Deuda
externa, presiones de los organismos financieros
internacionales e intervenciones extranjeras en el país más
pobre del hemisferio occidental.
El terremoto en Haití ha atraído cotas de atención, interés y
solidaridad sin precedentes. La magnitud de la pérdida de
vidas ha creado una fuerte reacción internacional y una
investigación de los factores que explicarían por qué
este terremoto fue tan devastador. 200 años de
intervenciones extranjeras –económicas y militares– son
el principal motivo que convierten a Haití en el país más
pobre del hemisferio occidental, y a su vez la explicación
de por qué el número de víctimas del terremoto del 12 de
enero ha sido tan grande.
Haití nació endeudado, obligado a pagar a Francia, su anterior dueño
colonial, un rescate de 90 millones de francos para empezar
a recibir reconocimiento internacional para su
independencia. La deuda fue para “compensar” a Francia
la pérdida de sus esclavos, los nuevos ciudadanos de la
primera república libre en el hemisferio occidental y la
primera república negra en el mundo. Haití comenzó a
pagar en 1825 y no terminó de saldar esta deuda hasta 1947.
Con el comienzo del reino del “presidente vitalicio”, François Duvalier
en 1957 y luego con su hijo, Jean Claude, Haití emprendió
un nuevo camino de endeudamiento. La nueva deuda también
fue odiosa porque fue creada por una dictadura brutal que usó
los fondos para pagar los nefastos escuadrones de la muerte
Ton Ton Macoute y de sufragar carísimos lujos personales.
Pero esto es sólo el comienzo de la historia completa de cómo Haití llegó
a ser el país más pobre del hemisferio occidental. El
Gobierno de Estados Unidos tuvo un papel fundamental. En
1910, EE UU saqueó el tesoro nacional de Haití en
beneficio de los bancos estadounidenses. Desde 1915 a 1935
las fuerzas militares de EE UU ocuparon y controlaron a Haití,
implementando una nueva Constitución que permitía, por
primera vez desde la independencia, que los extranjeros
puedan ser propietarios de tierra haitiana.
La
guerra del cerdo
En 1978, durante la dictadura de Jean Claude Duvalier, EE UU asestó otro
duro golpe a la economía haitiana. Cuando se desató un
brote de gripe porcina en los cerdos de la República
Dominicana y se descubrieron unos pocos cerdos infectados en
Haití, EE UU presionó para la erradicación total de los
1,3 millones de cerdos criollos haitianos. Las compañías
norteamericanas se beneficiaron de esta situación cuando
vendieron los cerdos para remplazar a los eliminados. Los
nuevos eran cerdos gordos, pero ‘frágiles’: al
contrario que sus fuertes primos criollos, estos necesitaban
cobertizos y una dieta especial, mientras los cerdos
criollos nativos comían basura. La masacre de cerdos fue
económicamente devastadora para las familias haitianas,
cuyos cerdos eran una forma de inversión. Requerían poco
cuidado, pero luego podían venderse para financiar, por
ejemplo, uniformes y libros escolares.
La erradicación del cerdo criollo fue sólo uno de los ataques al sector
agrícola de Haití en los años ‘80 y ‘90 del siglo
pasado. Tras la presión del Fondo Monetario Internacional
(FMI), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de
otras instituciones, Haití redujo drásticamente las
tarifas para la importación de arroz. El país antillano,
autosuficiente en la producción de arroz hasta los años
‘80, pronto se encontró inundado con arroz barato de EE
UU. Esto produjo una migración interna masiva: los
campesinos, incapaces de ganarse la vida con la agricultura,
se fueron a Puerto Príncipe a buscar empleo en fábricas
textiles, donde recibían 14 céntimos de dólar por hora en
1993. Una consecuencia de esta migración rural a la ciudad
es la creación de chabolas en las colinas alrededor de la
capital, tan vulnerables al terremoto.
Otra condición del FMI fue la privatización de compañías del Estado,
incluyendo bancos, molinos de harina, la empresa que
fabricaba el cemento y la compañía estatal de teléfono (Teleco).
El rechazo del pueblo a este plan sorprendió a los
prestamistas de Washington. La oposición a la privatización
llegó a ser un importante campo de batalla, colocando a los
presidentes Jean Bertrand Aristide y luego René Preval
entre las exigencias aparentemente irreconciliables de los
sindicatos y movimientos sociales por un lado, y el FMI y el
Banco Mundial por otro.
La presión ejercida sobre el Gobierno haitiano, elegido democráticamente,
para que adoptara las políticas del Consenso de Washington
fue liderada por Estados Unidos, cuyas acciones provocaron
que Aristide fuera derrocado dos veces, en 1991 y 2004. Para
poder volver a la presidencia desde su exilio, tras el
primer golpe, Aristide tuvo que aceptar las recetas políticas
del FMI. La batalla por las privatizaciones continúa hasta
hoy: el mismo día del terremoto, estaba prevista la posible
venta de Teleco a la empresa vietnamita Viettel.
Congelación
de la ayuda
La segunda presidencia de Aristide, iniciada en 2001, se desarrolló en
medio de una nueva batalla con Washington en la cual EE UU
utilizó a los bancos de desarrollo multilateral como
apoderados. El Gobierno de Bush impuso un embargo de ayuda a
Haití, usando como excusa las supuestas irregularidades en
la elección de varios senadores (a pesar de que
observadores de la Organización de Estados Americanos
afirmaba que las elecciones habían sido limpias). El
Departamento del Tesoro de los EE UU mandó al BID a retener
préstamos para agua potable, salud, y educación, a la vez
que el BID insistía para que el Gobierno de Aristide pagara
los intereses de los préstamos retenidos. Mientras la
Administración de Bush minaba el Gobierno, el Instituto
Republicano Internacional (brazo internacional del Partido
Republicano) ayudaba a desestabilizar a Aristide en contacto
con las coaliciones de las élites haitianas Convergencia
Democrática y el Grupo 184 [que agrupaba a 184 asociaciones
del sector privado], todos ellos en contacto íntimo con la
banda de golpistas, narcos y matones que empezaron a atacar
ciudades y comisarías de policía en el norte de Haití.
Cuando los supuestos golpistas anunciaron la inminencia de
una escalada en el enfrentamiento, la intervención no se
hizo esperar. Aristide se negó a marcharse y los marines
estadounidenses fueron los encargados de llevarlo en avión
a la República Centroafricana por la fuerza.
Después de la expulsión de Aristide, una dictadura anticonstitucional fue
impuesta bajo el control del tecnócrata Gerard Latortue. Al
contrario que con Aristide, el Banco Mundial y otras
instituciones norteamericanas no tendrían problemas con
Latortue. Después de la imposición del nuevo régimen,
Caroline Anstey, la entonces directora regional para el
Caribe del Banco Mundial, observó que “el Gobierno
provisional está compuesto por tecnócratas que han
acordado no presentarse en las próximas elecciones para
presidente. Como resultado, son mucho más libres para
aceptar una agenda de reformas”.
(*)
Analista político y coordinador de Comunicaciones
Internacionales para el Centro de Investigación Económica
y Política de Washington, D.C.