Crisis
económica global, guerra económica
y gasto militar
Por
Osvaldo Martínez (*)
La Haine, 07/11/10
La estructura
del presupuesto de Estados Unidos y la lógica de su política
económica, con Bush y Obama, es el de una economía de
guerra en la cual el gasto militar exacerba el déficit
presupuestal, pero permite el funcionamiento de un
“equilibrio del terror financiero”, reporta inmensas
ganancias al complejo militar industrial y mantiene un
chantaje global basado en la fuerza militar.
Una simple
mirada al presupuesto 2010 de Estados Unidos permite
apreciar la magnitud del gasto militar y el papel que éste
juega de conjunto con el gasto por los paquetes de rescate
de los bancos y entidades financieras quebradas.
El monto total
del presupuesto es de 3.94 billones de dólares (millones de
millones), y el déficit previsto es de 1,75 billones,
equivalente a casi 12% del PIB.
El gasto
militar oficial se establece en 739,5 mil millones de dólares,
aunque si se incluyen otros gastos indirectos o encubiertos,
el gasto superaría el billón de dólares. El gasto en el
rescate de las entidades financieras hundidas en la crisis,
efectuado por las administraciones de Bush y Obama alcanza
1,45 billones, mientras que el interés devengado por la
deuda pública es de 164 mil millones de dólares.
Esto significa
que casi todo el ingreso del presupuesto (2,38 billones) se
consume solamente por el gasto militar, los rescates de la
oligarquía financiera y una pequeña proporción por
intereses de la deuda pública. No queda prácticamente nada
para otros tipos de gastos.
Si
consideramos que el gasto militar ronda el billón de
millones de dólares y que la parte del ingreso presupuestal
correspondiente a los impuestos familiares es de 1,06
billones, tenemos que casi todos los impuestos que las
familias pagan en Estados Unidos alcanza no más para cubrir
el enorme gasto militar.
Estados Unidos
es el país más endeudado del mundo, aunque el significado
práctico de esto es diferente para este país que para
cualquier otro, porque se encuentra endeudado en la moneda
nacional que él mismo crea y hace circular.
El
financiamiento de la enorme deuda pública federal
ascendente a 14 billones de dólares, sin incluir deudas de
los estados y municipios es de características
surrealistas.
Al crecimiento
de esa deuda pública contribuyeron los paquetes de rescate
a los bancos, pero esa deuda se financia por una retorcida
operación mediante la cual el gobierno financia su propio
endeudamiento, pues el dinero estregado como rescate a los
bancos es financiado en parte tomando préstamos de los
mismos bancos.
A su vez, los
bancos imponen condicionalidades al gobierno en el manejo de
la deuda e imponen como el dinero debe ser empleado. Después
de haber sido “rescatados” los bancos imponen cortes
masivos en el gasto público en servicios para la población,
la privatización de infraestructuras y servicios como agua,
carreteras, recreación, pero no se toca el gasto militar.
Y no se toca
porque “War is Good for Business” y la misma oligarquía
que maneja el mercado financiero obtiene elevadas ganancias
procedentes del gasto militar. Y ese gasto militar –como
parte del déficit público– es financiado por operaciones
de guerra económica que se calientan cada vez más y
amenazan con mezclar la guerra económica con la guerra
probablemente nuclear que Estados Unidos incuba en la
compleja madeja de sus intereses y contradicciones económicas
y geoestratégicas.
El
equilibrio del terror financiero financiando la escalada
militar de Estados Unidos
La peculiar
estructura mediante el cual Estados Unidos actúa como una
economía parásita que financia sus déficits y su gasto
militar recibiendo inyecciones financieras del resto del
mundo, es parte de la “normalidad” del orden económico
global. Tener reservas monetarias en dólares que se
reciclan para comprar bonos u otros instrumentos del Tesoro
que financian la deuda estadounidense, y con ella la
escalada militar es considerado por los neoliberales como
una manifestación del equilibrio de mercados libres.
El poder mediático
presenta este reciclaje como resultado de la confianza en la
fortaleza económica de Estados Unidos porque otros países
envían allí sus dólares para ser invertidos.
Lo real es que
los extranjeros no ponen su dinero en Estados Unidos porque
sean compradores de exportaciones de ese país, ni tampoco
son inversionistas privados comprando acciones o bonos. Los
mayores colocadores de dinero en Estados Unidos son los
bancos centrales que no hacen otra cosa que reciclar los dólares
que sus exportadores obtuvieron y cambiaron a su vez por
monedas nacionales.
Con déficits
comercial y presupuestal crecientes en Estados Unidos, se
produce una inundación de dólares hacia el exterior, que
ahora son impulsados por la baja tasa de interés
norteamericana y por la emisión alegre de papeles verdes.
Los países
receptores de dólares (China en especial) se ven colocados
ante un dilema. No participan ni tienen influencia alguna
sobre decisiones económicas del gobierno de Estados Unidos,
quien se aprovecha del privilegio del dólar. Si aceptan la
inundación de dólares, sea por excedentes comerciales o
por la baja tasa de interés norteamericana o por ambos
factores, sufren la presión al alza sobre su tasa de
cambio, la pérdida de competitividad comercial y el peligro
de dejar anidar peligrosos capitales especulativos de corto
plazo.
Para evitar
esa inundación, la conducta obligada es comprar
instrumentos de deuda emitidos por el gobierno
norteamericano, y acumularlos en las reservas monetarias,
sufriendo el peligro de que cualquier devaluación del dólar
sea una devaluación de sus reservas. A China u otros países
que acumulan grandes volúmenes de dólares o de
instrumentos de deuda norteamericana nominados en dólares,
no se les permite comprar activos no financieros en Estados
Unidos. Cuando China lo ha intentado (compra de
instalaciones para distribución de combustibles) el
gobierno de Estados Unidos lo ha prohibido. En ese caso no
valen el libre flujo de capitales, el libre comercio y la
retórica habituales. Sólo pueden comprar activos
financieros para financiar los déficits estadounidenses.
Al comprar los
bonos del Tesoro los países entran al “equilibrio del
terror financiero” y a contribuir a financiar un destino
no previsto ni deseado: el gasto militar del Pentágono.
Ocurre así
para los países receptores de dólares surgidos de los déficits
norteamericanos, una doble compresión. Son lesionados al
verse estructuralmente empujados a financiar pasivamente la
máquina militar norteamericana por medio de un
“equilibrio del terror financiero” basado no en su
superioridad económica, sino en poderío militar. Y al
hacerlo, países como China y Rusia están alimentando el
mismo gasto y poderío militar que apunta armas nucleares
hacia ellos.
El
masivo gasto militar tiene un objetivo geoestratégico hegemónico
y su lógica última es la guerra
No pocos en
Estados Unidos creen en las virtudes de estímulo económico
que una guerra puede traer. Recuerdan con nostalgia que la
guerra hispano–cubano–americana, la primera guerra de la
etapa imperialista, sirvió en 1898 para que Estados Unidos
escapara de la crisis económica de aquella década, que fue
la Segunda Guerra Mundial la que finalmente provocó la
suficiente destrucción de fuerzas productivas para dejar
atrás la Gran Depresión y abrir paso a los dorados años
50 y que la recesión de finales de los años 40 fue
superada con la ayuda de la guerra de Corea.
Esta
nostalgia, que incrementa el peligro de una catastrófica
guerra nuclear, ignora que aquellas guerras convencionales
correspondientes a la época pre–nuclear podrían actuar
como estímulos anticrisis, pero la guerra nuclear actual ha
perdido esa capacidad.
Las guerras
con armas convencionales tenían dos virtudes como
reanimadoras de la economía: mediante la producción masiva
de armamento convencional para cumplir pedidos del estado en
guerra, se generaba empleo en las cadenas fabriles de
entonces, y también la guerra convencional aceleraba la
destrucción de fuerzas productivas que la crisis económica
había iniciado, y la llevaba al grado suficiente para
impulsar la recuperación sobre la base de la reconstrucción
de posguerra. La destrucción era la suficiente para
completar y acelerar el peculiar papel de la crisis económica
en tanto destructora de riqueza para iniciar después otra
fase expansiva, y no era tanta como para amenazar la vida de
la especie humana y del planeta. Era posible entonces para
el capitalismo no sólo sobrevivir sino utilizar la guerra
como tónico estimulante para la economía.
La guerra
nuclear actual no es estimulante frente al principal
problema orgánico de la crisis que es el desempleo, pues
ahora la tecnología sofisticada para fabricar armas utiliza
muy poca fuerza de trabajo, pero su capacidad destructiva es
tan formidable que lo destruido no serían plantas fabriles,
capitales financieros o algunas ciudades, sino el planeta y
la especie humana tras el cataclismo del invierno nuclear.
La guerra
actual, si guerra convencional de desgaste como la de Iraq y
Afganistán ni pueden ganarse por Estados Unidos ni son
estimulantes para salir de la crisis económica, si guerra
nuclear que se establece como amenazadora posibilidad,
tampoco serviría para salir de la crisis porque no eliminaría
el gran problema del desempleo, pero sirve en cambio, para
hacer grandes negocios a partir del tipo de gasto público
que se maneja con total opacidad y discrecionalidad, el
gasto en el cual los Bernanke, Geithner, Summers, Strauss
Kahn, nada deciden: el gasto militar, el cual es capaz de
reunir en sí mismo la ambición hegemónica y la
superganancia del gran negocio.
Para Estados
Unidos, debilitado económicamente y con una cultura
productiva declinante, el recurso de última instancia es la
amenaza constante de guerra sustentada en el gasto militar
creciente. Pero, la amenaza constante de guerra y el gasto
militar poseen una dinámica diabólica que tiende a
realizarse en la guerra real, cuando convergen la mentalidad
guerrerista, los conflictos por la hegemonía en petróleo,
gas, agua, etc., disfrazados de razones humanitarias o
religiosas y la creencia de que en la guerra nuclear puede
haber vencedores.
La declinación
de la economía de la mayor potencia militar plantea fuertes
tensiones entre un poderío militar muy superior a cualquier
otro y por lo mismo, ambicioso de hegemonía y una economía
en retroceso, que ha exportado buena parte de su capacidad
industrial, se ha sumido en el parasitismo financiero, se ha
acomodado en el consumismo de lo producido por otros y ha
perdido la cultura productiva que alguna vez fue relevante.
Algunos señalan que siguiendo esas tendencias, el país que
al terminar la Segunda Guerra Mundial dominaba la economía
mundial con su capacidad productiva, se encamina a consumir
los productos del exterior y a exportar solamente películas,
espectáculos musicales, imágenes glamorosas de un
consumismo insostenible y armas.
El retraso
económico frente a los ritmos de crecimientos de China y no
sólo de ella, sino del llamado BRIC+3 (Indonesia, Corea del
Sur, Malasia) es también una fuente de tensiones. Al ritmo
que crecen estos países llamados emergentes, su PIB igualará
en el 2020 al que ahora tiene el G–7.
Las tendencias
apuntan hacia el retraso económico de Estados Unidos y la
previsible utilización de la fuerza militar para mantener
la posición dominante de la segunda mitad del siglo XX.
Esas tensiones
se manifiestan en las guerra en Iraq, Afganistán, Pakistán,
en la amenaza de guerra nuclear contra Irán y Corea del
Norte y también los golpes e intentos de golpes de estado
en América Latina (Honduras, Venezuela, Ecuador, Bolivia),
la creciente militarización en forma de despliegue de bases
militares norteamericanas a escala global y la conformación
de una doctrina de guerra que incluye, entre otras cosas, la
peligrosa reconceptualización de las bombas nucleares
“pequeñas” –pueden oscilar entre la mitad y hasta 6
veces la capacidad de la bomba de Hiroshima– como armas
que forman parte de un menú de opciones cuya utilización
puede en teoría, ser decidida por el comando en el teatro
de operaciones. Significa que un general en el teatro de
operaciones dispone de una “caja de herramientas” para
elegir y entre las herramientas tiene disponibles minibombas
nucleares que podría utilizar como lo haría con los
blindados, artillería, etc.
¿Hacia
la guerra económica?
En las últimas
semanas la economía mundial se ha estado caldeando con las
noticias sobre la guerra de las divisas. Esta guerra fue
preocupación central de la reunión de Ministros de
Finanzas del FMI el 23 de octubre y de nuevo, al igual que
en todas las Cumbres de G–20 realizadas después del
inicio de esta crisis global, fueron reiteradas las solemnes
declaraciones de compromiso con el “libre comercio” y la
no aplicación de barreras al funcionamiento de los
mercados.
En estas
primeras escaramuzas de una posible guerra se ven con
claridad los contendientes. Por un lado, Estados Unidos
tratando de reanimar su economía a toda costa, aprovechándose
de contar con la moneda de reserva internacional que es
también su moneda nacional y lanzando un torrente de dólares
hacia el exterior para devaluar el dólar, mejorar su posición
competitiva y al hacerlo, elevar las tasas de cambio de los
demás, perjudicarles en el comercio, hacerlos reciclar los
dólares comprando instrumentos de deuda norteamericana.
En el otro
lado, el resto de las economías del mundo y, en especial,
los exportadores de materias primas del Sur, los que además
de lo anterior, sufren la afluencia de capitales
especulativos volátiles impulsados por la muy baja tasa de
interés que Estados Unidos mantiene como instrumento sin éxito
para reanimar la inversión.
La conversión
de estas escaramuzas en una verdadera guerra al estilo de la
ocurrida en los años de la Gran Depresión dependerá de la
profundidad y duración que alcance la crisis global. Si
ella se agrava, podría ocurrir que la guerra de las divisas
fuera el preludio de una guerra comercial con la aplicación
de políticas nacionales de “empobrecer al vecino” y la
desaparición de la retórica librecambista y los juramentos
de fe en el multilateralismo.
Para todos es
evidente que el gobierno de Estados Unidos no hace otra cosa
que aplicar el nacionalismo para resolver sus problemas
internos, valiéndose del privilegio del dólar y
arrinconando contra las cuerdas a los demás. No sería
extraño que esta conducta encontrara la reciprocidad de
otros y, en el contexto de larga crisis agravada, podría
estallar el sistema de reglas e instituciones que nació en
la posguerra prometiendo no repetir jamás una guerra
comercial.
Crisis
económica y tendencias políticas
La crisis
global ha estado más conectada con un giro hacia la derecha
que con un fortalecimiento de las fuerzas anticapitalistas.
La relación
entre crisis económica y tendencias políticas ha sido
variable en el pasado siglo. Considerando sólo las mayores
crisis económicas y su traducción en resultados políticos,
estos han incluido un movimiento del péndulo hacia la
izquierda en los años de la Primera Guerra Mundial y hacia
la derecha en los años de la Gran Depresión.
La economía
rusa de 1917 sufría los estragos de los años de guerra,
pero también el impacto de la crisis económica europea. La
crisis se asoció al triunfo de la Revolución de Octubre de
1917, aunque obviamente, ella sola no pudo generar ese
triunfo histórico anticapitalista. Muchos otros factores
interactuaron con la crisis económica, pero el resultado
final fue que la situación extrema a que la guerra, la
autocracia zarista y la crisis habían llevado a la población
rusa, fue captada, interpretada y dirigida por una
organización política que se proponía terminar con el
capitalismo y construir el socialismo.
En los años
30 del pasado siglo la Gran Depresión fue la mayor crisis
económica hasta entonces ocurrida, pero lo que predominó
asociado a ella fue el fortalecimiento del fascismo. En
Alemania la combinación de reparaciones pagadas a los
vencedores en la guerra anterior, la galopante inflación,
eliminada por una conducción centralizada y fuertemente
controlada por el Estado fascista, la eliminación del
desempleo por grandes obras públicas y el liderazgo de un
fanático de derecha, dio como resultado el fascismo al
poder y la Segunda Guerra Mundial.
En Estados
Unidos, en Europa y en América Latina hubo en esos años
movimientos de izquierda y hacia la izquierda, pero no
alcanzaron victorias estratégicas. No existe una
determinación mecánica por lo cual el desempleo, la
pobreza, la inseguridad que una crisis económica provoca
conduzca el péndulo hacia la izquierda.
La inseguridad
e incluso desesperación que una crisis genera puede ser
apropiada y conducida hacia objetivos políticos por la
izquierda o por la derecha, en dependencia de la lectura
correcta o incorrecta que hagan las fuerzas en pugna, de las
acciones concretas y de la capacidad del liderazgo.
En la crisis
actual no ha sido relevante hasta el momento, la resistencia
a los efectos y políticas asociadas a ellas, a pesar del
fuerte impacto en el empleo y el costo social que ha
alcanzado. La huelga general en España el 29 de septiembre
y las manifestaciones francesas contra la política
fondomonetarista de ajuste fiscal, son noticias a seguir,
pero simultáneamente se fortalece la derecha en Estados
Unidos y Europa, mientras que en América Latina se
desarrolla una contraofensiva imperialista contra los
gobiernos de la ALBA.
En Estados
Unidos el Tea Party avanza en el control del Partido
Republicano, en la proximidad de unas elecciones donde se
espera un fuerte voto de castigo a Obama y la expresión
electoral del giro a la derecha de masas norteamericanas a
los que el desempleo, la extensión de la pobreza y la pérdida
de la vivienda están desplazando hacia la derecha.
Tea Party es
un peligroso conglomerado donde se mezclan la ignorancia, el
primitivismo político con la intolerancia, los prejuicios y
la creencia ciega en ser el pueblo elegido para conducir el
mundo.
Su ideología
es una mezcla fascistoide que incluye unir la Iglesia y el
Estado, eliminar los subsidios por desempleo, expulsar los
inmigrantes, eliminar las ayudas para personas
discapacitadas, considerar que la masturbación es
equivalente al adulterio y, por supuesto reducir los
impuestos, desmantelar el “gran gobierno” y destruir por
la fuerza a la conspiración islámica–china–rusa que
obstaculiza el dominio mundial.
Europa muestra
tendencias en similar dirección. Se señala que en Alemania
un partido racista y xenófobo podría alcanzar el 15% de
los votos. En Italia la Liga Norte posee fuerza. En Holanda
y Suecia a pesar de sus tradiciones de tolerancia, partidos
racistas han llegado al Parlamento. En Francia se ha
expulsado a miles de gitanos hacia Rumanía y Bulgaria, países
miembros de la Unión Europea.
El movimiento
altermundialista del Foro Social Mundial ha perdido fuerza y
se encuentra atravesado por pugnas entre ONG`s de países
del Norte financiadas por intereses políticos nada
interesados en lograr un mundo mejor, y movimientos sociales
con posiciones de lucha anticapitalista, en especial en América
Latina.
La lucha en
Francia y España contra el ajuste fiscal neoliberal en la
época del neoliberalismo desprestigiado, puede marcar el
inicio de un ascenso en la resistencia popular.
Parece mediar
un cierto período entre el estallido de las crisis y la
aparición de la movilización social frente a ellas, como
si fuera necesario que el desempleo, la inseguridad y la
desesperanza ahondaran lo suficiente para lanzar a las
personas a la protesta y la movilización social. Así
ocurrió en los años de la Gran Depresión, pues no fue
hasta 1932–33, tres años después del estallido de la
crisis cuando apareció la presión de “los de abajo”.
Para luchar
por un mundo mejor, para dejar atrás al capitalismo, la
especie humana tiene que sobrevivir y el planeta debe ser
salvado. Para que los humanos sobrevivan hay que parar la
amenaza de guerra nuclear y para salvar el planeta debe
cesar la agresión de mercado contra la naturaleza.
Frenar la
amenaza de guerra nuclear es en lo inmediato desactivar el
plan de agresión a Irán con la participación de Israel y
en lo mediato, cortar el gasto militar que se combina de
modo perverso con la declinación de la economía
norteamericana, para sostener dos equilibrios de terror: el
financiero y el militar. Y para despilfarrar inmensos
recursos en máquinas, tecnologías y bombas para matar.
*
Presidente del Centro de Investigaciones de la Economía
Mundial (Cuba). Ponencia presentada al “III Encuentro
Civilización o Barbarie”, Serpa, Portugal. 30 de octubre
al 1 de noviembre 2010.
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