Protestas
populares en Ucrania
¿Salir
de la sartén para caer en el fuego?
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, semanario, 19/12/2013
Importantes
manifestaciones de protesta contra el gobierno del Viktor
Yanukovich se
vienen desarrollando en las últimas semanas en Kiev, capital
de Ucrania, y otras ciudades, principalmente al occidente del
país. Fueron detonadas por el rechazo al proyecto de acuerdo
con la Unión Europea, que se venía negociando.
Estatua
de Lenin en Kiev derribada por los fascistoides de Svoboda,
uno de los partidos
que encabeza las manifestaciones pro-Unión Europea.
De
inmediato, la prensa occidental salió al ruedo dándoles
difusión y un nada disimulado apoyo, sobre todo después que
uno de los sectores que participa en las manifestaciones –el
partido Svoboda (Libertad), de extrema derecha–, derribó
una gran estatua de Lenin. Svoboda es junto a la Unión
Panucraniana Batkivschina (Patria) de la ex primera ministra
Yulia Timoshenko y la Alianza Democrática Ucraniana para la
Reforma (UDAR) del boxeador Vitali Klitschko, uno de los
partidos que encabezan las manifestaciones contra el gobierno
de Yanukovich.
Junto
a la prensa occidental, las cancillerías europeas y el
Departamento de Estado también salieron a la cancha a patear
del lado de los manifestantes. “Washington –informa la Agencia
AP, 02/12/2013– calificó de ‘inaceptable’ la
represión de la policía contra los opositores. ‘Instamos a
los líderes de Ucrania a respetar los derechos de su pueblo a
la libertad de expresión y reunión’, dijo Jay Carney,
vocero de la Casa Blanca.”
Claro
que la Casa Blanca y la Unión Europea no expresan la misma
“preocupación” por la “libertad de expresión y reunión”
en Egipto –donde masacra su amigo, el general al-Sissi– o
por el fraude y el sistemático asesinato de opositores en
Honduras.
Para
complicar el panorama, digamos que, aunque la prensa
occidental informó menos al respecto, también hubo manifestaciones
en sentido contrario, de repudio al proyectado acuerdo con
la UE.
¿Vasallos
de Moscú o de la Unión Europea?: una pésima alternativa
En
el marco de un descontento popular generalizado y que viene de
muy lejos, el detonante de las protestas y enfrentamientos fue
el rechazo en la Rada, el parlamento de Ucrania, de un
proyecto de acuerdo para profundizar
los lazos económicos y políticos con la UE.
Banderas
de la Unión Europea y del British Empire, algo raramente
visto en las protestas
populares de Europa y del resto del mundo.
El
acuerdo no implicaba que Ucrania llegaría a ser miembro del
pacto comunitario ni mucho menos. Por ejemplo, Ucrania no
entraría en el “espacio Schengen” de libre circulación
de personas. El acuerdo impondría además a Ucrania una serie
de obligaciones que irían limitando sus relaciones económicas
y comerciales con Rusia. Brevemente, para estrechar lazos con
Ucrania, la UE exige una
paralela ruptura con Moscú.
Con
una infraestructura productiva que en gran medida sigue ligada
a Rusia –herencia de la ex Unión Soviética–, no está
para nada claro que esa ruptura y la simultánea adscripción
a la UE (y ni siquiera como miembro pleno) vayan a solucionar
los problemas que han hecho ir a Ucrania de
tumbo en tumbo y de crisis en crisis desde su
“independencia” tras la disolución de la URSS en 1991.
Por lo pronto, una de sus primeras consecuencias sería el
cierre de un sector de medianas y pequeñas industrias que
viven de exportar a Rusia.
Al
mismo tiempo, hoy día la Unión Europea pasa por su peor
crisis. Aunque en estos momentos no se agudiza, tampoco se
soluciona. Dentro de la UE y la eurozona no se apagan los
cuestionamientos contra el euro y contra la propia Unión. Es paradójico
que en Ucrania haya más
“europeísmo” que en muchos países de la UE,
castigados por la Troika. Pero, al mismo tiempo, es
comprensible.
Efectivamente,
a pesar la grave crisis de la UE y de las condiciones
draconianas que impone Bruselas en el rechazado proyecto de
acuerdo, hay enormes
(y falsas) ilusiones en amplios sectores populares,
especialmente de la región occidental de Ucrania, sobre los
beneficios de un acercamiento a la Unión Europea… y de un
alejamiento simultáneo en relación a Rusia.
El
telón de fondo de todo esto es un descontento
popular crónico por la situación del país, que como señalamos
ha ido de mal en peor
desde la independencia.
Cuando
gobiernan los sectores pro Moscú, la bronca va contra ellos.
Luego, cuando suben los pro UE, la decepción y el descontento
cambian de blanco. Tales han sido los vaivenes del péndulo
político de los últimos años.
Así,
a fines de 2004, el descontento con el gobierno pro ruso y el
fraude electoral que organizaba, hizo estallar la llamada
“Revolución Naranja”. Gracias a ella, asumió finalmente
la presidencia el líder pro occidental Víktor Yushchenko
(presidente 2005-2010)… que luego se
incineró a velocidad supersónica. Esto implicó el
entierro de la llamada “Revolución Naranja” y el triunfo en 2010
del pro ruso Viktor Yanukovich, actual presidente… que
ahora enfrenta protestas generalizadas. Pero las oscilaciones
no logran salir de la falsa
alternativa Rusia u Occidente, ni de los respectivos políticos
patronales súper corruptos que las representan.
Estos
son personajes mafiosos que al restaurarse el capitalismo se
constituyeron en burgueses saqueando el patrimonio estatal…
igual que en Rusia, Bielorrusia y demás repúblicas de la ex
URSS. Ucrania tiene la particularidad de que los nuevos ricos
se han dividido alrededor de las relaciones (y vasallaje) con
Moscú u Occidente.
Yushchenko,
aunque ubicado en el bando pro Moscú, intentó una negociación
con la UE que finalmente no llegó a nada. Por un lado, Moscú
está armando su propia “área de libre comercio” con
Bielorrusia y otras repúblicas de la ex Unión Soviética, y
presiona con todo para la integración de Ucrania. Por el
otro, como señalamos, la UE presenta exigencias en sentido
opuesto, sin mayores concesiones a cambio.
El
peligro de una clase trabajadora sin una alternativa propia,
independiente del Kremlin y la UE
Esta
puja interburguesa puede salirse de control y pasar a terrenos
más violentos. Es que Ucrania arrastra una serie de
diferencias regionales que pueden usarse de combustible para
luchas fratricidas. Entre ellas están las diferencias de
idioma, de comunidad religiosa, etc. Al este hay un amplio
sector rusificado, en muchas ciudades y regiones mayoritario;
al oeste domina el idioma ucraniano. Al este, el credo
ampliamente dominante es el ortodoxo; al oeste, los
“uniatos”, relacionados con la occidental Iglesia Católica,
les hacen competencia.
Si
se observa un mapa electoral de Ucrania, puede verse cómo, en
las distintas elecciones, las mayorías de votos suelen también
variar en dos regiones, al este y al oeste. En los oblasts
(provincias) de la primera suelen predominar los votos a los
partidos pro rusos; en los oblasts
de la segunda, a los pro occidentales. Las oscilaciones del péndulo
político se dan en ese marco. En el 2010, cuando los pro
occidentales venían incinerados por la desastrosa presidencia
de Yushchenko, mantuvieron sin embargo la mayoría en varios oblasts de la frontera oeste, con el agravante de que en dos de
ellos los más votados fueron los fascistoides de Svoboda.
Asimismo,
socialmente, el grueso de la clase obrera y trabajadora se
ubica principalmente en el este, donde la mayoría vota a los
partidos pro rusos, en primer lugar al Partido de las
Regiones, que hoy gobierna con Yanukovich. El Partido Comunista de Ucrania (KPU) es sólo uno más de la pandilla
pro rusa. Se presenta a elecciones con discursos de
“izquierda”, tanto en relación al balance de la ex URSS
como a los partidos burgueses… pero su bloque de diputados
en la Rada vota siempre por el gobierno.
El
desastre histórico de los estados burocráticos (como la ex
Unión Soviética) puso en cuestión, en todo el mundo, al
socialismo como alternativa al capitalismo. Pero, en esos países
dejó un verdadero agujero
negro en la conciencia de las masas trabajadoras. La
necesidad de una alternativa obrera y popular independiente de
la burguesía y realmente socialista, es más aguda aún en
Ucrania, que puede estar en camino a graves enfrentamientos.
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