La Cumbre de la NATO (OTAN) y la política exterior de Obama
Globocop versus TermiNATO
Por Pepe Escobar (*)
Asia
Times, 04/04/09
Rebelión,
06/04/09
Traducido del inglés para por Germán Leyens
La gente de Estrasburgo votó este sábado desde los balcones de sus
apartamentos por la coproducción franco–alemana del 60
cumpleaños de la OTAN (NATO, por siglas en inglés). Miles
de pancartas “No a la OTAN”, junto con letreros “¡Paz!”,
aparecieron por toda la ciudad hasta que fueron eliminados
por la fuerza por la policía francesa.
Tácticas de presión de primera de la “democracia liberal” fueron
inevitablemente exhibidas – igual que en el tan exagerado
“nos quedaban 275 minutos para salvar al mundo y todo lo
que se nos ocurrió fue medio billón de dólares para el
Fondo Monetario Internacional” de la cumbre del G20 en
Londres.
Los manifestantes fueron combatidos con gases lacrimógenos como si fueran
terroristas. El centro fue acordonado. Los residentes
tuvieron que colocarse tarjetas de identificación. Las
manifestaciones fueron relegadas a los suburbios.
Además existe una metáfora musical. Cuando la OTAN fue creada en
Washington el 4 de abril de 1949, la banda sonora fue “It
Ain't Necessarily So” de Gershwin. Cuando siete países
del ex Pacto de Varsovia fueron admitidos en 2004, la banda
sonora provino del horrible éxito “Titanic”. Para la
fiesta del 60 aniversario en Baden–Baden – con la
participación del trío Barack Obama, Nicolas Sarkozy,
Angela Merkel – fue “Carmen” de Georges Bizet.
Tal como Carmen es una gitana que cree a una pitonisa y termina muerta, la
OTAN es un viajante global que podría terminar muerto por
creer en un cartomántico: Washington.
Sultanes
del swing
La OTAN ciertamente tiene mucho que celebrar. Francia, bajo el adicto a la
adrenalina Sarkozy – conocido en OTANlandia como “Sultán
de Bruni”, como referencia a su impresionante esposa Carla
– ha vuelto a la OTAN. Obama presenta su nueva estrategia
global para Afganistán y Pakistán a la OTAN. La OTAN
“asegura la paz” en un Kosovo acosado por la magia (una
entidad que ni siquiera es reconocida por miembros de la
OTAN como España y Grecia). La OTAN, en un estilo
totalmente adecuado a la “guerra contra el terror” actúa
como súper–poli en el Mediterráneo. La OTAN patrulla el
Cuerno de África buscando piratas. La OTAN entrena a las
fuerzas de seguridad de Iraq. Para sus 60 años, la OTAN está
muy en forma.
Físicamente, la OTAN es una pesadilla burocrática que ocupa un enorme
edificio horrible en Blvd Leopold III en Mons, en las
afueras de Bruselas, emplea a 5.200 civiles divididos en 320
comités que comparten un presupuesto anual de 2.700
millones de dólares. Esos comités dirigen a 60.000 tropas
de combate esparcidas por todo el mundo.
La OTAN debería haber muerto de inmediato después de la caída del enemigo
contra el cual fue creada – la Unión Soviética. En su
lugar, la OTAN lo pasó bien durante los años noventa,
cuando Rusia había caído y el presidente ruso Boris
Yeltsin pasaba más tiempo llenando su vaso de vodka que
pensando en geopolítica.
En 1999 – para gran deleite de los fabricantes de armas en el complejo
industrial–militar de EE.UU. – la OTAN se expandió
hacia los Balcanes con su devastadora guerra aérea contra
Serbia, aliada de Rusia, por lo que fue vendido a la opinión
pública mundial por el presidente de EE.UU. de entonces,
Bill Clinton, como motivos humanitarios, cuando en realidad
se trataba, de hecho, de imperialismo humanitario.
Decir que la OTAN – un organismo del Norte del Atlántico – está
sobre–extendida es un eufemismo. Sus miembros Rumania y
Bulgaria distan mucho del Océano Atlántico. Hungría, la
República Checa y Eslovaquia no tienen salida al mar. En
Asia Central, Afganistán (o por lo menos las partes no
controladas por los talibanes) está ocupada de facto por la
OTAN. Megabases como Ramstein (Alemana), Aviano (Italia) e
Incirlik (Turquía) tienen ahora una contraparte a mitad de
camino al otro lado del mundo en Bagram (Afganistán).
Décadas después del Imperio Británico, “Europa” trata de (re)ocupar
el Hindu Kush. Afganistán es la primera guerra de la OTAN
fuera de Europa y su primera guerra en tierra. Involucra a
todos los 26 miembros (ahora 28; Albania y Croacia
terminaron por ser admitidas), más 12 “socios”,
incluyendo a cinco naciones europeas que solían ser
neutrales; Austria, Finlandia, Irlanda, Suecia y Suiza.
Todas están comprometidas por la primera invocación en la
historia por la OTAN del Artículo 5 de su carta, que
determina la ayuda militar mutua.
En una mezcla de ver lo que se viene (y es una guerra en la que no se puede
vencer) y de apaciguamiento de la furia de sus opiniones públicas
pacifistas, la mayoría de los gobiernos europeos nunca
cederán al llamado de Obama – por cargada de encanto que
sea su ofensiva – de enviar más soldados a Afganistán.
La oposición a la guerra afgana en Alemania, por ejemplo,
es de cerca de un 70% (la ayuda humanitaria es otra cosa).
Muchos países, incluidos los más poderosos, eludirán las demandas de
Obama basadas en “condiciones nacionales” secretas. Como
los abogados en Berlín dijeron a la OTAN, por ejemplo, está
prohibido que soldados alemanes lancen un ataque preventivo,
en tierra, contra los talibanes.
El totalmente engañoso acrónimo, ISAF (siglas en inglés para Fuerza
Internacional de Ayuda a la Seguridad) solía estar a cargo
de la ocupación occidental de Afganistán desde diciembre
de 2001 – hasta que, al estilo de los juguetes Transformer,
se convirtió en una inmensa acción de contrainsurgencia (COIN)
que se expandió por todo el país hasta Pakistán
occidental. La dirección de esta COIN es obviamente
estadounidense – ante todo porque soslaya totalmente los
complejísimos mecanismos de votación de la OTAN.
No hay nada “internacional” en la ISAF. La ISAF es la OTAN. Y con una
multitud de soldados en combate y de ataques aéreos,
tampoco tiene nada de “ayuda.”
La ISAF/OTAN está ubicada en Kabul, en un antiguo club de equitación en la
rebautizada Great Masoud Road que fue reconstruido como una
verdadera fortaleza. La responsabilidad es de – no tiene
nada de nuevo – ni un solo europeo, sino de un
estadounidense, el general de cuatro estrellas David
McKiernan. Aunque su misión personal en los años setenta
fue impedir que el Pacto de Varsovia infiltrara Alemania
Occidental, su misión actual es impedir que al–Qaeda, en
sus palabras, “infiltre Europa o EE.UU.”
A propósito, por si alguien tuviera alguna duda, todo el asunto sigue
cayendo bajo la continua “Operación Libertad Duradera,”
según el Pentágono. Esa libertad verdaderamente
“duradera” se aplica nada menos que a Afganistán,
Pakistán, Cuba (debido a Guantánamo), Djibouti, Eritrea,
Etiopía, Jordania, Kenia, Kirguistán, las Filipinas, las
Seychelles, Sudán, Tayikistán, Turquía, Uzbekistán y
Yemen.
El gran éxito de McKiernan debía ser la próxima ‘oleada’ afgana de
Obama – que será ejecutada por soldados de EE.UU., no de
la OTAN. Después de todo el combate duro no tiene nada que
ver con el mandato original de la ISAF. Pero el problema está
en la niebla de la guerra e ISAF/OTAN ha terminado por ser
una TerminOTAN – atrapada junto con los estadounidenses en
una lógica de paz mediante los Predator. Llamadla la
coalición de los reacios. No sorprende que la opinión pública
europea esté horrorizada.
Y esto lleva al fracaso del sermón de Obama a la OTAN sobre su guerra “Afpak”,
que necesitaba, a su juicio, una “estrategia más global,
más concentrada, más disciplinada.” Al final, Obama se
ve limitado a pedir más dinero a los europeos.
El comandante de la ISAF/NATO para todo el sur de Afganistán, el general
holandés Mart de Kruif, cree que la ‘oleada’ es el paso
correcto – – ya que los soldados de EE.UU. irán
“donde son más necesarios: a las provincias Kandahar y
Helmand,” donde los comandantes talibanes “son capaces
de lanzar operaciones importantes.” Como declarara al periódico
holandés NRC Handelsblad, “necesitamos más botas en el
terreno” y “también podremos transportar más hombres y
material mediante transporte aéreo.”
Pero cuando De Kruig habló de la reedición del plan de Petraeus de armar a
milicias locales, por lo menos hizo saber lo difícil que
será. “Si vais a armar milicias locales tendréis que
asegurar que reflejen la estructura del poder local,”
dijo. “También, la policía local tiene que ser
suficientemente efectiva para guiar y controlar a la
milicia. No os conviene tener a algún comandante vago
dirigiendo la milicia. Tenéis que ofrecer a los miembros de
la milicia la perspectiva de un empleo en la fuerza
policial. Y tenéis que tener una estrategia de salida, una
manera de desbandar a la milicia sin que todas esas armas
desaparezcan.”
Otro holandés, la “mascota” pro–Iraq de Bush, Jaap de Hoop Scheffer,
ha sido secretario general de la OTAN desde enero de 2004
(se va en julio de este año). Por lo menos admite ahora –
al semanario alemán Der Spiegel – que la guerra afgana
“no puede ser ganada con medios militares.” En su lugar,
cree que el éxito depende de la captura de los “corazones
y mentes de la gente.” Ciertamente no a través de la
acumulación de “daños colaterales” bombardeando
matrimonios. (“Tenemos que tener cuidado de evitar víctimas
civiles al combatir a los insurgentes,” dice.) Scheffer
también se ve obligado a admitir que la “cooperación con
Irán” en Afganistán es esencial.
¿Es la hora de la OTPAN?
Francia y Alemania, potencias cruciales de la OTAN, simplemente no pueden
permitir que se antagonice a Rusia. Son un virtual rehén
energético de Gazprom. A diferencia de europeos orientales
irresponsables, ningún gobierno francés o alemán
consideraría siquiera la posibilidad de ser un rehén de
una Nueva Guerra Fría entre Rusia y EE.UU. (uno de los
motivos básicos por el cual la participación de Georgia y
Ucrania es ahora virtualmente una causada perdida). París y
Berlín saben que Moscú podría fácilmente estacionar
misiles apuntados en su dirección en Kaliningrado, en Belarús
amiga de Rusia.
El pintoresco embajador ruso ante la OTAN, Dmitry Rogozin, tiene la visión
definitiva sobre la obsesión al estilo de espía contra espía
de la OTAN de cercar a Rusia. Como dijo a Der Spiegel,
“Mientras más acercan sus bases a nosotros, más fácil
nos es atacarlas. En el pasado habríamos necesitado misiles.
Ahora basta con ametralladoras.” En cuanto a Georgia y
Ucrania como miembros de la OTAN, Rogozin agrega: ¿Por qué
no invitan a “Hitler, Sadam Husein y [al presidente
georgiano Mikhail] Saakashvili?”
Rusia, dijo Rogozin al diario francés Le Monde, espera que la OTAN
se convierta en “una alianza política y militar
moderna,” no en un “globopoli” (como lo llama Der
Spiegel). Rusia espera cooperación – no un cerco.
Rogozin no podría ser más explícito sobre la posición
rusa respecto a Afganistán: “Queremos impedir que el
virus del extremismo cruce las fronteras de Afganistán y se
apodere de otros Estados en la región como ser Pakistán.
Si la OTAN fracasara, Rusia y sus socios tendrían que ser
los que combatan a los extremistas en Afganistán.”
El Consejo OTAN–Rusia debe reunirse de nuevo. El punto de vista oficial de
Moscú es un orden de seguridad que se extienda “de
Vancouver a Vladivostok". Algo que es aún más
ambicioso que la OTAN: “Tal vez la OTAN debiera
convertirse en OTPAN, una alianza Pacífico–Atlántico.
Simplemente no podemos permitir que los buscapleitos nos
disuadan.”
Meterse en líos con Rusia, en todo caso, nunca fue una buena idea –
excepto para neoconservadores desprovistos de historia y
geografía. Sólo en 2008, no menos de 120.000 soldados de
EE.UU. y la OTAN transitaron por la base Manas en Kirguistán
(la base será cerrada este año). Esto, junto al atentado
neotalibán de las rutas de la OTAN en el Paso del Khyber,
ha obligado a Petraeus a volverse hacia el Cáucaso (Georgia
y Azerbaiyán) como rutas alternativas de tránsito militar,
y a rogar a Kazajstán y Tayikistán en Asia Central que le
ayuden; lo que sólo se materializará si Rusia lo aprueba.
Magnánimamente, mientras tanto, Rusia ha abierto su
territorio para convoyes de abastecimiento de la OTAN.
¿Para qué sirve la OTAN?
Tal como Palestina es un valioso laboratorio de ensayo para el ejército
israelí, Afganistán, y ahora “Af–Pak” son un
laboratorio tanto para EE.UU. como para la OTAN para
realizar pruebas de conducción de sistemas de armas y
variaciones de la COIN de Petraeus.
Por otra parte, la incompetencia de la OTAN ha sido más que evidente en el
frente de la droga. Afganistán bajo la ocupación de la
OTAN volvió a ser el productor y exportador mundial número
uno de opio. Y eso, por su parte, condujo a la actual guerra
de la droga de EE.UU. y la OTAN.
De modo que Af–pak ha sido una verdadera guerra Transformer – de la caza
de Osama bin Laden a la guerra contra esa palabra mixta
“los talibanes” y a una guerra de la droga del tipo
Colombia–con–esteroides. Y todo esto deja de lado el
punto de vista eternamente invisible del Oleoductistán –
centrado en el oleoducto de 7.600 millones de dólares
Turkmenistán–Afganistán–Pakistán–India que el
gobierno de Bill Clinton quería comenzar a través de un
trato (abortado) con… los talibanes, que estuvieron en el
poder en la segunda mitad de los años noventa.
Al observar las acciones emprendidas hasta ahora por Obama, y al considerar
el modo de pensar del Pentágono, no hay evidencia que apoye
la posibilidad de que Washington y la OTAN vayan a abandonar
un Afganistán crucialmente estratégico, que por casualidad
se encuentra cerca del corazón de Eurasia.
Basta con preguntar a China, Rusia y a Irán, miembro observador de la
Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). La SCO fue
fundada en junio de 2001, primero para combatir el
contrabando transnacional de droga y a los fundamentalistas
islámicos y luego comenzó a promover todo tipo de
cooperación en la energía, el transporte, el comercio y la
infraestructura.
EE.UU. y la OTAN han ignorado totalmente uno de los objetivos de la SCO:
encontrar una solución regional, no armada, para la
continua tragedia afgana. La intransigencia de EE.UU. y de
la OTAN durante la era de Bush tiene gran parte de la culpa
por el proceso que convirtió a la SCO en la OTAN de Asia.
Desde el punto de vista asiático y ruso, la OTAN no tiene
nada que ver con la “edificación de naciones,” el
mantenimiento de la paz o la “ayuda humanitaria.” Y
Afganistán lo demuestra. Los asiáticos no necesitan un
globopoli – mucho menos una TermiOTAN.
Obama, McKiernan, Scheffer, ninguno de ellos lo admitirá – pero hay
muchos en Washington y Bruselas que en realidad quisieran
que la OTAN fuera realmente una TermiNATO sin fronteras,
soslayando a la ONU para realizar imperialismo
“humanitario” en todo el globo, eliminando por doquier a
“al–Qaeda” y a “terroristas”, protegiendo a
Oleoductistán y a tierras para ductos para los intereses
occidentales en todas direcciones.
EE.UU., apoyado por la OTAN, fue la comadrona para una nueva encarnación de
“fundamentalismo islámico” que debía, como lo hizo,
librarse de los soviéticos en Afganistán y en las antiguas
repúblicas soviéticas ricas en recursos energéticos. El
que, millones de muertos y millones de desplazados más
tarde, la OTAN ahora pida ayuda a los rusos para no quedarse
encallada en Afganistán es otra amarga ironía de la
historia de Af–Pak, y ciertamente no la última.
(*)
Pepe Escobar, periodista del diario Asia Times (Hong Kong),
es autor de “Globalistan: How the Globalized World is
Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y de
“Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the
surge.” Su nuevo
libro, que acaba de aparecer es “Obama does Globalistan”
(Nimble Books, 2009).
La expansión de la OTAN y el beso francés
Por Diana Johnstone
CEPRID, 30/03/09
La amenaza soviética, su supuesta raison d’être originaria, desapareció
hace veinte años. Pero al igual que el complejo militar
industrial, la OTAN sigue viva y en constante expansión,
alimentada por arraigados intereses económicos, una
inveterada inercia institucional y la fijación paranoide de
unos think tanks desesperados por encontrar “amenazas”
por doquier.
A comienzos de abril, este Behemoth se dispone a celebrar su 60 aniversario
en las ciudades vecinas de Estrasburgo (Francia) y Kehl
(Alemania), atravesadas por el Rin. En ocasión de la efemérides,
recibirá un especial regalo del cada vez más impopular
presidente francés, Nicolás Sarkozy: el regreso de Francia
a su comando militar. Un acontecimiento burocrático de este
tipo, cuyo significado práctico dista de estar claro,
proporciona a los corifeos de la OTAN y a los plumistas de
turno algo sobre lo que cacarear. ¿Veis?, los tontuelos de
los franceses han comprendido su error y han vuelto al
redil.
Sarkozy, por supuesto, presenta las cosas de otro modo. Asegura que la
integración de Francia al comando militar de la OTAN
realzará su importancia en el mundo y le permitirá influir
en la estrategia y las operaciones de una Alianza que nunca
abandonó y a la que ha contribuido de forma ininterrumpida
por encima de sus obligaciones.
Este argumento, sin embargo, oculta que fue precisamente el inconmovible
control de los Estados Unidos sobre la estructura militar de
la OTAN lo que persuadió a Charles de Gaulle a abandonarla
en marzo de 1966. Su decisión no obedeció a un simple
capricho. Había intentado sin éxito modificar el
procedimiento de toma de decisiones de la Alianza hasta que
entendió que era imposible. La amenaza soviética había
remitido en parte y de Gaulle no quería verse arrastrado a
operaciones bélicas que consideraba innecesarias, tales
como el intento de Estados Unidos de ganar en Indochina una
guerra que Francia ya había perdido y que consideraba
inviable. De Gaulle prefería que Francia pudiera proseguir
defendiendo sus intereses en Oriente Medio y África.
Además, la presencia militar de Estados Unidos en Francia estimulaba las
manifestaciones plagadas de “Yankees go home”. En ese
contexto, el traspaso a Bélgica del comando militar de la
OTAN satisfizo a todos. El antecesor de Sarkozy, Jacques
Chirac, erróneamente considerado “anti–americano” por
los medios de Estados Unidos, ya estaba dispuesto a
reincorporarse al comando de la OTAN si obtenía algo
sustancial a cambio, como el comando mediterráneo de la
Alianza. Pero los Estados Unidos se negaron en redondo.
Sarkozy, en cambio, ha decidido batallar por las migajas. Su objetivo es la
asignación de oficiales franceses a un comando en Portugal
y a algunas bases de entrenamiento en los Estados Unidos.
“No hubo negociación alguna. Dos o tres oficiales
franceses más bajo las órdenes de los norteamericanos no
cambia nada”, observó en un reciente coloquio sobre
Francia y la OTAN el ex ministro de exteriores francés
Hubert Védrine.
Sarkozy anunció la reincorporación el 11 de marzo, seis días antes de que
la cuestión fuera debatida en la Asamblea Nacional. Todas
las protestas serán, por consiguiente, en vano. A simple
vista, esta rendición incondicional parece obedecer a dos
causas fundamentales. Una es la psicología del propio
Sarkozy, cuyo amor por los aspectos más superficiales de
los Estados Unidos, escenificado en su discurso ante el
Congreso norteamericano en noviembre de 2007, produce vergüenza
ajena. Sarkozy debe ser el primer presidente francés al que
parece no gustarle Francia. O, al menos, al que – de
verlos en televisión– parecen gustarle más los Estados
Unidos. Por momentos se tiene la impresión de que ha
querido ser presidente de Francia no por amor al país sino
como una revancha social en su contra. Desde un comienzo ha
mostrado una clara disposición a “normalizar” Francia,
esto es, a rehacerla de acuerdo al modelo norteamericano.
La otra causa, menos obvia pero más objetiva, es la reciente expansión de
la Unión Europea. La rápida absorción de los antiguos satélites
de Europa del Este, a los que hay que sumar a las ex repúblicas
soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania, ha alterado de
manera drástica el equilibrio de poder dentro de la propia
Unión Europea. El núcleo de las naciones fundadoras,
Francia, Alemania, Italia y los países del Benelux, es
incapaz de encauzar la Unión hacia una política exterior y
de seguridad única. Después de que Francia y Alemania se
negaran a apoyar la invasión a Irak, Donald Rumsfeld las
descalificó como parte de la “vieja Europa” y apeló
maliciosamente a la “nueva Europa” para que se sumara a
los designios estadounidenses. El Reino Unido, al oeste, y
los “nuevos” satélites europeos del Este, están más
atados política y emocionalmente a los Estados Unidos de lo
que lo están a la Unión Europea que les proporcionó
considerable ayuda económica para su desarrollo y capacidad
de veto en las cuestiones políticas relevantes.
La expansión, en efecto, enterró el sempiterno proyecto francés de
construir una fuerza de defensa europea que pudiera actuar
con autonomía del comando militar de la OTAN. Los
dirigentes de Polonia y de los Estados bálticos quieren que
Estados Unidos los defienda a través de la OTAN y punto.
Jamás aceptarían el proyecto francés de una Unión
Europea no atada a la OTAN y a los Estados Unidos. Francia
tiene su propio complejo militar industrial, muy inferior,
ciertamente, al de Estados Unidos. Pero es el más grande de
Europa occidental. Un complejo así necesita mercados de
exportación para su industria armamentística. El mejor
mercado potencial serían una fuerzas armadas europeas
independientes. Sin dicha perspectiva en el horizonte,
algunos podrían pensar que la integración a comando
militar podría abrir los mercados de la OTAN a los
productos militares franceses.
Se trata, sin embargo, de una esperanza huera. Los Estados Unidos se han
reservado con celo los principales suministros de la OTAN
para su propia industria. Es improbable que Francia llegue a
tener una influencia significativa en la OTAN, por las
mismas razones por las que ha acabado por abandonar su
intento de construir un ejército europeo. Los propios
europeos están profundamente divididos. Con Europa
dividida, los Estados Unidos mandan. Es más, con la
profundización de la crisis, el dinero para armamentos
comienza a escasear.
Desde el punto de vista del interés nacional francés, esta endeble
esperanza de poder colocar en el mercado los propios
productos militares es nada comparada con las desastrosas
consecuencias políticas que tiene el gesto de lealtad
protagonizado por Sarkozy. Es cierto que incluso fuera del
comando militar de la OTAN, la independencia francesa era sólo
relativa. Francia apoyó la incursión de los Estados Unidos
en la primera guerra del Golfo. En vano el presidente François
Mitterand esperó con ello ganar influencia en Washington,
el clásico espejismo que deslumbra a los aliados de Estados
Unidos en operaciones más dudosas. En 1999, Francia se sumó
a la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, a pesar de las
dudas existentes en los altos mandos. En 2003, sin embargo,
el presidente Jacques Chirac y su ministro de relaciones
exteriores Dominique de Villepin hicieron gala de su
independencia y rechazaron la invasión de Irak. Hay
bastante acuerdo en que el plantón francés permitió a
Alemania hacer lo mismo. Y a Bélgica.
El discurso de Villepin ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de
14 de febrero de 2003, defendiendo la prioridad del desarme
y de la paz sobre la opción de la guerra, levantó una
abrumadora ovación. Villepin se granjeó una amplia
popularidad alrededor del mundo y reforzó el prestigio
francés, sobre todo en el mundo árabe. De regreso en París,
no obstante, el odio personal entre Sarkozy y Villepin
alcanzó cotas de pasión operísticas, y no es infundado
sospechar que el compromiso de obediencia con la OTAN de
Sarkozy es también un acto de revancha personal.
El efecto político más devastador de todo esto es, sin embargo, la impresión
que se ha generado de que “Occidente”, Europa y los
Estados Unidos, se han enrocado en una alianza militar
contra el resto del mundo. Contemplado de manera
retrospectiva, el disenso francés prestaba un servicio a
Occidente en la medida en que generaba la impresión, o la
ilusión al menos, de que todavía era posible pensar y
actuar de forma independiente, y de que alguien en Europa
podía llegar a escuchar lo que otras partes del mundo se
dice y piensa. Ahora, este “cierre de filas” sellado por
los valedores de la OTAN como una manera de “mejorar
nuestra seguridad” activará las alarmas en el resto del
mundo.
El imperio parece cerrar filas con el propósito de regir el mundo. Los
Estados Unidos y sus aliados no reclaman abiertamente el
gobierno del mundo, pero sí su control. Occidente controla
las instituciones financieras mundiales, el FMI y el Banco
Mundial. Controla el poder judicial, el Tribunal Penal
Internacional, que en 6 años de existencia sólo ha sentado
en el banquillo a un oscuro señor de la guerra congolés y
ha abierto cargos contra otras 12 personas, todas ellas
africanas.
Mientras, los Estados Unidos provocan la muerte de cientos, miles, acaso
millones de personas en Irak y Afganistán, al tiempo que
apoyan la agresión de Israel contra el pueblo palestino.
Para el resto del mundo, la OTAN no es más que el brazo
armado de esta empresa de dominación. Y todo ello en un
momento en el que el sistema financiero capitalista dominado
por los países occidentales está arrastrando a la economía
mundial al colapso.
Tamaña exhibición de “unidad de Occidente” al servicio de “nuestra
seguridad” sólo puede generar inseguridad en el resto del
mundo. Mientras, la OTAN no ha cejado en su intento de
rodear a Rusia con bases militares y alianzas hostiles,
principalmente en Georgia. Pese a las sonrisas de sobremesa
con su contraparte ruso, Sergei Lavrov, Hillary Clinton no
ha dejado de insistir en el obcecado mantra de que las
“esferas de influencia son inaceptables”. Con ello,
claro está, se refiere a la histórica esfera de intereses
rusa, a la que Estados Unidos está incorporando
agresivamente a su propia esfera de influencia a través de
la OTAN.
No es de extrañar, en este contexto, que China y Rusia hayan aumentado su
cooperación defensiva. Los intereses económicos y la
inercia institucional de la OTAN están empujando el mundo
hacia un escenario pre–bélico mucho más peligroso que la
Guerra Fría. La lección que la OTAN se resiste a aprender
es que la búsqueda de enemigos crea enemigos. La guerra
contra el terrorismo promueve el terrorismo. Rodear a Rusia
con misiles sedicentemente “defensivos” –cuando todo
estratega sabe que un escudo acompañado de una espada es
también un arma ofensiva– hará de Rusia un enemigo.En
busca de amenazas
Para probarse a sí misma que, en verdad, es una entidad “defensiva”, la
OTAN no cesa de buscar amenazas. Pues lo tiene fácil,
puesto que el mundo es un lugar convulso, en buena medida
gracias al tipo de globalización económica que los Estados
Unidos han impuesto en las últimas décadas. Acaso haya
llegado la hora de realizar esfuerzos políticos y diplomáticos
para impulsar vías internacionales que permitan abordar
cuestiones como la crisis económica, el cambio climático,
el uso de la energía, los hackers y las
“ciber–guerras”. Los think tanks vinculados a la OTAN
ven en estos problemas “amenazas” que deberían ser
tratadas a través de la OTAN. Esto conduce a militarizar
las decisiones políticas allí donde, por el contrario,
deberían desmilitarizarse.
Pensemos, por ejemplo: ¿cómo se podría abordar la supuesta amenaza del
cambio climático con medios militares? La respuesta parece
obvia: utilizando las fuerzas armadas contra las poblaciones
forzadas a abandonar sus hogares por la sequía o por las
inundaciones. Tal vez, como en Darfur, la sequía podría
conducir a enfrentamientos entre grupos étnicos o sociales.
Entonces, la OTAN podría decidir quiénes son los
“buenos” y bombardear al resto. Este tipo de cosas.
Todo parece indicar, en efecto, que el mundo se está metiendo en muchos
problemas. La OTAN parece dispuesta a afrontarlos utilizando
sus fuerzas armadas contra las poblaciones descontroladas.
Este propósito podrá verse con toda claridad en la
celebración del 60 aniversario de la OTAN que tendrá lugar
en Estrasburgo/Kehl el 3 y 4 de abril. Ambas ciudades se
convertirán en auténticos campos militares. Los residentes
de la tranquila ciudad de Estrasburgo están obligados a
solicitar credenciales para salir y entrar a sus hogares
durante el feliz evento. En momentos clave, no podrán dejar
sus casas, salvo bajo circunstancias extraordinarias. El
transporte urbano se detendrá. Las ciudades estarán
muertas, como si hubieran sido bombardeadas, para permitir a
los dignatarios de la OTAN montar su show por la paz.
El momento culminante de todo este espectáculo será la sesión fotográfica
de diez minutos en la que los líderes de Francia y Alemania
intercambien un apretón de manos en el puente sobre el Rin
que conecta ambas ciudades. Será como si Angela Merkel y
Nicolás Sarkozy sellaran la paz entre Alemania y Francia
por primera vez. Los locales permanecerán encerrados en su
casa para no perturbar la pantomima. La OTAN se comportará
como si su mayor amenaza fuera el pueblo de Europa. Y es muy
posible que, por esa vía, la mayor amenaza para el pueblo
de Europa llegue también a ser la OTAN.
(*)
Diana Johnston es una escritora y periodista estadounidense
especializada en temas de política exterior europea y
occidental. Fue una participante activa del movimiento
contra la guerra de Vietnam. Entre sus últimos trabajos se
encuentra Fool’s Crusade: Yugoslavia, NATO and Western
Delusions, (Monthly Review Press, 2003) un alegato contra la
guerra emprendida en los Balcanes en 1999. Es colaboradora
habitual de la revista Counterpunch.
|