Re-reelección de Angela
Dorothea Merkel
Un triunfo conservador pero con matices y
contradicciones
Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie, semanario, 26/09/2013
El pasado domingo fue de fiesta para los
medios conservadores y de derecha de todo el mundo. El lunes,
desde Le
Figaro de París hasta La Nación de
Buenos Aires, pasando por el ABC
de Madrid, celebraban alborozados el triunfo de Angela
Dorothea Merkel y su coalición demo-social cristiana
(CDU-CSU) en las elecciones al Bundestag, el parlamento alemán.
Además, aunque las elecciones germanas no tienen la
importancia global de las norteamericanas, el imperialismo
alemán es el que hoy manda en la Unión Europea. Votar
quién gobernará en Berlín, es elegir también al gobierno de
la Unión Europea y la eurozona. Esa fue otra razón de peso
para los festejos de los billonarios de Europa y el resto del
planeta. ¡Explotadores del mundo, unios!
Además, lo de Merkel se trata de una
verdadera hazaña política, considerando que en la Unión
Europea no queda títere con cabeza de los gobiernos, presidentes y primeros
ministros que había en noviembre del 2005 (cuando fue
canciller por primera vez) o en octubre de 2009 (su segundo
gabinete). La crisis los incineró
a todos, desde Sarkozy hasta Berlusconi y Zapatero. Sólo
Merkel atravesó indemne ese círculo de fuego, como Sigfried
en las leyendas de la mitología germana. Pero Merkel, no sólo
sobrevivió, sino que logró
mayor porcentaje de votos que en la elección anterior: un
41,5%, que son 7,7 puntos más que en 2009.
Sin embargo, el principal partido
opositor, los socialdemócratas (SDP), también avanzó: rozó
el 26%, lo que representa casi tres puntos más que en 2009.
Asimismo, se derrumbaron dos partidos que, relativamente, están
aun más a la derecha
de Merkel: el FDP (Partido Democrática Libre),
ultra-neoliberales que habían estado en el último gabinete
de Merkel, y el AfD (Alternativa por Alemania) conservadores
“euroescépticos”.
Por último, Die Linke (La Izquierda), un
partido reformista pero que aparece a la izquierda de los
socialdemócratas, que había venido cayendo en elecciones
regionales anteriores, logró un inesperado 9%, convirtiéndose
en la tercera fuerza. Los Verdes, tradicionales socios menores
del SDP, quedaron detrás con un 8,4%. Asimismo, se vino abajo
el posmoderno “partido pirata”, que en algunas elecciones
regionales anteriores había llegado al 9%.
Dado que Merkel aparece como campeona
mundial del neoliberalismo, de los planes de austeridad y
ajustes salvajes, y de la privatización hasta del aire que
respiramos, su triunfo electoral dio cuerda a la derecha
europea y mundial. “¡Austeridad, ajustes y hambre!” sería
la fórmula infalible no sólo para conducir la economía sino
hasta para ganar elecciones. Si fuera cierta esa fábula, los
alemanes serían un caso único de sadomasoquismo político.
Complejidades
y contradicciones detrás una votación
En verdad, la votación es producto de
una combinación más compleja y contradictoria de hechos y factores. Entre ellos se
destacan los siguientes:
1) Alemania es el país de Europa donde
menos “reformas” neoliberales se hicieron en los años
recientes. Más aun: Merkel, en los últimos tiempos, se
ha movido en sentido opuesto, de dar algunas concesiones
menores para suavizar las cosas y aparecer como que pone “límites”
a sectores patronales demasiado abusadores.
Es que lo fundamental del “trabajo
sucio” de reformas neoliberales ya
estaba hecho cuando Merkel asumió en 2005. Y no lo había
realizado la “derecha” del CDU-CSU, sino la
“izquierda”; es decir, los socialdemócratas del SDP con
la complicidad de los Verdes. Esto generó un fenomenal
“voto castigo” contra el SDP que dio el triunfo a Merkel
en el 2005. Y también produjo la división del SDP y la
formación de Die Linke en 2007.
La reformas neoliberales dictadas por los
socialdemócratas golpearon duramente a la clase obrera y
trabajadora. La principal es la de los “minijobs”
(pequeños trabajos): empleos
precarios por hora.
“Uno de cada cuatro trabajadores
alemanes trabaja hoy por un minisalario que, en algunos casos,
puede ser de tan sólo uno o dos euros la hora. Los minijobs
han crecido más que los trabajos a jornada completa y ya
ocupan a casi 7,5 millones de personas. Hay 1,3 millones de
trabajadores que reciben también el paquete que combina
subsidios sociales y de paro, conocido popularmente como Hartz
IV. De esta forma, el Estado, efectivamente, subvenciona a
trabajadores baratos para las empresas.” (Thilo Schäfer,
14/09/3013)
En ese contexto, en los últimos tiempos,
Merkel ha salido a poner límites a los “excesos”
patronales en los minijobs. Por ejemplo, a las empresas que
despedían al personal y lo retomaban como precarios. En el
mismo sentido, legisló contra los “abusos” de las
agencias de empleos precarios. Además, el CDU-CSU se ha
apropiado de la consigna de “salario mínimo”, que antes
era exclusiva de la socialdemocracia y la izquierda.
Estas medidas, por supuesto, no cambian
nada de fondo. Pero han dado la sensación a millones que, de
alguna manera, Merkel los “defiende”.
Así lo sintetiza un buen conocedor de
Alemania: “Merkel no ha progresado en el
recorte sociolaboral. Se ha limitado a administrar
el marco involutivo que los socialdemócratas y los verdes
le dejaron en herencia.” (Rafael Poch, 21/03/2013)
2) Alemania es también el país de
Europa menos golpeado por la crisis y, por consiguiente, por
el desempleo. El capitalismo alemán, mucho antes de la Merkel,
logró dar un giro “globalizador” orientándose al mercado
mundial pero sin “deslocalizar” buena parte de su
industria (como hicieron EEUU, Francia y otros). Así, este año
desplazaría a EEUU como segundo exportador mundial después
de China. Esto también ha sido un gran factor
“conservador” de la situación política.
3) Asimismo, el conservadorismo de los
CDU-CSU se ha vuelto más “matizado” en otros rubros, por
ejemplo en temas como las uniones entre personas del mismo
sexo. También, el CDU-CSU le ha robado a la izquierda y los
Verdes las banderas ecologistas y antinuclear. En una operación
que es también un negocio fabuloso para su industria,
Alemania se ha volcado a energías limpias y renovables, como
la eólica.
4) La crisis ha reforzado el dominio del
capitalismo alemán en la Unión Europea. En este contexto,
Merkel ha tenido cierto éxito en hacer creer la fábula
racista-patriotera del “alemán trabajador y ahorrativo”
que contrasta con los “griegos, españoles e italianos
perezosos y despilfarradores”, responsables de la crisis
europea.
Todos los grandes medios alemanes, desde
los más “serios” como Der
Spigel hasta los peores tabloids amarillos como el Bild-Zeitung,
alimentan esa fábula racista que ha reemplazado la
charlatanería sobre la “igualdad” de los “pueblos de
Europa” que constituían la UE. Ahora la Unión Europea
tiene un amo, Alemania, cuya misión es hacer trabajar a esos
haraganes. Es un discurso racista que hace recordar otras épocas
del imperialismo alemán, cuando se hablaba de las “razas
inferiores”, judíos, eslavos, gitanos, etc.
Ahora la farsa es distinta pero no menos
mentirosa: Alemania estaría haciendo “sacrificios” para
pagar las “ayudas” y “rescates” de Grecia y otros países
en bancarrota. En verdad, a Grecia no ha llegado prácticamente
nada de los “rescates”. Todo ha ido directamente a los
bolsillos de los bancos acreedores alemanes y franceses… ¡Ellos
son los verdaderos “rescatados”! Sin embargo, en una campaña
de desinformación que sería la envidia de Goebbels, a la
mayoría de los alemanes se le ha hecho creer otra cosa: que
“nosotros estamos pagando por los pecados de otros países”.
(Thilo Schäfer, cit.)
Por supuesto, en relación a Grecia, España,
Portugal, etc. Merkel es inflexible en imponer los más duros
planes de hambre y desempleo… Claro que esa gentuza no vota
en las elecciones al Bundestag. En Alemania, como ya vimos,
Merkel ha sido cuidadosa en no “pasarse de roscas” con el
neoliberalismo.
Desigualdad
creciente, elecciones y legitimidad
Detrás de los festejos por la votación
conservadora hay una realidad social que acumula
contradicciones y que un día puede estallar en las narices
del capitalismo germano; en primer lugar, el vertiginoso ascenso de la desigualdad.
“Si en 1970 el 10% más rico de los alemanes
(occidentales) poseía el 44% de la riqueza neta total, en el
2011 poseía el 66%. Los impuestos más universales, sobre el
consumo, IRPF e IVA, aportaban en el 2012 el 80% de la
recaudación fiscal, mientras que los impuestos a empresas y
beneficios sólo representan el 12%. El propio informe bianual
sobre pobreza y riqueza del Ministerio de Trabajo ha tenido
que reconocer este año, entre polémicas y retoques en su
redacción final para embellecerlo, que al 50% más pobre de
la sociedad alemana le corresponde sólo el 1% de la riqueza
(hace diez años era el 3%), y al 10% más rico, el 53% (cifra
del 2008). Otros estudios señalaban que el 1% más rico
concentra hoy el 23% de la riqueza.
“Alemania, que desde el punto de vista de la
(des)nivelación social era tradicionalmente un país con
buenos rasgos en Europa, presenta hoy una desnivelación
similar a la existente en Estados Unidos… Las tres
consecuencias generales de esta reforma [la iniciada por el
SDP] han sido empobrecimiento,
precarización y polarización
social.”(Poch, cit.)
Pero esto está teniendo, entre otras, una
consecuencia política que potencialmente
comienza a restar legitimidad al régimen de la República
Federal Alemana. Subrayamos lo de “potencial”, porque se
da en el marco de una desmovilización obrera y popular. Ella
se expresa en el poco entusiasmo electoral de los más pobres.
En los años 70, la participación en elecciones llegaba al
90% del padrón. Hoy ha caído al 70%. Y los que más van a
votar son los sectores más acomodados. La abstención es, en
cambio, más del doble entre los más pobres.
Como en EEUU, la desmovilización hace que hoy
la única consecuencia sea la de inclinar hacia la derecha los
resultados electorales. Pero en otra situación, puede
implicar un gran agujero en la legitimidad del régimen.
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