A 70 años de la nacionalización
petrolera en México
Lázaro
Cárdenas y las limitaciones del
reformismo burgués
Por
Oscar Alba
Socialismo
o Barbarie, periódico, 21/02/08
En 1934
es elegido presidente de México el general Lázaro Cárdenas.
Había comenzado su carrera militar a los 18 años y, en un
país convulsionado por la revolución campesina, sus
acciones militares iban forjando también su carrera política.
Cárdenas había formado parte del ejército
constitucionalista de Venustiano Carranza, peleó contra las
huestes de Pancho Villa y también contra Manuel Peláez,
quien estaba sostenido por los intereses de las companías
petroleras. En 1928 es ascendido a general de brigada y
llega a la gobernación del estado de Michoacán. Desde su
puesto de gobernador liquidó las “guardias blancas”
organizadas por las companías petroleras y combatió la
reacción cristera.[1] Por un corto tiempo ejerce la
presidencia del partido gobernante, el PNR (Partido Nacional
Revolucionario), y va a llegar entonces a la presidencia de
la Nación con un considerable apoyo del movimiento de
masas.
El problema de la tierra y los
recursos naturales, fundamentalmente el petróleo, fue uno
de los motores esenciales del proceso revolucionario de México
en las primeras décadas del siglo XX. La gestión de Cárdenas
al frente del gobierno nacional, a su vez, va a ser decisiva
en la relación entre estos problemas y el movimiento de
masas, la burguesía mexicana y el imperialismo.
El reparto de la tierra después
de sancionarse la Constitución de 1917 había sido lento, y
recién se aceleró en 1929, durante el breve período
presidencial de Portes Gil, en el que se repartieron
1.750.000 has. entre 126.000 personas. Cárdenas dará un
nuevo envión a la redistribución de parcelas. “Como
presidente, Cárdenas impulsará un proceso similar al que
había protagonizado en Michoacán, siendo el único
presidente que supere, y ampliamente, aquel antecedente de
1929. Entre 1935 y 1940 se distribuyó una media anual de
2.935.000 hectáreas entre 129.000 beneficiarios en
promedio, con una superficie media de la parcela de 22,5
hectáreas”.[2] Esta política agraria incluyó el
otorgamiento de créditos para la actividad rural. Se creó
el Banco Nacional de Crédito Ejidal para la financiación
de los ejidos. Se promovió la salud pública construyendo
hospitales y enviando médicos rurales para la atención de
los campesinos y las comunidades indígenas.
La nacionalización del petróleo
La cuestión del petróleo, como
dijimos, fue fundamental en el gobierno de Cárdenas y
estuvo ligada al proceso de ascenso de luchas obreras y la
organización sindical de los trabajadores petroleros. En
los inicios del gobierno de Cárdenas, los obreros del petróleo
se encontraban divididos, cada compañía tenía su
sindicato y las condiciones de trabajo y de vida eran
deplorables. Las patronales negreras no respetaban la Ley
Federal del Trabajo. En ese mismo año (1934) estalla una
oleada de huelgas en distintos sectores obreros. En enero
pararon los petroleros, los electricistas de Veracruz, más
de una decena de fábricas textiles, hubo huelga general en
Tampico y de los tranviarios del Distrito Federal. En abril,
pararon los trabajadores de servicios públicos en Mérida,
Veracruz, Celaya y León, entre otras luchas.
Es en este marco que en 1936 se
organiza el Sindicato Único de Trabajadores Petroleros,
cuya Convención va a sentar las bases para una lucha que
derivará en la nacionalización del petróleo. La
discusión del convenio laboral con las multinacionales fue
ardua, y pese a la intervención del propio Cárdenas, en la
conversación entre representantes obreros y patronales no
hubo acuerdo. Finalmente, el 25 de mayo de 1937 estalla
la huelga petrolera, que va a durar diez meses. El gobierno
se ve entonces obligado a intervenir a fondo y el 18 de mayo
de 1938 Cárdenas firma el decreto expropiatorio.[3] Junto a
esta nacionalización del petróleo también se estatizaron
los cuatro ferrocarriles nacionales, y dos años antes se
había promulgado la Ley de mexicanización de las compañías
de seguros.
El reformismo burgués
Las reformas llevadas adelante
por Lázaro Cárdenas lo ubicaron en su momento como
referente de lo que se denominó el “nacionalismo
revolucionario”, una categoría política que buscaba
conferir el carácter revolucionario a las burguesías
nacionales, en este caso, las latinoamericanas. No obstante,
si bien las reformas cardenistas fueron profundas, nunca
superaron los límites del capitalismo mexicano.
En la nacionalización del petróleo
es preciso tener en cuenta dos aspectos esenciales: por un
lado, el ascenso que detonó la huelga petrolera por el
convenio laboral; por el otro, el marco de las relaciones
políticas y económicas entre México y el imperialismo.
En este sentido, la expropiación
de las empresas petroleras no fue tanto una “medida
progresiva” del propio Cárdenas como más bien una obligada
respuesta a la huelga obrera de diez meses, así como al
desconocimiento de la autoridad presidencial que esbozaron
las empresas imperialistas.
Esto se combinó con el hecho de
que Estados Unidos, a diferencia de Inglaterra, que rompió
relaciones con México, bajo la presidencia de Franklin D.
Roosevelt se aprestaba para la guerra y no quería
resquebrajar el frente de América Latina frente a la
contienda.
Las relaciones se tensaron, los
yanquis reclamaron la indemnización por las expropiaciones
y Cárdenas terminó pagando 23 millones de dólares, que se
extrajeron de un porcentaje de las ventas de petróleo
mexicano al exterior.
Hay un elemento más que influye
en la situación. Cuando Cárdenas expropia las empresas
petroleras, si bien en México seguía siendo un sector económico
muy importante, la producción regional de petróleo tenía
ya como centro a Venezuela y los capitalistas petroleros
orientaban más sus intereses hacia ese país.
En la nacionalización de los
ferrocarriles hay que precisar que la empresa era mixta y el
gobierno quedó como único dueño. La situación de la
empresa era desastrosa, y si bien el gobierno se queda con
la empresa también se queda con sus deudas, que pasaron a
ser parte del pasivo de la Nación, beneficiando a los
acreedores extranjeros.
De Cárdenas a Ávila Camacho
Cárdenas será sucedido en la
presidencia por Ávila Camacho, que tendrá una política
tendiente a retrotraer las medidas del cardenismo, mostrando
las limitaciones de clase del “nacionalismo
revolucionario” de Lázaro Cárdenas y la burguesía
mexicana. En 1942, Ávila Camacho suscribe con el
presidente Roosevelt los acuerdos que sellan la
“reconciliación” con los Estados Unidos, y en 1946 se
reforma la Constitución, ampliándose los límites de la
pequeña propiedad. Asimismo, se desacelera la distribución
de tierras.
Con respecto al petróleo, ya en
1940 se buscaban acuerdos con la companías petroleras
expropiadas. “Poco después quedaban liquidados los
conflictos con casi todas las empresas, al sentenciar la
Corte Suprema de Justicia de México la devolución de
50.000 hectáreas de terreno petrolífero a dos filiales
mexicanas de la Standard Oil Co. of New Jersey, sobre la
base de que estas empresas no estaban mencionadas específicamente
en el decreto expropiatorio de 1938”.[4]
Desde el punto de vista del
movimiento obrero, surge una burocracia ligada al aparato
estatal que, como en el caso de los ferrocarriles, será
un agente directo de los intereses del gobierno. Esta
burocracia se va a consolidar durante el período de
Camacho, lo que se dio en llamar sindicalismo “charro”,
caracterizado por la corrupción y el matonaje.
Por una perspectiva independiente
Con respecto a las cuestiones
planteadas alrededor de la nacionalización de la industria,
León Trotsky, que estaba ya residiendo en México,
expresaba: “¿Cuál debería ser la política del partido
obrero en estas circunstancias? Sería un error
desastroso, un completo engaño afirmar que el camino
al socialismo no pasa por la revolución proletaria,
sino por la nacionalización que haga el estado burgués
en algunas ramas de la industria y su transferencia a las
organizaciones obreras. (...) Los líderes sindicales
son, en la mayoría de los casos, agentes políticos de
la burguesía y sus estados. En la industria
nacionalizada pueden volverse, y ya se están volviendo, sus
agentes administradores directos. Contra esto no hay
otra alternativa que luchar por la independencia
del movimiento obrero en general, y en particular por la
formación de firmes núcleos revolucionarios que defiendan
la unidad del movimiento sindical, sean capaces de luchar
por una política de clase y una composición
revolucionaria de los organismos directivos”.[5]
En este sentido, la experiencia
cardenista muestra la necesidad de una política
independiente de los revolucionarios hacia el
progresismo burgués.
En la actualidad, en otro marco
político y económico, las rebeliones populares en América
Latina han llevado al poder a gobiernos burgueses que se
declaran “progresistas” y que, como en el caso de Chávez,
toman limitadas medidas reformistas y llevan a cabo
estatizaciones parciales. Incluso el propio Chavez afirma
estar construyendo el socialismo del siglo XXI.
Pero la historia de la lucha de
clases del siglo XX en Latinoamérica ha dejado una enseñanza
palmaria: más allá de la defensa de las “medidas
progresistas” que toman estos gobiernos frente a la
eventual reacción imperialista, en ningún caso se las
puede apoyar políticamente, por todo lo que de
inconsecuentes, limitadas y burguesas han tenido, y mucho
menos apoyar a los gobiernos burgueses que las implementan.
Notas:
1. La constitución de 1917 tuvo un fuerte contenido
antirreligioso. Separando la Iglesia del Estado se proclamó
la educación laica. Las propiedades de la Iglesia pasan a
manos del Estado (artículo 27) y no se le reconoce
personalidad jurídica (art. 130). El 31 de julio de 1926 se
promulga la Ley Calles, que prohíbe los actos de culto,
suministro de sacramentos, catequesis, monasterios y
conventos. Esto da origen a un enfrentamiento entre la
Iglesia y el Estado que va a ir aumentando hasta llegar a
enfrentamientos armados. En enero del 1927 surgen los
“cristeros” que defienden los intereses de la iglesia.
2. Lázaro Cárdenas.
La revolución mexicana, de Horacio Ciafardini.
3. La expropiación alcanzó a la Compañía Mexicana
de Petróleo, “El Aguila”, Naviera San Cristóbal SA,
Huasteca Petroleum Co., Sinclair Pierce Oil Co., Compañía
Petrolera Cacalilao, Penn Mex Fuel Co., Richmond Petroleum
Co., California Standard Oil Co., Compañía de gas y
combustible “Imperio” SA, Consolited Oil Companies of México
y otras.
4. Horacio Ciafardini, op. cit.
5. L. Trotsky,
“La industria nacionalizada y la administración
obrera”.
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