Sastre
enciende la luz y aparece su sombra.
Sastre.-
Mira, Sombra, lo que dice este analista político, Agustín
Velloso.
Sombra.-
(que no lo ve) ¿Dónde?
Sastre.-
Sí, mujer: aquí, en Kaos en la Red. Mira, mira.
Sombra.-
A ver.
Sastre.-
(leyendo) «¡Ah, los piratas! Qué bien suena esta palabra
y qué recuerdos nos trae de la niñez»; y acto seguido
hace una reflexión muy clarividente y aclaratoria.
Sombra.-
¿Sobre los piratas actuales, supongo?
Sastre.-
¿Y por qué los llamas piratas?
Sombra.-
Todo el mundo lo hace.
Sastre.-
Bueno... también puedes leer, entre otros, el comentario de
Joaquín Sempere en «Público», el pasado 25 de octubre.
Así te irías dando cuenta de este fenómeno que Emilio
Salgari habría podido titular «Los piratas del Índico»,
o «Los piratas somalíes» o, mejor aún, «Los piratas del
Cuerno de África».
Sombra.-
¿Y qué pinta Salgari en todo esto?
Sastre.-
Pinta que él convirtió a Sandokán en un gran personaje
novelesco. A Sandokán, es decir, a un pirata, a un «terror
de los mares», ¡que aparece como un gran héroe en sus
novelas!
Sombra.-
Dice usted que «lo convirtió en un personaje». ¿Es que
fue una persona real?
Sastre.-
Así nos lo asegura el novelista en sus Memorias, que no
pudo terminar porque se suicidó en Turín. Él, en sus
viajes, había conocido a Sandokán, y no sólo a él, sino
a Tremal-Naik, al portugués Yañez, a Kammamuri... todos
ellos piratas y grandes personajes con los que conviví en
mi infancia. Por eso he empezado por ahí: por recordar lo
bien que nos suena a algunas personas la palabra pirata.
Sombra.-
Ya sé, ya sé. Sandokán era un pirata y a usted le gusta
eso. Pero a los arrantzales que han estado prisioneros no
les gustará, y a lo mejor se acuerdan de su familia de
usted por simpatizar con piratas.
Sastre.-
¿Qué quieres decir? ¡Yo deseaba la libertad inmediata de
esos arrantzales! Pero también, para conseguirlo, he
tratado de pensar en las raíces de lo que está pasando en
aquella región. Eso es todo.
Sombra.-
Los piratas, según usted, fueron héroes de su infancia; y
yo sé que también lo fueron el Corsario Negro (también de
Salgari) y el capitán Nemo (de Jules Verne), que asimismo
fue un pirata, aunque submarino, y...
Sastre.-
Ya en la realidad, los piratas muchas veces no han sido,
como dicen los diccionarios, meros «ladrones de la mar»,
sino combatientes políticos al servicio de sus causas patrióticas.
Recuerda que en el siglo XVI, por poner un ejemplo, los
piratas turcos y argelinos y bereberes del Mediterráneo
eran combatientes en la guerra entre los dos grandes
imperios que eran el Otomano y el Español. El gran
Cervantes supo algo de esa gran lucha, pues fue capturado
cuando volvía a España en un barco después de haberse
quedado manco en la batalla de Lepanto, que él llamó «la
más grande ocasión que vieron los siglos», y que se pasó
unos añitos en las prisiones («los baños») de Argel,
hasta que su familia pudo reunir el dinero que pedían por
su rescate.
Sombra.-
¡Qué complicado es todo!
Sastre.-
Es... complejo, como suele decirse. (Pausa; reflexivo) La
Piratería ha sido, en la Historia, muchas cosas; y también
un vehículo de protesta contra las injusticias de los
poderosos. Querida Sombra, Sandokán era un militante político-militar,
un guerrero contra la omnipotencia mundial del Imperio Británico.
Un luchador anticolonialista, dicho en términos actuales.
Esto
te puede recordar, si es que lo leíste en su momento, que
Chomsky nos habló hace unos años de que para cierto pirata
del siglo IV a.C., la diferencia entre un pirata y un
emperador reside en que el pirata tiene un solo barco y el
emperador, muchos.
Sombra.-
Entonces resulta que....
Sastre.-
Espera, espera. También ha habido y hay piratas al servicio
de los emperadores.
Sombra.-
¿Y Sandokán?
Sastre.-
Sandokán no estaba al servicio de ninguna potencia. Su
barco se movía por sí mismo -lo movía Sandokán- contra
la ocupación inglesa y, en fin, no lo hacía bajo la
protección y las banderas de una nación o un estado
poderosos. Él estaba solo ante el peligro; bueno, sólo con
sus colaboradores y con sus «tigrecillos de Monpracem», y
sobre todo con sus razones y su pasión contra el Imperio de
los Mares, que entonces era Inglaterra.
Sombra.-
A ver si se explica un poco, oiga. Para empezar: ¿Vale la
definición que ha hecho hace un momento: «ladrones de los
mares»? ¿Atracadores húmedos o algo así? ¿Chorizos
pasados por agua?
Sastre.-
(afirmativo y crítico) Pero eso no es decir nada contra
ellos, estando como estamos en un mundo de grandes piratas
bien vestidos y encorbatados, detrás de las mesas de sus
opulentos despachos; o sea, en un mundo en el que, como decía
Proudhon, la propiedad es un robo. En un mundo, en fin, en
el que, en definitiva, los grandes piratas son los
emperadores. Esto que acabo de decir es también «pensamiento
gitano», digámoslo así. Pero, volviendo a nuestros
piratas, es cierto que entre ellos hay «chorizos»
propiamente dichos pero también lo es que, bajo el
apelativo de piratas, hay movimientos de defensa y de
resistencia de los débiles frente a los fuertes.
Históricamente
pueden definirse así, creo yo, las diferentes especies, según
la definición de sus acciones o su localización geográfica:
Corsarios eran aquellos que navegaban con «patente de corso»
de las grandes potencias que trataban de dominar el mar con
algo más que sus propias escuadras oficiales. Sir Francis
Drake es un prototipo de corsario, en este caso inglés. Esa
patente los autorizaba, por ejemplo, a desvalijar los
galeones españoles en el Atlántico. A su modo combatían
contra el Imperio Español. Filibusteros era el nombre que
se les daba en las Antillas y combatían al servicio, sobre
todo, de Holanda, Inglaterra y Francia. Luchaban «por la
emancipación de las provincias ultramarinas de España»;
es como los define el Diccionario de la Real Academia Española.
En cuanto a los bucaneros, era otro nombre para los
filibusteros, que son definidos por el DRAE como «piratas
de los siglo XVII y XVIII, dedicados al saqueo de las
posesiones españolas de Ultramar».
Sombra.-
¿Todo eso lo ha recordado ahora, con lo que está
ocurriendo en el Índico? Aquellas lecturas infantiles... Ya
lo recuerdo yo, cuando éramos pequeños, leyendo «Los
tigres de Malasia», «El Corsario Negro», «La isla del
tesoro», o aquel pirata tan sabio que es el capitán Nemo
de «Veinte mil leguas de viaje submarino»...
Sastre.-
En cuanto al capitán Nemo, su condición de pirata está
oscurecida por su vocación de científico y estudioso de
las profundidades marinas y su zoología. Pero sí, él es
-en la imaginación de Verne- un combatiente contra el
Imperio Británico que se abastece del oro de unos galeones
españoles hundidos en la bahía de Vigo en el siglo XVI y
que ayuda a la lucha por la liberación de su país. Ello se
revela cuando en aguas de Ceilán defiende a un pobre indio
pescador de perlas, luchando a brazo partido, puñal en
mano, con un tiburón que está a punto de matar al pobre
pescador, y luego le regala un saquito de perlas, explicando
en seguida lo que ha hecho a sus forzados huéspedes: «Este
indio, señor profesor, pertenece a un país oprimido, y yo
todavía, y hasta mi último suspiro, pertenezco a ese mismo
país».
Sombra.-
Bueno, bueno... Pero todo eso es literatura y ahora hay una
realidad muy seria y grave, ¿no?
Sastre.-
¡Literatura y realidad! La literatura, Sombra mía, es
también política. Tú has citado «El Corsario Negro»,
también de Salgari. En su edición española de 1955, la
editorial suprimió todo el capítulo 15 porque Salgari
explicaba en él lo que era «el filibusterismo», de manera
que la bella tarea «civilizadora» de España en América
era víctima, según los editores, de la leyenda negra
antiespañola. Así es que suprimieron el capítulo, y viva
España.
Sombra.-
¿Holanda o Inglaterra hicieron mejor sus colonizaciones?
Sastre.-
No, no, claro que no, y ése es otro tema. En realidad
siempre se ha tratado de luchas entre imperialismos, entre
colonialismos. Volviendo a la realidad actual que no es
literatura, ahora nos encontramos, sobre la situación en
las aguas del Índico, a informadores y analistas serios
como Johann Hari, periodista de «L'independent», en su
colaboración en «The Huffington Post», de 4-1-2009; según
él, la vida en Somalia es un horror teñido de sangre y de
miseria. Aquel país es objeto de todo tipo de ultrajes,
entre ellos que sus mares están siendo convertidos en cubos
de basura y su pesca esquilmada. Allí, los llamados «piratas»
han tratado y tratan de suscitar movimientos de defensa ante
el expolio que están sufriendo los torturados habitantes de
aquel país, y las acciones de estos «piratas» son
apoyadas por el 70% de la población, que las considera «una
forma de defensa nacional de las aguas territoriales del país».
(Warders News). Ese dato del 70% de apoyo se ha mostrado en
Internet, en el «sitio somalí independiente», y es muy
verosímil.
Para
Joaquín Sempere, los llamados «Guardacostas Voluntarios de
Somalia» -hoy, «los piratas»- expresan esa situación,
que en efecto es terrible sobre todo para ellos, e
intentaron, antes de ser «piratas», «negociar con los
buques de pesca extranjeros para que dejaran de faenar o
pagaran un impuesto por seguir haciéndolo, intentos que
resultaron fallidos», y «el desenlace final fue lo que hoy
se califica como piratería somalí». En realidad, este fenómeno
es de la misma índole del que se manifiesta cuando los
grandes poderes políticos «condenan el terrorismo», y
firman esas condenas con las manos llenas de la sangre de
los pueblos oprimidos por ellos.
Sombra.-
Habría que partir de reflexiones como éstas para juzgar lo
que está pasando en el Índico. ¿No, jefe?
Sastre.-
Sí, Sombra. Habría que partir de la verdad.
Sombra.-
(suspirando) Pero, ¿quién lo hace? ¡Ay!
Sastre.-
Hay quienes lo hacen, sí, mujer, y precisamente nosotros
nos hemos basado en algunos de sus testimonios y reflexiones
para realizar nuestra conversación de hoy.