El internacionalmente conocido “Caracazo” es una
de las insurrecciones populares más fuertes acaecidas en América
en los últimos 50 años. Sobre ese evento se han construido
y reforzado, teorías y políticas de largo aliento que
permitieron la muerte del histórico bipartidismo (socialdemócratas
y socialcristianos). Tal evento, abrió la brecha para
golpes de Estado (febrero y noviembre de 1992) y un clima de
ingobernabilidad que allanó el camino para la democracia
popular chavista y una larga ristra de códigos de gobierno,
que venidos del 27-F, son pautas del “progresismo” del
siglo XXI. Acá, expresaremos algunos aspectos que tratan de
romper con cierta mitología populista que envuelve el
evento, y el gorilismo que se empeña en
no aprender nada de lo allí sucedido.
El contexto internacional y el ahogo de la dinámica de acumulación
rentística venezolana
Venezuela dentro de poco será catalogada como la
primera reserva mundial de petróleo, la “fertilidad” de
sus pozos y la facilidad de extracción permitieron que tras
algunas duras luchas, se nacionalizase (precariamente) la
explotación de hidrocarburos y el país viviera épocas
donde la burguesía y las capas medias pudieron hacer del
derroche, la suntuosidad y la chocarrería su leit motiv.
Los años de recuperación del capitalismo 60-70 y
hasta la depresión mundial del 71-74, le dieron al país
cierta estabilidad, bajo las democracias asesinas devenidas
del Pacto de Punto Fijo, firmado en octubre de 1958. Las
crisis energéticas y la construcción de la OPEP le
proveyeron a Venezuela la posibilidad de captar rentas
diferenciales de gran magnitud, que se tradujeron en bonanza
efímera y una especie de pacto social donde a
pesar de haber mucha pobreza, habían capas medias muy
gastadoras que drenaban la renta en importaciones pomposas.
Todo ello se basó en una moneda sobrevaluada y un ingente
gasto público asistencialista y populachero.
Pero ese “paraíso” sufrió un serio revés con la crisis de los
80. El endeudamiento y la baja de los precios de los
hidrocarburos (por la contracción de la demanda mundial,
bajaron de 30USD a 10USD el barril en el fatídico año 83)
revirtieron el “oasis” de la acumulación rentística y
mostraron de “golpe” la incapacidad de la Burguesía
Nacional de llevar adelante las tareas de desarrollar las
fuerzas productivas y mantener los niveles de crecimiento.
La extorsión de la deuda y el genocidio planificado
Así, los huecos fiscales empujaron a que del año 75
al 80, la deuda externa creciera en casi 600%, causando que
Venezuela entrase en moratoria de pagos en los años 83 y
88. La tasa de interés estadounidense que en el año 77 se
ubicó alrededor del 5%, subió para 1981 a un impagable
19%. No
bastando con eso, las corredoras de riesgo (ahora quebradas)
consideraban muy “arriesgada” a la nación y le
aumentaron vertiginosamente el Riesgo País, lo que obligaba
a pagar más aún por préstamos cuyos intereses eran astronómicos.
El
servicio de la deuda en relación al PIB subió en América
Latina del 14% al 34% en sólo dos años (1982-1984).
En 1973 la deuda total de A.L. era de 137 millardos de USD$,
en 1979 ascendió a 390 millardos de USD$ y
ya para el año 1985 la deuda llegó a 860 millardos de US$[i][i].
Así, las burguesías más fuertes, emprendieron un fantástico
plan de recuperación de la tasa de ganancia, que caía en
picada. De esa forma, eliminaron a buena parte de capital
“sobrante”, arruinaron a los capitales menos productivos
y relanzaron la acumulación. Todo ello se realizó con
mecanismos de centralización y concentración de capital
que proletarizaron a millones y se empobreció a otros
tantos.
El estallido de la depresión mundial y la miseria atroz en el
país
La explosión de la crisis se tradujo en un
empobrecimiento brutal de la población. Según, Sonia
Barrios : “el 90% de los barrios que albergan al 40% de la
población se asientan en el 10% del territorio de la
ciudad”[ii][ii] y González Silveiro añade: “en 1950, los barrios de
Caracas albergaban a 117.000 habitantes, en 1981 dicha cifra
se elevó a 1.440.000 personas“[iii][iii]
Por ello, ante la crisis, se experimentó un terrible deterioro
de las condiciones de vida del obrero. La pobreza explotó.
El
caos fue colosal. Las reservas operativas disminuyeron a
casi 1.000 millones de dólares. La inflación llegó a 35%,
en 1988. La tasa de interés real negativa y la fuga de
divisas para el periodo (1982-1988) de 25 millardos de dólares.
El
gran viraje, el ala de la burguesía comercial y financiera
toman la batuta. Adiós a la protección y bienvenidos al
abaratamiento del trabajo
En
enero de 1989 asume la
Presidencia de la República el “señor” Carlos Andrés
Pérez (CAP) quien había tenido un gobierno de fuerte carácter
populista que gozó de ingresos ingentes que desarrollaron
el clientelismo de manera exponencial. Pero, como decía
Hegel y luego completaba Marx en El
18 Brumario…: “todos los grandes hechos y personajes
de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos
veces… una
vez como tragedia y la otra como farsa”[iv][iv]. Así,
apareció este Mesías del populismo que vino a enfriar la
lucha de clases con un lanzallamas llamado: Plan de Ajuste
Estructural (PAE).
Así
como Constantino I “se le apareció” en el año 312 una
cruz cristiana en los cielos de un campo de batalla, una
inscripción: “in hoc signo Vinces”[v][v] , CAP imaginó a una cohorte ideal de planificadores
del relanzamiento de la acumulación capitalista en base a
salarios de miseria, teniendo a la Devaluación de la moneda
como buque insignia de una “sinceración económica” que
traería beneficios que jamás llegaron. De la misma forma,
se planteó la teoría del Shock (muy de Milton Friedman) y
los aparatos ideológicos de la derecha (medios de
comunicación) empezaron a irrigar la “urgente”
necesidad de reajustar la economía, parar el derroche
(gasto público para la educación, salud, cultura etc.),
reducir el estado y modernizar al país.
Como nos cuenta el maravilloso trabajo de José Honorio Martínez el gobierno buscaba:
“obtener préstamos por 4.500 millones de dólares en los
siguientes tres años…intensificando los compromisos con
el FMI, anunciando, el 16 de febrero, la aplicación de un
paquete macroeconómico”[vi][vi]
El
“paquetico Rodríguez” como se conoció dicho plan,
fue diseñado por el economista Miguel Rodríguez
(ex”marxista” progresista) fue una bendición para el
ala más parasitaria de la burguesía, que de haber sido
visto por los más neoliberales y “dulces amigos del
pueblo”: Carl Popper, Raymond Aaron y Von Hayek lo
hubieran quizás considerado
demasiado drástico para el país. Pero como dice E Sartelli,
los pequeños patrones o capataces de la burguesía que
vienen del proletariado, suelen ser peores y más
reaccionarios que a quienes defienden.[vii][vii]
El
Paquete, la desgraciada Devaluación y el caldo de cultivo
para la sublevación
Siendo
sucintos podemos resumir el PAE:
•
Uniformidad en los tipos de cambio, es decir, devaluación
de 150% (medida que los “progresistas de nuevo cuño,
tildan de revolcuionaria). Lo que resultó en una modesta
inflación de 80%.
•
Reducción del déficit fiscal eliminando gastos
“innecesarios”, subsidios, gasto social, protección a
jubilados, etc. Privatización.
•
Liberalización de los precios y aumento de los mismos en
los servicios públicos. Aumentos de la gasolina,
electricidad, teléfono, acero en: 110%, 150%, 40% y 100 %
respectivamente.
•
Entrada al GATT, antigua OMC. Eliminación a las trabas a la
entrada de mercancías y de capitales al país. Reducción
general de aranceles.
•
Elevación general de los tipos de interés (se vieron tasas
de hasta 40%)
No
hace falta ser un súper comunista para entender que el
resultado de estas políticas iba a deparar en mayores
miserias. José Honorio nos cuenta
que: “mientras la remuneración del trabajo (en salarios)
era de 61,2% en 1960 [la participación de la clase obrera
en el Ingreso Nacional], de 50,4% en 1970, de 27% en 1980, a
finales de los ochenta disminuyó hasta 15%[viii][viii].
(cifra a nuestro entender exagerada, pero quizás correcta
con una medición más exhaustiva, que la del FMI, que se
utiliza)
La
forma como le imputaron la crisis a la clase fue obrera fue
descarada y el ajuste iba a arruinar directamente a la
burguesía “productora”, los iba a poner a disputarse
mercados sin las “ayuditas” del estado. Por ello, el ala
socialdemócrata y de los pequeños capitales se opusieron
al PAE y a soto
voce planearon
un regreso por una vía Blanquista tropical.
La
terrible insurrección, saqueos, cortes de rutas e incendios
El
27 de febrero en Caracas los transportistas convocan a un
paro general. La casi duplicación del
precio de la gasolina (medida que viene en 2011)
los empujaba a descargar el peso del aumento, con un “módico”
incremento del pasaje. Como era de esperarse, el epicentro
de las iniciales protestas se dio en Guarenas y en los
municipios del estado Miranda, que colinda con la capital.
Allí, la protesta se tornó muy violenta y la quema de
cauchos inicialmente, y luego de autobuses para cerrar las
rutas, fue el detonante principal de lo que se vendría.
Ante
todo ello, las víctimas burguesas del Paquetico, azuzaron y
atemorizaron a la población, aumentando vertiginosamente
los servicios, especulando y acaparando alimentos para
forzar a las masas a una insurrección. Las capas medias
aguantaron un poco de escasez, pero las zonas donde se
concentra las barriadas más pobres, reaccionaron
abalanzadas a la calle a buscar lo que le habían
arrebatado. Por ello, en los barrios de Catia, 23 de Enero,
El Valle, La Vega, Caricuao, y en La Guaira; estallaron los
saqueos. Buena parte de los trabajadores en situación
precaria salieron a buscar alimentos, enseres y cualquier
cosa que no pudieran comprar.
La
burguesía a la defensa de privilegios del capital
“productor”
Los
pequeños y grandes locales empezaron a saquearse y el
capital “víctima” del paquete trató de montarse en la
ola y construir de
facto su
propia “Sociedad del 10 de Diciembre”[ix][ix] una organización acéfala de lumpen dispuesto a morir en el
vandalismo, para apalancar su asalto al poder. De esa forma,
se urdió un complot con organismos policiales
(quienes andaban en motos lanzando consignas contra el
gobierno e incitando al saqueo) y mercenarios para dotar de
algunas armas de fuego y herramientas (patas de cabra, para
abrir locales) a quienes saqueaban, estimular los
enfrentamientos con el ejército e incitar a destruir
tiendas y calles.[x][x] El plan era desestabilizar y regresar al poder por la vía del ahogo
económico. La
conspiración estaba en el aire, sin embargo, las fuerzas
eran poco maduras y las condiciones débiles para el
triunfo.
Otro
factor interesante fue el “poyo” mediático que en las
primeras horas tuvo el estallido social. Decenas de
periodistas entrevistaban a saqueadores y a líderes
comunitarios quienes enarbolaban consignas relacionadas a la
justicia social y al hambre del pueblo. Cientos de imágenes
que “invitaban” al saqueo, disfrazadas de noticia,
fueron permitidas por muchas horas en Televisión y
“publicitadas” por radio. Lo que indica eso no es la
permisividad del gobierno, sino la intención manifiesta de
algunos poderes en desestabilizar al país. El 13 de abril
de 2002, cuando el pueblo y sectores militares medios,
fueron al rescate del presidente, ningún mal llamado
“medio de comunicación” (en realidad aparatos de
propaganda ideológica burguesa) mostró imagen o sonido
alguno, se limitaron a pasar comiquitas y series cómicas de
EEU (en serio). Y lo hicieron debido a la necesidad de
ocultar la realidad y dejar al pueblo encerrado en casa. El
27 F hicieron lo contrario, con fines (a nuestro criterio)
abiertamente golpistas[xi][xi].
Siendo
justos, hay que reconocer que luchadores sociales
anticapitalistas y populares se lanzaron a las calles a
tratar de enrumbar el alzamiento, hacia una insurrección de
carácter político que cuestionará la base del poder
capitalista, e incluso lo suplantase. Fueron ellos
perseguidos y torturados con un encono escalofriante por los
aparatos de represión del Estado. Es vergonzoso que muchos
de esos torturadores, continúen en sus labores burocráticas
como sino hubieran cometido esa andanada de crímenes.
La
represión sangrienta, el desorden, el espontaneísmo
El
aciago 28 de febrero el Ministro del Interior declaró la
suspensión de las garantías constitucionales y en las
siguientes 36 horas las Fuerzas Armada tomaron la ciudad,
sembrando el pánico entre los manifestantes. La represión
tuvo ribetes de insólita crueldad, las órdenes fueron
exterminar todo brote de protesta de raíz. No hubo gases
lacrimógenos, ni ballenas, ni advertencias; policías y ejércitos
usaron ametralladoras y todo tipo de arsenal bélico para
asesinar a todos cuanto pudieron. El “toque de queda”
fue la Noche
de las Narices Frías en
Venezuela.
La
disolución del conflicto se hizo muy rápidamente. Las
ejecuciones y martirios que cobardemente infligieron los
organismos represivos del Estado se hicieron extensivas. De
hecho soldados comentaban: “Aquí han matado soldados y
cuando eso pasa arreciamos nuestro trabajo (matar) no es
fuerte, porque ya uno está adoctrinado, acostumbrado y
psicológicamente preparado”[xii][xii]. Las
cifras indican que hubo cerca de 3 mil asesinatos, que para
lo poco que duró el estallido, lo focalizado y
estrictamente orientado a protestas de hambre, fue una
cruenta demostración de que cuando la burguesía pone
orden, los crímenes más abominables le quedan cortos.
El
movimientismo, autonomismo y su evidente fracaso. Lecciones básicas
La
masacre acaecida en los espacios de resistencia fue terrorífica
y no condujo a ningún logro político para quienes
trataron de organizar una insurrección o incluso saquear.
Para el ala promotora de la burguesía que se beneficiaba de
las medidas económicas, fue un tremendo éxito. Una
demostración de opresión y terror que permitiría darle
una derrota tremenda al pueblo pobre en Venezuela, y que no
impidió el desarrollo de medidas económicas hambreadoras y
genocidas.
Los
caídos y luchadores sobrevivientes que honestamente
intentaron radicalizar u orientar políticamente los saqueos
y las protestas hacia algo orgánico, chocaron desde el
inicio y desarrollo del estallido, con un andar anárquico
que bajo peticiones abstractas y sin un partido político
que pudiese direccionar la protesta de hambre, hacia la
conformación de una organización que se hiciese del poder
político. Todo ello conllevó a la muerte de miles. De
hecho, meses después CAP y sus bandidos recibirían más créditos
del FMI y profundizarían sus políticas.
Contrabandistas
ideológicos, anticomunistas de “izquierda” y tránsfugas
como Negri, Hardt, Holloway y los postmodernos “filósofos”
se aprovecharon de estos hechos para fundamentar fruslerías
como: cambiar el mundo sin tomar el poder, la inutilidad o
caducidad del sindicato y del partido. El 27 de febrero es
una prueba de lo contario. Es un acta que revela lo erróneo
del camino.
El
27 F, fue una catástrofe, un episodio de arrojo popular que
terminó en tragedia. Beatificar el espontaneísmo, como sustitución de la organización y
dirección política ha sido un burdo resultado de una
derrota histórica que aún nos pesa. Claro, lejos de
criticar la chispa de ilusión revolucionaria del acto
insurreccional que las bases desarrollaron en varios
espacios, se reflexiona acerca de lo importante que la dirección
consciente, que pueda impulsar y aprovechar al máximo
hasta la última gota de energía revolucionaria e
insurreccional del pueblo. Ya lo decía Lenin en el ¿Qué
Hacer? en su crítica al espontaneísmo, las bases
politizadas ameritan de organización y teoría
revolucionaria (formarse en el socialismo científico) que
permita orientar sus fuerzas en el camino más expedito al
triunfo sobre sus opresores.
Publicitar
este episodio, como modelo de insurrección popular hacia el
triunfo sobre el capital, es un acto es
una irresponsabilidad histórica y se constituye como factor
de dispersión y confusión. El 27 F condujo a un reflujo
conservadurista en la lucha de clases. Si bien fue una
chispa de ilusión revolucionaria, la inexistencia de
dirección organizada, muestra que el
arte de la insurrección, las mezclas de la lucha legal e
ilegal, la construcción del partido y la organización
leninista rigurosa, es aún, la única estrategia
(comprobada) de transformación política profunda, que
puede llevar a los oprimidos a la victoria definitiva sobre
el capital.
El
movimientismo, el autonomismo y esa ristra de aventuras
pequeñoburguesas, son vías expeditas al fracaso. La tarea
en la actualidad es ardua, el reto que tenemos es aún
mayor, trabajemos por el triunfo de la clase trabajadora,
antes que el capital destruya y envilezca aún más el
planeta.
(*) Este trabajo es un pequeño extracto de una
investigación acerca del 27 F, que se envío a modo de
Ponencia al Congreso Internacional de Historia en la
Universidad de Buenos Aires, en noviembre de 2009. Quien
desee el trabajo completo se lo podemos hacer llegar por
correo: manuel1871@gmail.com
. Manuel Sutherland es miembro de la
Asociación Latinoamericana de Economía Política Marxista (ALEM).
[i][i] Cifras y datos extraídos del
sistema de cuentas nacional del BCV y del Comité para
anulación de la Deuda del tercer Mundo (CADTM).
[ii][ii]
Barrios Sonia, “Problemas urbanas y políticas urbanas
en países exportadores de petróleo: el caso del área
metropolitana de Caracas”,
Caracas, Cendes, 1998
[iii][iii] González, Silverio, “La ciudad venezolana, una
interpretación de su espacio y sentido en la
convivencia nacional”. Fundación para la cultura
urbana, Caracas, 2005
[iv][iv] Carlos Marx, El 18 Brumario
de Luís Bonaparte, Edición digital, capítulo 1,
disponible en www.Marxist.org
[v][v] “en este signo vencerás”,
historia contada por el historiador Eusebio de Cesarea.
[vi][vi] José Honorio Martínez Causas E Interpretaciones
Del Caracazo, Universidad Nacional Autónoma de México,
México Publicación 15 Junio 2008.
[vii][vii] Eduardo Sartelli, La cajita
infeliz. Ediciones RyR, Argentina 2004. Un libro
maravilloso, sobre el cuál hacemos trabajos de formación.
[ix][ix] Detalles de esto son relatados
por Haleis Dávila, testigo de excepción y analista del
27F.
[x][x] Ver más detalles en: Provea,
Informe de Situación de Derechos Humanos en
Venezuela octubre de 1988-septiembre de 1989.
[xi][xi] Hay pocos ensayos sobre esta
tesis, igualmente, alguna tesis de grado de comunicación
social sobre el tema (la de Sonia Vergel) refleja en
buena medida esta audaz teoría.