1.
Paraguay, el combate historiográfico
Entre
la población paraguaya, hay un fuerte condicionamiento de
los sentimientos contemporáneos a partir de las visiones
sobre el pasado, en general, y la Guerra Grande (1864-1870),
en especial. Desde la mitad del siglo XIX, subsiste en la
población la memoria sobre una especie de edad de oro
perdida en aquella confrontación. Con el pasar de los años,
la opacidad creciente sobre aquellos sucesos fue sustituida
más y más por tradiciones construidas que dificultan la
comprensión de las raíces del drama histórico paraguayo y
sud-americano.
Después
de 1870, fueron impuestas al país lecturas sobre la formación
del Paraguay independiente y el gran conflicto, según las
necesidades de los vencedores de aquella guerra: el Estado
Imperial; la Argentina liberal-unitaria; el Uruguay
colorado; los liberales paraguayos. Esas visiones condenaban
la era "francista" (1813-1840), eran apenas algo más
condescendientes con el gobierno de Carlos Antonio López
(1841-1862) y acusaban a Francisco Solano López de ser el
único responsable de la guerra fratricida.
La
lectura liberal del conflicto no suplía las necesidades político-ideológicas
del Estado nacido después de la guerra y no garantizaba
consenso mínimo entre una población que guardaba en la
memoria la inquebrantable resistencia a los invasores
realizada en torno a Solano López. En oposición aquella
apología se presentó una verdadera saga nacional-patriótica
que tenía el Mariscal como gran demiurgo. Contra el lopizmo
negativo liberal, se levantó el lopizmo positivo
populista-autoritario[2].
El
revisionismo nacional-patriótico delineó un nuevo
escenario histórico idílico donde la sociedad paraguaya
emergía en el interior de América del Sur con vocación
predestinada, debido a un clima, a una raza, a una tradición,
a una lengua, etc. excepcionales, que habían producido un
país sin miserias, sin crímenes, sin locos, de fertilidad,
salubridad y abundancia únicas, donde todos (o casi todos)
eran alfabetizados. Manuel Domínguez (1868-1935) sintetizó
esa lectura idílica-fantasiosa en su conocida conferencia,
del 29 de Enero de 1903, proferida en Asunción, sobre las
"causas del heroísmo paraguayo"[3].
Para
aquella historiografía patriótica, la realidad paraguaya
extraordinaria se habría acelerado fuertemente en el largo
gobierno de Carlos Antonio López, superando el atraso del
periodo autoritario francista. Este último conoció una
recuperación historiográfica más tardía, más contenida
y siempre condicional[4].
Bajo las ordenes de López padre e hijo, el Paraguay
creciera, siendo pionero en la introducción de las modernas
industrias metalúrgica, naval y textil; de los ferrocarril,
de las líneas telegráficas, etc., despuntando como la nación
más avanzada y progresista de América Latina, como mínimo.
Expulsión
del paraíso
Para
la lectura nacional-patriótica paraguaya, la Guerra de
1864-70 fue una agresión contra un país exuberante,
querida por la Inglaterra o por la alianza
Argentina-Brasil-Uruguay. A pesar de la resistencia heroica,
comandada por Solano López, general inigualable, la agresión
aniquilara literalmente la población adulta masculina; se
llevara extensas parte del territorio patrio, endeudara el
país para siempre, iniciando el periodo de decadencia jamás
superado. Para muchos paraguayos contemporáneos, la
recuperación de los territorios perdidos e las
indemnizaciones de guerra constituirían el único camino
para la regeneración nacional.
De
fuerte efecto sobre las consciencias, esa interpretación
historiográfica vulgar procuraba también encubrir las
explicaciones esenciales de aquellos acontecimientos históricos
y de sus secuelas. Sin embargo, incluso en su relatividad
esencial, ella se encuentra más próxima a la realidad histórica
que la narrativa liberal. La fuerte singularidad del pasado
paraguayo y de aquella confrontación se mantuvieron como
una fantasmagoría ideologica, comúnmente objeto de culto
casi religioso, apoyado sobre todo por el régimen
dictatorial colorado paraguayo.
En
1979, el periodista J.J. Chiavenato realizó una versión
americanista de aquella interpretación, introduciendo en
forma pionera la problemática historiográfica revisionista
en Brasil, con su libro Genocídio americano: uma
historia da guerra do Paraguai[5],
de estruendoso suceso. Hasta entonces, en ese país, se
conocía apenas la versión nacional-patriótica brasilera
sobre la guerra. O sea, en general, relatos minuciosos de
las glorias militares patrias y de la responsabilidad de la
guerra exclusiva
del dictador paraguayo[6].
Genocídio
Americano explicó
el conflicto como iniciativa esencialmente de Inglaterra (la
gran y única victoriosa de la guerra), para destruir un país
que hacía sombra en aquella región del mundo a la gran
nación industrial y comercial[7].
Recordamos que el más célebre lopizta positivo, el
paraguayo J.E. O´Leary (1879-1869), se alejó de esa versión,
al dominar las menudencias diplomáticas e históricas de la
fuerte disputa entre las naciones y en el interior de las
naciones del Río de La Plata, protagonizadas
sobre todo por el Imperio Brasilero y por Buenos Aires
liberal-unitario[8].
Raíces
Profundas
Durante
la guerra y en los años posteriores a ella, intelectuales
argentinos, brasileros y uruguayos habían apuntado algunas
de las razones estructurales del conflicto, superando las
apologías liberales aliancistas, sin caer en las fantasías
populistas y popular-autoritarias posteriores. Entre ellos
se destacaron Juan Bautista Alberdi (1810-1884); José Hernández
(1834-1886); Luis Alberto de Herrera (1873-1959); Raimundo
Teixeira Mendes (1855-1927); Adolfo Saldías (1849-1914),
etc.
En
el siglo XX, pensadores e historiadores marxistas y
americanistas ensayaron explicaciones esenciales de la Gran
Guerra del Plata, sobre todo cuando analizaban la génesis
del Estado unitario argentino, fuertemente influenciada por
aquellos sucesos. Inicialmente, Enrique Rivera, José María
Rosa, Milciades Peña, etc.; más tarde, León Pomer, Moniz
Bandeira, etc.
Oscar
Creydt (1907-1987), en ese momento secretario general del
Partido comunista de Paraguay, esbozó un primer ensayo
general de interpretación de la historia paraguaya
(“Formación histórica de la nación paraguaya”),
publicado en 1963. El texto fue escrito el año anterior, en
la URSS, como esbozo de tesis de doctorado jamás defendida,
debido a la ruptura de Creydt con la orientación reformista
soviética[9].
El
texto constituye un importante esfuerzo de comprensión de
la formación social paraguaya. Retomando la vulgata
estalinista de las etapas necesarias para la evolución
social, Oscar Creydt definió la “burguesía nacional”
(formada sobre todo por
estancieros y comerciantes) como protagonista de la
independencia, em 1811.
Esto a pesar de haber indicado el carácter
contra-revolucionario de aquellos segmentos sociales[10].
Igual
à Europa
A
pesar de esa contradicción, que se arrastra durante toda su
interpretación, Oscar Creydt
señaló con claridad que la clase de los pequeños y
medianos campesinos, dedicada a la economía de
subsistencia, era el factor determinante de la génesis y
desenvolvimiento de la singular formación social paraguaya.
Señaló igualmente el Doctor José Gaspar de Francia
(1776-1840) como el conductor de la fundación del Paraguay
moderno, a través de su defensa intransigente de la autonomía
nacional.
En
otra contradicción importante, Oscar Creydt definió el
acceso al comercio mundial y la amplia mercantilización de
la producción como las grandes necesidades para el
desarrollo económico y social paraguayo, en el momento en
que señaló como el Estado francista restringió aquel
comercio, para garantizar la independencia nacional, con
apoyo de las clases campesinas, de fuertes raíces guaraníes,
desinteresadas en las relaciones e truecas exteriores.
Oscar
Creydt propuso igualmente la continuidad
entre el orden francista y el lopizta, mientras
enfatizaba la restauración parcial emprendida por Carlos
Antonio López, en relación al alto clero, a los
comerciantes, a los estancieros, a la intervención
paraguaya en la política del Río de la Plata, etc. Medidas
que determinaron el
relativo retroceso de los segmentos campesinos, igualmente
eliminados en el nuevo orden de los congresos periódicos,
desde entonces monopolio de las clases oligárquicas.
Las
contradicciones expresadas en la lectura de Oscar Creydt
apuntaban a la necesidad de superar, en el análisis de la
formación de las naciones americanas, la aplicación
meramente mecánica de los esquemas interpretativos propios
a la Europa. En efecto, como utilizar sin mediaciones
categorías como revolución burguesa, cuando la burguesía
(en la acepción marxista) no existía, incluso en forma
embrionaria, en un país como el Paraguay. Burguesía
comprendida como clase engendrada en la producción
manufacturera-industrial, asentada en la proletarización
del productor directo, obligado a vender su fuerza de
trabajo como mercancía.
Poca
repercusión
Por
múltiples razones nacionales e internacionales, el ensayo
pionero de Oscar Creydt no inspiró otros trabajos que
superasen sus contradicciones y afirmasen sus conquistas.
Apenas una década mas tarde, el pasado paraguayo fue objeto
de análisis materialista de alta calidad, de parte de
Richard Alan White, restringida al periodo francista – La
primera revolución popular en America: Paraguay
(1810-1840)[11].
En el mismo sentido interpretativo, se destaca también la
obra del historiador alemán Peters Heinz, El sistema
educativo paraguayo desde 1811 hasta 1865, de 1984,
traducida al español en 1996[12].
En
La primera revolución
radical de América, el historiador estadounidense
emprende una erudita lectura de la génesis del Estado
francista como resultado de la lucha por la independencia,
contra españoles, españolistas, porteñistas y,
finalmente, estancieros criollos, capitaneada por Francia.
Lucha sostenida por los campesinos y productores domésticos,
artesanos y pequeño-manufactureros, desinteresados en el
comercio internacional, cuando no opuestos a él. Segmentos
sociales igualmente opuestos a las intervenciones militares
exteriores, tradicionalmente apoyadas en las milicias
populares, por lo tanto prejudiciales al mondo campesino.
Richard
White señala que las restricciones del gran comercio, sobre
todo por la oligarquía mercantil porteña, debilitó económica
y socialmente la oligarquía comercial y exportadora
paraguaya (de hierba mate, de maderas, etc) y fortaleció la
economía de los campesinos, de las aldeas de indios
y de la producción domestica, artesanal y pequeño-manufacturera,
de raíces guaraníes. Fenómeno registrado en forma
reiterada por observadores contemporáneos a los hechos.
El
médico suizo J.R. Rengger vivió en Paraguay de 1819 a
1825. Este fuerte crítico del francismo escribió: “La
interrupción del comercio produjo otro feliz resultado”,
“el crecimiento de la industria manufacturera. Hasta
entonces solo habían utilizado el algodón para fabricar
una especie de tela delgada que servía para hacer camisas,
pero la necesidad llevó a los fabricantes a hacer tejidos
para toda suerte de ropajes. Los ponchos y las mantas para
caballos, que eran de lana, y costaban crecidas sumas
que salían anualmente del Paraguay, se fabricaban
entonces en el país: hasta los telares se perfeccionaron”[13].
Oscar
Creydt señalará que la chacra (pequeña propiedad
campesina) constituyó el eje central de la sociedad
paraguaya, debido a los límites de la producción
latifundista monocultora de exportación, incluso antes de
la era francista. Sociedad campesina de indiscutible
dinamismo, en el contexto de su carácter fuertemente autárquico
y de su simplicidad y rusticidad relativas, características
destacadas por Oscar Creydt, Richard White y Raúl de
Andrada y Silva[14].
Enfatizado
durante el período francista y todavía sólido bajo el período
restaurador lopizta, el carácter fuertemente campesino de
la sociedad paraguaya era una diferencia esencial en relación
a las otras naciones de la cuenca del Plata, dominadas por
la gran propiedad y por el trabajo esclavizado, servil, semi-servil,
etc. Entretanto, era objetivamente imposible que la sociedad
paraguaya, apoyada fuertemente en el pequeño productor
libre e independiente, alcanzase al nivel hiperbólico de
crecimiento propuesto por la historiografía patriótica,
debido a la rusticidad relativa de su producción agrícola-artesanal.
2.
"Revolución y Genocidio": el mal uso de la historia
En
el 2011, se celebraron los doscientos años de la
independencia nacional de Paraguay, bajo una presidencia
constitucional que llegara a despertar las esperanzas de las
clases populares y trabajadoras. Las celebraciones motivaron
importantes reediciones y ediciones, privadas y públicas,
de fuentes y de trabajos historiográficos sobre el pasado
de aquel país, con el punto más alto en la publicación,
por las Ediciones del Bicentenario, de la colección Doroteo
Bareiro, en cuatro grandes volúmenes, con documentos
relacionados a la administración del Doctor Francia[15].
Hechos
muy auspiciosos fueron los lanzamientos del los trabajos de
dos jóvenes investigadores,
Bernardo Coronel[16]
y Ronald León Núñez[17],
que se propusieron analizar la formación paraguaya desde
una óptica marxista, respectivamente de 1537 a 2011 y de
1811 a 1870. En otras palabras, ensayos que se buscaban
retomar y profundizar las lecturas interpretativas de Oscar
Creydt, Richard White, León Pomer, etc.
En
el presente trabajo, discutiremos el libro Revolución y
Genocidio: el mal ejemplo de la independencia paraguaya
y su destrucción, lanzado en Asunción en Julio de 2011, en
el año del bicentenario, con una versión sintética en
portugués, publicada en la misma época en San Pablo,
Brasil. Se trata de un
trabajo explícitamente político-ideológico, donde
el autor, Ronald L. Núñez, que se declara militante del
pequeño Partido de los Trabajadores paraguayo, asociado a
la Liga Internacional de los Trabajadores, afirma guiarse
por el “marxismo” y por los “postulados centrales”
de la “revolución permanente” de León Trotsky[18].
Trotsky
va a la guerra
Las
dos versiones del libro son dedicadas al Partido de los
Trabajadores y a la LIT, y presentan un “prefacio” de
Nazareno Godeiro, argentino,
miembro de de la dirección del PSTU y de la LIT, que
habría vivido por varios años en el Paraguay[19].
Destacamos inicialmente que el trabajo, a pesar de las
abundantes referencias a Trotsky y el trotskismo, ignora
paradójicamente la importante bibliografía histórica
marxista-revolucionaria, principalmente argentina, sobre el
tema en cuestión.
Apoyado
sobre todo en revisión de obras historiográficas, el
estudio no hace referencia a marxistas-revolucionarios que
produjeran reconocidos clásicos abordando el tema en
debate, como José Hernández y
la guerra del Paraguay, de Enrique Rivera, y La
era de Mitre: de Caseros a la guerra del la triple
infamia, de Milciades Peña, este último reconocido por
muchos como el más creativo historiador trotskista
argentino[20].
Revolución
y Genocidio
jamás se construye como interpretación marxista. A pesar
del autor se proponer a analizar las “causas económicas”
subyacentes en la historia, el no analiza las relaciones de
producción y elude los conflictos de clase. Las
contradicciones clasistas en el Paraguay independiente son
olvidadas en favor de una pretendida concordancia nacional
de intereses entre opresores y oprimidos, que substituye la
lucha de clases por la lucha entre naciones. Las categorías
interpretativas no son usadas en la acepción marxiana
(manufactura, industria, burguesía, etc). Y, a todo esto,
se pegan citas y referencias a Marx, Engels, Lenin y
Trotsky.
El
autor no aborda la encomienda, las aldeas de indios, los
obrajes de hierba mate y de maderas, las chacras, las
estancias, formas específicas de organización de la
producción y de materialización de la explotación,
determinadas fuertemente por el periodo francista, en favor
de los explotadores. Hay apenas referencias telegráficas a
la disolución, por Carlos Antonio López, de las aldeas
de indios. Ronald. L. Núñez circunscribe su
desconocimiento de la estructura económica paraguaya al
presentar la extracción de hierba mate como
“agricultura (sic) basada en el monocultivo (sic) de la
hierba mate”[21].
No
hace referencia a las granjas de pastoreo, base económico-social
de la oligarquía criolla (ganaderos uniformados) que
emprendió la última resistencia al francismo y fue un
importante sector social del movimiento de restauración que
entronizó a Carlos Antonio López. La “Estancia de la
Patria”, propiedad pública dedicada sobre todo al
financiamiento de la defensa, es presentada como una especie
de Koljos – “producía de forma colectiva y
diversificaba los productos
agrícolas y
el ganado bovino que el pueblo necesitaba, más allá
del cuero curtido para la exportación”[22].
Al contrario de lo dicho por el autor, las distribuciones de
bienes públicos a la población eran realizadas apenas
excepcionalmente cuando había epidemias, crisis
alimentarias, etc.
Ronald
L. Núñez violenta la especificidad de la propiedad estatal
de la tierra en el período gubernamental del doutor
Francia, que literalmente nacionalizó inmensos territorios,
arrendados comúnmente a los campesinos, sin plazo, en pequeñas
parcelas, a precios módicos, sin enajenación de la
propiedad (en otras palabras, jamás se entregó la tierra
como propiedad privada)[23].
Un procedimiento que, posteriormente a la guerra y la
restauración liberal, facilitó la expropiación campesina,
con la venta de las tierras que explotaban. “Una parte de
las inmensas extensiones
de las tierras confiscadas fueron entregadas como propiedades
(…) a los campesinos pobres” que “recibían del
Estado ropas y herramientas para trabajarlas”[24].
Historia
y ficción
Abandonando
los ricos matices de Oscar Creydt, Ronald L. Núñez retoma
el peor de la lectura del ex secretario del PCP: la
transposición mecánica de la realidad europea y la literal
creación de una dirección burguesa para la revolución
democrática paraguaya, en frontal contradicción con la
interpretación de la realidad a partir de la concepción de
la revolución permanente, que afirma abrazar. Para Ronald
L. Núñez, las grandes tareas de la revolución paraguaya
(que propone abusivamente haber sido perseguidas pelo doutor
Francia) serían “formar y consolidar
una burguesía nacional independiente” y garantizar
la “libre vinculación del país al mercado
internacional”[25].
En otras palabras, ¡sin burguesía nacional nada de revolución nacional!
Adaptando
la realidad a la ficción de la historiografía
nacional-patriótica, Ronald L. Núñez propone una
“burguesía rural” como la clase “más beneficiada por
las medidas económicas de Francia”. Burguesía rural que
define, inconsciente de la contradicción que establece,
como “pequeños propietarios y campesinos libres”. En
verdad, el trabajo vacila siempre entre “burguesía
rural” y la “pequeña burguesía rural y urbana”, como
la base social francista[26].
En
el mundo de los hechos históricos, los pequeños y medios
campesinos, de fuertes raíces guaraníes, poseían,
ocupaban o arrendaban parcelas de tierra dedicadas a la
economía de subsistencia, enviando al mercado el pequeño
excedente producido. En el período colonial, ellos habían
sufrido permanentemente una fuerte presión por parte de los
terratenientes, sobre todo estancieros, deseosos de las
propiedades y de la fuerza de trabajo de los chacareros y de las aldeas de indios. Presión claramente
restringida por el francismo, debido a la represión vivida
por los grandes propietarios y al decaimiento de la economía
de exportación.
Ronald
L. Núñez retoma la propuesta de Oscar Creydt, siempre sin
los matices de aquel autor, de continuidad armónica entre
francismo y lopizmo. “Era [Carlos Antonio López] el
sucesor de Francia en su trabajo rumbo a la consolidación
de un Paraguay cada vez más sorprendente (sic)”. Contra esta propuesta, ¿como
interpretar la prisión y asesinato de Policarpo Patiño, el
primer hombre de Francia, días después del la muerte del
Dictador? ¿O como explicar la derrota del francismo y de su
candidato, Norberto Ortellado, por los lopiztas, en el
congreso de Marzo de 1841?
Lopizmo
versus Francismo
La
propuesta de armonía estructural entre francismo y
lopizmo no permite igualmente comprender el sentido de la
represión al programa francista, a través del bando
consular lopizta, del 31 de diciembre de 1841, que
prohibió las discusiones sobre el francismo, por que era
utilizada para mostrar al dictador como “necesario en la
república, echando de menos su régimen, con desaire
de la presente administración”, en otras palabras, “con
desaire” de
la administración de Carlos Antonio López[27].
Ronald
L. Núñez ignora las contradicciones políticas y sociales,
en favor de su tesis de “burguesía progresista”, en la
dirección del Estado, sin contradicciones con los
explotados. No justifica igualmente su propuesta del “carácter
burgués”, “claramente progresista”, de la oligarquía
pre-capitalista surgida en torno a Carlos Antonio López,
con énfasis para su familia, enriquecida con la apropiación
de los bienes y de derechos públicos.
Después
de 1852, con la derrota de Juan Manuel de Rosas en la
batalla de Monte Caseros, con el retorno del comercio
internacional, se valorizaron en el Paraguay los precios de
los trabajadores esclavizados, deprimidos durante el
francismo. Entonces, los hijos del presidente, en especial
Solano López, hacían compras abundantes al Estado, de
cautivos, estancias, etc., a precios de padre para hijo[28].
Esto fue apenas una de las diversas vías de apropiación
de bienes y de derechos públicos por el núcleo social oligárquico
organizado en torno de Carlos Antonio López.
Las
aldeas de indios se fortalecieron durante el periodo
francista, debido a la defensa de los derechos de las mismas
por el Dictador y la debilidad de los estancieros y del
comercio internacional. Ronald L. Núñez aborda en forma
telegráfica la disolución de las mismas y la declaración
de “sus tierras como propiedad” del Estado, por Carlos
Antonio López.
Aquello
fue un proceso de enorme importancia que entregó tierras de
las aldeas a los segmentos nativos superiores y puso en
marcha la proletarización de los inferiores[29].
La disolución de las aldeas de indios era
reivindicada por los encomenderos y latifundistas desde
el periodo colonial, interesados en las tierras y la fuerza
de trabajo de esas unidades productivas comunitarias.
Historia
nacional-populista
Ronald
L. Núñez retoma sin problemas los desvaríos de la
historiografía patriótica
sobre la grandeza y el esplendor nacional, que
retrocede paradójicamente a los primeros tiempos del
francismo! Ignora en forma absoluta los límites impuestos
al crecimiento material del Paraguay francista y lopizta por
el desarrollo real de las fuerzas productivas materiales y
de las relaciones sociales de producción.
Para
él, ya en el inicio del francismo, el bloqueo comercial
porteño había forzado “el proceso embrionario de industrialización
de algunas materias primas. La industria manufacturera
doméstica (sic), como las de tejidos, zapatos,
herrería, metal, plata, joyería” habría avanzado
“notablemente debido al crecimiento del campo en su máximo
grado (sic)”. Se iniciaba entonces “moderado, pero
progresivo, proceso de industrialización”[30].
Es
monstruosidad historiográfica proponer para el inicio del
francismo desarrollo de la “industrial estatal”
que habría crecido “a tal punto que en 1815” (después
de apenas dos años del gobierno de Francia!) eran lanzados
“los primeros navíos”; “programa de la construcción
de carreteras y puentes” de “pavimentación de
calles”, de “iluminación”, de “mercados públicos”,
etc[31].
Apoyado
en importante investigación en los archivos históricos,
Richard White reveló el comprometimiento de los escasos
recursos públicos, sobre todo en el ejército, durante la
era francista. Destacó que la formación de un ejército
profesional, en un país que, en el período colonial
apoyara su defensa en las milicias populares no pagadas, era
una iniciativa sostenida por las clases campesinas,
depauperadas en su fuerza de trabajo y en sus recursos económicos
por el servicio militar.
En
1816, el cuarto año de la era francista, 84% de los
recursos públicos fue invertido en el ejército y apenas el
6,8% en las obras públicas; en 1818, respectivamente, el
77,3% y el 7,8%; en
1820, el 80,6% y el 14%, etc. En los últimos cuatro años
de gobierno francista, hubo una fuerte caída
en la inversión pública: apenas 3,4% del presupuesto, en
promedio, fueron aplicados en las obras públicas. ¡Realidad
circunscripta por la permanente disminución de los
impuestos promovida pelo francismo![32]
Destacamos
igualmente la enorme impertinencia
de la propuesta del autor de industrialización, aunque
moderada, para un país aislado, de mercado minúsculo,
de población limitada (unos 200 mil habitantes en el inicio
del periodo francista), con medios de transporte rústicos y
materias primas escasas. Un país dominado por la
agricultura rudimentaria de subsistencia que tenía, como
principal instrumento de producción, raramente el arado de
madera, utilizando mas comúnmente,
como “azada”, los “omoplatos de vacas o
caballos, rígidamente atados a un cabo de madera”! [33]
Por
otro lado, ¿cómo sería posible la industrialización
en un país privado de clase obrera? Era común en los
relatos de los viajantes, noticias sobre prisioneros y
soldados trabajando en las obras públicas. Fenómeno debido
al alto precio de la fuerza de trabajo libre, nacido de la
inexistencia de ejército de reserva [rural e urbano],
gracias al relativamente fácil acceso a la tierra,
radicalizado en el periodo francista, cuando los braceros
se transformaron en grande número en arrendatarios. Una
realidad todavía considerable en el lopizmo.[34]
¡Asunción
es una fiesta!
La
retorica nacional-patriótica de Ronald L. Núñez se
acelera todavía más al describir el gobierno de Carlos
Antonio López. Entonces, el Paraguay habría sido el
“primer país de América del Sur que contó con una empresa
siderúrgica y metalúrgica (…)[35]”
Habría lanzado “el primer navío construido en América
Latina, el Iporá, de 226 toneladas fundidas (sic) en Ybycuí.”
Sería señal de desarrollo nacional el envío como becarios
de “un grupo [muy pequeño] de jóvenes promisores rumbo a
Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos[36]”.
“Don Carlos dejó un país próspero e
independiente (…) el único con astilleros, industrias
metalúrgicas, textiles, de armas y municiones, telégrafo,
flota mercante, marina de guerra, ferrocarril y prensa gráfica
(…)[37]”
¡un país de “economía casi totalmente planificada[38]”!
La
fundición de hierro de Ybicuí, a más de 120 kilómetros
de Asunción, era sustentada por el Estado, para fines
militares, non constituyendo en un sentido estricto producción
industrial capitalista. El Iporá, finalizado en 1856, era
un barco fluvial, de casco de madera, de tímidos 30 metros
y 4 cañones, de 70HP, y capacidad de desplazamiento de 226
toneladas (¡que el autor presenta como fundidas en
Ybycuí¡) No hay cualquiera primacía en la construcción
de barcos por el Paraguay. Un ejemplo: en 1767, en el
Arsenal Real de la Marina de Río de Janeiro, entre otras
embarcaciones, se construyó la Nao San Sebastián,
con capacidad de desplazamiento de 1400 toneladas, con 64 cañones.
Y el Brasil era, en esa época, país esclavista colonial
atrasado!
Educación
Superior Inexistente
El
puñado de becarios enviado al exterior no mostraba un
avance, más bien atraso relativo de la enseñanza superior
en Paraguay, que había contado apenas con el Seminario de
San Carlos, para formar clérigos, cerrado por el doctor
Francia, por su enorme inutilidad[39].
Hándicap negativo debido en buena parte a las
limitadas exigencias culturales de una sociedad
esencialmente campesina. ¡La Universidad de Córdoba, en la
actual Argentina, donde estudió el Doutor Francia, fue
fundada en 1621! En 1808, el Brasil esclavista comenzó a
tener facultades de Medicina, Ingeniería, Derecho,
Farmacia. Ya en el período colonial poseía una Escuela
Militar.
Las
primeras ferrovías de América Latina fueron inauguradas en
Perú y Chile en 1851, en Brasil en 1854, en Argentina en
1857, etc. Todas anteriores a la paraguaya, que entró en
funcionamiento en 1861. Tres años después del fin de la
guerra, el Imperio del Brasil tenía más de mil kilómetros
de vías férreas. El Paraguay, al final del conflicto, jamás
pasó de los 80 kilómetros! Destacamos que las vías férreas
brasileñas no aydaron a disolver, más bien a consolidar,
por largos años, el carácter esclavista de la formación
social brasilera y, por tanto, su atraso social relativo.
La
primera prensa gráfica fue inaugurada en Paraguay durante
el gobierno de Carlos Antonio López, también con inmenso
atraso en relación a las otras naciones vecinas. En un país
dominado por la pequeña producción campesina de
subsistencia, era imposible y sin sentido una economía
planificada. Lo que no quiere decir que no existiesen políticas
económicas (tributarias, agrarias, etc), lo que es algo
completamente diferente.
Tonelaje
Modesto
En
su libro El presidente López, Julio Cesar Chaves
sintetiza en forma ponderada las principales obras
materiales de los diez primero años del lopizmo: “(…)
en el campo de la cultura la apertura de muchas escuelas
primarias en la campaña; el mantenimiento por cuentas del
Estado de tres casas destinadas a la educación de jóvenes
insolventes. La inauguración de una imprenta (…). En
materia de obras públicas, presenció Asunción la
construcción de la nueva casa de gobierno (…),
además de otros edificios destinados a oficinas públicas
(…). Se puso término al arreglo de las calles, asignándoles
por decreto sus respectivos nombres.”
Sigue
el historiador liberal paraguayo, siempre simpático con
Carlos Antonio López: “En la campaña se
cumplió un modesto aunque intenso plan de obras de
vialidad. Abriéronse nuevos caminos, se rectificaron otros,
ensanchándose algunos más, se construyeron puentes, se
canalizaron arroyos. En el orden industrial, fueron ampliada
las fábricas de pólvora y tercerolas, estableciéndose
otras para la producción de proyectiles de artillería.”
Propone sobre la marina:“ Se armaron barcos de guerra de modesto
tonelaje, al mismo tiempo que se procedía a la
construcción por cuenta del Estado de varios buques
mercantes igualmente de escaso calado[40].”
Se
trataba de rústicas escuelas rurales, de una pieza, de
paredes de barro y techos de paja; de arreglo de
calles de la capital, y no de pavimentación; de abertura y
conservación de caminos, y no de carreteras; de fábricas
públicas necesarias para la defensa, y jamás de industrias
apoyadas en el mercado consumidor interno; de barcos
fluviales de limitado tonelaje, de cascos de madera, etc[41].
A esas iniciativas gubernamentales se asociaron, sobre todo,
la fundición de Ybycuí; unos 80 kilómetros de vías férreas;
sistema de telégrafo. Todo producto de esfuerzo de
modernización del país, comandado por el Estado, de
acuerdo con las posibilidades del nivel de crecimiento
paraguayo, apoyado en el aumento de los impuestos de la
población.
¿Por
que la Guerra?
No
son gratuitas las narrativas fantasiosas de Ronald L. Núñez
acerca del crecimiento extremo del Paraguay. Para el, la
gran razón de la guerra fue la conspiración del capital
inglés contra la burguesía progresista que
emprendiera la industrialización única en el mundo,
en esa pequeña parcela del interior sudamericano. Segundo
Ronald Núñez, el Paraguay era “la nación más
progresista de América”, con una “burguesía nacional
autónoma” en formación. Bajo el gobierno de Solano López,
el país “estaba evolucionando de forma independiente
hacia el capitalismo industrial”, el que era, según el
autor, “inaceptable para la burguesía monopolista inglesa[42]”.
Destacamos que, en el inicio del gobierno de Solano López,
¡Paraguay tenía poco más de 400 mil habitantes!
“Su
majestad” comenzó “a sentirse incomodo en sus
zapatos”, exigiendo que el
portentoso “mercado paraguayo” fuese
“abierto bajo la descarga de los cañones[43]”.
“(…) la causa central de la guerra contra la Triple
Alianza” sería el “apetito insaciable de la burguesía
inglesa”, que exigía que el mercado paraguayo consumiese
los “productos manufacturados provenientes del Imperio
[británico]” y produjese “materias primas” para la
industria inglesa. Por tanto, fuera imprescindible destruir
la burguesía progresista e industrialista, ¡farol del
pueblo y la nación paraguaya![44]
Esa
visión contradice el propuesto por el propio Ronald L. Núñez,
de que la “guerra promovida por la Triple Alianza fue
(…) de exterminio”. Si el imperialismo quería vender
mercancías y comprar materias primas, ¿porque exterminar
los consumidores y los productores? Esta tesis del autor
también se opone al real proyecto del Estado lopizta:
insertar a Paraguay en el comercio mundial, como exportador
de materias primas (Yerba mate, tabaco, maderas duras,
cueros, etc) e importador de bienes manufacturados, sobre
todo ingleses. Para este fin, el 2 de Enero de 1846, Carlos
Antonio López bajó las tajas aduaneras francistas sobre la
importación de manufacturas e intervino en el Plata a favor
de la conexión comercial con el mercado exterior,
invirtiendo la orientación de neutralidad de la política
externa de Francia[45].
Según
Ronald L. Núñez, Inglaterra no fue a la guerra
directamente con Paraguay por que disponía “de lacayos”
“codiciosos” y “sumisos en la región[46]”.
Consecuentemente, delegó a Argentina, Brasil y Uruguay para
hacer su trabajo, sin obtener ventajas, ya que el gran y único
ganador habría sido Inglaterra. “El único
vencedor del mayor conflicto armado en América del Sur fue
el naciente imperialismo británico”, que promovió
igualmente “la mayor matanza de seres humanos (…)[47]”
La
tesis imperialista
En
su antiimperialismo simplista, la tesis de la guerra luchada
esencialmente por delegación de los intereses ingleses tenía
gran aceptación en la historiografía río platense, antes
mismo de ser consagrada en Genocidio americano, en
1979. Su gran influencia proviene del hecho de eludir la
necesaria (y compleja) explicación esencial del conflicto,
a partir de las grandes contradicciones entre las naciones
de la región, expresiones de proyectos divergentes de las
clases dominantes de los países envueltos en aquellos
sucesos.
Esa
visión de la determinación imperialista inexorable de los
fenómenos nacionales desconoce el papel de las
confrontaciones entre las clases dominantes y de estas últimas
con las clases dominadas de las naciones coloniales y semi-coloniales.
En los hechos, ella niega la existencia de una historia
propia a aquellas naciones, siempre reducida a una copia mecánica
de las influencias y de las determinaciones de las potencias
hegemónicas[48].
Sin
embargo, impugnar la explicación imperialista de la Guerra
Grande no significa proponer que Inglaterra no se colocaba
en la perspectivas de la Argentina liberal-mitrista y del
Imperio liberal-esclavista,
contra Paraguay, realizando excepcionales negocios
con el suministro de armas y los empréstitos. No significa,
mucho menos, aceptar la impugnación de cualquier acción
imperialista en esa región, o del propio concepto de
imperialismo, como propuesto por el historiador inglés
Leslie Bethell[49].
Ya
en 1955-57, Milciades Peña refutaba con sensibilidad la
explicación de la guerra como iniciativa inglesa,
responsabilizando sobre todo por ella a las clases
dominantes del Imperio del Brasil y a la oligarquía
liberal-unitaria porteña. “Ni la monarquía coronada brasileña ni la oligarquía
mitrista [argentina] hicieron la guerra del Paraguay por
encargo de Inglaterra, aunque al terminar la guerra el
principal beneficiario de la destrucción del Paraguay y la
miseria de sus vencedores fue el capital londinense.” ¡Destáquese
la idea de Milciades Peña de Inglaterra como principal
(y jamás único) beneficiario del conflicto!
El
joven historiador marxista-revolucionario argentino
destacaba con razón que el disparador coyuntural del
conflicto, la invasión de Uruguay por el Imperio,
violentaba la “posición británica”, que no quería a
Uruguay bajo la bota de un Imperio brasileiro hegemónico en
el Plata[50].
Milcíades Peña apunta igualmente para las contradicciones
internas en el seno de las propias clases dominantes
inglesas sobre el conflicto en el Plata, que llevaran a la
divulgación del vergonzoso tratado secreto de la Triple
Alianza, causando enormes dificultades diplomáticas para
los firmantes del acuerdo.
Las
razones del Imperio
No
es aquí el lugar para presentar las razones profundas del
conflicto. Destacaremos apenas la necesidad del Imperio de
imponer su hegemonía sobre el Uruguay, ya que se
interesaba, por un lado, en el comercio del Plata, sobre
todo después de ser expulsado de la costa de África por
los ingleses, em 1850, y por otro, su interés en los cueros
y charqui garantizados por la fértil pampa oriental,
necesarios para la producción de café a base de esclavos
que estaba en expansión. Era también antigua la voluntad
imperial de abrir la navegación en los ríos tributarios
del Plata, permitiendo el comercio con sus provincias
occidentales, sobre todo la provincia de Mato Grosso.
La
Villa de Corumbá, fundada en 1778, en la margen izquierda
del río Paraguay, en el último trecho navegable por
embarcaciones de gran porte, se desarrolló
significativamente apenas después de la Guerra Grande,
cuando el Imperio dominaba ya aquella navegación.
Entonces, se transformó en uno de los mayores
puertos fluviales de América del Sur, recibiendo vapores
llegados de Brasil, de otros puertos de América y Europa,
trayendo manufacturas y llevando cueros , charqui, pieles,
etc.
Las
clases dominantes del Imperio reclamaban del Paraguay
importantes porciones de tierras en litigio, como parte del
proceso territorial expansionista impulsado en detrimento de
prácticamente todas las naciones con que Brasil tenía
fronteras. Frontera y navegación fueron los motivos de la
gran intervención naval del Imperio en Paraguay, de 1854-5, aventura que resultó en un enorme
fracaso, en buena parte por motivos logísticos, demostrando
la dificultad de las fuerzas imperiales brasileras de
imponerse, en forma aislada, al Paraguay[51].
No tenemos hasta ahora ningún indicio de que esa primera
guerra contra Paraguay hubiese sido minimamente ordenada por
Inglaterra.
Para
el liberal-mitrismo, expresión de los intereses de la
oligarquía mercantil porteña y de los estancieros
bonaerenses, ambos grandes socios del comercio y del capital
británico, la derrota del Uruguay constitucional y del
Paraguay autónomo aniquilaría las fuerzas federalistas orientales
y de las provincias del Interior y del Litoral argentino[52].
Los liberales-mitristas argentinos soñaban con la anexión
de al menos parte de Paraguay, frustrada por la oposición
del Imperio después del fin del conflicto.
Las
razones del Paraguay
Tradicionalmente,
al discutir las razones y los sentidos del conflicto, desde
el punto de vista de Paraguay, se analiza la Guerra Grande
como un solo bloque, que habría iniciado con la declaración
de guerra al Imperio y, acto seguido, a la Argentina, y la
intervención en defensa del gobierno Blanco uruguayo, y
terminaría con la muerte de Solano López, en Cerro Corá
en 1870.
Creemos
que analíticamente el conflicto debe ser dividido en dos
momentos de calidad distinta: la campaña ofensiva,
emprendida por iniciativa del Estado lopizta y de las clases
dominantes paraguayas, interesados en la consolidación y
expansión del export-import y, por tanto, en la
libertad comercial, amenazada por la eventual hegemonía
imperial sobre el puerto de Montevideo y por el control
liberal-mitrista del puerto de Buenos Aires, consolidado
después de la derrota federalista en la batalla de Pavón,
en 1862.
La
primera fase de la guerra resultó un enorme fiasco, debido
a la escasa visión diplomática, militar, política y
estratégica de la administración de Solano López, que
trazó planos de campaña irrealistas, apoyado
apenas en el probable sostén del General Urquiza y
de los federalistas argentinos y la eventual resistencia de
las fuerzas blancas orientales. Los segmentos campesinos
fueron mantenidos al margen de la decisión sobre aquella
campaña desordenada, en la cual fue aniquilada gran parte
de las tropas de líneas del ejército paraguayo. Es sintomático
que las tropas paraguayas habían mostrado escasa
creatividad y belicismo en la campaña ofensiva, se
rindieron en la villa Uruguaiana, en el Rio Grande del Sur,
casi sin combatir.
Em
1846, durante la expedición militar de Carlos Antonio López,
contra Juan Manuel de Rosas, en alianza con el General
unitario Paz y las fuerzas correntinas, parte de las tropas
paraguayas se sublevaron, el 28 de Febrero, en Payubré, en
la provincia de Corrientes, dispuestas a marchar para Asunción,
para exigir un pronunciamiento del Congreso sobre la
intervención militar fuera de las fronteras nacionales.
Debelado
el movimiento entre las tropas, Francisco Solano López, con
19 años, comandante de las tropas expedicionarias
paraguayas, mandó a fusilar a los que estaban a la cabeza
de la sublevación y, posteriormente, disolvió los
escuadrones insubordinados. La sublevación militar
ciertamente influenció la suspensión de la campaña y la
interrupción de la política
intervencionista de Carlos Antonio López[53].
Como hemos señalado, los campesinos paraguayos odiaban las
aventuras militares extra-nacionales.
Una
guerra Campesina
Después
de la derrota en Uruguaiana, durante la campaña
defensiva, luchada totalmente en territorio paraguayo,
se materializó la enorme belicosidad de las tropas
paraguayas, formadas entonces sobre todo por la población
campesina armada, en otras palabras, principalmente por las
milicias auxiliares, de fortísimas raíces guaraníes. Más
allá de sus disparates patrióticos, a pesar de no
desarrollar su reflexión, el citado Manuel Domínguez
vislumbra las profundas bases del radicalismo en la defensa
de las fronteras nacionales: la comprensión o la intuición
por la población rural de que en la guerra se jugaba su
suerte como clase, asentada en la posesión o detención de
la tierra.[54]
Entenderemos
las consecuencias sociales esenciales de la derrota
paraguaya en la Guerra Grande apenas si comprendemos la segunda
etapa de los combates como una guerra campesina,
en la cual los pequeños y medianos productores rurales se
servirían de Solano López (más de lo que él se servía
de ellos) para defender lo que habían conquistado, sobre
todo durante el periodo francista, y que no fuera
esencialmente confiscado por el lopizmo. El carácter social
de esta guerra nacional-campesina fue y ha sido encubierto,
a la vez, por el lopizmo positivo y negativo, a través de
la abusiva personalización del conflicto, emprendida en
torno de la figura de Solano López, visto como un personaje
histórico totalmente maléfico o prometeico.
La
disolución de la antigua formación social paraguaya no se
debe a la perdida de inmensas posesiones que, en los hechos,
no eran mayoritariamente parte de los territorios nacionales
históricos paraguayos, argentinos o brasileros. En general
eran regiones que cabían a España, segundo os Tratado de
Tordesillas, Madrid e Santo Idelfonso, y eran motivo de
disputas desde el periodo colonial entre las dos potencias
ibéricas, reivindicadas por el Paraguay cuando se fraccionó
el Virreinato de Río de la Plata. Eses territorios, poco
habitados, no poseían asentamientos humanos significativos
paraguayos, argentinos o imperiales.
No
fue, también, la indiscutible mortandad en la guerra que
constituyó la decadencia de la nación paraguaya. Ella jamás
alcanzó la dimensión propuesta por muchos analistas y por
Ronald L. Núñez, que sugiere un verdadero genocidio, con
la muerte de la mitad de la población, en otras palabras,
unos 225mil paraguayos, ¡con la sobrevivencia de apenas
“mujeres, niños y ancianos”! Registramos la corroboración
por Ronald L. Núñez de la afirmación tradicional
irresponsable de la muerte de todos los hombres. Mismo
habiendo una fuerte mortandad entre la población masculina,
sobre todo adulta,
la guerra salvó a la población femenina, que garantizó rápidamente
el crecimiento de la demografía paraguaya[55].
La
gran derrota de la formación social paraguaya fue
esencialmente político-social. Ella se debió a la derrota,
masacre y desorganización de su inmensa clase campesina,
golpeada fuertemente durante los años de conflicto. Lo que
permitió que, en los años siguientes al final de la
guerra, ya bajo el dominio de las clases dominantes
liberales y nacionalistas paraguayas, la clase campesina autónoma
fuera destruida socialmente cuando de las inmensas
privatizaciones de las tierras, por ella ocupadas, en
general sin título de propiedad, como señalado.
Por
una de esas paradojas de la historia, el golpe mortal a la
maltrecha clase campesina paraguaya fue dado con la ley del
16 de Julio de 1885, quince años después del fin del
conflicto, por el mayor héroe lopizta que sobrevivió a la
guerra, el general Bernardino Caballero (1839-1912), durante
su gestión presidencial (1880-1886). La ley permitió
“enajenar todas las tierras públicas”[56].
Con
el aniquilamiento final de la clase campesina autónoma,
impulsado esta vez por Bernardino Caballero, destacado
representante de las clases dominantes paraguayas, en gran
parte a favor del capital extranjero, se inauguró el
Paraguay moderno, con sus miserias sin fin.
No fue paradojo histórico que el agente de la
destrucción final de la clase campesina autónoma paraguaya
fuera el fundador del Partido Colorado,
populista-autoritario, que apoyó fuertemente la génesis,
crecimiento y consolidación de las tesis nacional-patrióticas
sobre la guerra del Paraguay. Tesis – abrazada por Ronald
L. Núñez –, que niega el papel histórico fundamental de
los campesinos en la formación social paraguaya y en la
Guerra Grande.
[1]
Doctor en Historia por la UCL (Bélgica), es Profesor de
PPGH de la UPF, Brasil. maestri@via-rs.net
[2]
Maestri, Mario. “A Guerra Contra o Paraguai: História
e Historiografia: Da instauração à restauração
historiográfica [1871-2002]” Revista digital Estudios
Históricos – CDHRP- Agosto 2009 - Nº 2 –
ISSN: 1688 – 5317. http://www.estudioshistoricos.org/
[3]
Domínguez, Manuel. El alma de la Raza.
Buenos Aires, Ayacucho, 1946. Pp. 17-39.
[4]
Báez, Cecilio. Ensayo sobre el Dr. Francia y la
dictadura en Sudamérica. 2° ed. Revisada y
aumentada. Asunción, Paraguay, 1985.
[5]
Queiroz, Silvânia de. “Revisando
a Revisão: Genocídio Americano: a guerra do Paraguai
de J.J. Chiavenato”, PPGH-UPF, diciembre de 2010. (disertación
de maestria).
[6]
Maestri, Mário. Guerra Contra o Paraguai [...]
Ob.cit.
[7]
Chiavenato, J.J. Genocídio Americano: A
guerra do Paraguai. 27 ed. São Paulo, Brasiliense,
1987.
[8]
O´Leary, J.E. El Mariscal Solano Lopez. 3°
ed. Asunción, Paraguay, 1970. [1ed 1922]; El
Paraguay en la unificación argentina [1924] y La
guerra de la Triple Alianza. Asunción, Instituto
Colorado de Cultura, 1976.
[9]
Creydt, Oscar. Formación histórica de la nación
paraguaya: pensamiento y vida del autor 3° ed. Asunción,
Servilibro, 2007. Pp. 47-119.
[10]
Maestri, Mário. “A Singularidade
do Estado Francista: a Leitura de Oscar Creydt” História:
Debates e Tendências. Revista do Programa de Pós-Graduação
em História, [2012], no prelo.
[11]
White, Richard Alan. La primera revolución
popular en America: Paraguay (1810-1840). 2° ed.
Asunción, Carlos Schauman, 1989.
[12]
Heinz, Peters. El sistema educativo paraguayo
desde 1811 hasta 1865. Asunción, Instituto
Cultural Paraguayo-Alemán, 1996.
[13]
Rengger, J.R. “Ensayo histórico sobre la revolución
del Paraguay” en Rengger, Carlyle y Demersay. El
doctor Francia. Asunción, El Lector, 1987. p.
51.
[14]
Andrada e Silva, Raul. Ensaio
sobre a Ditadura do Paraguai.
[1814-1840]. São Paulo, Coleção Museu Paulista, 1978.
267 pp.
[15]
Francia, Edición comentada, aumentada y
corregida de la Colección Doroteo Bareiro del Archivo
Nacional de Asunción. Asunción, Tiempo de Historia,
2009-2010. vol. I
[1762-1816], II [1817-1830], III [1831-40].
[16]
Coronel, Bernardo. Breve interpretación
marxista de la historia paraguaya. (1537-2011).
Asunción, Arandurã, 2011.
[17]
Núñez, Ronald León. Guerra do Paraguai: revolução
e genocídio. São
Paulo, Sundermann, 2011. Agradecemos el gentil
cadencia del autor de la copia de la edición paraguaya
del libro.
[18]
Núñez, R.L. id.ib. p. 15.
[19]
En nuestro análisis, al citar el trabajo de Núñez,
utilizaremos la versión abreviada en portugués.
[20]
Rivera, Enrique. José Hernández y la Guerra del
Paraguay. Buenos Aires, Colihue, 2007. [1° Ed.
1954]; Peña, Milciades. La era de Mitre: de
Caseros a la Guerra de la Triple Infamia. 3°
ed. Buenos Aires, Fichas, 1975.
[21]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...].Op. cit. p. 23.
[23]
Por ejemplo, Susnik, Branislava. Una visión
socio-antropológica del Paraguay del siglo XIX. Asunción,
Museo etnográfico Andrés Barbero, 1992. P. 31.
[24]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...].Op. cit. P. 59, el
destacado es nuestro.
[27]
Archivo Nacional de Asunción, Asunción, Vol. 246, n.
1.
[28]
Plá, Josefina, Hermano negro: la esclavitud en
el Paraguay, Madrid, Paraninfo, 1972. P. 60.
[29]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...].Op. cit. P. 81.
[30]
Id.ib. P. 66, el destacado es nuestro.
[32]
White, Richard, La primera revolución […].
Op.cit. p. 213 y siguientes.
[33]
Andrada
e Silva, Raul, Ensaio sobre a ditadura do Paraguai:
1814-1840. São Paulo, Coleção Museu Paulista, 1978.
p. 59, 209 y seguintes.
[34]
CHAVES, Julio Cesar. El presidente López:
vida y gobierno de Don Carlos. Buenos
Aires, Ayacucho, 1955. P. 215.
[35]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...]. Op. cit. P.
82
[39]
Heinz, Peters. El sistema educativo paraguayo
desde 1811 hasta 1865. Op.cit. p. 83 y
siguientes.
[40]
Chaves, Julio Cesar, El presidente López: vida y
gobierno de Don Carlos. Buenos Aires, Ayacucho,
1955. P. 131.
[41]
Sobre la educación en Paraguay, ver, Heinz,
Peters, El sistema educativo paraguayo[…]. Op.
cit., 1996.
[42]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...].Op. cit. P.
95.
[45]
“El
Paraguayo Independiente”, n° 28, Asunción,
sábado, 17 de enero de 1846.
[46]
Núñez, R.L. Guerra
do Paraguai [...].Op. cit. P. 104.
[47]
Id.ib. P. 178 y 181 el destacado es nuestro.
[48]
Por ejemplo, Bandeira, Moniz, O expansionismo
brasileiro e a formação dos estados na bacia da Prata: da
colonização à guerra da Tríplice Aliança. São
Paulo, Ensaio, 1995.
[49]
Bethell,
Leslie, “O imperialismo britânico e a Guerra do
Paraguai” en Castro, M.E. & Marques, M. [Org.] Guerra
do Paraguai: 130 anos depois, Rio de Janeiro, Relume-Dumará,
1995. Pp. 133-150.
[50]
Peña, Milciades, La era de Mitre. Op
cit. P. 61 o en Maestri, Mario: Circulo de Ferro, Milcíades
Peña e o capitalismo pastoril argentino. Socialismo
o Barbárie, Buenos Aires, junio de 2010. http://www.socialismo-o-barbarie.org/historias/100620_milciadespenia.htm.
[51]
Teixeira, Fabiano Barcellos, “Uma estratégia
contestada: a missão imperial ao Paraguai
(1854-1855)”, Revista Brasileira de História
Militar, año II, n° 6, Diciembre 2011,
www.historia militar.com.br/artigo4RBHM6.pdf
[52]
Pomer, León, Cinco años de guerra civil en la
Argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[53]
Chaves, Julio Cesar. El presidente López,
Op. cit. p. 109.
[54]
Domínguez, Manuel. El alma de la Raza. Buenos
Aires, Ayacucho, 1946. p. 34.
[55]
Núñez, R.L. Guerra do Paraguai…” Op. cit. P.
168
[56]
Pastore, Carlos. La lucha por la tierra en el
Paraguay. 3 ed. Asunción, Intercontinental,
2008, p. 225 y siguientes.