La revolución mexicana de 1910
(Segunda parte)
Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 27/12/07
Presentamos
la segunda parte de este texto sobre la revolución mexicana
de 1910, un proceso que a las puertas del siglo XX sacudió
el andamiaje del incipiente desarrollo capitalista de México.
Además, ha sido y es fuente de estudios y análisis en el
presente. Los campesinos pobres armados con Emiliano Zapata
y Francisco Villa a la cabeza, dejaron importantes enseñanzas
para los movimientos revolucionarios latinoamericanos que
les sucedieron y le suceden.
La
propiedad de la tierra
Las
grandes extensiones de tierra se concentraban en las manos
de los latifundistas tradicionales y las companías
privadas, mientras que la gran
masa campesina se encontraba con las manos vacías.
“A principios del siglo XX el explotador del indio y del
mestizo no era el conquistador español, sino su heredero:
el estanciero, el hacendado, el terrateniente latifundista
nativo y extranjero que detrás del disfraz de relaciones
económicas y sociales modernas, mantenía formas serviles y
semiserviles de trabajo para conservar su poder y despojar
al campesino”.[1] Esta estructura agraria venía desde la
época de la colonización, pero en 1910, los hacendados,
empujados por la mayor demanda internacional de productos
agrícolas industriales, seguían avanzando sobre las
tierras comunales en los pueblos o comunidades. Estas
tierras, si bien eran de usufructo individual, no estaban
regidas como propiedad privada. Los hacendados, al
incorporarlas a la hacienda, dejaban a las aldeas dentro de
la hacienda, y sus habitantes se quedaban sin tierra,
debiendo pasar a trabajar como peones o arrendatarios de
pequeñas parcelas. Así, las inmensas haciendas deglutían
a pueblos enteros.[2]
La
dictadura de Porfirio Díaz permitió el desarrollo de los
grandes latifundistas y sentó las bases para el desarrollo
capitalista en el campo. Leyes apropiadas y maquinarias
modernas contribuyeron a este proceso. En 1875 se había
dictado una Ley de Colonización, que fue enmendada en 1883
beneficiando a companías como la Richardson, Colorado River
Land Co., The Palomas Land Co., E.P.Fuller y otras. “Una
enmienda de 1883 permitió a las companias agrimensoras
acceder a un tercio de las tierras que exploraban. y una
nueva ley aprobada en 1894 suprimió todos los límites a la
cantidad de tierras que cualquier particular pudiera
adquirir”.[3]
Además
de la hacienda existía otro tipo de propiedad, que era el
rancho, donde el agricultor producía para su consumo y el
resto lo vendía. La voracidad de los hacendados y el peso
de los impuestos fueron empobreciendo a la mayoría de los
rancheros, acercándolos a las peripecias que sufrían los
campesinos de las comunidades. Así se va a llegar, en la
primera década del siglo XX, a que “el porcentaje de
familias sin tierras es del 96% en todo México”.[4]
La
oposición política al régimen y la guerra civil
El anuncio de Porfirio Díaz de dejar el gobierno y
encaminarse a una apertura del régimen fue una compuerta
por donde los sectores de la oposición y los
antireeleccionistas comenzaron a agitar y organizar la pelea
por una reforma constitucional.
La
cuestión de la tierra cruzaba toda la historia y la vida
cotidiana de México, y va a condicionar el proyecto
capitalista que estaba presente en las declaraciones y
acciones que levantaban los nuevos, y a veces no tan nuevos,
dirigentes políticos.
Francisco
Indalecio Madero había nacido en Parra, en el estado norteño
de Coahuila. Hijo de un terrateniente había estudiado en
Francia y Estados Unidos, y en 1904 va ser elegido
presidente del Club Democrático de Coahuila. Inicia así
una carrera política que lo va a ubicar como uno de los
principales opositores al dictador P. Díaz al inicio del
proceso. En los primeros meses de 1910, la oposición al
porfiriato va a organizarse en la Asamblea Nacional
Antireeleccionista, que va a levantar la candidatura
presidencial de Madero frente a los partidarios de Porfirio
Díaz. Poco antes de las elecciones, en julio, Francisco
Madero es detenido y se organiza el fraude electoral que va
a permitir la “reelección” de Díaz, lo que provoca
manifestaciones populares de repudio al gobierno, duramente
reprimidas por la policía. En los últimos meses de ese año,
Madero logra la libertad condicional y huye a Texas, desde
donde lanza el Plan de San Luis Potosí, por el cual se
desconoce al gobierno y llama al pueblo a levantarse en
armas para derrotar a la dictadura porfirista.
El
programa maderista expresaba los intereses de
sectores que, originados en la estructura
tradicional, van a lograr cierto desarrollo capitalista a la
sombra del porfirismo. Las posiciones de Madero se asentaban
fundamentalmente en la necesidad de un cambio de régimen.
Proponía la existencia de partidos políticos y libertades
democráticas como el sufragio, pero sus planteos no tocaban
un problema fundamental: los latifundios.
De
todas maneras, el campesinado se va a incorporar a la guerra
civil a partir de su necesidad de tierra y libertad, y va a
ser el motor principal del proceso. El movimiento
revolucionario campesino, que va a abarcar a todo el país,
tiene sus centros fundamentales en el sur, en el rico estado
de Morelos, y en el norte, en el estado de Chihuahua.
En
Anenecuilco, estado de Morelos, el 12 de septiembre de 1909,
Emiliano Zapata había sido elegido presidente del Consejo,
en momentos en que se agudizaba la puja entre hacendados y
campesinos. Estos últimos peticionaban constantemente ante
las autoridades por los abusos de los terratenientes, sin
lograr respuestas positivas. Entonces Zapata consideró que
había que tomar otras decisiones. “Zapata reunió a unos
ochenta hombres del pueblo, hizo que se armaran y que fueran
a los campos que estaban trabajando los de Villa de
Ayala. Les dijo que no tenía interés en pelear con ello,
que había Placencias, Merinos y Salazares en ambos pueblos,
pero que la tierra era de Anenecuilco y que los de
Anenecuilco las cultivarían. Los de Villa de Ayala se
retiraron, junto con la guardia de la hacienda, y Zapata
procedió a distribuir lotes entre los agricultores del su
pueblo”.[5]
Zapata
era propietario de unas pocas hectáreas que cultivaba y de
algunos animales, y en Villa de Ayala comienza su
trayectoria como dirigente campesino, que se va a consolidar
luego de que, al mando de sus tropas, tome la ciudad de
Cuautla. Mientras, en el norte, surgirá la figura de
Francisco Villa, un paisano pobre que siendo joven debió
esconderse en las montañas después de haber asesinado al
patrón de la hacienda en la que trabajaba, que había
agredido a su hermana.
Villa
se va a unir a Madero desde el comienzo de la guerra. No así
Zapata, que recién en marzo de 1911 se alineará con las
fuerzas maderistas, pues exigía que Madero garantizara
resolver el problema de la tierra.
En
mayo de 1911 las fuerzas maderistas toman Ciudad Juárez, y
nuevas sublevaciones estallan en el resto del país. El
dictador Porfirio Díaz tiene que negociar. El pacto entre
porfiristas y maderistas fue, ante todo, un pacto burgués,
destinado fundamentalmente a controlar la eclosión
revolucionaria que recorrían las masas campesinas y sentar
las bases para derrotarlas. Junto a los levantamientos
armados en distintas regiones agrarias, se producían
ocupaciones de tierras que ponían en peligro las bases de
la propiedad privada en el campo. Madero, como dijimos,
buscaba institucionalizar un régimen de tipo democrático
burgués pero no quería avanzar hacia un cambio social
profundo. El pacto de Ciudad Juárez, entre otras cosas,
estipulaba el llamado a elecciones, mantener la vigencia de
los funcionarios porfiristas y licenciar a las tropas
revolucionarias. Lo que significaba el desarme de los
campesinos, a la vez que se mantenía la estructura central
del ejército federal.
La
crisis del maderismo
La
disconformidad en las filas campesinas por el pacto entre Díaz
y Madero hace que éste trate de llegar a un acuerdo con
Zapata, que no va a prosperar.
Las nuevas elecciones llevarán a la presidencia a
Francisco Madero. “Cuando Madero asume la presidencia, los
zapatistas peticionan nuevamente, insistiendo en una ley
agraria para mejorar la condición del trabajador del campo.
La falta de respuesta y el ataque militar implicó la
reanudación de las guerrillas. En ese mismo mes de
noviembre, la junta reunida por Zapata en las montañas del
sureste de Puebla declara formalmente la guerra al gobierno,
bajo la bandera del Plan de Ayala. Los morelenses rompían
formalmente con el maderismo”.[6]
El
Plan de Ayala fue un programa esencialmente agrario, que
desconocía a Madero como presidente,
proclamaba a Pascual Orozco como Jefe de la Revolución
e imponía la devolución de tierras, montes y aguas a los
pueblos y ciudadanos que habían sido despojados de ellos.
“En 1912 la revolución mexicana campesina se propaga a
Tlaxcala, Puebla, Estado de México, Michoacán, Guerrero y
Oaxaca”.[7] Villa permanecerá aún leal a Madero.
El
9 de febrero de 1913, un golpe militar acaba con el gobierno
de Madero. Aquí
comienza lo que se conoció como “la Decena Trágica”,
durante la cual es asesinado Madero, mientras naves yanquis
atracan en el Puerto de Veracruz preparando la intervención.
Finalmente , el general Huerta asume la presidencia,
reconociendo, el 1º de abril de 1914, la necesidad de
atender el problema agrario. Los zapatistas continúan
extendiendo su revolución y coordinan las fuerzas
campesinas. Conforman la Junta Revolucionaria del Centro y
Sur de la República y llegan a formar el Primer Gobierno
Popular, con Zapata a la cabeza, enfrentado al general
Victoriano Huerta. Pero el 23 de mayo de 1913, en Guadalupe,
Venustiano Carranza forma el Ejército Constitucionalista
para restablecer el régimen constitucional. A finales de
ese año, los jefes campesinos del centro y norte de
Guerrero reconocen formalmente a Zapata, y Pancho Villa toma
Ciudad Juárez. En 1914, a fines de abril, el norte del país
se halla en poder de los constitucionalistas, y en seis
estados funcionan gobernadores revolucionarios. Los yanquis
ocupan Veracruz, mientras la revolución avanza hacia Ciudad
México. En agosto Zapata ocupa Cuernavaca, capital de
Morelos, y Carranza entra en Ciudad México, proponiéndole
a Villa formar un gobierno provisional. En octubre de 1914
se reúne la Convención Mexicana Revolucionaria: se acuerda
que Carranza cese como jefe del Ejército Constitucionalista
y Villa deje la jefatura de la división del norte. En
diciembre, las tropas de Villa y Zapata entran en Ciudad México.
Pero son incapaces de tomar el poder político, careciendo
de un programa global de transformaciones revolucionarias.
Zapata volverá a Morelos y Villa al norte, donde va a ser
perseguido y derrotado por las tropas de la reacción
carrancista.
Carranza
incorpora al Plan de Guadalupe la siguiente resolución:
“El primer jefe de la revolución y encargado del poder
ejecutivo expedirá y pondrá en vigor durante la lucha
todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a
satisfacer las necesidades económicas, sociales y políticas
del país... leyes agrarias que favorezcan la formación de
la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y
restituyendo las tierras de que fueron injustamente
privados”.[8] Ésta será la base para la ley de enero de
1915 que, a su vez será la apoyatura legislativa para la
sanción de la Reforma Agraria Mexicana en 1925. La resolución
adicionada por Carranza es el primer instrumento político
para arrebatar las banderas a los revolucionarios agraristas
y ubicarlas dentro de los límites del derecho burgués y
los marcos de la propiedad privada capitalista. El otro
instrumento será militar: la persecución de las guerrillas
campesinas de Villa y Zapata, que finalmente serán
asesinados.
Algunas
conclusiones
En
la revolución mexicana de 1910 confluyen fundamentalmente
dos factores políticos: el ascenso de las luchas campesinas
bajo las banderas de tierra y libertad y la necesidad de la
clase burguesa de estabilizar el régimen y las
instituciones del Estado mexicano. Las bases para el
desarrollo capitalista en un país mayoritariamente
campesino y dependiente hacían necesaria la sustitución
del régimen dictatorial porfirista hacia uno de carácter
democrático burgués.
Pero
este cambio no podía ser gradual y consensuado, en la
medida en que las profundas desigualdades sociales que el
sistema latifundista y de explotación de la mayor parte de
la población provocaba reiterados enfrentamientos entre
obreros y patrones, hacendados y campesinos pobres. Hemos
visto cómo en sus inicios el movimiento obrero presentó
luchas heroicas en demanda de mejoras salariales y laborales
contra los capitalistas beneficiados por el gobierno de
Porfirio Díaz. Este proceso de huelgas obreras va a ser
derrotado en los años anteriores a la revolución, y
explica en parte, como hemos dicho, la inexistencia del
movimiento obrero como sujeto social del cambio
revolucionario en la segunda década del siglo XX. Los
trabajadores industriales no pudieron consolidar
organizaciones de clase capaces de tender un puente hacia
las masas campesinas y sectores oprimidos.
Por
su parte, los campesinos comienzan a pelear localmente, y la
válvula abierta por la pelea entre porfiristas y los
sectores antireeleccionistas ha de ser la que los proyecte
nacionalmente como fuerza revolucionaria. La ocupación y la
distribución de tierras, usufructuadas históricamente por
los parásitos terratenientes, la formación de ejércitos
de campesinos armados y la guerra contra las fuerzas
federales de la reacción le confirieron un
rasgo profundamente anticapitalista. Pero lo que fue
contundente en sus acciones fue más complejo en el aspecto
político. Zapata y Villa unieron sus fuerzas a las tropas,
primero de Francisco Madero y luego de los
constitucionalistas de Carranza, sobre la base de exigirles
la resolución del problema de la tierra. Pero Madero,
Carranza y hasta el propio Porfirio Díaz siempre tuvieron
en claro que no podían dejar la cuestión agraria en manos
de los campesinos armados si querían cierta estabilidad
burguesa. Y tuvieron en común, más allá de sus
diferencias, que no eran menores, el objetivo de derrotar el
movimiento revolucionario campesino.
Tanto
Zapata como Villa, jefes principales de una lucha que dio
valiosos jefes revolucionarios, terminaron rompiendo con la
dirección política burguesa constitucionalista. Pero si
bien el campesinado se había proyectado como fuerza política,
no pudo tomar el conjunto de los problemas de los sectores
oprimidos y explotados del país. La reacción capitalista
tuvo que hacer concesiones políticas para poder controlar y
absorber al proceso revolucionario. Así, la lucha
presentada por los campesinos fue lo suficientemente
vigorosa y profunda como para que la burguesía tomara
conciencia de que había que ceder parte de lo reivindicado
por los campesinos para institucionalizar el país y la
propiedad agraria bajo el signo capitalista.
Notas:
1.
Silvia Cragnolino: Zapata. La revolución campesina en México.
2.
“Aunque muchos eran poblados bien establecidos y prósperos
que podían remontar su historia hasta antes de la Conquista
y contaban con títulos de propiedad de tierras que habían
sido concedidos en los tiempos virreinales, ninguno de ellos
se encontraba seguro ante el asedio” (John Womack Jr., Zapata
y la revolución mexicana)
3.
S. Miller: Formación de clase y transición agraria en México.
4.
S. Cragnolino, op. cit.
5.
J. Womack Jr., op. cit.
6.
“En el mes de agosto los federales rodean Cuautla y ocupan
las seis cabeceras del distrito de Morelos.” (S.
Cragnolino, cit.)
7.
S. Cragnolino, cit.
8.
García Triviño: Agrarismo revolucionario y ejidalismo
burocrático.
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