Informe
de altos mandos de los ejércitos occidentales para la
cumbre de la OTAN de abril de 2008
recomienda el uso de armas nucleares
Un
imperio occidental con vocación exterminadora
Por
Claude Nicolet
mrc–france.org, 12/02/08
Tlaxcala, 09/03/08
Traducido por Caty
R. (*)
«Hacia una
gran estrategia para un mundo inestable». Con este título,
cinco veteranos responsables militares occidentales han
redactado un informe de 150 páginas. Las recomendaciones y
perspectivas que contiene deberán examinarse en la próxima
cumbre de la OTAN, el próximo mes de abril en Bucarest.
Este
documento debe estudiarse con mucha seriedad y atención. En
primer lugar porque no está redactado por cualquiera: el
general estadounidense John Shalikasvili, ex comandante
principal de la OTAN en Europa; el mariscal británico Lord
Peter Inge; el general alemán Klaus Haumann, ex presidente
del comité militar de la OTAN; el general neerlandés Henk
van den Breemen y el almirante francés Jacques Lanxade, ex
jefe de Estado Mayor del ejército francés.
Es decir,
militares experimentados que ejercen responsabilidades en
los más altos niveles de la jerarquía de los ejércitos de
sus países. Pero lo que hay de sensacional, y sobre todo de
espantoso en este documento, es realmente lo que revela
sobre la visión y la percepción del mundo de estos
hombres, que presentan una serie de constataciones que
sirven de apoyo a sus razonamientos:
– El
cambio climático condicionará convulsiones sociales
gigantescas, especialmente vinculadas a las transferencias
de poblaciones.
– El
desarrollo del terrorismo internacional, el crimen
organizado y la proliferación de armas de destrucción
masiva.
– El
debilitamiento de los Estados naciones y de las
organizaciones internacionales como la ONU, la OTAN y la Unión
Europea.
– El
incremento del fanatismo religioso.
Con el fin
de hacer frente a estas nuevas amenazas «asimétricas»,
proponen una «sacudida estratégica» que incluye la
utilización «preventiva» de las armas nucleares, incluso
aunque se diga que debe ser el «último recurso». Una
declaración de este tipo, a ese nivel, es un acontecimiento
muy importante. ¿Por qué? Porque pretende afirmar el fin
de la doctrina clásica de la disuasión nuclear, incluso
aunque Francia está oficialmente comprometida con el
concepto de último recurso, igual que Rusia, que acaba de
reafirmarlo con una declaración del jefe del Estado Mayor y
oficial del ejército ruso, el general Iouri Balouievski.
Pero Rusia no está incluida en esta reflexión, ya que no
es miembro de la OTAN, mientras que Francia hace todo lo que
puede para formar parte del mando integrado de la Alianza.
El arma
nuclear, de hecho, ya no es un arma aparte. Simplemente es
la última en una serie armamentista que va de la bayoneta a
la bomba atómica; ha abandonado su estatus de arma
esencialmente política; es un vuelco «coperniquiano»
necesario, según los autores del informe, para hacer frente
a la multiplicación de las amenazas. Amenazas que tendrían
un grado de peligrosidad superior que las de la Guerra Fría.
Pero, ¿cuál es, entonces, el «nuevo bloque soviético» súper
armado que nos tiene en el punto de mira y nos mantiene
aterrorizados?: El terrorismo internacional, la dispersión
y proliferación nuclear, el fundamentalismo religioso...
Este texto
contiene, sobre todo, un auténtico proyecto de organización
política y una visión del mundo que se articula
perfectamente con la ideología dominante y los proyectos
actualmente en marcha para imponernos este modelo y su
funcionamiento político.
Occidente
estaría asediado y debilitado desde el interior y el
exterior. Desde el interior por la desaparición de la
voluntad de defender sus valores y el reinado del
relativismo; por la falta de voluntad política de algunos
europeos (en particular Alemania, todavía constreñida por
su historia del siglo pasado) de volcarse más a fondo en el
funcionamiento de la OTAN que, por lo tanto, carecería de
enlaces y voluntad políticos. A este respecto, la Unión
Europea debería abandonar su papel de aguafiestas errática
y acelerar su aproximación a la OTAN para convertirse, de
hecho, en el brazo político del que cruelmente carece la
Alianza Atlántica.
Se ve
claramente el dibujo que se perfila, a plazo más o menos
largo, de una «fusión» institucional de la Unión Europea
y la OTAN. Las ventajas políticas serían enormes para
quienes tienen esta visión del mundo y del orden dominante.
Una organización política multilateral dotada de
personalidad jurídica y moral (Tratado de Lisboa), con su
organización militar. También se pueden leer las cosas en
un sentido inverso: Una organización militar bajo el
dominio de Estados Unidos conectada orgánicamente a un
poder político que se puede activar, siempre que haga
falta, en función de sus propios intereses. Llegamos
claramente a la desconexión del poder político de la
legitimidad fundada en la soberanía de los pueblos. Lo que
ilustra perfectamente las previsiones prácticas de dicho «directorio».
El
ensamblaje estaría compuesto, por lo tanto, por EEUU, la
Unión Europea y la OTAN, que formarían un «comité de
dirección» occidental. Algunas normas de funcionamiento
para una mayor eficacia, y que vendrían a oficializar prácticas
que realmente ya están en curso, serían:
–
Eliminación del voto mayoritario por la búsqueda
permanente del consenso, lo que implica el fin del derecho
de veto. También hay que señalar aquí que en las
instituciones europeas se pondrá en marcha el mismo
mecanismo con el Tratado de Lisboa, que prevé, por otra
parte, que la defensa de los países miembros debe ser
compatible con la OTAN.
– Se podría
requerir la utilización de la fuerza sin autorización de
la ONU «si un gran número de vidas están en peligro», lo
que es un concepto muy elástico e incluso confuso (no estoy
seguro de que, según este rasero, 50 ciudadanos de Afganistán
equivalgan a 50 ciudadanos estadounidenses), de carácter más
bien moral que político y estratégico. Es lo que hizo la
OTAN en Serbia desencadenando una campaña de bombardeos aéreos.
Al reconocer la independencia de Kosovo la Unión Europea
hará una elección política crucial participando de forma
totalmente ilegal en el desmembramiento de un Estado con las
fronteras internacionalmente reconocidas y miembro de la
ONU. Por otra parte, no podemos olvidar el desencadenamiento
de la guerra en Iraq por EEUU, sin el aval de la ONU, que ha
causado cientos de miles de muertes. Según esto, ¿se podría
prever que la OTAN bombardearía Washington dado que en Iraq
«un gran número de vida están en peligro»?
En
realidad, ¿de qué se trata?
Hacer de
Occidente una especie de nueva Esparta con el objetivo de la
creación, organización y defensa de un «Imperio
Occidental» portador de los valores de civilización,
morales, de progreso y de racionalismo. Esta definición
englobaría a Japón, Australia, Canadá e Israel y,
eventualmente, a una parte de Sudamérica. En cambio Rusia,
que se recupera y quiere reafirmar su peso en el escenario
mundial, volvería a ser un adversario, pero en un esquema
de rivalidad más clásico. El resto del mundo no es más
que un océano informe de violencia, barbarie y fanatismo.
Un universo en el que el Islam (porque ésa es la cuestión),
como tal, sólo puede evolucionar y erigirse en líder
antioccidental. Ahora bien, como es bastante improbable (a
pesar de lo mucho que lo deseamos) que consigamos rebajar
las tensiones internacionales, no cabe duda de que hay que
prever una solución extrema: la desaparición pura y simple
de lo que se considera un problema, por medio del fuego
nuclear. Este razonamiento se basa en realidades ideológicas
y prácticas. La guerra se convierte en un «medio de gestión»
y un instrumento normal, uno más, de la política exterior
de las «democracias».
Ciertamente
se alegará la posibilidad de la utilización de armas de
destrucción masiva por grupos terroristas o «estados
canallas». Es una realidad que hay que tener en cuenta muy
seriamente; sin embargo, eso no excluye un análisis serio
de estos conceptos que nos llegan directamente de la «caja
de herramientas» ideológica de la administración Bush.
Pero en los
casos de grupos terroristas «desterritorializados», ¿qué
vamos a abrasar de «forma preventiva»? Para liquidar a Al
Qaeda o a los talibanes, ¿hay que borrar del mapa a
Afganistán o Pakistán? ¿Después le tocará a Irán o
Siria? La tentación exterminadora es atractiva y está ahí,
movida por el miedo ante los resultados de las políticas
dementes y criminales que se llevan a cabo y en las que
Occidente tiene una parte de responsabilidad nada desdeñable.
Esta incapacidad para considerar que las políticas que se
están haciendo pueden tener consecuencias desastrosas es
increíble.
El Islam,
contemplado como un todo, no significa nada; «el mundo
musulmán» no es una realidad global. Es una manipulación.
Los Estados, en cambio, son realidades, hacen políticas
comprensibles, lo que no quiere decir aceptables. Pero, ¿la
política de Bush es aceptable? ¿Irán quiere la bomba atómica?
¿Para qué? ¿Para borrar a Israel del mapa? Antes de que
su primer misil despegara, Irán habría desaparecido; y con
él 70 millones de iraníes. E Irán lo sabe.
Llevar este
tipo de razonamiento hasta el final implica la aceptación
de asesinar a cientos de miles de personas de forma «preventiva»
en nombre de la «civilización».
Ni Irán ni
Siria están tan locos como para correr el riesgo de
desaparecer en un «holocausto nuclear», como señaló
Nicolas Sarkozy. Los autores del informe hacen hincapié en
el hecho de que hoy «ante los retos del mundo globalizado,
ningún país, ninguna organización, puede esperar triunfar
solo». Pero, ¿triunfar en qué, sobre quién y en nombre
de qué? No hace falta ser muy listo para constatar que se
trata, en realidad, de ampliar la base de la potencia política
y militar de Estados Unidos y servir de complementos a ese
proyecto con la esperanza de ser alguien en el escenario del
ejercicio del poder del imperio mundial. Darle más medios,
más profundidad geográfica y estratégica frente a
objetivos en perpetuo movimiento. Es necesario también, más
prosaicamente, compartir el coste económico que eso
representa. Porque Estados Unidos también demuestra todos
los días su incapacidad militar y política para dirigir el
mundo en solitario. Sus análisis y postulados básicos en
el ámbito internacional son falsos; también es falsa su
percepción del mundo, que se basa en su proyección ideológica,
totalmente desconectada de la realidad; su aparato militar
es incapaz de responder a la situación sobre el terreno
porque no está formateado para misiones de naturaleza política.
Y para mayor ridículo no hay adecuación entre la oferta y
la demanda, por lo que el resultado sólo puede ser catastrófico.
Pero es
también la continuación de deslegitimar y destruir la ONU,
lo que entra en perfecta sintonía con la dolorosa
constatación del debilitamiento de los Estados naciones.
Detrás de eso está el cuestionamiento del funcionamiento
de esta organización considerada cada vez más inútil,
inoperante, ineficaz y políticamente molesta, especialmente
la Asamblea General. No olvidemos que dos miembros
permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos y Gran
Bretaña, por otra parte poseedores del arma nuclear) se
comprometieron ilegalmente en la guerra de Iraq. En
realidad, incluso es el concepto de Derecho Internacional lo
que se cuestiona. Este funcionamiento cada vez exaspera más
a algunas potencias occidentales a las que les gustaría
poder liberarse, aunque cada vez lo hacen más: Abu Graib,
Guantánamo, torturas, vuelos secretos de la CIA, prisiones
secretas israelíes… Por supuesto estas prácticas,
desgraciadamente, son frecuentes en numerosas dictaduras y
no hay que conformarse. Pero lo que marca la diferencia en
este caso es que los países portadores de este movimiento
se autodenominan democracias ejemplares y que, precisamente
en nombre de dichos valores democráticos, sería necesario
utilizar el arma nuclear de manera preventiva, poniendo en
entredicho algunas reglas esenciales de la democracia. Todo
esto lleva el estigma del fracaso. ¿Adónde llevan las
guerras preventivas? ¿Adónde ha llevado la Guerra de los
Seis Días de 1967? ¿Adónde la invasión de Iraq de 2003?
Por
supuesto, si se utiliza el arma nuclear, que no deja títere
con cabeza, se acabó el problema. Eso significa que hay que
pensar, desde ahora, en deshacerse de todo lo que no sea
occidental. Porque, a largo plazo, ni la India ni China
tienen la intención de arrodillarse ante nuestros «valores».
La
cooperación entre los Estados, entre las naciones, es algo
que existe. No se puede prohibir el diálogo con quienes lo
desean. Hay que salir de las lógicas de encerramiento en
las que nos atrincheramos negándonos incluso a hablar con
unos u otros, creando listas negras cada vez más largas que
nos eximen de enfrentarnos a la realidad de los problemas.
Los palestinos que votaron por Hamás no votaron por la
destrucción de Israel, todo el mundo lo sabe. Votaron, en
primer lugar, porque «la comunidad internacional» se lo
exigió y además porque, sencillamente, quieren vivir con
dignidad y ejercer sus derechos políticos e históricos legítimos.
¿Es tan difícil de comprender?
La auténtica
debilidad, el verdadero temor, es negarse a mirar la
realidad de frente y a dialogar con quienes componen
verdaderamente el mundo tal como es y del que sólo somos
una parte. ¿No había que hablar con Arafat?, se creó Hamás.
¿No hay que hablar con Hamás y con Hezbolá?, tendremos Al
Qaeda. ¿Y después? ¿Una bomba termonuclear?
Lo que hace
falta actualmente es recobrar la capacidad de dirigirse a
los pueblos, atreverse a hablarles, asumir que son nuestros
iguales, promover una alianza de los pueblos –mejor que la
Alianza del Atlántico Norte– contra la ideología
dominante del liberalismo económico que gangrena el propio
concepto de democracia. Si no, Occidente no podrá resistir
frente al resentimiento y la venganza de la miseria del
mundo. No hará más que demorar su caída o exterminar de
3.000 a 4.000 millones de personas.
Cómo no
alarmarnos por esta multiplicación de las violaciones de
los derechos más elementales perpetradas por las propias
democracias: encarcelamientos arbitrarios, secuestros,
torturas, campañas militares ilegales, incumplimiento del
voto de los pueblos…
En estas
condiciones no hay que asombrarse cuando vemos, por ejemplo,
que grandes zonas de África se vuelven hacia China o la
India. Del menosprecio, la arrogancia y la violencia
occidentales ya han tenido suficiente.
(*)
Caty R. es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la
red de traductores por la diversidad lingüística. Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de
respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora
y la fuente.
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