Grecia
celebrará nuevas elecciones el 17 de junio
Enorme
descrédito de los dos partidos tradicionales, el Pasok y
Nueva Democracia
Por
Enric González
Corresponsal en Atenas
El País, 16/05/2012
Los griegos
volverán a las urnas el 17 de junio. Tras el fiasco electoral
del pasado día 6, que produjo un Parlamento incapaz de
componer una mayoría y un Gobierno viable, el segundo intento
no muestra mejores perspectivas de éxito. Otro resultado
parecido dejaría el país definitivamente a la deriva y
agudizaría de forma extrema la crisis del euro. Solo dos
opciones parecen viables: o una victoria de la izquierda
radical (la coalición Syriza) apoyada por otros grupos
progresistas contrarios al plan de austeridad, o una
resurrección de los conservadores europeístas de Nueva
Democracia que les permitiera formar Gobierno con sus antiguos
rivales socialistas del Pasok.
Radicalización:
la
catástrofe capitalista ha corrido el espectro político
griego hacia los extremos
La crispación
política es muy elevada. Incluso el nombramiento de un
Gobierno provisional de un mes de duración y sin autoridad
para tomar decisiones ha constituido un drama. Los socialdemócratas
del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia, “el dúo
de la austeridad”, exigieron al presidente Karolos Papoulias
que prolongara el mandato de Lucas Papademos, el primer
ministro técnico que asumió el cargo en otoño pasado.
Alegaban que en las próximas semanas se producirían
acontecimientos de gran relevancia, como la cumbre de la OTAN
y las negociaciones europeas sobre políticas de crecimiento,
que requerían una representación griega experimentada y
fiable. Papoulias, sin embargo, prefirió escuchar al resto de
los partidos, que reclamaban una figura completamente neutral.
El elegido fue Panagiotis Pikramenos, presidente del Consejo
de Estado, jurista de prestigio y figura de absoluta
irrelevancia política.
Cada día se
hace más verosímil la hipótesis de una salida griega del
euro y un retorno al dracma tutelado por el Fondo Monetario
Internacional, cuya directora general, Christine Lagarde,
afirma que sería posible “una ruptura ordenada”. Ante ese
riesgo, que pese a cualquier ayuda del FMI sumiría
temporalmente Grecia en un caos financiero y tendría
repercusiones imprevisibles en toda la Unión Europea, tanto
los griegos europeístas como sus acreedores de la troika (Unión
Europea, Banco Central Europeo y FMI) se plantean la necesidad
de suavizar las durísimas medidas de austeridad impuestas al
país. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, habla ya
de aplicar medidas para hacer más soportable el odiado
“protocolo” de recortes presupuestarios.
Alexis Tsipras,
líder de la izquierda radical, constituye la gran incógnita
del nuevo proceso electoral. Es joven (37 años) y
convincente, y su propuesta de mantener Grecia en el euro a
cambio de una sustancial ampliación de los plazos de devolución
de los créditos resulta atractiva para amplios sectores de la
población. Hasta cierto punto, lo que plantea Tsipras no es
muy distinto a un chantaje: si no nos dais más tiempo para
pagar, viene a decir a los dirigentes europeos y del FMI,
romperemos el euro y crearemos un desastre para nosotros y
para todos los demás. Si gana, ¿tendrá éxito su farol?
Misterio.
Otro misterio es
el empeño que pondrán los dirigentes europeos en facilitar
las cosas a Pasok y Nueva Democracia. Ambos partidos sufren un
enorme descrédito porque durante las décadas en que se han
alternado en el poder han fraguado el mayor desastre económico
europeo desde la Segunda Guerra Mundial, y luego han firmado
con los acreedores el protocolo de austeridad. En las
elecciones del día 9 apenas superaron, conjuntamente, el 30%
de los votos, lo que supuso una caída de vértigo desde el
70% alcanzado en 2009. Pero las dos viejas maquinarias políticas
aún funcionan y podrían remontar, quizá, si la Unión
Europea ayudara un poco. Para eso sería necesario que los
acreedores se mostraran favorables a una dulcificación en las
condiciones de pago y en los recortes impuestos, lo cual
restaría argumentos a la izquierda opuesta a la austeridad y
devolvería un mínimo prestigio a Pasok y ND.
Grecia
debe
declarar la cesación de pagos
y abandonar el euro
Por
Nouriel Roubini (*)
crisis-economica.blogspot,
19/05/2012
Nueva York.–
Ya está cerca el desenlace de la tragedia griega del euro: es
muy probable que este año o el que viene, Grecia declare la
cesación de pagos de su deuda y abandone la eurozona.
Posponer la
salida para después de la elección de junio, con un gobierno
nuevo comprometido con alguna variante de las mismas políticas
que ya fracasaron (austeridad recesiva y reformas
estructurales), no restaurará el crecimiento y la
competitividad. Grecia está atascada en un círculo vicioso
de insolvencia, pérdida de competitividad, déficits externos
y una depresión cada vez peor. La única forma de cortar este
círculo es iniciar un default con abandono del euro, en forma
ordenada y con coordinación y financiación del Banco Central
Europeo, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional
(la “troika”), de modo de minimizar los daños colaterales
para Grecia y el resto de la eurozona.
El último
paquete financiero otorgado a Grecia con supervisión de la
troika redujo el endeudamiento del país mucho menos de lo que
se necesitaba. Pero, incluso con una reducción de la deuda pública
considerablemente mayor, Grecia no puede volver a crecer si no
recupera rápidamente la competitividad. Y si no vuelve a
crecer, la carga de la deuda seguirá siendo insostenible.
Pero todas las alternativas para recuperar la competitividad
demandan una depreciación real de la moneda.
La primera
alternativa, una devaluación abrupta del euro, difícilmente
se producirá; esto se debe a la fortaleza de Alemania y a que
el BCE no sigue una política agresiva de flexibilización
monetaria. Igualmente difícil es una reducción rápida del
costo laboral unitario por medio de reformas estructurales que
aumenten el crecimiento de la productividad por encima de los
salarios. A Alemania le llevó diez años recuperar la
competitividad de esta manera, y Grecia no puede seguir
deprimida una década. Asimismo, una deflación veloz de
precios y salarios, lo que se conoce como “devaluación
interna”, llevaría a cinco años de agravamiento de la
depresión.
Si ninguna de
estas tres alternativas es viable, el único camino que queda
es la salida de la eurozona. El regreso a la moneda nacional y
una devaluación abrupta restaurarían rápidamente la
competitividad y el crecimiento.
Por supuesto, el
proceso sería traumático, y no solamente para Grecia. El
problema más importante sería la pérdida de capital para
las instituciones financieras principales de la eurozona. El
pasivo externo en euros del gobierno, los bancos y las
empresas de Grecia se dispararía de un día para el otro.
Pero estos problemas se pueden superar: Argentina lo hizo en
2001, cuando “pesificó” sus deudas en dólares, y Estados
Unidos hizo algo similar en 1933, cuando depreció el dólar
un 69% y abandonó el patrón oro. Aplicar una “dracmatización”
similar a las deudas en euros es necesario e inevitable.
Las pérdidas
que sufrirán los bancos de la eurozona no serán
inmanejables, siempre que se los apoye con una recapitalización
adecuada y decidida. Pero para evitar un derrumbe del sistema
bancario griego después de la salida, tal vez haya que
adoptar algunas medidas transitorias que prevengan una corrida
descontrolada de los depositantes; por ejemplo feriados
bancarios y control de capitales. El Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (FEEF/MEE)
deberán ser los encargados de realizar la necesaria
recapitalización de los bancos griegos por medio de
inyecciones directas de capital. En la práctica, los
contribuyentes europeos estarían tomando el control del
sistema bancario griego, pero sería una compensación parcial
por las pérdidas impuestas a los acreedores por la
dracmatización.
Además, Grecia
tendrá que volver a reestructurar y reducir su deuda pública.
Respecto de las obligaciones de Grecia con la troika, no hace
falta reducir el valor nominal, pero sí extender su
vencimiento una década más y reducir el interés. En cuanto
a los acreedores privados, se necesitarán también más
recortes, empezando con una moratoria del pago de intereses.
Hay quienes
dicen que si Grecia abandona la eurozona, la caída de su PIB
real será mucho mayor que la que se produciría en lo peor de
una deflación. Pero es un argumento viciado: aun con deflación,
el poder adquisitivo real se reduciría y el valor real de las
deudas aumentaría (deflación de deuda) conforme se produjera
la depreciación real. Además, y esto es más importante, la
opción de abandonar la eurozona restauraría el crecimiento
de inmediato a través de la depreciación nominal y real, con
lo que se evitaría una década de depresión. Y las pérdidas
comerciales que sufra la eurozona por la depreciación del
dracma serán limitadas, ya que Grecia solamente representa el
2% del PIB de la eurozona.
La reintroducción
del dracma conlleva el riesgo de una depreciación cambiaria
superior a la necesaria para recuperar la competitividad, lo
cual tendría efecto inflacionario y aumentaría las pérdidas
derivadas de la dracmatización de la deuda externa. Para
minimizar ese riesgo, las reservas de la troika que ahora se
dedican al rescate de Grecia se deberían usar para evitar
dicha sobredevaluación (el control de capitales también
puede ayudar).
Los que afirman
que la partida de los griegos provocaría un contagio y
arrastraría a otros países a la crisis también se niegan a
ver la realidad. Si hablamos de sostenibilidad de la deuda y pérdida
de competitividad, otros países periféricos ya tienen
problemas similares a los de los griegos. Por ejemplo, es
posible que en algún momento Portugal deba reestructurar su
deuda y abandonar el euro. Y otras economías con problemas de
liquidez pero potencialmente solventes, como Italia y España,
necesitarán ayuda de Europa independientemente de si Grecia
abandona la eurozona o no; de hecho, sin una provisión de
liquidez, es probable que el temor a una corrida contra las
deudas públicas de Italia y España se convierta en una
profecía autocumplida.
El importante
aumento de recursos oficiales con que cuentan ahora el FMI y
el MEE (junto con la liquidez del BCE) se podría usar
entonces para proteger a estos países y a los bancos de otros
lugares de la periferia de la eurozona en problemas. Sin
importar lo que haga Grecia, hay que recapitalizar ahora y rápidamente
los bancos de la eurozona, para lo cual se necesita un nuevo
programa de inyección directa de capital que abarque a toda
la UE.
La experiencia
de Islandia y de muchos mercados emergentes a lo largo de los
últimos 20 años muestra que la depreciación nominal y la
reestructuración y reducción ordenadas de la deuda externa
permite volver a una senda de sostenibilidad de la deuda,
competitividad y crecimiento. Como en estos casos, los daños
colaterales que sufriría Grecia como consecuencia del
abandono del euro serían importantes, pero contenibles.
Igual que en un
matrimonio condenado al fracaso, es mejor tener reglas que,
llegado el inevitable divorcio, reduzcan el costo de la
separación para ambas partes. No nos llamemos a engaño: un
abandono ordenado del euro por parte de Grecia producirá un
daño económico importante. Pero mucho peor sería sentarnos
a mirar el derrumbe lento y caótico de la economía y la
sociedad griegas.
* Nouriel
Roubini, profesor en la Stern School of Business de Nueva
York, fue uno de los pocos economistas no marxistas que
predijo la actual crisis.
El fantasma de
2001, en Atenas
Al borde del
colapso, Grecia se argentiniza
“No se puede
pagar una deuda con la sangre del pueblo. Esto es el fracaso
del sistema capitalista, que está jugando a la ruleta con
nosotros..."
Por Elisabetta
Piqué
Desde Grecia
La Nación,
20/05/2012
Atenas.– No
dicen ni "Maradona" ni "Messi". El fútbol
ni se les pasa por la cabeza en este momento. Reaccionan con
una única pregunta: "¿Cómo hicieron ustedes?"
Y es lógico.
Las similitudes con el colapso argentino de diciembre de 2001
son demasiadas. Así como en 2001 la imposibilidad de sostener
la convertibilidad argentina estaba en boca de todos, en este
2001 de Grecia, la mayoría de los 11 millones de habitantes
de este país al borde del colapso –en verdad, ya en
bancarrota– de lo único que hablan y discuten es sobre el
"evró", el maldito euro.
Para los
griegos, la moneda única, que hace diez años reemplazó al
dracma, sólo les ha traído problemas. Creen que, con el
poder de devaluar sólo en manos del Banco Central Europeo
(BCE), el euro les hizo perder competitividad y contraer una
deuda gigantesca. Ayer fue un sábado gris y húmedo en
Atenas, y todo el mundo hablaba del "evró". Ese
euro que Grecia podría abandonar si en las elecciones
parlamentarias del 17 de junio próximo gana –como todos los
sondeos indican– el partido de izquierda radical Syriza,
liderado por el joven Alexis Tsipras, la nueva estrella de la
política griega.
En las
elecciones del 6 de mayo pasado, al margen de castigar como
nunca a los dos partidos tradicionales griegos que se
alternaron el poder en los últimos 38 años (el Pasok, de
izquierda, y Nueva Democracia, de derecha), los griegos les
han dicho basta a las políticas de austeridad impuestas desde
hace dos años por la troika –formada por la Unión Europea
(UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI)– para salvarla de un default que, en
verdad, ya existe parcialmente.
Hoy, los griegos
se sienten como en la Argentina de 2001. Y razón no les
falta, las smilitudes sobran: hay una incertidumbre total por
lo que vendrá, una recesión fulminante, temor a una eclosión
que parece inminente, un pesimismo absoluto por el futuro, vacío
político, una creciente pobreza, angustia, desconfianza total
hacia los partidos, el fantasma del corralito y corridas para
extraer dinero de los bancos.
"Acá todavía
no hubo estallido social ni saqueos de supermercados ni 30
muertos. Sabemos que la gran diferencia es que Grecia está en
la Unión Europea y que la Argentina, a diferencia de Grecia,
tiene inmensos recursos naturales, pero todo es muy
parecido", dice a LA NACION María Avgis, profesora
universitaria de historia de América latina que vivió muchos
años en la Argentina y que, casualmente, presenció el
colapso de diciembre de 2001.
"Se respira
un clima denso: vivís un día y te parece que vivís una
eternidad, como en diciembre de 2001 en la Argentina",
evoca Avgis.
Ya en plena
campaña política para las elecciones parlamentarias del 17
de junio, los griegos se ven inmersos en una disyuntiva apocalíptica.
¿Seguir estrangulados por recortes que les impiden vivir pero
permanecer en el "evró" y en la UE, o tirar todo
por la borda y rechazar esos millonarios rescates que, a la
corta, parecen empeorar las cosas?
"Nadie
especifica qué hará, qué medidas tomará, pero a los
griegos nos venden dos relatos: recuperar toda esa soberanía
perdida en estos años de rigor salvaje impuesto desde afuera,
diciendo que no a soluciones de afuera, o permanecer en esa
gran familia europea, en la que los griegos, virtuales hijos
pródigos, debemos portarnos en forma correcta y asumir
nuestras responsabilidades", dice Avgis, que confiesa que
a este punto quiere un cambio, aunque sea finalmente el tan
temido "Grexit", la salida de Grecia de la eurozona.
"Para
muchos, salir del euro traería una sensación de alivio como
la que tuvieron los argentinos cuando [Adolfo] Rodríguez Saá
anunció el default", dispara Avgis, más allá de los
sondeos que dicen que más del 80% de los griegos quiere
permanecer en el euro.
Como a la mayoría
de los empleados públicos, a María, de 40 años y con una
hija de 15 meses, le bajaron un 20% el sueldo, al tiempo que
le subieron salvajemente los impuestos. Lo mismo les pasó a
los jubilados.
Si las calles de
Atenas siempre tuvieron algo de Buenos Aires –dejando de
lado, claro, la Acrópolis–, ahora el parecido es más
fuerte que nunca. Y la sensación de déjà– vu, inmensa.
Después de varios años de recesión, cientos de negocios
tuvieron que cerrar por la crisis (el 29,6% de las tiendas de
Atenas), y en los que están abiertos, casi nadie compra.
Saltan a la
vista carteles de departamentos en venta o en alquiler, así
como gente que pide limosna, familias enteras que revuelven
tachos de basura, indigentes que duermen en la calle,
cartoneros que, con carritos de supermercado, recolectan lo
que sea.
Como en la
Argentina de 2001, por otro lado, las iniciativas de
solidaridad para hacerle frente al colapso social, con grupos
que hacen trueques, intercambian bienes, se asocian en
cooperativas, se multiplicaron. El desempleo afecta al 21% de
la población y entre los jóvenes supera el 51%: uno de cada
dos no tiene trabajo. No sorprende que el sueño de la mayoría
de los menores de 25 años sea irse del país, como sucedía
en la Argentina de 2001.
Pobreza
Las estadísticas
también indican que el 30% de los griegos viven por debajo
del umbral de la pobreza. En el comedor popular de la calle
Sofokleaus, antes de que el reloj marque las 12, ya hay una
inmensa fila de personas –jubilados y desempleados de todas
las edades y sexo– que esperan una bandeja de plástico con
comida. Todos los días allí se reparten más de 5000
porciones. Ayer, el menú era pasta con ragoût , zanahorias,
pan y fruta.
"Vengo aquí
porque tengo una jubilación de 300 euros que no me alcanza
para vivir", cuenta a La Nación Alexandros
Alexopulos, ingeniero mecánico de 70 años, de bigote blanco,
pocos dientes y anteojos, en perfecto inglés.
"En Grecia
va a suceder lo que sucedió en la Argentina. Después de las
elecciones del 17 de junio, el país caerá en bancarrota,
saldremos del euro y empezaremos una nueva historia. La deuda
que tiene Grecia no se va a pagar nunca. No se puede pagar una
deuda con la sangre del pueblo. Esto es el fracaso del sistema
capitalista, que está jugando a la ruleta con nosotros",
agrega este jubilado, al confesar que en los comicios votará
por Tsipras.
El odio hacia
los políticos y hacia las recetas de sangre, sudor y lágrimas
impuestas desde el exterior, que evidentemente fracasaron, es
inmenso.
"Son todos
unos ladrones, sólo piensan en su sillón. Ellos nos llevaron
a este infierno y tienen que irse a la cárcel", clama
Anastasio Karas, vendedor ambulante de sándwiches que por la
crisis debió cerrar su quiosco hace dos años.
Si el FMI era la
bestia negra de la Argentina en 2001, ahora, en Grecia, Angela
Merkel es el blanco de toda la furia. "Los alemanes no
pueden pretender que los griegos seamos como ellos. Como
Hitler en su momento, Merkel, sin armas, pretende ahora
convertirnos en esclavos, para dominarnos y comprarnos a un
precio irrisorio. Pero los griegos vamos a resistir, como
resistimos contra Hitler y como resistió la Argentina a los
dictados del FMI", dice Andreu Fotis, abogado. Como la
mayoría de los griegos, seres deprimidos, desorientados,
indignados, Andreu pregunta, para terminar: "Y ustedes,
los argentinos, ¿cómo hicieron?"
Un comisario
europeo revela que la UE y el BCE
estudian la salida griega
del euro
Por Ricardo Martínez
de Rituerto
Desde Bruselas
El País,
18/05/2012
La cronificación
de la crisis griega está desatando las lenguas más
circunspectas. El comisario de Comercio, Karel de Gucht, ha
saltado a la arena con estrépito al decir que tanto en el
Banco Central Europeo (BCE) como en la Comisión se están
preparando planes “por si Grecia no lo consigue”, idea
secundada desde Berlín por un Gobierno que se dispone “para
cualquier eventualidad”. Ante este pimpampum verbal, la
Comisión apenas puede reiterar que ya lleva dos años
diciendo que está muy interesada en la continuidad de Grecia
en la zona euro y que “no hay ningún plan de salida” de
Grecia, según un portavoz del presidente, José Manuel Durão
Barroso.
De Gucht utiliza
en declaraciones al periódico flamenco De Standaard una metáfora
inquietante: “Estamos al final de la partida y no se cómo
va a acabar”. “En el Banco Central Europeo y en la Comisión
se está trabajando en planes de emergencia por si Grecia no
lo consigue”, señala el comisario, que pretende calmar los
ánimos con una apostilla: “La salida de Grecia no significa
el fin del euro, como algunos proclaman”.
A De Gucht le
han desmentido raudos su jefe y algún que otro compañero de
Comisión, pero hay que decir en su favor que él fue el
primero en revelar que Bruselas supo durante años, por más
que lo callara, que Grecia la estaba engañando con sus
cuentas.
En Berlín, una
portavoz del ministro de Finanzas, el influyentísimo Wolfgang
Schauble, no se anda por la ramas: “El Gobierno griego tiene
la responsabilidad ante sus ciudadanos de estar preparado para
cualquier eventualidad”, lo que puede perfectamente ser otro
modo de decir lo que dice De Gucht. Es más, Schauble sigue el
juego de De Gucht sobre la suerte del euro y declara que es
cuestión de aguantar un par de años más: “Con respecto a
la crisis de confianza en el euro veremos a los mercados
financieros calmarse en un plazo de 12 o 24 meses”.
El Ejecutivo
comunitario reaccionó de inmediato a la ruptura de la omertá
sobre Gracia por parte del comisario belga de Comercio. “La
Comisión Europea desmiente firmemente que esté trabajando
con planes de salida de Gracia de la zona euro”, tuiteó el
portavoz presidencial Olivier Bailly, que recordó también cómo
tanto Barroso como su vicepresidente y comisario de Asuntos
Económicos y Monetarios, Olli Rehn, “llevan diciendo desde
hace dos años que la Comisión desea que Grecia siga en el
euro. ¡Eso sigue siendo verdad! No hay ningún plan de salida
para Grecia”.
El propio Rehn
reiteró el mensaje negativo sobre planes de salida helenos
ante la televisión británica en una ofensiva verbal que hizo
más llamativo el silencio del día anterior de Barroso en la
Asamblea General de Naciones Unidas, donde se saltó la
lectura del párrafo de su discurso que insistía en el
compromiso de toda la UE con Grecia y el euro: “Por lo que
respecta a Grecia, quiero reafirmar con total claridad que
queremos que Grecia continúe en la zona euro. Y la Unión
Europea hará todo lo necesario para conseguirlo”.
En otro momento
de su entrevista, De Gucht manifiesta que a su juicio Grecia
acabará por seguir en el euro y puestos a echar hilo a la
cometa especula con la celebración de una tercera consulta
electoral en forma de referéndum, en caso de que los griegos
no respondan dentro de un mes en las urnas como Bruselas
desea.
De
Gucht dice también que los griegos deben quitarse de la
cabeza la idea de que es posible negociar términos más
flexibles para su rescate: “No hay margen. Apenas se logra
una disminución de la deuda con el programa que está sobre
la mesa”. No hay alternativa. “Grecia debe cumplir los
acuerdos alcanzados. Es la única salida racional que tiene el
país”. Aun así, él mismo reconoce que la situación no es
la más propicia para tener la cabeza fría: “Están
desesperados”. No obstante, los sondeos de opinión suenan
bien en Bruselas al sugerir que los griegos aceptan a los
partidos que acatan el gravoso plan de rescate.
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