Haití tiene el sector de
servicios sociales más privatizado en las Américas, con hasta el 80% de los
servicios básicos del país prestados por el sector privado a través de
“organizaciones no gubernamentales” (ONG). Ningún otro país del mundo
tiene más organizaciones no gubernamentales per cápita. Edmond Mulet, jefe
de la misión de la ONU en Haití, de manera conservadora calcula que había más
de 10.000 antes del terremoto del 12 de enero. Muchos haitianos, irónicamente,
se refieren a su país como una "república de las ONG."
El gobierno haitiano, periódicamente
acusado de corrupción por el Departamento de Estado de EE.UU., ha sido
marginado en los esfuerzos de recuperación post–terremoto. Menos de un
centavo de cada dólar de ayuda estadounidense va al gobierno haitiano. Como
informó la agencia Associated Press, las ONG que trabajan en el sector de
asistencia reciben 43 centavos y 33 centavos de ese mismo dólar termina en
las manos de los militares de EE.UU.. Este ha sido el patrón de la ayuda
desde que el depuesto presidente haitiano Jean–Bertrand Aristide –uno de
los políticos no favoritos de Washington –fue elegido en 1990.
Una organización que agrupa
a los activistas anti–Aristide y organizaciones no gubernamentales, llamada
Grupo 184, por ejemplo, fue financiada en gran parte por la Agencia de los
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Fundación
Internacional para Sistemas Electorales y el Instituto Internacional de la República.
Como informa Peter Hallward en su libro Embalse del Diluvio, La USAID y otras
agencias gubernamentales de los países del Norte proporcionan el 70% de la
financiación de las ONG en Haití. El otro 30% proviene de donaciones
corporativas e individuales. Así, la etiqueta de "no gubernamental"
es un término algo inapropiado.
En Haití, el estado ha sido
sobrepasado y las no electas organizaciones, que no son responsables del
pueblo haitiano, están llevando a cabo un programa de transformación
neoliberal. Las relaciones entre las ONG y sus donantes continuamente
menoscaban el derecho del pueblo haitiano a la libre determinación, mientras
que las organizaciones son al mismo tiempo el cultivo y el aprovechamiento de
la pobreza contra la que dicen luchar.
Una de las mayores
organizaciones no gubernamentales, la Cruz Roja Americana, ha sido criticada
por su manejo de los fondos de ayuda por el terremoto. La Cruz Roja consiguió
225 millones de dólares de donaciones privadas, pero sólo asignó 106
millones para alivio de Haití. Esto supuso que 149 millones fuesen dado por
“desaparecidos” respecto a Haití.
La exposición de los gastos
generales de las grandes ONGs realizada por Bill Quigley, del Centro de
Derechos Constitucionales, indica que más de 200 millones dólares fueron
entregado a la Cruz Roja EE.UU., que sólo tenía 15 empleados en Haití antes
del terremoto, mientras que Partners in Health y sus 5.000 empleados (en su
mayoría haitianos) recibieron 40 millones.
Han pasado dos meses y miles
de millones de dólares de ayuda han llegado de todo el mundo. La falta de
transparencia y rendición de cuentas ha afectado negativamente a la prestación
de servicios. El primer ministro haitiano, Jean–Max Bellerive, ha hecho pública
su frustración con la desorganización: "No sé quién ha dado dinero a
las ONG y cuánto dinero han dado... Por el momento, no podemos hacer ningún
tipo de coordinación o cualquier política coherente para dar ayuda a la
población".
La reciente Conferencia de
Donantes Post–Desastre para evaluar las necesidades en Santo Domingo, República
Dominicana, el 16 de marzo, hizo poco para cambiar el statu quo de las ONG
para el desarrollo. La reunión fue un ejemplo más de la exclusión de los
haitianos en el proceso de toma de decisiones en la reconstrucción de su
propio país.
El carácter paternalista de
la reunión llevó presidente haitiano, René Préval, a desafiar airadamente
al Departamento de Estado de los EEUU. Llamó a sus acusaciones de corrupción
"arrogantes" y exigió que el gobierno de Haití tuviese poder de
veto sobre cualquier proyecto de reconstrucción.
A pesar de desafío de Préval,
el resultado fue más de lo mismo. No hubo debate sobre trabajar con
organizaciones populares de Haití, que son cruciales para el desarrollo
local. Los "expertos" decidieron que Haití debe adoptar medidas
para fortalecer aún más el sector privado, la transparencia y buen gobierno.
La ironía final de la conferencia de donantes es que la prescripción de ONG
para el gobierno de Haití es lo que las propias ONG necesitan
desesperadamente: una mayor transparencia.
(*)
Kevin Edmonds es un investigador asociado de la ANCLA.