Empresas mercenarias se
aprestan ahora a repetir en Haití lo ya experimentado en Irak, donde se
alzaron con suculentos contratos millonarios por ofrecer servicios de
seguridad, destaca la organización legal estadounidense Centro por los
Derechos Constitucionales.
Prensa Latina.– La
Asociación Internacional de Operaciones de Paz (IPOA, por sus siglas en inglés)
ha revelado que 11 compañías especializadas en servicios de protección en
el exterior tienen interés en radicarse en Haití.
La IPOA engloba a unas 60
compañías privadas especializadas en el negocio de las llamadas
“operaciones humanitarias en países peligrosos”.
Estas compañías, entre las
que llegó a figurar la siniestra Blackwater, no son organizaciones no
gubernamentales sin ánimo de lucro, sino que se proponen saquear los fondos
aportados por países solidarios para la reconstrucción y la creación de
empleos para los empobrecidos haitianos.
La IPOA ofrece los contactos
de las distintas empresas que están listas para actuar en Haití, desde
aquellas especializadas en temas de seguridad que venden sus servicios contra
los saqueos de establecimientos privados como puede ser la llamada Triple
Canopy, hasta otras especializadas en proporcionar transporte aéreo o
guardaespaldas.
La privatización no sólo
afecta a las guerras, sino sobre todo a la llamada “ayuda humanitaria”
estadounidense. Y este tipo de tercerización deja mucho más dividendos que
la propia contienda bélica.
La paradoja es que las
grandes empresas que operan en el sector de la guerra contra el terrorismo son
las mismas que se ofrecen ahora en el sector de la ayuda civil, dice Marcus
Luttrell, autor de la novela Único sobreviviente.
La Red de Noticias
Independientes Americana asegura que estas empresas pueden llegar a obtener
diversos contratos con el Departamento de Defensa por más de 200 millones de
dólares.
Los medios de prensa
estadounidenses jamás abordan la falta de ética de estas empresas
oportunistas que aparecen en lugares cuando la población está traumatizada y
necesitada de ayuda desinteresada, destaca el blog “The Michigan Messenger”.
Por ejemplo, la Triple Canopy
es una compañía privada con amplia experiencia en asuntos paramilitares que
tiene importantes operaciones en Irak e Israel y que ahora se quiere desplazar
también hacia Haití.
Cuenta prácticamente con un
ejército privado propio y su dueño ha sido acusado por tráfico de armas y
extorsión en Australia.
El periodista investigador
Jeremy Scahill manifestó que esa empresa se alzó con las operaciones de su
homóloga Xe/Blackwater en Irak cuando la misma cayó en desgracia por atentar
contra cientos de civiles indefensos.
El propio periodista menciona
varios incidentes sangrientos donde jefes de los destacamentos armados de
Triple Canopy gritaban con toda seriedad que hoy tenían deseos de asesinar a
alguien, porque salían de vacaciones al día siguiente.
La canadiense Naomi Klein, en
su libro La doctrina del shock, repasa la historia mundial para dar la
palabra a las diezmadas poblaciones civiles sometidas a la voracidad del
conglomerado industrial, comercial y gubernamental para quien los desastres y
las guerras son el siniestro combustible de la economía salvaje de aquel
sistema.
La conmoción que generan los
desastres naturales o las zonas arrasadas por las guerras es aprovechada con
desparpajo por estos mercenarios para hacer negocios.
Jeffrey D Sachs, director del
Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia, en New York, estima en
un artículo en The Washington Post que Haití necesitará más de 14 mil
millones de dólares para hacer frente a esta catástrofe.
El ambiente es tan propicio
para el negocio que existen empresas privadas especializadas en rescates de víctimas
en zonas de desastres y éstas envían equipos no a rescatar a cualquier
persona, sino solamente a aquellas que tienen el dinero para pagarles.
Por ejemplo, había un grupo
de estudiantes de la Universidad de Lynn de la Florida que se encontraban en
Haití cuando sucedió el terremoto, por lo que ese centro decidió contratar
a una empresa privada nombrada Red24, especializada en rescates, para que los
trajera de regreso a Estados Unidos.
Otra empresa nombrada EODT
Technology, que ahora también opta por abrir oficinas en Haití, ha trabajado
en Afganistán desde 2004, apoyando las caravanas que abastecen a las tropas
estadounidenses.
Ellos además ofrecen
servicios de protección portuaria, chequeo visual de sujetos sospechosos y de
seguridad personal para personas “importantes”.
La empresa Overseas Security
& Strategic Information fue fundada por oficiales retirados de la Agencia
Central de Inteligencia y también pretende establecerse en Haití.
Sus destacamentos armados
tienen entrenamiento, provienen de las Fuerzas Especiales y algunos de sus
miembros fueron militares surafricanos defensores del depuesto régimen del
apartheid.
Patrick Elie, un exministro
de Defensa en Haití, dijo que estos contratistas, que siempre llegan después
de las tropas invasoras, son como buitres que vienen a comer la carroña
dejada por un desastre y su único interés es ganar bastante dinero.
Newsweek publicó que se debía
priorizar el tema de la ayuda humanitaria antes que el de la seguridad, ya que
cualquier agencia extranjera temerosa de los propios haitianos debe retirarse
de ese país.
“La idea de que empresas no
gubernamentales se ocupen de los asuntos de seguridad nunca ha beneficiado ni
a Estados Unidos ni a ningún otro país en el mundo. Los contratistas
militares se han caracterizado por despilfarrar el dinero de los
contribuyentes con gastos excesivos, por cometer fraudes y violar sistemáticamente
los derechos humanos”, dijo el congresista estadounidense Jan Schakowsky.
El senador Bernie Sanders,
por su parte, introdujo un proyecto de ley para que los contratistas militares
no pudieran hacerse cargo de cuestiones de seguridad en el extranjero, dado
que el gobierno no toma medidas para supervisarlos ni controlarlos.
El corresponsal de guerra
estadounidense Christopher Hedges, autor del guión de la premiada película The
hurt locker escribió:
“Lo trivial domina nuestras
conversaciones e incluso cada vez más hasta las noticias. Por eso el tema de
los desastres y las guerras es como una adición letal, ya que es como una
droga que uno consume durante muchos años.
“La misma es traficada por
mercenarios, creadores de mitos, historiadores, directores de cine,
corresponsales, novelistas y por el propio Estado, todos los cuales la adornan
con cualidades como por ejemplo el espíritu de aventura, de poder, y la
oportunidad de remontarnos por encima de nuestras pequeñas existencias
personales y de un universo que tiene una belleza grotesca y oscura.”