A 2 años del terremoto (I de IV)
Haití, mister Clinton tiene un plan
para ti
Por Paco Gómez Nadal
Otramérica, 12/01/12
No
hay olvidos casuales. Si han desaparecido de la memoria las
dos últimas invasiones estadounidenses a Haití (1994 y
2004), ahora son invisibles las iniciativas de la
“reconstrucción” del país tras el terremoto del 12 de
enero de 2010, comandadas por el ex presidente
estadounidense Bill Clinton. Dependencia y colonialismo del
siglo XXI camuflado de caridad.
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Bill Clinton con el
actual presidente, un simpatizante del ex dictador Duvalier
|
En septiembre de 1994 Bill Clinton tomó
una decisión ‘humanitaria’. No quería más humanos
migrantes hatianos en sus costas y quería controlar un país
rebelde y molesto con un predicador que estaba mandando
demasiados mensajes anticapitalistas y anti-estadounidenses.
Por eso, invadió Haití. Su país, Estados Unidos, volvió
a intervenir en la mitad invisible de una isla colonial, en
2004. Lo hizo con la ayuda de Francia, la antigua metrópoli.
Hoy Bill Clinton es el co-presidente de
la llamada Comisión Interina para la Reconstrucción de
Haití(CIRH). El mismo que invadió el país; el mismo
consultor que en 2009 recomendó lo que Estados Unidos ha
recomendado para Haití desde los tiempos del dictador Papa
Doc Duvalier: una gran maquila que aproveche la
“competitividad” de sus salarios de miseria; el mismo
que lleva de gira a Haití a diseñadores de moda, actores y
presentadores de televisión en una especie de
“humanitarian washing” de máxima rentabilidad (como la
escandalosa campaña de la diseñadora de moda Donna Karan,
que ha visitado 6 veces Haití en compañía de Clinton).
Por Haití han pasado todas las caras
del "famoseo solidario" pero el efecto ha sido mínimo
(Por ejemplo: el actor Sean Penn, con ayuda del ejército de
EEUU, trasladó a 5.000 personas de un campo de golf
convertido en campamento de refugiados a la zona de
Corail-Cesselesse, para construir una nueva ciudad para
ellos y otras 250.000 personas. Eso no ha ocurrido en dos años
y el hecho es que, simplemente, el campemento cambió de
ubicación).
La figura de Clinton puede ser el símbolo
de la intervención extranjera en Haití, esa que no cesa,
esa que no permite la autoderteminación del país caribeño.
Si Francia o Estados Unidos habían hecho todo lo posible
por ‘castigar’ a los haitianos por su aventura
libertaria, el terremoto de 2010 terminó de complicar todo
y abrió la puerta a la colonización camuflada.
¿Qué ha pasado dos años después del
terremoto que mató a un cuarto de millón de haitianos y
que conmovió al mundo? Lo primero es el olvido y el
silencio mediático. La mayoría de grandes medios sólo
regresa a Haití para los grandes eventos o para hacer
contenidos melodramáticos que hablan de coraje, esfuerzo y
ayuda humanitaria. Pero esto nos lleva al segundo efecto:
una ayuda humanitaria desastrosa, una baja eficiencia y una
‘animalización’ de los haitianos que se suma a las décadas
de oprobio que ya ha sufrido este pueblo.
El
30% de los ‘beneficiarios’ de Dinero por Trabajo,
denuncia que ha tenido que “pagar” por el trabajo, un
10% dice que consiguió el empleo a cambio de favores
sexuales.
Cooperación fallida
Ejemplos hay demasiados. Como las 128
casas que construyó Venezuela en tiempo récord –estaban
listas en marzo de 2010- y que no fueron usadas hasta
septiembre de 2011, pero en su mayoría por ‘okupas’
desesperados por la falta de vivienda. O cómo los programas
de Dinero por Trabajo (CFW, en sus siglas en inglés) que
impulsan Naciones Unidas u organizaciones no gubernamentales
como Oxfam, Acció contra el Hambre, Mercy Corps o el Tear
Fund. Según relata el espacio alterno de información Haití
Grassroots Watch (HGW), estos programas pagan 5 dólares al
día a personas que trabajan removiendo escombros o
reparando infraestructuras básicas. Y 10 dólares el día a
los jefes de equipo, que se convierten en auténticos
caciques. Una investigación del funcionamiento del programa
en el barrio Ravine Pintade, de Puerto Príncipe, desvela
que el 30% de los ‘beneficiarios’ denuncia que ha tenido
que “pagar” por el trabajo, un 10% dice que consiguió
el empleo a cambio de favores sexuales, la mayoría explica
que los programas CFW generan disputas entre vecinos.
Hay organizaciones trabajando de forma
honesta, sin duda, pero el programa de reconstrucción de
Haití es, en general un catálogo del despropósito. Los
organismos internacionales acusan con la boca pequeña a las
“fallidas” instituciones haitianas de la poca eficacia
de la ayuda humanitaria. Pero la plataforma informativa
Disident Voice ha realizado una completa investigación que
demuestra como de los 2.000 millones de dólares que los países
del Norte Global han destinado a Haití, sólo el 1% es
gestionado por el Gobierno haitiano, el 34% es manejado por
los propios donantes o por las ONGs y el 28% llega a las
agencias y programas de Naciones Unidas. El resto es pagado
a los mismos que lo donan. Es decir, por ejemplo, Washington
se ha pagado a sí mismo, según la Oficina de
Investigaciones del Congreso de Estados Unidos, 655 millones
de dólares por los “servicios” de sus propios soldados
y otros 220 millones por servicios de salud.
Caridad y negocio
Si la cooperación para atender el
desastre es fallida… ¿qué se está haciendo para
construir un futuro para el país? El diseño es externo y
el efecto escaso o pernicioso. El mediático presidente de
Haití, Michel Martelly, tomó el poder en mayo de 2011 y
necesitó seis meses para nombrar primer ministro. El
presupuesto anual del gobierno de Martelly es la mitad que
el que manejan en 12 meses los militares y policías
internacionales de la Misión de Estabilización
de la ONU para Haití (Minustah). Y el cantante
presidente reconoce que no sabe “dónde han ido a parar
los 4.000 millones de dólares que han llegado al país
desde el terremoto”.
No lo debe saber porque transparencia
no es una palabra que se conjugue en toda esta operación
que, mientras ha sido incapaz de levantar soluciones de
habitación para el medio millón de haitianos que siguen en
las calles, sí ha podido levantar el Parque Industrial
Caracol, donde han invertido unos 200 millones de dólares.
El Gobierno de Martellu, que defiende la inversión por
encima de la cooperación, ha declarado el país “abierto
a los negocios”. Y los negocios, como el del Parque
Caracol, instalado lejos de la zona del terremoto, son
inmensas maquilas donde ya trabajan unos 30.000 hatianos a
cambio de salarios de risa. El Gobierno quiere 200.000
trabajadores más bajo este sistema de servidumbre. La prisa
en levantar Parques Industriales quizá tenga que ver con la
ley que aprobó Washington tras el terremoto y que permite
importar ropa a Estados Unidos sin pagar aranceles desde
Haití. Los coreanos de SAE-E lo entendió rápido y esta
empresa que fabrica ropa para marcas estadounidenses como
GAP, Wal-Mart o K-Mart, ya produce en sus 20 maquilas de
Haití 1.4 millones de piezas al día.
El Parque Caracaol, como denuncia HGW,
ha sido instalado donde indicó la consultora estadounidense
Koios Associates, en 243 hectáreas que, según los
expertos, estaban vacíos. No repararon en las 300 parcelas
agrícolas, ni hicieron estudios de impacto ambiental, ni
calcularon la repercusión de la gran movilización humana
que significará el gigante centro de maquilas. “el
proceso del estudio y la selección de sitios no fue acompañado
de una investigación ambiental, hidrológica o topográfica
amplia”, reconoce Koios.
Haití gasta el 80% de sus ingresos en
importar 550 millones de dólares de alimentos al año,
principalmente, arroz, azúcar y aves de corral que llegan
desde Estados Unidos.
Hambre y dependencia
Los problemas para conseguir alimentación
en Haití no son –sólo- consecuencia del terremoto. En
abril de 2010, el mismísimo Bill Clinton reconoció, casi
llorando, que la política agraria de su Administración
quebró a los arroceros haitianos y acabó con la soberanía
alimentaria de ese país. De hecho, USAID fue utilizada
también para eliminar el cerdo criollo, el 50% de la
producción alimenticia nacional. Todas las fuentes
coinciden que Haití era autosuficiente en materia
alimentaria hace 30 años. El Gobierno de Estados Unidos,
según las “confesiones” de Clinton –“pensábamos
que estábamos ayudando a Haití y, en realidad, hicimos un
pacto con el demonio”-, acabó con esa soberanía y hoy
Haití importa el 60% de lo que sus ciudadanos malcomen. ¿Adivinen
desde dónde? Según Regine Barjon, de la Cámara de
Comercio Haitiana-estadounidense, Haití gasta el 80% de sus
ingresos en importar 550 millones de dólares de alimentos
al año, principalmente, arroz, azúcar y aves de corral que
llegan desde Estados Unidos.
El terremoto arrasó también con la
memoria del porqué de la inseguridad alimentaria de Haití.
Mientras la FAO y otras organizaciones pedían fondos para
entregar semillas y herramientas a la nueva población rural
que había huido de Puerto Príncipe y de otros núcleos
urbanos afectados por el terremoto, la temible empresa
Monsanto y el Gobierno de Estados Unidos idearon algo mejor:
inundar el país de semillas transgénicas y, de paso,
asegurar un buen negocio para los viejos amigos. Es decir,
Monsanto donó 550 toneladas (4 millones de dólares) en
semillas transgénicas de maíz y otros vegetales y la
agencia de cooperación estadounidense, USAID, se inventó
un programa de “desarrollo agrícola sostenible” con
esas semillas. Winner, que ese es el acrónimo del proyecto,
le cuesta a EEUU 126 millones de dólares en 5 años y fue
concedido en gestión a la empresa privada Chemonics
International que en Haití es representada por Jean Robert
Estimé, quien fuera ministro de Exteriores con el dictador
Duvalier.
Lo que se ve y no se
cuenta
Describir la situación de Haití
requiere de mucho espacio. Este es sólo un adelanto de la
realidad que ocurre mientras los grandes medios se
entretienen en publicar tópicos. El día 12 habrá muchos
de esos reportajes. Nosotros volveremos a hablar de Haití
mañana martes 10 de enero a propósito del vergonzoso y
cuestionable papel de la Minustah, y el miércoles 11 sobre
la voz acallada de las y los haitianos. Mientras, vamos
aprovechando para abriros la ventana a algunas fuentes de
información.
A 2 años
del terremoto (II de IV)
El buen negocio de reconstruir Haití
Por Equipo Otramérica
Otramérica, 12/01/12
Los
hechos sobre la cooperación en Haití tras el terremoto son
escandalosos. A pesar de la falta de transparencia con la
que se gestionan las investigaciones logran mostrar un
entramado de negocios privados, colonialidad en su gestión,
falta de eficacia y discriminación. Un desastre es una
"buena oportunidad"... de negocios.
|
¿”Reconstrucción” o
saqueo y destrucción a beneficio de ONG’S e
“inversores”? |
La ONG Intermon Oxfam concluye que dos
años después del terremoto de Haití “más de 519.000
personas viven todavía en tiendas de campaña y bajo lonas
en 758 campamentos; la mitad de los escombros siguen sin
haberse recogido; el cólera se ha cobrado miles de vidas y
representa una amenaza muy importante para la salud pública;
pocos haitianos tienen acceso a servicios básicos; la mayor
parte de la fuerza laboral está desempleada o subempleada;
el 45 por ciento de la población se enfrenta a la
inseguridad alimentaria; y las elecciones, seguidas de una
confrontación política entre el presidente electo y el
Parlamento, han impedido que avance la reconstrucción”.
Es parte de su informe El Lento Camino
hacia la Reconstrucción. Según relatan las noticias sobre
el informe de Oxfam, la ONG del Norte global explica que las
elecciones de principios de año y el posterior
enfrentamiento entre el presidente y el parlamento "han
impedido la reconstrucción" y es hora de recuperar
tiempo perdido y hacerlo involucrando a todas las partes.
Es decir, la culpa, al final del paseo,
es de los haitianos. Pero resulta que Oxfam peca de omisión
-voluntaria o involuntaria- en su informe o, lo que sería
peor, de una mirada colonial imperdonable. La ONG insiste en
que 7 de cada 10 dólares que entran al país proceden de la
cooperación no denuncia que 9 de cada 10 dólares de la
cooperación son manejados por ONGs, organizaciones
gubernamentales o empresas privadas extranjeras. Es decir,
que el Gobierno y las organizaciones de Haití apenas rozan
el 1% de las donaciones destinadas a Haití (unos 3.600
millones de dólares en estos dos años si se suma la ayuda
humanitaria y la ayuda a la reconstrucción). Tampoco cuenta
que 1.556 millones de dólares han sido gastados desde enero
de 2010 en pagar a los cuestionados militares de la Misión
de Estabilización de Haití de la ONU.
Para tener una mirada más centrada
sobre la realidad, nos asomamos al artículo de Bill Quigley
y Amber Ramanauskas Siete lugares a donde fue y no fue el
dinero del terremoto publicado en BahiaNoticias y traducido
por Alicia Vega. En él se resumen las principales
investigaciones sobre el destino de las donaciones a Haití.
Publicamos un extracto revelador:
El mayor receptor individual de dinero
del terremoto de EE.UU. fue el gobierno de los EE.UU.. Lo
mismo es válido para las donaciones de otros países.
Inmediatamente después del terremoto,
los EE.UU. asignó $ 379 millones en ayuda y envió tropas
integradas por 5000 soldados.
The Associated Press descubrió que de
los $ 379 millones en dinero inicial de EE.UU. prometido a
Haití, la mayoría no era realmente dinero que iba
directamente a Haití, o en algunos casos ni siquiera
indirectamente. Se documentó en enero de 2010 que treinta y
tres centavos de cada uno de estos dólares para Haití se
le dio en realidad directamente de retorno a los EE.UU
Cuarenta y dos céntimos de cada dólar
se fue a organizaciones no gubernamentales privadas y públicas
como Save the Children, el Programa Mundial de Alimentos de
las Naciones Unidas y la
Organización Panamericana de la Salud
El Enviado Especial de la ONU para Haití,
informó que de los $ 2.4 mil millones de financiación
humanitaria, el 34 por ciento fue reemblsado de nuevo a los
propios entes donantes civiles y militares para la respuesta
al desastre, el 28 por ciento se le dio a las agencias de
las Naciones Unidas y organismos no gubernamentales (ONG)
para determinados proyectos de la ONU, el 26 por ciento fue
entregado a los contratistas privados y otras organizaciones
no gubernamentales, un 6 por ciento se presentó como
servicios en especie a los beneficiarios, el 5 por ciento a
la comunidad internacional y las sociedades nacionales de
Cruz Roja, un 1 por ciento se presentó al gobierno de Haití,
cuatro décimas de un 1
por ciento de los fondos se destinaron a organizaciones no
gubernamentales de Haití.
El Centro para la Investigación Económica
y Política, la fuente más favorable para obtener información
precisa sobre este tema, analizando todos, los 1.490
contratos adjudicados por el gobierno de los EE.UU. después
del terremoto de enero 2010 hasta abril de 2011; encontró
que sólo 23 contratos fueron para empresas haitianas.
La Cruz Roja Americana recibió más de
$ 486 millones en donaciones para Haití. Se dice que dos
tercios del dinero fue invertido en los esfuerzos de socorro
y recuperación, aunque los detalles específicos son difíciles
de conseguir. El consejero delegado de la Cruz Roja
Americana tiene un sueldo de más de 500.000 dólares al año.
Hay un
contrato conjunto de $ 8,6 millones entre la Agencia
de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) con la
empresa privada CHF para la remoción de escombros en Puerto
Príncipe. CHF es una empresa de desarrollo internacional
políticamente bien conectada con un presupuesto anual
superior a los $ 200 millones, cuyo CEO cobró $ 451.813 en
2009.
Los presidentes George W. Bush y Bill
Clinton anunciaron una iniciativa para recaudar fondos para
Haití el 16 de enero de 2010. A partir de octubre de 2011,
el Fondo había recibido $ 54 millones en donaciones. Se ha
asociado con varias organizaciones haitianas e
internacionales. Aunque la mayor parte de su trabajo parece
ser admirable, ha
donado $ 2 millones para la construcción de un
hotel de lujo haitiano de $ 29 millones.
Aprovechando el desastre, Lewis Lucke,
un coordinador de ayuda de alto rango de USAID, se reunió
dos veces en su calidad de USAID con el Primer Ministro
haitiano inmediatamente después del terremoto. Él renunció
a la agencia y fue contratado por 30.000 dólares al mes por
una corporación de Florida Ashbritt (ya conocida por su
gran oferta no otorgada en Katrina) y un socio próspero de
Haití para presionar para los contratos de desastre. A
Ashbritt y sus socios haitianos se les concedió antes 10
millones de dólares sin contrato de oferta. Lucke, dijo que
él desempeñó un papel decisivo en la obtención de otro
contrato de $ 10 millones del Banco Mundial y otro más
pequeño a partir de CHF Internacional antes de que su
relación terminara.
A casi dos años después del
terremoto, menos del 1 por ciento de los $ 412,000,000 en
fondos de EE.UU. destinados específicamente a las actividades de reconstrucción
de la infraestructura de Haití se habían gastado por la
USAID y el Departamento de Estado de EE.UU. y sólo un 12
por ciento incluso fue obligado de acuerdo con un informe de
noviembre 2011 de la Oficina de Contabilidad del Gobierno de
EE.UU.
El Miami Herald señaló que a partir
de julio de 2011, de los $ 3.2 mil millones en proyectos
aprobados por la CIDH sólo cinco habían completado un
total de $ 84 millones. La Comisión Interina de Recuperación
de Haití (CIDH), que fue duramente criticada por los
haitianos y otros desde sus inicios, ha sido en efecto
suspendida ya que su mandato terminaba a finales de octubre
de 2011. El Fondo de Reconstrucción de Haití se creó para
trabajar en conjunto con la CIDH, así que mientras su
pareja está suspendida, no está claro cómo se puede
avanzar.
A 2 años del
terremoto (III de IV)
Minustah, la vieja enemiga de Haití
Por Equipo Otramérica
Otramérica, 12/01/12
Haití
es uno de los países más seguros del Caribe, pero tiene la
tercera misión más grande de Cascos Azules de la ONU después
de Darfur y República Democrática de Congo. Algo no
cuadra. Los soldados y policías de la ONU acumulan
denuncias jamás investigadas y su presencia ha costado a la
comunidad internacional algo más de 1.500 millones de dólares
desde 2010.
|
Una protesta contra la
odiada Minustah |
Si usted lee las catastróficas crónicas
de algunos diarios pensará que pisar Haití es casi una
condena de muerte. Pandilleros, fantasmagóricos
desarrapados en busca de comida o agua, violentos habitantes
de la nada… Seguro que hay parte de esto, pero parece que
esta descripción no es muy ajustada.
En 2010 murieron de forma violenta en
Haití 689 personas. Una tasa de homicidio de 6,9 por cada
100.000 habitantes. Muy lejos, pero que muy lejos, de la
tasa de la vecina República Dominicana (28), de Puerto Rico
(26,2) o del imperio brasileño (26,2), de la temida México
(18) o de la brutal Venezuela (67).
Sin embargo, ninguno de estos últimos países cuenta con una “fuerza de estabilización”
que, según su mandato, está en Haití para “establecer
un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar
un proceso político, fortalecer las instituciones del
Gobierno de Haití, apoyar la constitución de un estado de
derecho, y promover y proteger los derechos humanos”.
Para eso, la Misión de Estabilización
de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, por su acrónimo
en francés, la lengua de la vieja metrópoli) cuenta con
12.270 efectivos, unos 2.000 más que la propia policía
haitiana; con un presupuesto que dobla el del Gobierno
Nacional de Haití (1.556.461.550 dólares desde enero de
2010). Para eso y para algo más.
Cólera azul
Si las balas de los ‘malos’ han
matado a 689 personas en 2010 en Haití, la munición letal
de la Vibrio Cholerae ha matado ya a casi 7.000 personas y
ha dejado a unos 514.000 víctimas desde que en octubre de
2010 regresara el cólera al país devastado previamente por
el terremoto. No llegó sola la cepa. Lo hizo, también, de
la mano de la Minustah, tal y como apuntaba el informe científico
encargado por la propia ONU a un panel de científicos
independientes hecho público en mayo de 2011.
A pesar de que el informe señala que
la cepa, con toda probabilidad, fue llevada a Haití por
miembros del contingente nepalí de la Minustah y propagada
por las lamentables condiciones higiénicas de su
campamento, hace tan sólo unas semanas el representante
adjunto de la ONU en la Minustah, Nigel Fisher, volvía a
negar cualquier responsabilidad de la misión en la
propagación de la epidemia.
Por si la ONU pretende enterrar el escándalo,
como ha hecho con otros, el Instituto para la Justicia y la
Democracia en Haití y la Facultad de Derecho de Santa María
(Brasil) ya han iniciado acciones legales contra la ONU por
daños y perjucios.
En un reciente artículo en The
Guardian, Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy
Research (CEPR) se preguntaba: “¿Si una organización
internacional hubiese traído una enfermedad letal a la
ciudad de Nueva York que causara la muerte de más gente que
los ataques del 11 de septiembre, cuales serían las
consecuencias? ¿Podrían simplemente ignorarlo,
sin que alguien los responsabilice? Obviamente, la
respuesta es que 'no', y lo mismo sería cierto si hubiera
ocurrido en la mayoría de los países del hemisferio. Pero
hasta ahora, parece que no hay consecuencias si esto ocurre
en Haití. (…) Por alguna razón, la 'comunidad
internacional' piensa que se puede hacer cualquier cosa en
Haití y con impunidad”.
Las masivas protestas de los haitianos
contra la Minustah no han tenido, obviamente, la cobertura
mediática que cualquier ladrillo puesto por la cooperación
internacional o que cualquier visita de un actor famoso a la
zona del desastre humanitario.
Minustah, un viejo enemigo
La propia presencia de Minustah en Haití
comienza mal. La misión de la ONU llega para
“estabilizar” lo que Estados Unidos había
desestabilizado primero, con la invasión de 2004 y la
expulsión del presidente Aristide. Este ‘pequeño’
detalle, que parece olvidarse en el tiempo, hace que se
interprete a la Misión como “una fuerza para el
sostenimiento de la paz en un país donde no hay guerra ni
genocidio”, según la define Camille Chalmers, director de
la Plataforma Haitiana para un Desarrollo Alternativo
(PAPDA). Chalmers ha manifestado a radio FM En Tránsito que
la Misión de paz “no está ayudando al pueblo de Haití
sino que está agudizando su crisis”.
Chalmers, economista y líder social
clave en Haití, critica, además, la cobertura de los
grandes medios de comunicación, que "hacen una
construcción ideológica basada en estereotipos y en un
desconocimiento total de la realidad haitiana. De ese modo
se justifica la injerencia militar en el país". Y si
revisamos las coberturas de este aniversario de los dos años
del terremoto parece que es así: los violadores y las
prostitutas haitianos, el gobierno ineficiente, el paisaje
sin futuro... Y, casi siempre, los voceros occidentales de
las organizaciones occidentales hablando por los haitianos,
usurpando la voz al primer pueblo emancipado de las Américas.
Como escribía Alizia Stürtze, lo que muestran los medios
son "haitianos violentos, haitianos saqueadores,
haitianos rodeados de basura y escombros, haitianos tirados
en plena calle muriéndose de cólera, haitianos que se
quieren cargar unas elecciones «democráticas»...
(...) para animalizarlos, vincular sus acciones de
protesta o su respuesta a la desgracia impuesta con los
instintos incontrolados y la ferocidad más incivilizada,
despojarlos de dignidad y orgullo".
Pocas informaciones dan cuenta de las
manifestaciones permanentes contra la presencia de la
Minustah en Haití (que según insinúa la ONU son
manipuladas oor ex rebeldes), ni de la decisión unánime
del Senado haitiano comunicada a
las fuerzas extranjeras de que comiencen a retirar
sus tropas de ocupación
a partir del 15 de octubre de 2012. “Una segunda
resolución del Senado –indica un cable de Pulsar- reclamó
una reparación para las 6 mil 200 víctimas [en aquel
momento] de cólera que provocó la Misión de estabilización
a la que se acusa, además, de casos de corrupción,
contaminación de ríos y de tener sexo con haitianas”.
También quiere que se vaya la Minustah
un amplio número de intelectuales liderados por tres
premios Nobel de la Paz. En octubre de 2011 enviaron una
carta al secretario general de Naciones Unidas y a la OEA en
la que exigían la inmediata retirada de las tropas de un país
“que no es un amenaza para la paz mundial”. Firmaron la
carta los premios Nobel Adolfo Pérez Esquivel, Mariead
Corrigan y Betty Williams, dirigentes de las Madres de la
Plaza de Mayo Línea Fundadora, el escritor uruguayo Eduardo
Galeano, y los teólogos brasileños Leonardo Boff y Frei
Betto, además de numerosos legisladores de varios países.
Sin respuesta
Violadores y traficantes
Tampoco han tenido respuestas las
numerosas denuncias de violencia sexual, tráfico de
alimentos y corrupción que pesan sobre las fuerzas de la
Minustah desde 2004. El mantra de la ONU es que sus
autoridades tienen “tolerancia cero” ante “actos
inapropiados”, pero lo cierto es que en la renovación del
mandato de la Minustah hasta el próximo 12 de octubre de
2012 (y que reducirá la misión en 2.750 miembros) no hay
una sola referencia a procesos de justicia contra los
militares. Sí recomienda “seguir ejecutando proyectos de
efecto rápido que contribuya a aumentar la confianza de la
población de Haití en la Misión”. ¿Por qué desconfían
los haitianos de la ONU?
El portavoz de la ONU en Haití, Farhar
Haq, ante la ultima acusación contra soldados brasileños
por haber golpeado y asesinado a 3 jovenes haitianos, dijo:
"La misión está haciendo todo lo que puede para
determinar los hechos tan pronto como sea posible” e
insistió en que la Minustah "reitera su política de
tolerancia cero con la mala conducta de su personal y
examinará todas las acusaciones con la más absoluta
seriedad". Pero, hasta el día de hoy, el único
castigo que han recibido los soldados implicados en este
tipo de actos ha sido la repatriación a sus hogares sin
consecuencias jurídicas. Las y los haitianos parecen haber
caído en la invisible categoría de homo sacer.
La “mala conducta” de los cascos
azules va desde el trueque de alimentos a cambio de drogas,
cigarrillos, alcohol o sexo hasta los graves escándalos por
violación de menores de edad (soldados paquistaníes en
2005, 111 cascos azules de Sri Lanka implicados en 2007) a
diverso tipo de abusos sexuales (cascos azules de Brasil o
Uruguay) que, en el último caso denunciado, incluyó la
grabación de los hechos.
En septiembre pasado, la organización
Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos en Haití
(RNDDH) hizo público un extenso informe en el que se
relatan muchos de los casos conocidos de abusos de estas
tropas, aunque se supone que el miedo y la pobre
institucionalidad alimentan el subregistro.
La lentitud y la falta de transparencia
practicada por la Minustah no llama la atención a otras áreas
de la misma organización, como la Oficina del Alto
Comisionado de los derechos Humanos de la ONU, que sí tiene
tiempo para exigir en público a la Policía Nacional de
Haití que investigue supuestos actos de abuso de fuerza
cometidos por sus agentes y que habrían terminado con la
muerte de 9 personas en varios eventos registrados por los
agentes de la ONU.
No hay investigación conocida sobre
los abusos denunciados o sobre la actuación de los cascos
azules, por ejemplo, en Cité Soleil en 2005 y 2006 en
acciones violentas que costaron la vida, al menos a 30
civiles. El terremoto oculto la perversa historia previa de
la Minustah en Haití.
La doble moral de las misiones de la
ONU ya se ha comprobado en otras latitudes, donde la mayoría
de denuncias contra sus soldados tienen que ver con abusos
sexuales, trata de blancas, uso excesivo de la fuerza o
trueque de comida. No se conoce ninguna condena ejemplar
–ni no ejemplar- en los casos develados en Liberia, República
Democrática del Congo, Kosovo o Costa de Marfil.
A 2 años del
terremoto (IV de IV)
El gobierno tutelado, el negocio
controlado
Por Paco Gómez Nadal
Otramérica, 12/01/12
Haití
tiene una larga historia de tutela. Tutela militar, chantaje
económico, control financiero… El terremoto no sólo no
modificó este estado de las cosas, sino que las profundizó.
Los planes del presidente Martelly y del primer ministro
Conille parecen dictados desde fuera y/o por el pasado
duvalierista.
|
El nuevo presidente
Martelly saluda al ex dictador “Baby Doc” Duvalier
|
No vamos a profundizar otra vez en la
dura historia reciente de Haití, sino que vamos a quedarnos
con la fotografía de este instante. La comunidad
internacional celebra la “estabilización democrática”
del país. Es uno de los logros de la ayuda prestada. Esa
alegría se funda en dos hechos: hay un presidente
“elegido democráticamente” desde mayo de 2011 y, a
pesar de no tener control del parlamento y de haber tardado
cinco meses, desde octubre hay un primer ministro y un
gobierno.
¿Es así? ¿Gobiernan para los
haitianos? ¿Quién toma las decisiones o quién las
condiciona? Empecemos por las elecciones. La primera vuelta
de los comicios se celebró en noviembre de 2010, entre
escombros y con el cólera comenzando su imparable carrera
de muerte. Se gastó un dineral (45 millones de dólares) y
sólo se logró que votara un 22.7% del electorado. No era
de extrañar. La mayoría de la población trataba de
sobrevivir y el corrupto aparato estatal no generaba tampoco
confianza como para ir a votar. Además, no se permitió el
concurso del partido con más simpatizantes, el del
presidente desterrado por Estados Unidos en 2004, Jean
Bertrand Aristide. El país estaba tomado por tropas
extranjeras, las decisiones las tomaba la comunidad
internacional.
Ante los resultados comunicados por el
Consejo Electoral Provisorio (CEP), que no gustaron ni a los
‘protectores’ ni a parte del electorado, especialmente a
los seguidores del cantante pop Michel Martelly, la OEA, en
base a las actas supuestamente fraudulentas, reordenó los
resultados excluyendo de la segunda vuelta al candidato
oficialista y entregando, en la práctica, la presidencia a
Martelly, cuyo currículum según Francisco Peregil de El País
se podría resumir así: “estudió hasta el Bachillerato,
intentó sin éxito estudiar varias carreras y fue expulsado
del Ejército de Haití por dejar embarazada a la hija de un
general, aprendió a tocar de oído los teclados y se
convirtió en el rey del ritmo kompa en su país”.
El presidente Martelly tomó posesión
en mayo de 2011
y, al no contar con respaldo en la Cámara de Diputados ni
en el Senado, controlados por el partido del ex presidente
Préval, tardó cinco meses en armar gobierno Finalmente -de
esto se habla poco-, el primer ministro de Haití, es Garry
Conille, médico que fue asesor de Bill Clinton, el enviado
especial de la ONU para Haití y el coordinador hasta ahora
de todo el programa de reconstrucción del país. El senador
Andrés Riché calificó el nombramiento como una
"indecencia" y su compañero William Jeanty
consideró que validaba la continuidad de la tutela exterior
sobre el empobrecido país. Además de la fuerte influencia
sobre Martelly que ejerce Estados Unidos, uno de sus
principales asesores políticos es el español Antonio Sola,
experto en elecciones vinculado al Partido Popular español
y un personaje muy cercano al nuevo presidente de derecha de
ese país, Mariano Rajoy. Quizá por eso, en su visita a
España en julio de 2011, Martelly aseguró: “Es cierto
que en Haití hay basuras amontonadas, escombros en las
casas. Pero es un país riquísimo. Tenemos unas playas
estupendas. Se puede crear un gran centro turístico.
Ustedes me pueden decir es que no hay energía. Y es verdad.
Pero eso, en vez de ser un problema es una oportunidad. Se
puede crear un gran barrio que se llame España. Y después
vendrán los franceses y querrán construir otro que se
llame Francia, y después Estados Unidos. Y España será la
dueña de la energía”.
¿Quíenes son?
Didier Dominique, dirigente de la
Central Sindical Batay Ouvriye de Haití, hace acusaciones
mucho más graves. Recuerda que Garry Conille es hijo de un
macout duvalierista, que
uno de los hijos de Duvalier está trabajando en el
gabinete de Martelly [Nicolas Duvalier, de 28 años, es
asesor personal de MArtelly], así como varios ex altos
cargos del gobierno dictatorial de Baby Doc. Según el
sindicalista Martell “aplica
los mismos métodos de Duvalier, o sea, la fuerza y la
dictadura. Por ejemplo, en el campo los duvalieristas
regresan a recuperar sus tierras. Y, ahora, con la policía
y la Minustah, los latifundistas de antes vuelven a hacer
una contrarreforma agraria. La Minustah da apoyo al desalojo
de los campesinos de sus tierras”.
Lo cierto es que, tal y como detallaba
The Associated Press en noviembre, “un ex ministro y
embajador de la dictadura es asesor cercano de Martelly. Y
al menos cinco miembros de alto rango del gobierno, entre
ellos el nuevo primer ministro, son hijos de personas que
ocuparon cargos importantes durante el gobierno de
Duvalier”.
Cuando Martelly se hacía llamar Sweet
Micky, su nombre artístico, cantaba que los seguidores de
Aristide olían “a mierda”,
pero dirigía el club nocturno Le Garage y era buen amigo
allá de altos mandos del ejército y de los paramilitares
de Baby Doc. Ahora se reúne con Aristide y con Baby Doc
Duvalier, después del regreso de ambos al país, el primero
desde Sudáfrica (presidente democrático que fue expulsado
por una invasión militar estadounidense) y el segundo desde
Francia (a donde huyó en 1986 después de que EEUU le
retirara su apoyo económico y militar). Los portavoces de
Martelly dicen que “es hora de la reconciliación”.
Algunos dicen que ha llegado la hora de la "reposición"
de los viejos gobernantes.
No opinan igual las organizaciones
nacionales e internacionales de Derechos Humanos que exigen
que se juzgue a Jean Claude Duvalier, Baby Doc, por crímenes
de lesa humanidad. Tiene abiertos 18 procesos en Haití,
pero paga un extraño arresto domiciliario, en una mansión
de lujo de la que sale cuando quiere para reunirse con
simpatizantes o para dar discursos en la universidad.
"El entorno político está formado por
duvalieristas", se queja el economista Camille
Chalmers.
El proyecto empresarial
Las decisiones de Martelly parecen
agradar a dos de los elefantes de peso específico. Por un
lado, Baby Doc y sus seguidores, a los que tiene contentos
con la propuesta de formar un nuevo Ejército (abolido por
Aristide en 1995) e indemnizar a los soldados destituidos
desde la desaparición del cuerpo armado. Por el otro, Bill
Clinton y el proyecto de Estados Unidos para Haití, con la
obsesiva tarea de abrir parques industriales que alojen
empresas maquileras que exportan a Estados Unidos. Clinton
no sólo ha dirigido la Comisión Interina para la
Reconstrucción de Haití, sino que encabeza el Consejo
Presidencial de Haití para el Crecimiento Económico (del
que forman parte empresarios extranjeros como Denis O'Brien,
CEO de Digicel Group).
De hecho, en noviembre pasado, Clinton,
Martelly y el presidente del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), el colombiano Luis Alberto Moreno, posaban
sonrientes en la inauguración del Parque Industrial
Caracol, un espacio para maquilas que ha despojado de sus
tierras a unos 300 familias agricultoras y que se ha
financiado con dinero de la cooperación. Por supuesto que
uno de los primeros tramos de carretera restaurados tras el
terremoto han sido los 80 kilómetros que unen Puerto Príncipe
con la zona norteña donde está el parque Caracol.
Clinton, que no disimula su proyecto
–ya propuso en 2009 una salida para Haití: maquilas y
call centers-, celebró los dos años del terremoto lejos de
os damnificados. Visitó, llevando de la mano al primer
ministro, Conille, la nueva fábrica de la estadounidense
Timberland donde, según el ejecutivo de la empresa Garet J.
Brooks, los 150 trabajadores cobrarán 5 dólares al día
(unos 120 dólares al mes), pero podrán visitar
semanalmente a un médico o enfermera (unas botas Timberland
modelo 2011 cuestan una media de 220 dólares, casi el doble
de un mes del sueldo de las costureras haitianas).
¿Ejército para qué?
Martelly no ha logrado solucionar el
problema de vivienda y de salud que sufren cientos de miles
de haitianos, sólo controla el 1% de la cooperación
internacional destinada a la reconstrucción y está
obsesionado con atraer la inversión extranjera a toda
costa, como se ha demostrado. En ese último afán ha
contentado tanto a inversores como a los seguidores de
Duvalier.
Laurent Lamothe, el Ministro de
Relaciones Exteriores de Haití, explicaba a finales de
noviembre las razones que justifican el nuevo ejército que
arrancaría con 3.500 efectivos y un presupuesto de 95
millones de dólares: “Los
empresarios quieren sentirse seguros, y sus edificios deben
estar protegidos. A fin de que se sientan seguros, deben
tener el personal para salvaguardarlos”. “Nadie invertirá
en este país si no pueden conducir por las calles. Queremos
mantener al pueblo haitiano seguro contra todo tipo de
factores desestabilizadores. Estamos trabajando para
encontrar la fórmula adecuada para disponer de una fuerza
cuando la MINUSTAH abandone el país”.
Los críticos de Martelly ven el
proyecto militar una reacción del presidente a la falta de
control que tiene sobre la Policía, la respuesta a los
reclamos de los ex soldados que, periódicamente, amenazan
con revueltas en caso de que no les sean reconocidos sus
salarios desde 1995, y un mensaje tranquilizador, como
explicó su ministro de Exteriores, a los inversores
extranjeros.
Ya sabemos un poco más de quién
gobierna en Haití… también de para quién. El karma del
pueblo haitiano no parece tener fin.
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