ouvrière et saper
leur capacité à la résistance organisée. C'est seulement
alors que la productivité européenne peut monter: niveler
par le bas, vers les conditions de travail des
travailleurs non européens. Bien sûr, cela signifie liquider,
à un rythme plus ou moins accéléré, les acquis sociaux
dont jouissaient les masses
depuis l'après-guerre européens et qui sont la marque
de son «modèle».
Comme The Economist résume, "à en juger par
la campagne présidentielle française et la chute du
gouvernement néerlandais [et maintenant le résultat des élections
en Grèce.MA], beaucoup donnent des coups de pied contre l'austérité. Et ils sont de
plus en plus à soutenir les partis extrémistes de gauche et
de droite qui rejettent le projet européen de décennies
(...) En France et en Hollande, entre un cinquième et un
tiers de l'électorat soutient les partis extrémistes qui
sont contre l'intégration européenne, la mondialisation ou
les deux, considérés comme responsables d'une concurrence
qui baisse les salaires et détruit l'emploi (" Kicking
against austerity”, 28-4)).
Il
faut un programme clair contre l'UE et l'euro à partir d'une
perspective anticapitaliste
Ces deux solutions capitalistes sont formulées
d'une manière simple et compréhensible. Le malheur est que
de larges secteurs de la gauche marxiste et du trotskysme
européen, en premier place le courant mandeliste qui dirige
le NPA ne proposent pas
un programme aussi clair comme ceux des deux autres, si ce
n'est pas carrément un faux chemin. Ils proposent un
anticapitalisme totalement abstrait, parce qu'il n’attaque
pas ouvertement les institutions européennes qui sont
aujourd'hui, le fer de lance du capitalisme néolibéral. Et
en particulier, le NPA ne le fait pas parce qu’il craint
trahir la bannière de «l’internationalisme» ou du «européanisme»
et il considéré comme le principal danger l'escalade du
nationalisme xénophobe.
Mais ce raisonnement est complètement faux. Bien sûr,
sur le programme est
plus que jamais nécessaire de lever l'étendard de l'unité
socialiste de l'Europe. Le slogan traditionnel du marxisme, États-Unis
socialistes d'Europe, est encore parfaitement valable.
Mais cela ne signifie pas la moindre illusion de que l’actuelle
formation européenne, capitaliste néolibéral jusqu'à la
moelle, soit une sorte de «conquête» ou «point de départ".
Le slogan de «l'Europe sociale » semble impliquer que l
'«unité européenne» existe
déjà, seulement qu’elle a une orientation capitaliste
qui est nécessaire remplacer pour un autre «sociale» ...
Il ne peut y avoir aucune ambiguïté à ce sujet: l'actuelle
Union européenne et ses institutions sont le pire ennemi des
travailleurs, et il n'y a aucun moyen de que sa structure
puisse être «améliorée» ou «réformée» en une «socialiste».
Bien au contraire: elle doit être détruit, car aujourd'hui
elle est le meilleur aliment des tensions chauvines, xénophobes
et même racistes que la crise a déclenché en toute Europe.
La même chose s'applique à la monnaie unique,
l'euro. De nombreux courants, même de gauche radical le
considèrent comme une sorte de «conquête» qu’il faut défendre.
Mais dans les conditions actuelles, l'euro, géré par une
institution clé de l'UE, la Banque centrale européenne, est
une camisole de force et la meilleure courroie de transmission
de pressions vers la globalisation. L’objectif de l'euro est
en effet de lier les mains de pays souverains dans le domaine
des décisions économiques et monétaires en général.
Tout futur gouvernement d'origine révolutionnaire,
s’il prétend contrôler
les leviers de l'économie nationale, la première chose à
faire est de couper les contrôles budgétaires et fiscaux
exercés par la BCE qui s’exercent
à travers l'euro et le «pacte fiscal» dont l’objectif
déclaré est de soutenir la monnaie commune. Es clair c’est
ridicule de soutenir de façon abstraite des vertus
de «l'européisme», sans faire expressément référence
aux
forces néolibérales
et pro globalisation incarnés dans la Commission européenne,
la BCE et la conception même de l'euro.
Ce n'est pas un débat théorique ou de
spéculation intellectuelle: il s'agit d'un problème
politique de premier ordre, et peut être de vie ou de mort.
Car au milieu de la crise la plus effrayant qui a frappé le
continent européen depuis la Seconde Guerre mondiale, d’un
ajustement brutal et du mécontentement généralisé
qui se propage et qui va à s’approfondir avec une détérioration
sociale sans précédent en 60 ans, il est l'obligation de la gauche
révolutionnaire de parler clairement. Si les seuls
ennemis ouverts et déclarés de la Banque centrale européenne,
du euro tel qu'il est aujourd'hui et du diktats néolibéraux
de Bruxelles et Berlin sont les courants nationalistes,
isolationnistes et xénophobes de droite (qui ont aussi moins
d'obstacles pour diffuser leur message ), nous courons
le risque de compromettre de manière irrévocable les
chances de que la
gauche révolutionnaire
s’ouvre un chemin dans le mouvement de masse.
Polémica en
la izquierda revolucionaria europea
¿Qué
salida para la crisis de la UE y el euro?
Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 10/05/2012
La crisis de la UE genera varias reacciones en el
movimiento de masas. Es evidente que una de ellas es el nacionalismo
aislacionista en lo económico y chauvinista-xenófobo,
con el que las fuerzas de derecha como la de Marine Le Pen,
apelan a la línea de menor resistencia.[1]
Inclusive, uno de los arquitectos del actual esquema de la UE,
Sarkozy, tocó esa vena para intentar levantar electoralmente,
presentándose al final de la campaña de la segunda vuelta
casi como antieuropeo.
Frente a esto, el liberalismo pro globalización
sostiene que la única manera de sostener el “sueño
europeo” (esto es, el nivel de vida y de servicios sociales
que son de los más altos del mundo) no hay otra salida que
las “reformas” pro mercado. Esto implica poner los
costos de producción capitalistas europeos más en línea con
los del resto del mundo: bajar el salario real,
flexibilizar el empleo, aumentar la edad de jubilación,
fragmentar la clase trabajadora y minar su capacidad de
resistencia organizada. Sólo así se podrá recuperar la
productividad europea: nivelando hacia abajo, hacia las
condiciones laborales de los trabajadores no europeos. Por
supuesto, esto significa liquidar, a ritmo más o menos
acelerado, las conquistas sociales de que gozaron las masas
europeas desde la posguerra y que son la marca distintiva de
su “modelo”.
Como resumía The Economist, “a juzgar por
la campaña presidencial francesa y la caída del gobierno
holandés [a los que ahora cabe agregar el resultado de las
elecciones en Grecia. MY], son muchos los que patalean
contra la austeridad. Y son cada vez más los que apoyan a
partidos extremistas de izquierda y de derecha que rechazan de
plano el proyecto europeo de décadas (…) Tanto en
Francia como en Holanda, entre un quinto y un tercio del
electorado apoya a partidos extremistas que están contra la
integración europea, la globalización o ambas, a las que se
ve como responsables de una competencia que baja los salarios
y destruye empleos” (“Kicking against austerity”, 28-4).
Hay
que levantar un programa claro contra la UE y el euro desde
una perspectiva anticapitalista
Estas dos salidas capitalistas se formulan de manera
simple y comprensible. Lo lamentable es que amplios sectores
de la izquierda marxista y el trotskismo europeos, en primer
lugar la corriente mandelista que orienta el NPA, no
proponen un programa de claridad comparable al de los otros
dos, cuando no directamente un camino equivocado. Se
sostiene un anticapitalismo totalmente abstracto,
porque no ataca abiertamente las instituciones europeas que
hoy no son más que la avanzada del capitalismo neoliberal. Y
en particular el NPA no lo hace porque teme abjurar de la
bandera del “internacionalismo” o del “europeísmo”, y
ve como el principal peligro la escalada del nacionalismo xenófobo.
Pero este razonamiento es completamente equivocado.
Por supuesto que programáticamente es necesario más que
nunca levantar la bandera de la unidad socialista de Europa. La
consigna tradicional del marxismo, Estados Unidos Socialistas
de Europa, sigue siendo perfectamente vigente. Pero esto
no puede significar la más mínima ilusión en que el actual
armado europeo, capitalista y neoliberal hasta la médula, sea
una especie de “conquista” o “punto de partida”. La
consigna de “Europa social” pareciera dar a entender que
la “unidad europea” ya existe, sólo que tiene una
inclinación capitalista que es necesario reemplazar por otra
“social”…
No puede haber la menor ambigüedad al respecto: la
actual Unión Europea y sus instituciones son el peor enemigo
de los trabajadores, y no hay forma de que su
estructura pueda ser “mejorada” o “reformada” en
un sentido “socialista”. Todo lo contrario: debe ser
destruida, porque es hoy el mejor alimento de las
tensiones chauvinistas, xenófobas e incluso racistas que la
crisis ha encendido en toda Europa.
Lo mismo sucede con la moneda única, el euro.
Muchas corrientes incluso de izquierda radical lo consideran
una especie de “conquista” que hay que defender. Pero en
las actuales condiciones, el euro, manejado por una institución
clave de la UE, el Banco Central Europeo, es un chaleco de
fuerza y la mejor correa de transmisión de las presiones a la
globalización. La vigencia del euro sirve en los hechos para
atar las manos a los países soberanos en el terreno de las
decisiones monetarias y económicas en general.
Cualquier eventual gobierno de origen
revolucionario, si pretende empezar a controlar los resortes
de la economía nacional, lo primero que debe hacer es cortar
amarras con el control fiscal y presupuestario del BCE que se
ejerce vía el euro y con el “pacto fiscal” cuyo objetivo
declarado es sostener la moneda común. De allí lo ridículo
de sostener en abstracto las virtudes del “europeísmo”
sin hacer referencia concreta a las fuerzas neoliberales y
pro globalización encarnadas en la Comisión Europea, el BCE
y el diseño mismo del euro.
No se trata de un debate teórico ni de especulación
intelectual: es un problema político de primer orden, y puede
ser de vida o muerte. Porque en medio de la crisis más
pavorosa que haya asolado al continente europeo desde la
Segunda Guerra Mundial, de un ajuste brutal y del generalizado
descontento que cunde y va a seguir profundizándose al compás
de un deterioro social inédito en 60 años, es obligación
de la izquierda revolucionaria hablar con claridad. Si los
únicos enemigos abiertos y declarados del Banco Central
Europeo, del euro tal como es hoy y de los dictados
neoliberales de Bruselas y Berlín van a ser las corrientes de
derecha nacionalistas, aislacionistas y xenófobas (que además
tendrán muchos menos obstáculos para difundir su mensaje), se
corre el riesgo de hipotecar irrevocablemente las
posibilidades de que la izquierda revolucionaria se abra
camino hacia el movimiento de masas.
Y esto no implica la menor concesión al
nacionalismo, sino proponer otra unidad europea, sobre
bases anticapitalistas, socialistas y de clase, que no
tenga nada que ver con la presente “Unión Europea” que
hoy sólo le propone a las masas sacrificios y sufrimientos
para tranquilidad de “los mercados”.
Nota:
1-
Como
cita un periodista que la entrevistó: “Lo que me impactó
es su ambición de recomponer la derecha francesa. En su
esquema, el UMP de Sarkozy se derrumbará tras la derrota en
la presidencial y luego en las legislativas. A esto seguirá
un reacomodamiento de la política que no seguirá la
división derecha-izquierda, sino, como ella la llama, la que
existe entre ‘nacionalistas’ e ‘internacionalistas’.
Tanto el PS como la UMP, en su visión, comparten un consenso
pro Europa, y ella quiere cuestionarlo” (“Marine makes her
choice”, The Economist, 1-5). Por eso, al anunciar
que votaría en blanco en el ballottage, denunció que “el 6
de mayo no se votará un presidente, sino un simple empleado
del Banco Central Europeo”.
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