Historia
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23 de agosto de 1927

Sacco y Vanzetti, ejecutados por el imperialismo yanqui

Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 14/08/08

Vanzetti y Sacco encadenados el 9 de abril de 1927, yendo hacia el tribunal que los condenará a muerte

Después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos de América había emergido como potencia de primer orden. Por otro lado, la revolución obrera rusa de 1917 proyectaba su influencia sobre el movimiento obrero mundial. La inmigración europea al continente americano traía en su equipaje nuevas ideas revolucionarias y un componente obrero fundamental. El anarquismo, el socialismo y el bolchevismo se desarrollaban, a distintos niveles, como corrientes obreras que organizaban y enfrentaban a la explotación y a las apetencias capitalistas. El imperialismo yanqui veía al movimiento revolucionario emergente como un enemigo estratégico, y en consecuencia orientó su legislación y sus fuerzas a reprimir las manifestaciones de rebelión y lucha que los trabajadores y los sectores oprimidos ponían en pie. Sacco y Vanzetti fueron inolvidables mártires de la lucha obrera en el corazón del imperialismo.

En la inmediata posguerra se produjo en los Estados Unidos una renovación tecnológica que fue modificando los métodos y la organización del trabajo. Aumenta el número de fábricas y con ello crece la oferta de trabajo profundizándose la superexplotación de los trabajadores. Esto provocará en 1919 una serie de importantes luchas, entre las que se destaca la huelga general de los obreros del acero en demanda de la jornada laboral de ocho horas. También en otros sectores productivos se originan conflictos. “Lo que sucede en el sector del carbón es sintomático de todo lo que venimos planteando. Hasta 1920 existen en el carbón altos salarios y el sindicalismo dirigido por John L. Lewis ha obtenido importantes triunfos. No obstante, para esa fecha se descubren nuevas minas carboníferas en los estados del sur como Kentucky y Alabama. Los anteriores centros de antracita del centro del país, que eran los reductos del sindicalismo minero, son parcialmente desplazados. Lo concreto es que las empresas en esos estados del sur organizan Company Unions y ejercen un control total en la zona. Bandas armadas impiden incluso el desembarco de los trenes de personas que califican de organizadores sindicales, hay apaleamientos, hay violencia constante”.[1] De esta manera, la lucha de clases en la década del 20 en Estados Unidos va a estar signada en gran parte por el ataque sistemático a las luchas y las conquistas obreras y a sus organizaciones políticas y sindicales. Lo cual va a tener consecuencias posteriores cuando la crisis financiera de 1929 provoque desocupación, bajos salarios y miseria en las filas proletarias.

La legislación represiva se puso a la orden del día poco antes del fin de la guerra. En setiembre de 1917 se utilizó la Ley de Espionaje para atacar a la IWW (Industrial Workers of the World), organización obrera de tendencia anarquista socialista. [2] Casi un centenar de miembros de esa organización fueron arrestados, y en abril de 1918 fueron procesados, incluido su máximo dirigente, “Big Bill” Haywood. El juicio duró cinco meses y fueron declarados “culpables” todos los acusados. Haywood y otros catorce compañeros fueron condenados a veinte años de prisión. En octubre de 1918, el Congreso de Estados Unidos sancionó la Ley de extranjeros, que establecía que “cualquier extranjero respecto del cual se descubriese en algún momento posterior a su ingreso a los Estados Unidos que al tiempo del mismo o por haberle convertido después, fuese un miembro de alguna organización anarquista” sería deportado.[3] Es en este contexto que Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti salen a la palestra.

La lucha de Sacco y Vanzetti

Nicola Sacco había nacido en Torre Maggiore, provincia de Foggia, Italia, el 23 de abril de 1891, y emigró de su tierra natal a los 17 años. Llegó a Estados Unidos en 1908, y aunque era mecánico no pudo aprovechar su oficio, sobre todo porque los extranjeros no eran tenidos en cuenta para los trabajos especializados. Así, llegó a trabajar en una fábrica del calzado. Ante el inicio de la guerra organiza mitines antibelicistas, se une a la Federación Socialista Italiana y desarrolla sus posiciones anarquistas. Bartolomeo Vanzetti era oriundo de Villa Falletto, Piamonte, nacido en 1888. Al igual que Sacco, llega a las tierras yanquis en 1908, recorriendo el mismo camino de hambre y sin lugar donde descansar en busca de trabajo del resto de los inmigrantes. Su oficio de confitero no le alcanza para lograr un empleo fijo. Así, debe trabajar de picapedrero, albañil, foguista y barredor de nieve. Todo por un jornal mucho menor que el de un obrero norteamericano. En 1913 comienza a activar en las filas obreras. Tres años después estalla una huelga en la Plymouth Cordage Company y Vanzetti va a ser unos de sus dirigentes, saliendo victoriosos. Sus deseos de avanzar hacen que con gran esfuerzo lea y estudie permanentemente. De este modo fue formando su personalidad militante. “Aprendí que la conciencia de clase no era una frase inventada por los propagandistas, sino que representaba una fuerza vital, real, y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de carga, sino seres humanos”, decía en uno de sus alegatos.

Andrea Salcedo era un tipógrafo anarquista que vivía en Nueva York. El FBI lo secuestró y lo tuvo detenido en la planta 14 de sus oficinas del edificio de Park Row. Fue interrogado y golpeado en el interrogatorio. Dos meses después de su detención, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salcedo fue encontrado en una calle cercana al edificio de Park Row y el FBI anunció que se había suicidado saltando por la ventana de la habitación en que estaba custodiado. Sacco, por entonces, era zapatero, y Vanzetti vendía pescado por la calle. Se habían conocido en la ciudad de Boston junto a otros compañeros, y rápidamente organizaron la denuncia del asesinato de Salcedo. Con volantes y agitación política salieron a denunciar a las autoridades y al FBI por la muerte del tipógrafo. Apenas dos días después de la muerte de Salcedo, ambos fueron encarcelados.

En un primer momento los acusaron de repartir panfletos subversivos y de ser anarquistas, pero después, en una clara maniobra infame, las autoridades los acusaron de un doble asesinato. En la segunda quincena del mes de abril pasado, en South Baintree, un grupo de ladrones había asesinado a Frederick Parmentier, cajero de una fábrica de zapatos, y al guardián Alessandro Berardelli. En el asalto los ladrones se habían llevado 15.677 dólares. Nicola y Bartolomeo fueron finalmente acusados de esos crímenes.

El 31 de mayo de 1921 comenzó el juicio, que estuvo viciado desde el comienzo. Los jueces no tuvieron en cuenta declaraciones fundamentales que probaban que tanto Sacco como Vanzatti eran inocentes de los crímenes. A tal punto que el tribunal encabezado por Webster Thayer hizo oídos sordos a un testigo que declaró a la policía que Sacco y Vanzetti no eran los hombres que había visto disparar durante el asalto. Tampoco escuchó al representante del consulado italiano que declaró que a la hora del crimen Sacco se encontraba con él. Ni tuvieron en cuenta que la bala homicida era de un calibre diferente del arma que se les había encontrado a los anarquistas. Celestino Madeiros, uno de los asaltantes de aquel día, ya en la cárcel envió una confesión al diario Boston American donde declaraba que ni Sacco ni Vanzetti eran los hombres que habían estado con él en el lugar del robo. La confesión fue destruida por la policía, pero Madeiros hizo llegar una nueva confesión, esta vez a través de otro preso, a Nicola Sacco. Tampoco fue tenida en cuenta. Entonces, las palabras de Nicola Sacco definieron el porqué de su juzgamiento: “Estoy aquí en este banco de acusados por ser de la clase oprimida”, dijo el revolucionario.

El 14 de julio de 1921 el tribunal los declaró culpables, y casi seis años después el 23 de abril de 1927, después de 7 años de iniciado el juicio, el juez Thayer dictó la sentencia de muerte. La inmunda carroña imperialista buscaba así dar un escarmiento a la clase obrera en todo el mundo. “La evidente persecución ideológica y xenófoba de las autoridades de EE.UU. quedaba en evidencia en declaraciones como las del presidente del tribunal, Webster Thayer, que dijo en una de las audiencias: «Los imputados en el asesinato son culpables de socialismo». Un gran movimiento de solidaridad recorrió el mundo y en casi todos los países se formaron comisiones para intentar ayudar a los dos anarquistas. A pesar de las prohibiciones, se sucedieron manifestaciones obreras y protestas multitudinarias en Londres, Nueva Delhi, París, Roma y Buenos Aires, entre otras capitales del mundo. Por ellos se produjo la primera huelga internacional (que se cumplió en casi todos los países del mundo) y pidieron clemencia Einstein, Marie Curie, Bernard Shaw, Orson Welles y Miguel de Unamuno, además de otros intelectuales, científicos, actores y organizaciones defensoras de los derechos civiles” (Clarín.com 23/8/97) Durante el mes de agosto se realizó un paro general en Asunción, Paraguay, en solidaridad con los inculpados. En Buenos Aires y Montevideo, el 9 y 10 de ese mismo mes también se realizó una huelga general.

El 4 de agosto, el gobernador del estado de Massachussetts denegó el pedido de indulto mientras arreciaban las movilizaciones y los enfrentamientos entre los trabajadores y las fuerzas represivas.

Finalmente, a las 0.19 horas del 23 de agosto de 1927, en la Casa de la Muerte de la prisión de Charlestown, Massachussetts, Nicola Sacco fue ejecutado en la silla eléctrica. Unos minutos después ocurrirá lo mismo con Bartolomeo Vanzetti. La bronca y la indignación promovieron una mayor movilización, y los enfrentamientos continuaron durante días. En Buenos Aires, al conocerse la noticia del asesinato de los dos anarquistas, se organizó en la madrugada una gran manifestación por la Avenida de Mayo. Los choferes fueron al paro y los portuarios resolvieron no trabajar en los buques norteamericanos ni desembarcar mercaderías de ese país.

Una tarea vigente

Cincuenta años después, en 1977, Mitchell S Dukakis, gobernador de Massachussets, reconoció que los dos anarquistas habían sido condenados y ejecutados por sus convicciones políticas y los “rehabilitó” públicamente. Al mejor estilo de los papas y de la sacrosanta hipocresía de la Iglesia que redimen a quienes mandaron a la hoguera inquisitoria después de siglos, los imperialistas buscan lavar sus manos. Pero la sangre obrera no se lava, se paga, y como tal, el crimen de Sacco y Vanzetti es una cuenta más a cobrarle al capitalismo.

La putrefacción del capitalismo ha seguido su curso. Hambre, miseria y marginalidad son los frutos de la cosecha capitalista. Masas obreras son llevadas cada vez más, al redil de la superexplotación y el engaño de los gobiernos burgueses, “progresistas” o reaccionarios, para engordar los bolsillos de los patrones. Es el mundo capitalista. Es su mundo. Y frente a él, nuevas generaciones de trabajadores y sectores oprimidos se levantan para enfrentarlo, y en ese enfrentamiento los trabajadores acumulan experiencias y fuerzas. La visión de un futuro revolucionario no es un horizonte inalcanzable, como predican los exégetas del imperialismo. La posibilidad del “futuro comunista de humanidad” del que hablaba León Trotsky es una inmensa tarea que continúa vigente, para una pelea que no está aún decidida. Es por eso que las figuras y el ejemplo de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti resurgen, no como el Ave Fénix, de las cenizas, sino del fuego de las luchas cotidianas que libran los trabajadores en todas partes, dando vida a las palabras que Bartolomeo Vanzetti pronunciara poco antes de morir:

"¡No hay justicia para los pobres en América! ...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas, altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia. ¡Por eso muero y estoy orgulloso de ello! No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida..."


Notas:

1. Plá, Alberto J.: “Hoover. El crack financiero de 1929”. Historia de América en el siglo XX. (Centro Editor de América Latina, 1971)

2. En 1905, los trabajadores radicales se reunieron en Chicago para fundar una nueva agrupación: la industrial Workers of the World (IWW). La misma se presentó alternernativamente a la American Federation of Labor (AFL) de tendencia más conservadora y que nucleaba a la mayor parte de los trabajadores. Además de levantar al socialismo como bandera, la IWW tuvo condiciones de ingreso menos restrictivas que la AFL. Se conformaba con trabajadores ambulantes, negros e inmigrantes que eran rechazados por las organizaciones tradicionales.

3. Mc. Elroy, Wendy, La Primera Guerra Mundial y la supresión del disenso.