Un
genocidio olvidado
El
holocausto de los gitanos
Por
Eva, periodista resistente
bellaciao.org/fr, 05/03/08
Tlaxcala, 10/03/08
Traducido por Caty R.
Esterilizaban
a las mujeres a la fuerza porque consideraban que no merecían
reproducirse. Después empezó lo que se denominó «la
destrucción de las vidas inútiles». En toda la Europa
ocupada se emprendió una batida de «caza a los gitanos»
primero en 1939, luego en 1941 y 1943. El exterminio de
500.000 a 600.000 nómadas se perpetró, especialmente, en
los campos polacos.
En
realidad, la persecución de los Hijos del Viento empezó
antes de la llegada de los nazis al poder, con las leyes de
control de la «plaga gitana», desde 1926. Dos años después,
la vigilancia se volvió específica y permanente. Luego se
impuso, desde 1933, la «esterilización eugenésica», la
prohibición de matrimonios mixtos en 1934–35 y,
finalmente, los primeros encerramientos en el campo de
Dachau en 1936.
En el otoño
de 1939 las deportaciones se volvieron masivas. En febrero
de 1940, en el campo de Buchenwald, los nazis probaron el
zyklon B sobre doscientos cincuenta niños gitanos. Por otro
lado, en Ravensbrück se practicaron operaciones pseudocientíficas
en cobayas humanas, entre otros, gitanos. Aquella política
de los nazis se extendió al conjunto de la Europa ocupada.
Después se
emprendió el exterminio a gran escala. Según los nazis, la
mitad de la población gitana de Europa fue aniquilada. Y
una tragedia suplementaria: ¡El nombre de las víctimas
gitanas ni siquiera se mencionó en el Proceso de Nuremberg!
Un olvido absoluto, mientras que no se deja de conmemorar el
martirio judío. Un doble rasero flagrante. Por eso, como
amiga de los gitanos, decidí enarbolar mi pluma para
recordar al mundo esta inmensa injusticia. Ya es hora de
rendir homenaje a las víctimas gitanas que, además,
estuvieron entre los miembros más implacables de la
Resistencia.
Efectivamente,
muy pronto, este pueblo libre y orgulloso comprendió la
suerte que le estaba reservada. Aceptó inmediatamente
unirse a la lucha clandestina para llevar a cabo lo que el
historiador holandés Jan Yoors llamó la «guerra secreta
de los gitanos». Curtidos y astutos, utilizaron mil
estratagemas para desbaratar la vigilancia de los nazis,
llevar mensajes o transportar armas y explosivos. Muchos
fugitivos se salvaron gracias a los gitanos. También les
debemos numerosos ataques «terroristas» de resistencia
contra el enemigo hitleriano.
En 1945 los
nazis, acorralados, todavía perpetraron múltiples masacres
contra los gitanos que permanecían prisioneros en los
campos alemanes. ¡Y algunos países europeos mantuvieron
presas a sus poblaciones gitanas durante varios meses! En
cuanto a los miembros de la resistencia que sobrevivieron,
ni siquiera gozaron, después de la guerra, de las promesas
de integración social que les habían hecho. Y no
encontraron a nadie para defenderlos ni para recordar la
memoria de los desaparecidos. Por supuesto, ninguno de ellos
reclamó reparación por todos los perjuicios sufridos. El
pueblo gitano jamás reivindica; sufre en silencio –y
llora su cante jondo–, porque entre ellos el instinto de
supervivencia y el gusto por las artes siempre superan los
acontecimientos más dramáticos. Lo experimenté
personalmente compartiendo su existencia miserable en un
barrio de chabolas situado en una escombrera pública
madrileña, el horror absoluto; y una alegría inscrita en
los genes para superar los momentos más difíciles. ¡Admirable
pueblo! Esa estancia marcó de forma indeleble mi espíritu
y reafirmó mi oficio de periodista.
¿Cuál fue
la política con respecto a los gitanos en Francia?
Tradicionalmente, los sedentarios desconfían de los nómadas.
Desde 1912, a las poblaciones errantes se les asignó un
carné antropométrico que se debía visar en todos los
municipios, tanto a la entrada como a la salida. Ya en
aquella época los gitanos, exactamente igual que los judíos,
eran víctimas de persecuciones y discriminaciones.
El gobierno
de Vichy endureció esa política. Y desde el otoño de
1940, se internó a los gitanos en campos de concentración
en Argelès–sur–Mer y Barcarès, en los Pirineos
orientales, campos creados inicialmente para acoger a los
refugiados españoles y judíos. La misma lógica de exclusión
para poblaciones sin embargo diferentes. Cerca de tres mil
gitanos en total estuvieron encerrados en los campos de
Francia entre 1940 y 1946.
En 1942 se
creó el único campo de internamiento reservado
exclusivamente para los nómadas: el campo de Saliers.
Dicho campo
estaba situado en zona libre, en el municipio de Arlés, en
Bouches–du–Rhône. Primero se inscribió en una lógica
de sedentarización, después en la de encerramiento. Para
empezar, trescientos nómadas tuvieron que hacinarse en
pequeñas casetas a medio hacer, sin electricidad. Las
condiciones de hospedaje y avituallamiento eran lamentables.
La suerte de los niños fue especialmente difícil;
obviamente no iban a la escuela. Sin ropas para cambiarse,
los internos acabaron cubiertos de andrajos. Estaban esqueléticos
pero resistieron. Curtidos e indomables. Por fin, el
subprefecto de Arlés ordenó el cierre del campo en julio
de 1944.
Los que
sobrevivieron al infierno conservaron viva la memoria del
campo. Pero la zona donde estuvo ubicado no conserva ningún
rastro.
En los
campos de concentración alemanes, los gitanos fueron
masacrados literalmente. Sólo en la noche del 31 de julio
de 1944 en Auschwitz exterminaron a 20.000 personas. El 1 de
agosto, un oficial de las SS de Auschwitz pudo escribir,
después del envío de los gitanos a la cámara de gas: «misión
cumplida, tratamiento especial ejecutado». ¡Tratamiento
especial! ¡Peor todavía que lo que sufrieron los judíos,
minusválidos, enfermos mentales, homosexuales, comunistas o
los miembros de la resistencia! Y en resumen, sólo en
Alemania perecieron entre 500.000 y 600.000. En Dachau los
asesinaban el mismo día que llegaban o al día siguiente.
Simplemente porque habían nacido gitanos.
Como los
judíos, los gitanos fueron víctimas de la ideología nazi,
de la política racista que pretendía regenerar la sangre
alemana, y de la política del espacio para la creación de
una Gran Alemania liberada de elementos impuros, extranjeros
e inferiores. La eliminación de los gitanos sería mejor
aceptada porque ya estaban señalados desde hacía mucho
tiempo.
Ninguna voz
se levanta para defender la causa de los gitanos
discriminados, esterilizados, perseguidos, expoliados y
exterminados. Ninguna memoria, ninguna indemnización,
ninguna conmemoración. Nada. El vacío absoluto. Ostracismo
total.
¿Definitivamente?
Hasta mi último
aliento lucharé por el reconocimiento de este pueblo
admirable.
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