Polémica
en la extrema izquierda
Un
análisis marxista del voto de Le Pen
No regalar a la extrema derecha
los temas centrales
del euro y la Unión Europea
Por
Ale Vinet
Socialismo
o Barbarie, periódico, 10/05/2012
Las
últimas elecciones presidenciales en Francia, además de dar
como ganador al candidato del Partido Socialista, François
Hollande, pusieron de relieve un fenómeno que merece un análisis
serio de parte de la izquierda revolucionaria: el relativo
avance de la derechista Marine Le Pen y su partido, el Front
National, que se alzó con el 18% de los votos, resultando
tercera fuerza.
En
primer lugar, es preciso destacar que la elección del FN
expresa desde el punto de vista cuantitativo una cierta
regularidad de las últimas décadas de la vida política
francesa. En las presidenciales de 2002, Jean-Marie Le Pen
(padre de Marine Le Pen) obtuvo el 17% de los votos, logrando
que el FN ingrese en el ballotage. En esa misma elección el
MNR de Bruno Megret (una ruptura por derecha del FN) obtuvo el
2%, por lo cual el espacio de la derecha había alcanzado el
19% de los sufragios. A su vez, el aumento absoluto de votos
para Marine Le Pen (en torno al 17%), no resulta mucho mayor
que el aumento absoluto de la cantidad de votantes totales
(12%, entre el 2002 y el 2007).
Es decir que cualquiera
agitación escandalizada sobre el “ascenso del fascismo” sólo
sirve para confundir a la vanguardia y puede llevar a graves
errores políticos, como veremos más adelante. Con esto
no queremos restarle importancia a la votación de Le Pen,
sino evitar caer en análisis impresionistas.
La
composición del voto de Le Pen
Analizando
la elección de Le Pen a partir de la composición de clase de
su voto es donde puede apreciarse la transformación que se
operó sobre la base electoral del FN en los últimos años: un
aumento en el voto obrero, de empleados y juvenil. Sus
votantes se concentran esencialmente en dos zonas geográficas:
el noreste obrero y el sureste campesino y artesano. Se
considera que alrededor del 35% de los votantes de Le Pen son
obreros, el 25% empleados y alrededor del 20% se encuentran
entre la franja entre 18 y 24 años. En la zona norte, se
trata del voto de sectores obreros jóvenes, precarizados y
con escasos estudios. Es interesante notar que entre los
sectores sindicalizados, el voto a Le Pen disminuye drásticamente:
apenas un 12%.
Es decir que su voto se concentra en los sectores de la clase
obrera más fragmentados, no sindicalizados y golpeados por la
crisis internacional.
En
cuanto a la zona sur, se trata de la base social más clásica
de la derecha: pequeños artesanos y comerciantes. Estos
sectores también se han visto severamente afectados por la
globalización, a la que ahora se suma la crisis internacional
y se encuentran en franca decadencia:
Francia es el país por excelencia de la pequeña industria,
que no puede competir en el mercado internacional a raíz de
su baja productividad y se ve particularmente afectada por
la crisis.
Otro
dato importante en relación a lo anterior tiene que ver con
la distribución geográfica del voto. Éste se concentra
esencialmente en las zonas periféricas, los pequeños pueblos
rurales que se encuentran totalmente en crisis. Esto a su vez
se relaciona con una campaña “federalista”,
contraponiendo “el campo contra París”. Como
contrapartida, el FN obtuvo una votación bajísima en los
centros urbanos (6% en París, 10% en Lyon), centros que a su
vez concentran a la mayoría de la población inmigrante.
La
campaña de Le Pen
El
aumento de votantes de los sectores populares del FN se
explica en gran parte porque ha logrado instalar un perfil
“antisistema” y contra las “élites”, que encuentra un
gran eco en una época en que la crisis internacional se
profundiza y lo único que tanto “la izquierda” como la
derecha europea ofrecen es más y más ajuste. Este fenómeno
se da por un discurso populista, de “los perdedores contra
los ganadores”, y un discurso por la defensa de los
servicios públicos en las zonas rurales, pero esencialmente,
por su política anti-Unión Europea,
anti-globalización y por la salida del euro.
Está
claro que esto lo hace en clave nacionalista, xenófoba y
derechista. No es una política contra la burguesía europea y
con los trabajadores, sino de defensa chauvinista de la
burguesía y pequeño burguesía francesa, contra los
verdaderos intereses obreros. Pero esto no significa que la
izquierda revolucionaria no le haya regalado a Le Pen la
bandera contra la UE de los banqueros y la burguesía
imperialista europea.
En
el marco de la crisis que recorre el mundo, con epicentro en
Europa, es imposible
llevar adelante una política revolucionaria sin dar respuesta
a los problemas del conjunto del continente, que sufre los
planes de austeridad impuestos por la UE y seguidos al pie
de la letra por todos los gobiernos. Éste es uno de los
grandes déficits de la campaña del NPA y que explica en gran
parte el avance de la derecha entre los sectores populares.
Los
límites del NPA
En
cuanto al NPA, se ha mostrado absolutamente impotente para dar
una respuesta revolucionaria al problema de la Unión Europea.
En la campaña electoral, ha resuelto esto por la vía de no
decir nada, en medio de una campaña que tenía a la política
europea como uno de los temas centrales. Sin embargo, esto
pretende tapar un problema más grave: los profundos límites
en la concepción política del NPA frente a la UE y por una
alternativa socialista a ésta.
El
problema de fondo se remite a que en Europa el
internacionalismo (principio elemental de cualquier
revolucionario), se encuentra “distorsionado” en las masas
populares a través del prisma de la Unión Europea. Lo
que ha sido históricamente un proyecto de la burguesía
imperialista para competir mejor en el mercado internacional
(y bajo la presión de la masacre de las dos guerras
mundiales), se quiere hacer pasar como la “unión de los
pueblos de Europa”. El problema es que el Secretariado
Unificado (mandelista, al cual pertenece el NPA), ha
claudicado a esta ideología burguesa, al punto de abandonar
la formulación de “Estados Unidos Socialistas de Europa”
y cambiarla por la abstracción de “Europa democrática de
los trabajadores y los pueblos”, que plantea
más bien una “UE con rostro humano” que una ruptura
revolucionaria con la UE de los bancos y el imperialismo.
Para
colmo, esto sucede en el momento en que la UE muestra su
rostro más claramente capitalista, poniendo títeres en
Grecia e Italia para que impongan el ajuste, reclamando más
austeridad y ataques a los trabajadores en toda Europa.
Mientras los sectores más radicalizados, como en Grecia,
denuncian a la UE como un agente de los grandes bancos y de
los patrones y un enemigo de los trabajadores y el pueblo, el
NPA se postra ante la “Europa social”, una formulación
100% burguesa.
Construir
la unidad socialista de los trabajadores europeos, implica
como primer punto hacer saltar por los aires a la actual
UE, que nada tiene que ver con el internacionalismo
proletario, sino que es el “barniz democrático” de la
burguesía imperialista europea para descargar la crisis sobre
los trabajadores. Un programa de unidad los trabajadores en
lucha que enfrentan la austeridad de sus gobiernos, y no la
defensa de los “intereses nacionales”, permitiría
encauzar el justo odio que comienzan a sentir contra la UE los
pueblos bajo una perspectiva socialista e impedir el
fortalecimiento de la derecha, el chauvinismo y la xenofobia.
Esto
debe hacerse manteniendo una perspectiva independiente de los
falsos socialistas europeos y también de las formaciones
centro-izquierdistas y reformistas como el Front de Gauche: no
sería de extrañar que bajo la excusa de “combatir el
fascismo”, parte de la dirección del NPA plantee alianzas
políticas con los sectores que pretenden “reformar el
capitalismo”. Sin ir
más lejos, Poutou, candidato presidencial del NPA, planteó
“votar contra Sarkozy” en el ballotage, una posición
inadmisible de apoyo a Hollande, que seguirá aplicando
los mismos planes de ajuste pero con fraseología
“socialista”.
Las
perspectivas de la izquierda revolucionaria europea
Como
señalamos en nuestra edición anterior,
las elecciones francesas reflejan, aunque distorsionadamente,
el rechazo a la actual situación social y a los planes de
austeridad. En el próximo periodo, las contradicciones entre
las expectativas depositadas en Hollande y su política de
ajuste pueden abrir nuevas perspectivas para los
revolucionarios, sobre la base de la profundización de la
crisis.
Para
el mandelismo, lo que cruza a Europa es la derrota, el avance
de los planes de austeridad y el ascenso del fascismo. Nos
parece que ésta es una caracterización unilateral. En
realidad, con sus altos y bajos, el último periodo está
marcado por una acumulación de experiencias de lucha: por los
planes de ajuste pero también por la resistencia a éstos.
De todas maneras, los avances de formaciones derechistas no
están desligados de la responsabilidad de las corrientes
revolucionarias para dar respuestas a los problemas políticos.
Más que el derrotismo que caracteriza al mandelismo, lo que
se impone es realizar un análisis serio de éstos fenómenos,
que nos permita tener una intervención revolucionaria que los
combata.
Desde
el punto de vista electoral, en todo caso, el
escenario más general es un “voto castigo” contra el
ajuste, más bien genérico, que da diferentes resultados
de acuerdo a cada país: esto sirve para explicar tanto la
victoria del “socialista” Hollande, como la derrota del
“socialista” Zapatero a manos del derechista Rajoy. Sin
embargo, también comienza a expresarse cierta polarización a
los extremos. Si bien, dada la situación de relativa calma de
Francia, esto fue capitalizado por derecha, el caso griego
muestra que, bajo la presión de una lucha de clases
generalizada, también se da el ascenso de formaciones de
izquierda.
Es
decir, que contrariamente a la derrota absoluta que plantea el
mandelismo, hay una situación que puede ser aprovechada por
las corrientes revolucionarias si se tiene una política
correcta. Esto se refleja también en la buena concurrencia a
los actos de campaña del NPA y la simpatía que despertó
entre sectores de la vanguardia juvenil y trabajadora. Pero
esto es imposible de capitalizar si no se está a la
vanguardia de la lucha contra los ajustes de la Unión Europea
burguesa, con una política independiente de cualquiera sector
reformista.
“Un voto masivo de rechazo a los ajustes dictados por la
UE, aunque falseado por los candidatos que lo
capitalizan” Periodico SoB Nº223
En las últimas elecciones legislativas, la coalición de
centro izquierda Syriza obtuvo el 17% de los votos,
ubicandose por encima del ex partido gobernante PASOK; el
neo-nazi “Amanecer Dorado” obtuvo el 10%.
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