Las
elecciones griegas y la política europea
¿Se
sostiene el centro?
Por
Immanuel Wallerstein
Agence Global, 15/05/2012
La Jornada, 20/05/2012
Traducción de Ramón Vera Herrera
En los sistemas
parlamentarios occidentales, las elecciones siempre tienen que
ver con el centro. La situación estándar es aquélla en que
hay dos partidos dominantes –uno situado un poco hacia la
derecha del centro y otro un poco hacia la izquierda del
centro. Hay diferencias entre las políticas que estos
partidos emprenden cuando están en el cargo, pero hay enormes
similitudes. La elección nunca refleja una división política
profunda. Más bien se trata de recentrar el centro –que
debe considerarse el punto de apalancamiento en el subibaja
entre partidos. En Grecia ocurrió justo lo contrario.
Es más rara la
situación donde se repudia el centro, y por tanto hay un
repudio de los dos partidos principales que giran en torno al
centro. Un resultado así arroja la política nacional a
trastornos importantes, y en también tiene un impacto
considerable fuera del país.
Las recientes
elecciones en Francia y Grecia ilustran bien estas dos
situaciones. En Francia, los socialistas derrotaron a la
conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP) y de hecho
han recentrado el centro. En la situación caótica mayor del
sistema-mundo, y particularmente en aquélla de la Unión
Europea, recentrar el centro en Francia tendrá un gran
impacto. Pero no esperemos que las políticas reales de François
Hollande sean radicalmente diferentes de las de Nicolas
Sarkozy.
En Grecia ocurrió
lo contrario. El centro fue repudiado de un modo dramático.
Ambos partidos principales –el conservador Nueva Democracia
y el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok)– perdieron más
de la mitad de los votos que tenían normalmente. El total
combinado de ambos pasó de ser dos tercios de la votación, a
un tercio. Pasok incluso quedó reducido a un tercer lugar,
desplazado por una coalición de partidos más a la izquierda,
la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), que fue
considerada, en general, la gran ganadora de los comicios.
El punto básico
de las elecciones fue el programa de austeridad impuesto a
Grecia por las fuerzas exteriores –sobre todo y sin
inmutarse, por Alemania. Todos los partidos excepto los dos
partidos importantes tradicionales llamaron a repudiar las
medidas de austeridad. El dirigente de Syriza, Alexis Tsirpas,
aseguró que los resultados de la elección hacían nulo e inválido
el compromiso con el plan de austeridad.
¿Qué ocurrirá
en los próximos meses? Después de que los tres partidos con
la mayoría de los votos en Grecia –Nueva Democracia, Syriza
y Pasok– no pudieron formar un gobierno, todo se mueve hacia
unas nuevas elecciones. Syriza podría incluso ser el primero,
en la siguiente vuelta. Dado que el gobierno griego no recibirá
más asistencia, deberá recurrir a préstamos de cajón. El
ministro de relaciones exteriores alemán ya amenazó con
expulsarlos de la eurozona. Sin embargo, no hay modo legal de
hacer esto. Y dado que el público griego parece pensar que
salirse de la zona no va a resolver nada y probablemente
empeore las cosas, la situación llegará a un punto muerto.
Los griegos sufrirán enormemente. Pero también sufrirán
muchos bancos europeos y también la población alemana,
aunque hasta ahora no esté consciente de ello.
En tanto, habrá
nuevas elecciones en Francia para la legislatura. Los
observadores predicen una victoria socialista, con un
contingente significativo del equivalente francés de Syriza,
el Frente de Izquierda. La única posición clara de Hollande
es que el crecimiento de Europa debe tener prioridad por sobre
la austeridad –un desafío directo a la actual posición
alemana. Así que el centro se recentrará más hacia la
izquierda.
Los alemanes están
ahora bajo una presión enorme. Hay un descontento interno que
conduce a pérdidas electorales para el partido de la
canciller Merkel, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y su
asociada, la coalición neoliberal, el Partido Democrático
Liberal (FDP). Los otros partidos social-demócratas de Europa
se han animado por la victoria de Hollande para moverse algo
hacia la izquierda. Los dos partidos conservadores en la
coalición gubernamental italiana han sufrido pérdidas
severas en las elecciones municipales de mayo. Hay también,
cosa extraña e importante, presión de Estados Unidos hacia
Alemania, para que se mueva en la dirección en que Hollande
empuja.
Los alemanes
podrían resistirse a todo esto, hasta el 31 de mayo, día del
referendo irlandés. El gobierno irlandés fue el único
miembro de la zona del euro que accedió al tratado de
austeridad en que insistió Merkel, con el respaldo de Sarkozy,
tras la realización de un referendo. Las encuestas han estado
mostrando que la definición de los resultados sería difícil,
pero el gobierno irlandés se había sentido confiado en que
podía ganar un voto aprobatorio. La victoria de Hollande
puede ahora hacer cambiar de opinión a los votantes
suficientes como para que el voto irlandés sea negativo, en
cuyo caso el tratado de austeridad se invalidaría. Esto
socavaría la posición alemana mucho más que el repudio
griego del centro.
Entonces, ¿qué
pasará? La clave es lo que ocurre en la vida política
alemana. Angela Merkel, como cualquier buena líder política,
intenta ver en que dirección sopla el viento. Su lenguaje por
tanto ya comienza a evolucionar. En secreto tal vez acepta
bien la presión externa para hacer lo que, desde el estrecho
punto de vista alemán, es lo sensato y así apuntalar la
compra de poder (para los bienes alemanes, entre otras cosas)
en el resto de la Unión Europea.
Si Alemania se
mueve en esa dirección, el euro y la zona del euro sobrevivirán,
y seguirán siendo un actor importante (aunque contenido) en
el escenario geopolítico. A escala mundial, el recentramiento
de la totalidad de Europa, sin embargo, no se volverá un
status quo pero acelerará realineamientos geopolíticos
inevitables. No obstante, el recentramiento alemán ayudará a
Europa a resistir mejor el siguiente tsunami que significa el
colapso de fondos soberanos y del dólar como divisa de
reserva.
El
mundo entero nada en aguas picadas. Alemania puede pronto
unirse a la lista de Estados que comienzan a entender cómo
navegar en medio del caos. Los gobiernos inflexibles son su
propio peor enemigo.
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