"Grecia no es una
excepción"
"La Eurozona no sobrevivirá,
veremos más quiebras"
Por
Kenneth Rogoff (*)
elEconomista, 16/05/2012
Nueva York.- El economista y profesor de
Harvard, Kenneth Roggoff, ha sido uno de los ponentes en la
conferencia Ira Sohn, que se celebra hoy en el Lincoln Center
de Nueva York. Durante su presentación, este experto ha
dejado muy claro que el caso griego, no es
"excepcional".
"Grecia no es una
excepción ya que muchos países están en la misma situación.
Grecia ha estado en mora casi todos los años desde su
independencia", aseguró Rogoff, quien añadió que
"en realidad no hemos visto nada grande todavía",
en relación con la oleada de quiebras que podrían ocurrir,
"especialmente en Europa".
En este sentido, el autor del
afamado libro junto a Carmen Reinhart "Esta vez es
diferente", señaló que el proyecto inicial del Euro era
"una gran idea", especialmente "el intento de
unión política entre Alemania y Francia". Sin embargo
advirtió que éste "no va a sobrevivir" a menos que
se tomen medidas rápidamente.
Rogoff dijo que espera ver más
impagos, especialmente en Europa y comparó el proyecto del
euro con una pareja que abrió una cuenta corriente conjunta y
que no ha hecho más que añadir otros miembros de la familia
para obtener mejores tarifas.
"Es demasiado
extensa" indicó. "Creo que a la larga, la única
salida será realmente tener una unión política que se
limite a Francia y Alemania", añadió.
El profesor de Harvard ha
reconocido que en estos momentos existe "una enorme
cantidad de deuda pública y privada" en el sistema.
"Estamos en niveles récord y esto será un lastre para
la economía durante algún tiempo", explicó.
Al respecto, Rogoff dijo que
muy pocos economistas "se han centrado en estudiar la
deuda" que definió como "un campo marginal" a
pesar suponer que 3/4 de los activos financieros son
instrumentos de deuda.
* Kenneth Rogoff, profesor
de Economía en la Universidad de Harvard.
La posibilidad
de que Grecia
salga del euro y de que España pida ayuda
para sus bancos
revolucionan la agenda europea
Europa, se acerca a la hora
de la verdad
Por Claudi Pérez
Desde Bruselas
El País, 20/08/2012
|
|
|
Dos semanas de angustia
11.04.2012. Grecia
convoca elecciones anticipadas por segunda vez en tres años.
El primer ministro, Lukas Papademos, que había asumido el
cargo en noviembre tras la dimisión del socialista Yorgos
Papandreu para aplicar los recortes exigidos por el plan de
rescate de la UE, anuncia en abril que los comicios se
celebrarán el 6 de mayo, el mismo día de la segunda vuelta
de las presidenciales francesas.
06.05.2012. El
socialista François Hollande gana la segunda vuelta en
Francia. Nicolas Sarkozy se convierte en el 19º líder
europeo en dejar el cargo desde que empezó la crisis. En
Grecia, por otro lado, los comicios dejan un Parlamento
profundamente dividido. Los principales partidos, el Pasok
(socialistas) y Nueva Democracia (centro–derecha), no
consiguen formar Gobierno, y grupos radicales de izquierda y
de derecha irrumpen en el Parlamento griego.
13.05.2012.
El partido
de Angela Merkel, la CDU, sufre una dura derrota en las
elecciones regionales de Renania del Norte–Westfalia, el
land más poblado y más industrializado de Alemania.
15.05.2012. François
Hollande y Angela Merkel se reúnen en Berlín. El presidente
francés insiste en que es necesario revisar el acuerdo
fiscal.
17.05.2012. El primer
ministro británico, David Cameron, achaca a la eurozona los
problemas de la economía británica. La prensa afirma que
Londres estudia escenarios de ruptura del euro. Las
negociaciones de los partidos en Grecia fracasan y se convocan
nuevas elecciones el 17 de junio. La Comisión Europea redobla
las amenazas a Grecia.
18.05.2012. Un
comisario europeo revela que la UE y el BCE estudian la salida
de Grecia del euro. El Gabinete del primer ministro griego
anuncia que Merkel sugirió al presidente griego, Karolos
Papulias, un reférendum sobre la permanencia de Grecia en la
eurozona. Berlín reconoce que la conversación se produjo,
pero desmiente la afirmación. El rumor enciende los ánimos
en Grecia, donde en los últimos días hay una retirada masiva
de depósitos.
|
El engaño. Uno de los animal
spirits esenciales de esta época es el descubrimiento de un
engaño por la existencia de zonas de sombra en el aparato
productivo y financiero, por falta de reglas, por mala
supervisión. El dinero no huele, decían los romanos, pero
todas las grandes crisis desprenden un hedor parecido:
empiezan con un escándalo.
Los amaños en las cuentas de
Enron detonaron la burbuja puntocom hace una década. Hace un
lustro, los tejemanejes de la banca con las hipotecas subprime
provocaron la crisis financiera. Los griegos desataron la
inacabable crisis europea al admitir que mintieron en sus
cuentas públicas a finales de 2009. Ahora, las sospechas
acerca de los balances de los bancos españoles e incluso del
déficit, alimentadas por el propio Gobierno al poner en la
picota al mismísimo Banco de España, abren una nueva etapa
de la crisis europea, ese extraño delirio del que no sabemos
cómo despertar.
Grecia y el sistema
financiero español, con la esperpéntica nacionalización de
Bankia como clave de bóveda, son los nuevos hombres lobo a
los que invoca Europa para asustar a los niños. Lo que parecía
imposible no solo es ya imaginable, sino que un coro cada vez
más vociferante lo considera deseable: Europa nunca ha estado
tan cerca de una ruptura por abajo (Grecia) o del rescate de
uno de los grandes países (las ayudas a España para la
banca).
Ambas opciones son delicadísimas.
El más elemental principio de prudencia obligaría a
evitarlas. Por miedo: tendrían potenciales efectos contagio
devastadores. Y porque hay margen: Europa puede levantar el
pie del freno de la austeridad; el Banco Central Europeo (BCE)
tiene una enorme capacidad de maniobra; España no está todavía
en zona de intervención (paga el 6,4% por su deuda a 10 años
cuando los rescates se activaron por encima del 8%). “Hay
todavía un camino, cada vez más estrecho, para tratar de
sortear la situación en Grecia y en la banca española si hay
voluntad política”, apuntan fuentes europeas.
Al final siempre surge algo
in extremis que deshace el nudo gordiano de la crisis. Aunque
quizá esta vez no. Cualquier cosa es posible tras la ruptura
del tabú: el presidente francés, François Hollande, cree
deseable el rescate europeo de los bancos españoles; la
canciller Ángela Merkel ha sugerido un referéndum sobre el
euro en Grecia y martillea con sus planes de contingencia por
si los griegos hacen honor a ese adagio que afirma que todas
las grandes crisis europeas empiezan en los Balcanes.
Todo eso obliga a Europa a un
cambio de guión de última hora para la próxima cumbre. Si
hace unos días esa reunión iba a ser la presentación en
sociedad de Hollande y de sus ideas sobre el cambio de tono
respecto al crecimiento, ahora la tensión obliga a
revolucionar la agenda. Merkel, Hollande y compañía deben
responder dos cuestiones cruciales. ¿Debe Grecia salir del
euro, a la vista de que los rescates no funcionan, del
desencanto de los griegos? ¿Debe pedir España dinero a
Europa para ayudar a sus bancos a tapiar el agujero del
ladrillo, que tal vez sea inmanejable?
Solo las preguntas un poco
ingenuas son verdaderamente profundas; por eso esos
interrogantes se pueden resumir en uno: ¿Cree Europa en su
propio proyecto?
Se imponen dos formas de
responder; ninguna de ellas del todo convincente. Por un lado,
el ya habitual lenguaje tremendo–colorista y apocalíptico,
comprensible por la gravedad de lo acaecido en 15 días,
criticable por esa tendencia a la exageración tan propia de
esta crisis fáustica, capaz de hacer famosos a los casandras
más delirantes.
La segunda opción es la
negación: la inacción, con la Comisión convertida en
estatua de sal a la espera de que Berlín y París decidan qué
camino tomar. Bruselas, carente de impulso político, se
limita a amenazar a Grecia y a advertir de que no va a
negociar nada, salga lo que salga de las urnas en un plazo de
un mes que se adivina agónico. Y Bruselas circunscribe su
respuesta a la crisis bancaria española a una danza de
silencios y sobreentendidos que nadie es capaz de descifrar.
“Las dos cosas, una salida
de Grecia de graves consecuencias y una intervención en la
banca española, son cada vez más probables. Si se producen y
no vemos un impulso extraordinario por parte del BCE en los
mercados, y también por parte de Berlín, París y de las
instituciones europeas con pasos inequívocos hacia alguna
forma de unión política, habrá colas en los bancos, salidas
de capitales de toda la periferia y un reguero de quiebras de
países”, avisa por teléfono desde Nueva York el profesor
de Harvard Ken Rogoff, autor de una monumental historia de las
crisis financieras durante los últimos ocho siglos.
“Hay una posibilidad:
comprar tiempo con el BCE, los estímulos y la suavización
del déficit, pero en última instancia los bancos españoles
van a necesitar recapitalizarse”, añade Guntram Wolf, del
laboratorio de ideas Bruegel.
Tano Santos, de la
Universidad de Columbia, califica de “peligrosísima” una
intervención en España. “En el preciso momento en que se
haga se secará la liquidez para todo el país, y no hay
dinero oficial suficiente para un caso de la magnitud de España.
El Gobierno debe resolver de una vez por todas el problema de
credibilidad y de capital del sistema financiero. Para eso va
a hacer falta dinero del exterior. Y los inversores no van a
entrar a no ser que España disponga de suficiente capital público
como para limpiar las primeras pérdidas, que están ahí”.
Lo mismo ocurre con Grecia,
que apenas supone el 2% del PIB europeo pero cuya salida del
euro provocaría un impacto en el sistema financiero cercano
al medio billón de euros, según Citi, solo manejable con un
diluvio de liquidez del BCE y siempre que las fugas de depósitos
no fueran generalizadas.
Justo cuando volvía el
debate entre austeridad y crecimiento, la situación se
complica de tal modo que esa controversia es casi secundaria:
la banca vuelve a estar pendiente de un hilo, como en el peor
momento tras la quiebra de Lehman Brothers. “El sentido común
dice que Europa no ha aguantado dos años y medio en Grecia
para abandonar ahora el país a su suerte y abrir una crisis
de consecuencias inimaginables. Los líderes europeos no están
tan locos como para no saber que España es demasiado grande y
que una intervención, aunque solo sea en la banca, podría
ser el principio del fin, por lo que lo probable es algún
remedio vía BCE. A veces hay que tocar fondo para
reaccionar”, sostiene un diplomático.
Todos los caminos llevan a
Berlín y Fráncfort. Hay una constelación de factores que
pueden obligar a Alemania a abrir la mano para que Europa no
se vea abocada al peor de los mundos. “Pero hay razones
también para pensar que Berlín no ha aprendido nada de su
historia, y que la aproximación disciplinaria que ha impuesto
traspasa todos los límites”, apunta Paul De Grauwe, de la
London School of Economics.
Rogoff lo resume con dureza:
“O Alemania acepta inflación (subidas salariales, estímulos,
un BCE a la americana, lo que haga falta) o veremos
suspensiones de pagos, cadáveres políticos y para ellos
mismos será durísimo”.
Al final, el mayor de los
riesgos es siempre político. De liderazgo. Ahí radica el
problema de Europa desde hace tiempo: las soluciones a los
problemas de la eurozona no son inimaginables, son posibles;
pero no hay tracción política suficiente para activarlas. No
hay ninguna salida evidente para el gran problema que aflige a
la UE: la decepción de la opinión pública, en parte por el
déficit democrático, en parte por la crisis de legitimidad
de la Unión.
La UE nunca fue especialmente
popular entre los nórdicos; la novedad es que la crisis del
euro está haciendo que su impopularidad crezca incluso al sur
de los Pirineos, donde se veía como la última utopía
factible. En el Sur cada vez más gente culpa del exceso de
austeridad a la UE y al BCE. En Alemania y otros países del
Norte, responsabilizan a la Unión por haberles obligado a
ayudar a los pecadores sureños. “Y, paradójicamente,
cualquier solución consiste en más Europa”, concluye
Charles Grant, del Center for European Reform.
A corto plazo, pasa por el
BCE (“solo las intervenciones del banco central tienen
credibilidad”, explica el analista Juan Ignacio Crespo,
“porque implican algo más que palabras”). A medio, por
recuperar crecimiento: París y Berlín tienen mucho que decir
esta misma semana, en Bruselas. Y a largo plazo hace falta
algo parecido a un agencia europea de deuda, más unión
fiscal, una UE que se decida a ser algo más que un club económico:
para eso hacen falta líderes en París, en Berlín, en
Bruselas y en Tombuctú.
¿Dónde están esos líderes?
¿Van
a ser necesarios golpes militares para que se reconozca
que la
situación es insostenible?
¿Hollande o la insurrección?
Rechazo de la opinión pública
a la austeridad
Por Zaki Laïdi (*)
Crisis–economica.blog.spot,
19/05/2012
Paris – Para bien o para
mal, Europa se está rebelando contra el pacto fiscal que
condena a los países miembros de la Unión a una austeridad
sin crecimiento. ¿Va a ser necesario un golpe militar para
que se reconozca que la situación es insostenible?¿O la
elección de François Hollande como presidente francés
cambiará la postura intransigente de Alemania?
La perspectiva de reducir el
déficit público a menos del 3% del PIB no es realista, ni en
los Países Bajos ni en España. A menos que esté lista para
aplicar medidas punitivas ya mismo, la UE tendrá que dar a
estos países un margen adicional, teniendo en cuenta que la
opinión pública europea tiende a responder negativamente
cada vez que se la consulta. En Grecia no fue posible crear un
gobierno tras los resultados de las últimas elecciones, por
lo que habrá que volver a convocar el voto popular en junio.
Afortunadamente, Irlanda se
encuentra en una situación menos preocupante, pero se aleja
cada vez más la probabilidad de que el pacto fiscal sea
aprobado en un referendo popular. Es verdad que la eliminación
de la cláusula de unanimidad proporciona una manera de evitar
este obstáculo y hacer posible la aplicación del pacto, pero
esto no resuelve nada, porque ni Francia ni Italia lo
ratificarán. Incluso los socialdemócratas alemanes, cuyo
apoyo necesita la canciller Angela Merkel para lograr la
ratificación en el Parlamento, parecen haber dado solo un
apoyo condicional.
Se está acusando a Alemania
de dogmatismo monetarista y de ser responsable de acentuar la
asimetría económica con sus vecinos de la eurozona. La
situación relativamente saludable de su economía le permite
financiar su deuda a una tasa inferior a la inflación,
mientras que otros estados europeos financian las suyas a
tasas tres puntos superiores al índice inflacionario.
Tras la derrota Nicolas
Sarkozy, Merkel no tiene prácticamente ningún apoyo en la
eurozona, aparte de Finlandia. El tándem con Sarkozy les
resultó a los alemanes muy útil para hacer prevalecer sus
puntos de vista, mientras que Sarkozy aceptó su papel en la
dupla "Merkozy" para poder mantener el papel clave
de Francia en la gestión de crisis europea. En cuanto a la
forma, la tradicionalmente profederalista Alemania se alineó
con la vieja insistencia de Francia sobre una Europa regida de
gobiernos. Pero, en términos de sustancia (austeridad frente
a un crecimiento económico que se necesita con urgencia)
Francia salió perdiendo.
Hollande está decidido a
cambiar de rumbo. Cree profundamente en la centralidad de la
relación franco–alemana para Europa, pero es lo
suficientemente realista como para ver que sufre un importante
desequilibrio debido al declive económico de Francia, y que
el apoyo de Sarkozy a las preferencias alemanas no era lo
suficientemente valioso como para dar la impresión de estar
al centro de la toma de esas decisiones.
La victoria de Hollande ya ha
redefinido drásticamente la política europea. Casi todos los
gobiernos europeos cuentan con él para cambiar el equilibrio
de poder. Rara vez unas elecciones francesas han tenido tanta
repercusión en Europa. ¿Lo logrará?
Las cuatro propuestas
presentadas por Hollande generan tanto consenso que para
Alemania sería difícil oponérseles: el uso de recursos no
desembolsados de los Fondos Estructurales de la UE, la
recapitalización del Banco Europeo de Inversiones, la creación
de bonos de proyectos, y aplicar impuestos a las transacciones
financieras. Cabe destacar que las dos propuestas que tenían
más probabilidades de encontrarse con la oposición de
Alemania (los Eurobonos para hacer un fondo común ante el
riesgo y la transformación del Mecanismo Europeo de
Estabilidad en un banco que pueda tomar préstamos del Banco
Central Europeo) fueron retirados de su borrador de memorando
a los líderes europeos.
A pesar de la gravedad de la
situación, Hollande tiene tres ventajas: el exceso de
austeridad es poco realista, dada la creciente oposición
social; los déficits públicos son solo una pequeña parte de
los problemas de Europa (y no necesariamente el origen de la
crisis); y fuera de Alemania ha surgido un amplio consenso
para cambiar de rumbo. Más aún, en la próxima cumbre del
G–8 Hollande contará con el apoyo de un Estados Unidos
preocupado de que una deflación en Europa pueda frenar su
propia recuperación económica.
Históricamente, Alemania
nunca se ha beneficiado del aislamiento. Es probable que este
argumento histórico–político ayude a Hollande a modificar
su postura.
Por supuesto, se podría
argumentar que el consenso europeo es bastante ambiguo.
Algunos son partidarios de estimular el crecimiento a través
de proyectos de inversión, mientras que otros hacen hincapié
en la reforma estructural. Por otra parte, no hay garantías
de que las propuestas de Hollande puedan reactivar rápidamente
las economías moribundas. De hecho, es bastante evidente que
en un país como Francia, la reducción del gasto público –
sobre todo los a menudo improductivos gastos de funcionamiento
del estado– es un requisito previo para la recuperación.
Sin embargo, por definición,
los problemas de Europa no se pueden resolver simultáneamente.
Y lo que no es en absoluto ambiguo es el rechazo de la opinión
pública a la austeridad o, por lo demás, la creciente
preocupación de los mercados financieros de que el
crecimiento se pueda ver afectado en el largo plazo. Se trata
de una alianza rara y de gran alcance que los dirigentes políticos
europeos ignoran a su propio riesgo.
* Zaki Laïdi es profesor
de relaciones Internacionales en el Institut d’études
politiques de París (Sciences–Po).
Por el momento, la Eurozona
existe en un estado similar a la definición que Alfred
Hitchcock daba del suspenso: “Imagínese una bomba puesta
debajo de una silla y a punto de estallar: el espectador la
puede ver, el protagonista no.”
Cameron puso en duda la
continuidad de la Eurozona
Por Marcelo Justo
Desde Londres
Cash, 17/05/2012
Caída del euro, gobierno
interino en Grecia, impasse francoalemán, austeridad y recesión,
aumento del déficit, desempleo, indignados: la lista de
tormentas de la Eurozona es interminable. El botón del pánico
está sonando más allá de la moneda única europea. En el
Parlamento británico, el primer ministro David Cameron señaló
este miércoles que la Eurozona “necesita decidir si sigue
adelante o no y trazarse una estrategia coherente al
respecto”. El presidente del Banco de Inglaterra (Banco
Central), Mervyn King, se unió al pesimismo diciendo que la
Eurozona “se está autodestruyendo”.
Cameron y King gritan desde
los márgenes del escenario: junto a la economía británica
sufren las peripecias de la tragedia, pero pueden hacer poco
para influir en el desenlace. Mucho más grave aún para la
obra es el diferente diagnóstico que hacen de la crisis la
austera dama de hierro alemana Angela Merkel y el
procrecimiento presidente de Francia, François Hollande.
Alemania y Francia son el eje de la Eurozona: sus diferencias
presagian una parálisis. Por el momento, la Eurozona existe
en un estado similar a la definición que Alfred Hitchcock
daba del suspenso: “Imagínese una bomba puesta debajo de
una silla y a punto de estallar: el espectador la puede ver,
el protagonista no”.
La bomba a punto de estallar
es Grecia, que tiene nuevas elecciones el 17 de junio y armó
este miércoles un gobierno interino. Los analistas anticipan
que una victoria de la coalición de izquierda Syriza
(trotskistas, maoístas, verdes, independientes), que rechaza
la austeridad acordada con la troika (IMF, Banco Central
Europeo y Comisión Europea) a cambio de 130 mil millones de
euros para evitar un default, significará la salida de Grecia
de la Eurozona. En su cumbre, el martes, Merkel y Hollande
dijeron que querían a Grecia en la Eurozona, pero la
canciller alemana dejó en claro que los compromisos debían
respetarse. El préstamo de la troika sólo será entregado si
el próximo gobierno se compromete a podar otros 10 mil
millones de euros el mes próximo en una economía que ya anda
por su quinto año consecutivo de recesión. Los griegos
empiezan a curarse en salud. El lunes retiraron unos 600
millones de euros de los bancos y se calcula que unos 28 mil
millones están escondidos bajo el colchón por si viene la
estampida y el retorno al dracma con megadevaluación
incluida.
La preocupación británica
expresada por Cameron y King es comprensible pero tiene una
pata floja o, cuanto menos, curiosa. El mes pasado la economía
británica entró oficialmente en recesión: la Eurozona logró
evitarla por un pelo. Según la oficina de estadísticas
Eurostat, el crecimiento fue nulo, pero esta “buena
noticia” esconde una historia de dos eurozonas. Alemania con
un crecimiento del 0,5 por ciento, acompañada por Bélgica,
Eslovaquia y un reducido número de países compensó la
recesión de Italia, España, Portugal, Holanda y Grecia (que
experimentó una caída del 6,2 por ciento). A futuro, los
analistas advirtieron que este desempeño alemán es
insostenible con una Eurozona pinchada.
El fantasma más temido de un
default griego es el contagio hacia lo que quede de los
famosos PIIGS; Portugal, Irlanda, Italia y España sin la G de
Grecia. Los cálculos varían, pero una estimación promedio
coloca el costo de la salida griega de la Eurozona en
alrededor de 400 mil millones de euros. La reestructuración
de la deuda griega y la devaluación de su moneda harían
perder unos 240 mil millones a la UE y el FMI, unos 130 mil
millones a los bancos centrales y unos 25 mil millones a los
bancos privados. Más grave aún sería la amenaza que se
cerniría sobre España, Italia y Portugal y sus frágiles
sistemas financieros, que podrían provocar, según algunos
analistas, una crisis similar a la de 2008.
En este contexto, la crisis
de legitimidad de los gobiernos empieza a parecerse a una
enfermedad crónica. Desde el estallido de la deuda soberana
en 2010, 16 países han cambiado de gobierno, más de la mitad
de los 27 que conforman la UE. Estos nuevos gobiernos tienen
una legitimidad de corto alcance, como sabe de primera mano el
presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, que ya
perdió una considerable parte del apoyo mayoritario que
recibió en las elecciones de fines del año pasado. Con un
desempleo juvenil que supera el 50 por ciento, los Indignados
de España parecen tener un futuro asegurado. En Italia, el
premier Mario Monti corre el peligro de perder el inicial
apoyo si Italia sigue empantanado en su explosivo cóctel de
recesión y ajuste. El 31 de mayo Irlanda vota en un referendo
sobre el acuerdo fiscal europeo firmado por 25 miembros de la
UE a fines del año pasado para garantizar que nadie tenga un
déficit fiscal mayor del 3 por ciento y una deuda pública de
más de 60 por ciento del PIB.
En
medio de este sombrío panorama todavía hay voces que ven
luces al final del túnel. Según un nuevo paper del ECFR
(Consejo Europeo de Relaciones Exteriores), un think tank
paneuropeo, la relación entre François Hollande y Angela
Merkel será más productiva que la que existía con Nicolas
Sarkozy. “La experiencia muestra que es más fácil el
acuerdo y la cooperación de dos partidos con ideas diferentes
que deben hallar un compromiso que la de una pareja simbiótica
como la Merkozy”, señala Ulrike Guerrot, del ECFR. Aun una
salida de Grecia del euro tiene sus adalides, como el analista
Simon Jenkins, quien en el matutino inglés The Guardian no
duda en poner a Argentina como un ejemplo de las bondades de
una reestructuración de la deuda. “Solo cuando Grecia se
desembarace de la deuda que tiene, como lo hicieron Islandia y
Argentina, podrá reconstruir su economía en base a una tasa
de cambio realista”, señaló Jenkins.
|