La
revolución iraquí de 1958
Por
Anne Alexander
Socialist Worker, 22/07/08
Tlaxcala, 28/07/08
Traducido
por Ángel Ferrero
Este
mes se celebra el 50 aniversario de la revolución en Irak
que depuso al monarca respaldado por el Reino Unido. Anne
Alexander escribe sobre la revuelta que inspiró al mundo árabe.
La
tarde del 13 de julio de 1958, la 20ª Brigada de Infantería
del Ejército Real Iraquí levantó el campamento en Jalawla
y se dirigió al sur, supuestamente hacia la frontera de
Irak con Jordania. Durante horas el convoy de 3.000 soldados
atravesó ruidosamente las ciudades de la provincia de
Diyala. Pero a las 2:30 de la madrugada se detuvieron en
Bani Said, a sólo seis millas de Bagdad. En vez de girar
hacia el oeste en dirección Jordania, la brigada se dirigió
al corazón de la capital iraquí. Unas horas después
millones de iraquíes se despertaron oyendo la voz de Abdul
Salam Aref, un joven oficial que anunciaba el derrocamiento
de la dinastía hachemita de Irak y el nacimiento de una
nueva “república popular”.
Las
dos principales figuras del golpe fueron Aref y Abdul Karim
Qassem, activistas de una red clandestina de “oficiales
libres”. Sabían que la jugada era arriesgada. Los
dirigentes iraquíes habían sofisticado todas sus técnicas
para reprimir las protestas populares durante décadas. Su
bien entrenada policía había aplastado oleadas de
manifestaciones en 1956, 1952 y lo que estuvo a punto de
convertirse en un levantamiento en 1948. Los partidos de la
oposición, incluidos los socialdemócratas liberales y los
nacionalistas moderados, se habían visto forzados a pasar a
la clandestinidad, mientras los mejores activistas del
Partido Comunista llenaban las cárceles. Incluso el ejército
estaba deliberadamente mal pertrechado con el objetivo de
desincentivar posibles motines.
La
mañana del 14 de julio, los hombres bajo el mando de Aref
se prepararon para tomar el palacio real con sólo dos o
tres balas cada uno. Y aunque el control británico sobre
Irak había terminado oficialmente con la independencia del
país en 1932, los intereses de los dirigentes hachemitas
estaban estrechamente ligados a los de los británicos. Británicos
eran los empresarios que dirigían los pozos petrolíferos
iraquíes. Británicos eran los aviones bombaderos de las
principales bases aéreas de Irak. El joven rey Faisal era
un genuino producto del sistema escolar británico. Irak
también era la pieza central del Pacto de Bagdad, una
alianza anticomunista de los estados de Oriente Medio diseñada
también para frenar la creciente influencia de Gamal Abdul
Nasser, el líder nacionalista egipcio de ideas radicales.
La
monarquía iraquí estaba podrida hasta el tuétano. Sólo
un puñado de iraquíes se presentaron para defenderla. Tras
el asalto al palacio, el rey, su regente y otros miembros de
la familia real fueron fusilados. Nuri al-Said, el primer
ministro pro-británico y arquitecto del Pacto de Bagdad,
fue ejecutado al día siguiente. El derrocamiento de la
monarquía iraquí creó pánico en el Reino Unido y en los
Estados Unidos. Al escuchar las primeras noticias sobre la
revolución, el presidente estadounidense Dwight Eisenhower
ordenó que miles de tropas norteamericanas invadieran el Líbano
para sofocar una creciente rebelión con el gobierno de
Camille Chamoun respaldado por Occidente. Simultáneamente,
miles de tropas británicas aterrizaron en Jordania. El rey
Hussein de Jordania -primo del rey iraquí- temía ser
apartado del trono por una oleada revolucionaria.
Mientras
tanto cientos de miles de iraquíes inundaban las calles de
Bagdad para celebrar la caída del régimen. Coreaban
consignas contra el Reino Unido y los Estados Unidos,
pidiendo el fin del colonialismo. En pocas horas Qassem
devino presidente del país y Aref su vicepresidente. Pero
lejos de terminar al proceso revolucionario, el golpe de los
Oficiales Libres marcó el comienzo de una crisis más
profunda.
Las
enormes manifestaciones que celebraron las noticias del
golpe de julio sentaron las bases para las que ocurrirían
al año siguiente. Durante este período los comunistas y
sus aliados dominaban las calles de las principales ciudades
del país. A medida que la crisis política se abría paso,
comenzaron a entreverse los signos de una revolución
social. Las nuevas leyes rebajaron los alquileres un 20 por
ciento. El precio del pan cayó a un tercio. Se estableció
la jornada de ocho horas. Los salarios de los trabajadores
crecieron un 50 por ciento durante el primer año de la república
iraquí.
Estos
cambios eran una respuesta directa de la creciente confianza
en sí mismos de los obreros y sus organizaciones. Aunque
los sindicatos no fueron oficialmente legalizados hasta
1959, los activistas empezaron por reconstruir los comités
sindicales y reorganizando las redes clandestinas
inmediatamente después del golpe. La fuerza dominante en
los sindicatos era, una vez más, el Partido Comunista, que
ganó el liderazgo de la mayoría de las organizaciones
sindicales a primeros de 1959.
La
reforma agraria limitó el poder de los grandes
terratenientes y organizó la redistribución de miles de
acres de tierra, devueltos a los campesinos. En algunas
regiones, como Kut y Amarah, los campesinos empezaron a
apropiarse de las tierras por sí mismos. Los
acontecimientos en Irak condujeron a una creciente sensación
de crisis. Nasser estaba metido de lleno en una amarga lucha
con el Partido Comunista en Siria tras el establecimiento de
la República Árabe Unida (UAR en sus siglas inglesas), una
efímera unión política de Siria y Egipto, en febrero de
1958.
Nasser
era reverenciado como un héroe a lo largo y ancho del mundo
árabe. Había desafiado a las viejas potencias coloniales
con el conflicto del Canal de Suez en 1956. En aquel período
se acercó al gobierno ruso, a pesar de la persecución de
los comunistas en Egipto. Tan pronto como los Oficiales
Libres tomaron el poder en Irak, los nacionalistas
radicales, incluyendo el partido Baaz, lanzaron una campaña
pidiendo la anexión de Irak a la UAR. Qassem, sin embargo,
no albergaba ningún deseo de entregar la presidencia de
Irak a Nasser. Los comunistas también se opusieron a la
petición de unificar ambos países, argumentando que la
entrada de Irak en la UAR significaría el fin de las
libertades democráticas tan duramente ganadas.
Los
comunistas iraquíes organizaron manifestaciones masivas
proclamando a Qassem el “único líder” de la revolución
iraquí, con la esperanza de convertirlo en un contrapeso a
Nasser. Cuando comenzaron las primeras fricciones entre
Qassem y Aref (que apoyaba una relación más cercana con la
UAR), los comunistas dieron su pleno apoyo a Qassem, a pesar
de que Aref había reclamado la nacionalización de la
industria petrolífera iraquí. En septiembre de 1958 Qassem
destituyó a Aref. En noviembre el antiguo vicepresidente
fue juzgado. En marzo de 1959 estalló el conflicto cuando
los oficiales estacionados en Mosul trataron de llevar a
cabo un golpe de estado contra Qassem con el apoyo de la
UAR. Los comunistas jugaron un papel relevante a la hora de
aplastar la revuelta.
Meses
después movilizaron a cientos miles de personas para la
manifestación del primero de mayo en Bagdad, en su mayor
demostración de fuerza hasta la fecha. Pero incluso cuando
qassem rechazó las demandas de los comunistas de entrar en
el gobierno, el partido rechazó enfrentarse con el “único
líder”. Qassem vio su oportunidad para lanzar un
contragolpe contra el partido. Legalizó a una pequeña
facción rival en vez de al Partido Comunista y organizó un
ataque a su liderazgo en los sindicatos. Las publicaciones
del Partido Comunista fueron prohibidas y las actividades
comunistas fueron el objetivo de los ataques de los
escuadrones nacionalistas. Los simpatizantes de los
comunistas en el gobierno empezaron a caer uno tras otro. A
pesar de concederles un breve respiro en otoño de 1959, la
influencia del partido continuyó decreciendo. Mientras
tanto, el partido Baaz ganaba fuerza.
Un
joven militante baasista, Saddam Hussein, formó parte de
los autores del atentado contra qassem en 1959. El atentado
falló, pero en cuatro años los baasistas fueron capaces de
derrocar a Qassem y masacrar a miles de comunistas. ¿Por qué
los comunistas iraquíes estuvieron tan cerca de conseguir
el poder y aún así fallaron? Los dirigentes rusos jugaron
un papel crucial en ello. En 1959 un delegado llegó de Moscú
para decirle a los dirigentes del partido que no esperaran
la ayuda de Rusia si tomaban el poder.
A
pesar de la presión, una minoría de dirigentes del partido
aún se mantuvo a favor de adoptar una política de
“victoria por la audacia”, esto es, romper con Qassem y
tomar el poder. El problema al que se enfrentaban era que
los comunistas no tenían preparación política para una
lucha tal en 1958. Habían movilizado a cientos de miles de
obreros y campesinos bajos las consignas de apoyo a Qassem,
en vez de hacerlo bajo las propias de su clase. Desde la
perspectiva de Irak, los comunistas parecían no tener casi
ninguna otra opción que mantener su alianza con Qassem y
los oficiales nacionalistas. La clase trabajadora iraquí
estaba poco desarrollada, y no podría funcionar como los
cimientos de una sociedad socialista.
Pero
el factor decisivo no fue la falta de peso de la clase
obrera. Los acontecimientos en Irak fueron parte de un marco
de revueltas anti-coloniales y luchas de clase en todo
Oriente Medio. Esta amplia lucha tenía todo el potencial
para convertirse en un desafío sistemático al sistema
capitalista, un potencial que existía a pesar de los
objetivos originales del movimiento anticolonial, que se
centró en las cuestiones de la liberación nacional y la
democracia. Ampliando la lucha en Irak más allá del marco
nacionalista hubiera ampliado y profundizado el movimiento
de masas.
Los
comunistas en Irak descubrieron que el precio a pagar por
ello mientras la revolución permaneciera dentro de esos límites
sería que ni podría preservar su carácter democrático,
ni tampoco significar una resistencia efectiva al
imperialismo. Una vez el movimiento de masas desapareció,
el aislamiento de Qassem se hizo evidente y no tardó en ser
derrocado. Ya en el poder, el partido Baaz demostró ser más
receptivo a los intereses del imperialismo que sus
predecesores, a pesar de su retórica sobre “socialismo”
y “unidad árabe”.
Examinar
los acontecimientos de 1958 no es un ejercicio de nostalgia.
Todas las preguntas que aparecieron con la crisis
revolucionaria iraquí todavía permanencen en pie en el
actual Oriente Medio. ¿Cuál es la fuerza clave en la lucha
contra el imperialismo? ¿Cómo está relacionada la lucha
por la liberación nacional con la lucha anticapitalista? ¿Cómo
puede la gente común de la región derrotar tanto a sus
dirigentes represores como a las potencias imperialistas? La
lección de 1958 es que tanto las organizaciones obreras
como el liderazgo revolucionario juegan un papel crucial en
convertir las demandas nacionalistas y democráticas en un
movimiento que desafíe el orden imperialista en su
totalidad.
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