Barack
Obama anunció su plan de guerra para los próximos años
Admisiones
impensadas
Por
Juan Gelman
TelesurTV.net,
04/04/09
Barack
Obama anunció oficialmente su plan de guerra para los próximos
años. No dijo cuántos.
“La
capacidad de los extremistas en Pakistán de desestabilizar
a Afganistán es cosa probada –dijo– y, a la vez, la
insurgencia en Afganistán alimenta la inestabilidad en
Pakistán. La amenaza que Al Qaida constituye para EE.UU. y
nuestros aliados en Pakistán –incluida la posibilidad de
que los extremistas obtengan material fisible– es
absolutamente real. Sin una acción más eficaz contra esos
grupos en Pakistán, Afganistán padecerá una inestabilidad
continua” (www.whitehouse.gov, 27/3/09). Este argumento
nuclear suena a ritornello busheano.
El
gobierno W. B. repitió incansablemente que Saddam podía
tener armas nucleares y no se cansó de subrayar el peligro
que esto entrañaría si cayeran en manos de terroristas
ansiosos de bombardear con ellas Nueva York.
Hace
un año, el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor
Conjunto estadounidense, señaló que las casi 40 bombas
nucleares de Pakistán estaban bien guardadas y que la
posibilidad de que pasaran a manos de Al Qaida era más bien
escasa (Reuters, 8/4/08).
Por
otra parte, las bombas nucleares están dotadas de tales
mecanismos de precisión que el menor error en su manejo las
anula. Hay que tener un entrenamiento especial para evitarlo
y no parece que los al qaidanos lo posean.
Obama
precisó los fundamentos de su empeño: “... Al Qaida y
sus aliados –los terroristas que planearon y sustentaron
los ataques del 11/9– están en Afganistán y Pakistán. Múltiples
estimaciones de inteligencia han advertido que Al Qaida se
prepara activamente para atacar territorio de EE.UU. desde
sus santuarios en Pakistán. Y si los talibán derriban al
gobierno afgano, ese país volverá a ser una base de los
terroristas que quieren matar a tantos conciudadanos
nuestros como puedan”.
Cabe
recordar que la planificación del atentado contra las
Torres Gemelas se llevó a cabo en Hamburgo y en reuniones
realizadas en Malasia, Florida y Maryland. Insuflar el miedo
para justificar una guerra necesita de estos y otros
artificios que W. Bush y sus adláteres propinaron a la
opinión pública de EE.UU. y del mundo para invadir a Irak.
Casi
30 mil efectivos norteamericanos se sumarán a los que ya
combaten en Afganistán y unos 50 mil permanecerán en Irak
cuando finalice “la retirada” prometida por Obama en su
campaña electoral. EE.UU. no va a disminuir su inversión
guerrera, que ha batido ya todos los records desde la Guerra
Mundial II.
Datos
de la Government Accountability Office (GAO, por sus siglas
en inglés), encargada de supervisar los gastos del
Ejecutivo, indican que el Pentágono ha desembolsado 685.000
millones de dólares desde el 2001 para las guerras en curso
y operaciones “antiterroristas” en el Cuerno de Africa y
las Filipinas (Reuters, 30/3/09). También para el logro de
armas nuevas como el caza F–22, que no cuesta demasiado:
apenas 400 millones cada aparato (The New York Times,
31/3/09). La crisis económica no castiga al complejo
militar–industrial, como lo bautizara el general
Eisenhower.
El
belicismo es la ideología dominante de la Casa Blanca, como
es notorio: ocupa el 48 por ciento de los gastos militares
del planeta. Le siguen Europa con el 20 por ciento, China
con el 8, Rusia con el 5 (por ahora) y América latina con
el 3 por ciento (www.gao.gov). Esos gastos constituyen el 54
por ciento del presupuesto nacional estadounidense del 2009,
contra 6,2 para educación y 5,3 para salud pública,
proporciones que no se observan en ningún otro país de la
Tierra. El viejo dicho dice que quien quiera la paz debe
prepararse para la guerra. EE.UU. prepara guerras, no más.
Inmediatamente
después de asumir la presidencia, B. O. fue más lejos que
W. y aumentó el número y la intensidad de los ataques de
aviones no tripulados contra las áreas tribales paquistaníes
que limitan con Afganistán (The New York Times, 20/2/09).
Los
mandos militares se proponen ahora bombardear otras zonas,
por ejemplo Quetta, capital de la provincia de Beluchistán,
y sus alrededores (The New York Times, 17/3/09). Esto
provocaría ásperas reacciones de los paquistaníes: Quetta
es una ciudad y no el territorio de pashtunes alejado del
centro del país.
Obama
habló con cierto descuido en el programa Face the Nation
del lunes pasado: prometió que continuaría lanzando
ataques en Pakistán, pero sólo después de consultar con
el gobierno de Islamabad, y declaró que la nueva estrategia
que los incluye “no modifica el reconocimiento de Pakistán
como un Estado soberano” (www.cbsnews.com, 30/3/0).
Pareciera que la cuestión de la soberanía se entiende de
diferentes maneras. O está definitivamente herrumbrada.
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